"El conde ROBERT DE MONTESQUIOU-poeta olvidable, esteta, esnob, diletante, dandi; el hombre con más capital de cool en el París de fin de siégle- tenía unos pésimos dientes. Demasiado pequeños y algo negros. Tenía el hábito de esconderlos tras una mano-propinándose pequeñas palmadas contra el bigote espléndido- las veces que estallaba en una carcajada.
MARCEL PROUST, a fin de pertenecer a los círculos selectos de la burguesía, tenía, a su vez, el hábito de emular las maneras afectadas del conde. Cuando se reía, se tapaba también la boca con una mano- a pesar de que sus dientes eran muy blancos y estaban perfectamente bien alineados-." NUESTROS DIENTES, VALERIA LUISELLI, CARTAS DESDE HARLEM. Revista El País Semanal.
Comentario al margen: hasta los genios como Proust tenían sus aspiraciones de escalar en la "buena" sociedad.
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