jueves, 4 de enero de 2024

OTRA ABUELA

 


Escultura de Lidia Barujel


OTRA ABUELA por Lidia Barujel


Mi otra abuela, la de Rumania,

reunía en la mesa de los miércoles

a todos los primos, grandes y pequeños,

y no podía faltar ninguno.


Tenía el pelo abundante, largo y muy blanco, 

y lo llevaba en una sublime trenza

alrededor de su cabeza matriarcal.

A nadie mostraba ese pelo suelto sobre la espalda.

A veces yo dormía en su casa y la espiaba 

cuando ella frente al espejo

cepillaba esa hermosa cascada de seda y nube.


Tampoco mostraba su torso desnudo. 

Pero a mi pedido abría su blusa

y yo podía ver (pero no tocar) su centro sísmico,

esa rara impronta geológica,

una cicatriz con forma de río desmadrado

o grieta quebrada,

que le cruzaba el pecho de este a oeste.

Allí mismo, 

en el sitio de esos dos volcanes cercenados,

habían sabido estar los generosos senos

que amamantaron a mi padre.


Ella cerraba su blusa, yo la abrazaba, 

y el mundo giraba de vuelta.

 

                                                        

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