Había una vez un gigantesco laboratorio de prótesis donde trabajaban muchas personas construyendo aparatos para mejorar la boca de la gente. Cada mañana, muy temprano, se encendían infinidad de luces; incontables máquinas se ponían a funcionar; el yeso lo impregnaba todo y los alicates volaban doblando alambres.
En las manos de los hábiles operarios unas cosas se transformaban en otras. El Quad-hélix de Melissa estaba siendo construído y, mientras tanto, pensaba: "por fin voy a tener forma de algo. Colocado en una estantería como rollo de alambre no me sentía muy útil, la verdad". Y a medida que lo contorneaban y lo soldaban con laser, seguía reflexionando: "¿a la boca de quién iré a parar?".
Cuando por fin lo terminaron, lo metieron en una funda estéril, luego en una caja de cartón y lo trasladaron a la consulta de Lourdes y Antonio, en Madrid. ¡Qué largo se le hizo el viaje de Ortoplus a Odontomadrid!
Una vez allí lo colocaron en un cajón junto con otros aparatos a esperar a que llegara la paciente. Los días se le hacían interminables al pobre y noble aparato. ¡Qué aburrimiento, todo el día dentro de un oscuro cajón! Pero enseguida se dió cuenta que allí había unas prótesis con las cuales podría charlar de vidas futuras. Así que inició una conversación con una de ellas. "¡Hola, vecina!", dijo tratando de ser muy amable. "¿tú para qué sirves?"
-"¿No me ves, así como estoy, con dientes intercalados?"contestó muy molesta la prótesis parcial removible.
-"¡Ahhhh, si, si, perdona.....no te quise molestar!"- replicó educadamente el Quad-hélix.
Se ve que la prótesis de dió cuenta que había estado muy brusca y, esta vez, suavemente, le volvió a hablar con una sonrisa blanca: -"...ay, perdóname, querido aparato de ortodoncia, es que no te imaginas cuánto hace que estoy aquí, aburridísima y nunca pasa nada. ¡mi dueño no viene a buscarme!"
-"¿En serio....pero por qué, no quiso pagarte?"
-"Seguramente algo de eso hay, aunque lo más importante parece ser que es que el paciente no se cepilla bien los dientes remanenetes y hasta que eso no se logre, ni Lourdes ni Antonio me quieren instalar".
-"Uyyyy, qué decentes"- exclamó asombrado el Quad hélix y enseguida pensó: "¿Dios mío, cómo será la tal Melissa?, como me caiga una pasota estoy listo"
_"Imagínate que destino el mío", se quejó amargamente la prótesis parcial:" en un cajón o en la boca de un asqueroso".
La prótesis completa se revolvió molesta y casi gritó: "Claro, dale nomás al cepillo que, aparte de las pérdidas de inserción me van a mandar a mí al desempleo".
"¡Lo que pasa es que a vos te gustan los viejos!".replicó furioso el cromo cobalto, al ver que no se valoraban sus aspiraciones preventivas y las de sus odontólogos.
El Quad-hélix se quedó patidifuso y miró hacia otro lado, antes de que alguien lo acusara de que le gustaban en exceso los chicos y allí vió unos brillantes implantes de titanio en un modelo de yeso. Para cortar la atmósfera de incomodidad los saludó cordialmente: -"Buenos días, señores implantes,¿ cómo están ustedes?"
-"Aquí, esperando como todo el mundo"- suspiraron los 4 al unísono. Al Quad-hélix le dió mucha risa porque hablaban todos con una sola voz. "Debe ser por aquéllo de la importancia de la máxima intercuspidación" razonó para sí mismo. Y prosiguieron: "....nosotros ayer vimos a nuestra dueña y es muy simpática. Parece seguro que vamos a tener que funcionar mucho porque es gordita...se ve que le gusta comer, ojalá nos deje oseointegrarnos bien".
-"Bueno"- dijo la prótesis parcial pensativa- "mientras después se cepille bien....yo no sé cómo los aparatos de ortodoncia aguantan a los niños, yo los odio, no se limpian nunca". "Lo sabía, sabía que, antes o después alguien iba a decir algo así", pensó dolorido el buen cuatro helicodes, porque lo hacía sentirse un horrible pederasta, pero lo ignoró. La corona de zirconio los miró de reojo, como con desprecio y prefirió no opinar...era demasiado soberbia. Ella se sentía perteneciente a otro estrato social y, además todo lo reducía a la estética y al surco gingival. Sólo le interesaba la sonrisa de los que jugaban al polo.
Y así, entre charla y discusión odontoestomatognática fueron pasando los días hasta que por fin llegó el gran acontecimiento y, al abrirse la puerta del gabinete dental, entraron Melissa y su padre. La primera impresión fué buena: eran personas agradables, se reían y charlaban con Mónica. "Hay buen rollo", pensó el Quad hélix. Melissa parecía una niña motivada, colaboradora y lo más importante: LIMPIA.
Una vez colocado en la boca y superadas las primeras incomodidades, el aparato se sintió plenamente feliz: al fin y al cabo para eso había sido construído. Estaba calentito y húmedo en una boca preciosa.
"¿Cuántos pueden presumir de algo así?" pensó sin imaginar siquiera el alcance que su comentario podría tener en otros contextos menos odontológicos
Aunque hubo de reconocer que a veces le molestaba la lengua cuando la charla era muy animada y los minutos posteriores a una comilona se le hacían eternos. Hasta que no entraba en acción el cepillo de dientes no recobraba la paz. Eso de que le quedara una lechuguita colgando no le hacía ninguna gracia. "No soy un perchero", refunfuñaba.
Un par de veces bordeó el pánico al acercársele un chicle y suspiró aliviado cuando lo vió alejarse.
-"Es un pegote repelente fabricado en serie....puajjjj!!!, pura química yanqui con colorantes".
También se asustó mucho una noche que entró un pulgar con la oscura intención de ser chupado, pero Melissa lo sacó, se dió media vuelta y siguió durmiendo. -"me iba a deformar todo"- hubiera gritado si hubiera podido.
Cunplió su deber a la perfección y, junto con los brackets, quienes, a la postre resultaron ser unos individualistas que se querían llevar todo el mérito, alcanzó la excelencia. Un año y medio más tarde fué retirado, bastante antes que los brackets.
Terminó en un punto verde de reciclaje de metales pero no le importó...ya había cumplido su cometido. Ahora todo quedaba en las manos del aparato de contención cuya perseverancia sólo era comparable a su carácter agrio, porque sostenía que no lo valoraban lo suficiente y que muchas veces lo olvidaban en cualquier parte.
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Este cuento fué inspirado por una paciente real del año 2010 en una clínica que existe y en la que trabajé muchos años, hasta que me cansé de viajar todos los meses a Madrid, aunque tengo un excelente recuerdo de esos maravillosos compañeros que fueron Lourdes y Antonio. Con los cuales, además, nos hemos divertido mucho.
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