Como yo paso muchas horas en la carretera por mi trabajo y no tengo que manejar porque lo hace mi hija (no sea que, con la edad acumulada, me fallen los reflejos...piensa ella, seguro que con razón), me dedico a mirar el cielo a través de mi ventanilla lateral. Por mi orientación siempre veo a Orión, a veces a Casiopea, a Rigel y Sirio, pero hace ya muchos días que Venus (más brillante) está al lado de Júpiter. Más cerca, más arriba, pero al lado.
El otro día conduje sola alrededor de 120 Kms. y, como era de noche, venían a mi lado Venus y Júpiter. Y en ese momento me sentí como menos sola porque esos maravillosos planetas que me acompañaron desde siempre y que seguirán allí mucho después que yo emigre al otro barrio, venían conmigo.
Eran como una presencia familiar, y, cada vez que podía, les echaba un rápido vistazo. No era lo mismo que un cielo nublado...no sé por qué, pero los sentía cálidamente cerca. Me sentía feliz de tenerlos allí, había una conexión. ¡Cómo me gusta vivir en la Vía Láctea, en el Sistema Solar, en la Tierra! ¡Cómo me gusta tener CONSCIENCIA de este cielo, de su inmensidad, de todo lo que nos muestran los telescopios espaciales y SABER que lo que vemos sólo son una pequeña parte!
Con esto me alcanza, no necesito ningún alienígena.
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