Este escrito no pretende ser un estudio sociológico ni psicológico; que eso vaya por delante. Pero de mis humildes observaciones entre personas que conozco en persona y por Internet, he sacado una conclusión (provisional) que seguramente a nadie le interesa pero éste es mi blog y digo lo que me da la gana. A la nube va a ir igual. Después de todo, con estas opiniones no perjudico a nadie.
Hay dos series en televisión que a mí me gustan mucho. Una es muy antigua: HOUSE (Hugh Laurie), serie norteamericana, actor inglés y la otra es más actual: CANDICE RENOIR (Cécile Bois), serie francesa, actriz francesa. Los protagonistas tienen algunos puntos en común, a saber, son excepcionalmente talentosos para desarrollar su trabajo, son muy neuróticos y profundamente manipuladores.
El Dr. House es un médico famoso que acierta con diagnósticos dificilísimos y la comandante Renoir descubre crímenes retorcidos. Los dos personajes son atípicos, imaginativos, nada convencionales y están muy bien actuados. Ambos son caprichosos, problemáticos con su entorno y se pasan la vida metiendo la pata con los colegas o hiriendo los sentimientos de los demás. Pero tienen algo más: son extremadamente seductores. Hasta acá todo normal: buenos guionistas y, al fin y al cabo, son personajes inventados para las series pero que existen en la vida real, aunque es difícil encontrarlos tan inteligentes.
Lo llamativo del asunto es que el personaje de House, totalmente carente de escrúpulos, molesta bastante al público MASCULINO. Les toca alguna fibra sensible y, en seguida, dejan de ver la serie mientras las mujeres nos babeamos con sus ojos azules y sus actitudes desaforadas. Somos sus incondicionales seguidoras, hablando en general, por supuesto. Le perdonamos todo y disimulamos o justificamos sus barbaridades.
Y la otra, la loca simpática, divertida y enamoradiza Candice, entre crimen y crimen, se enamora de uno y otro de sus compañeros de trabajo, para vergüenza de sus cuatro hijos. Y cuando las cosas salen mal, actúa vengativa e histéricamente. De vez en cuando tiene un gesto de bondad y es bastante solidaria. Pero al público FEMENINO nos repatea que no sea más sensata, menos impulsiva y a veces nos vamos enfadadas con esa loca mujer. En cambio, a los hombres los atrapa con su profunda independencia y su risa loca. No hay más que verlos hipnotizados con ella.
Y con todo esto ¿a dónde quiero llegar? A por qué generan en el público esos sentimientos de adhesión o de rechazo, dependiendo del sexo, si al fin y al cabo uno tiene claro que pertenecen a la pequeña pantalla y a la ficción. Se ve que no podemos mantener la suficiente distancia emocional para tomarnos en solfa sus locuras y sus maldades. Para los chicos House es como una bofetada y tratan de ridiculizarlo. (Aunque el guionista es más listo). Para las chicas Candice está siempre desubicada pero generalmente se sale con la suya (acá también el guionista es más listo y ya conoce la reacción del espectador).
¿Qué reflejo nos ponen por delante esos tipejos tan extravagantes? Algo debe removernos en nuestro interior; un pequeño demonio que se frota las manos entre risas malévolas llenas de dientes torcidos... si hasta me parece verlo: ¡Jojojo! ¡Cómo te pareces!
¿Qué nos atrae y qué nos rechaza? ¿La inteligencia de dos seres, que, finalmente, sufren las consecuencias de sus actos en carne propia? ¿Nos atrae su soledad, su cultura, su dolor, su perspicacia? ¿Nos rechaza ver su egocentrismo como reflejo de parte del nuestro? Las mujeres sabemos que los tipos con un toque canalla nos resultan irresistibles. Por eso ese desconsiderado House de mirada penetrante nos puede. Y a los hombres les roe la envidia. Seguro que piensan "¿qué le gusta tanto a mi mujer de ese bicho malo?"
¿Y la rubia coqueta de Candice? Su faceta inmadura, irresponsable y profundamente seductora y cariñosa atrae como un imán a los hombres pero muchas mujeres deciden declararla su enemiga mortal y mala madre. Y seguro que pensamos: "A ver qué harías con una así en tu propia casa".
Hay muchos ejemplos en la literatura de personajes a los que llegamos a odiar o a amar. Leamos de nuevo "Los miserables" y volveremos a vibrar como las cuerdas de un Stradivarius. Pero hablábamos de cine. Todo eso no parece afectar a la audiencia así que probablemente mi estudio sea sesgado y no sirva para nada.
La cuetión es: seguro que el espejo imaginario de esos dos nos muestra algo de nosotros que no nos gusta. ¿En alguna ocasión hicimos cosas parecidas y estos atorrantes te lo vienen a recordar con todos los detalles? ¿Cuántas veces hemos sido caprichosos y egoístas? ¿Alguna mentirijilla oportuna? ¿Machismo, feminismo? Muchas preguntas ¿verdad?
Die answer, muy friend, is blowing in the wind (BOB DYLAN). Humanos, demasiado humanos.
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