Como la voy a contar, el que la quiera ver, que no lea esto o que lo lea igual porque nunca va a ser lo mismo lo que yo cuente con esa maravillosa sucesión de imágenes, sin efectos especiales, sin efectismos y desbordante de sentimientos absolutamente inusuales...por eso la considero extraordinaria.
El protagonista es un gris y solitario empleado del ayuntamiento de Londres, de 44 años, cuyo trabajo consiste en hacerse cargo de las personas que mueren solas y de sus efectos personales, cuando nadie los reclama. Un trabajo triste, sin duda.
Pero él decide hacer de ese desagradable trabajo algo más. Averigua, a través de fotos o cosas que han quedado abandonadas en las casas de los difuntos, cómo conectarse con algún familiar o amigo y hacer un funeral, al cual acude él solo, naturalmente, porque los demás han muerto, están ilocalizables o no quieren ir. Y allí, en presencia del cura, dice unas palabras cariñosas de historias inventadas que supuestamente le dedican aquéllos que no pudieron o no quisieron ir al funeral. El sacerdote, el difunto y él son los únicos en la iglesia. Así una y otra vez durante 22 años.
Un día que se estaba ocupando de uno de sus difuntos y pudo encontrar a su hija, que pareció conmoverse con la situación, le comunican que está despedido por razones que no son razones; en fin, para poner a una enchufada en su lugar.
Sin la vida de sus muertos, por decirlo de alguna manera, él sintió que no tenía sentido su vida. Pero hete aquí que la hija del último muerto y él se empiezan a enamorar y entonces, cuando parece que todo se tiñe de rosa, un autobús lo atropella y lo mata.
En el camposanto, donde se desarrolla la última escena, la chica, que va (junto con las otras personas que logró convocar nuestro hombre) al entierro de su padre, espera en vano que él llegue para seguir el romance; sin saber que al que están enterrando a pocos metros de allí es su enamorado.
Cuando todos se han ido, el cementerio se llena de muchísimos espíritus que rodean su tumba, y que son los que tuvieron un funeral y un último recuerdo gracias a un humilde y gris empleado del ayuntamiento, y que él mismo no pudo tener.
Hasta aquí el argumento. Ahora mis conclusiones: nuestro personaje sentía que hasta el último ser humano, que había sucumbido a una vida miserable por múltiples razones, tenía derecho a un funeral donde se dijeran cosas positivas de él. Que alguien recordara algún buen momento, una caricia, unas risas compartidas, una mascota, unos juegos con niños, un picnic, alguna tarta de cumpleaños. Nuestro personaje sentía compasión, conmiseración y era capaz de rescatar algún rastro amable del insignificante paso por el mundo de tanta gente que, infame o no, muere en soledad. Quizás sabiendo de antemano que a él le pasaría lo mismo. Su vida estaba en el mundo de los muertos y necesitaba reivindicarlos. Pero cuando la vida quiso iluminarlo con su presencia, dándole la posibilidad de ser feliz, la muerte decidió que ese tipo le pertenecía. Y se lo llevó.
¡Cómo me gustaría tener con quién descifrar, desgranar, destripar en sus múltiples facetas esta hermosa película! (Normalmente no hay mucha gente disponible para esto).
¡Desde cuántos lugares se puede ver esta cinta! Desde la psicología hasta la sociología.
¿Por qué, cuándo este ser desprovisto de atractivos podía vivir un amor, tuvo la imprudencia de cruzar la calle sin mirar? ¿El entusiasmo lo mató? ¿Accidente?¿Acto fallido?
¿Tan deshumanizada se ha vuelto nuestra sociedad que no es capaz de valorar a un empleado que transforma algo insalubre y sórdido en una tarea creativa y llena de amor anónimo?.
¿Puede existir alguien así en la vida real?
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