Las ovejas.
Guillermo Alonso.
Salieron tempranito a la mañana. Los primeros kilómetros iban todas juntas charlando entre ellas. El pastor, con los auriculares puestos, las seguía desde atrás. El perro las corría y empujaba a alguna díscola que se abría del rebaño. El sol fue apareciendo detrás de la montaña. Ya era primavera pero los picos todavía estaban nevados. Antes de empezar la trepada, el pastor dio orden de parar y el perro las reunió a todas para que comieran un poco de pasto húmedo y bien verde. Cuando estuvieron saciadas se organizaron para seguir subiendo. La líder con su cencerro al frente, todas las otras en fila, de a una. El perro, ladrando para apurarlas y el pastor puteando porque su celular ya no tenía señal. La líder, que era joven, impuso un ritmo que a las otras les costaba seguir, pero cuando alguna se retrasaba, el perro le ladraba, la empujaba y la obligaba a mantener el ritmo. Cerca del mediodía llegaron a destino. Allí estaba esa laguna de aguas cristalinas que se alimentaba de los deshielos. Las ovejas se distribuyeron por la orilla, metiendo las patas en el agua. Algunas, las más jóvenes, se animaron a meter el cuerpo, pero no la cabeza. Los cóndores, dueños absolutos del lugar, se enojaron por la intromisión del rebaño, pero después de sobrevolarlo dos o tres veces se asustaron por los ladridos del perro. El pastor buscó un lugar para sentarse, abrió su mochila y comió las dos empanadas que le había preparado su mamá. También alimentó a su mascota. Se recostó y dormitó un rato hasta que unas nubes oscuras le indicaron que había que iniciar la vuelta. Otra vez la líder hizo su trabajo y emprendieron una tras otra el camino del descenso. Las nubes taparon el sol y al finalizar el desfiladero empezaron a llorar una lluvia finita. Casi no pararon para comer el verde césped. Al recuperar la señal de su teléfono el pastor avisó a su casa que ya llovía, que llegarían un poco más tarde y que prepararan el corral bajo techo. Llegó a tiempo para darse una ducha antes de comer. Su mamá había puesto un cordero en el horno con papas y batatas de su cosecha. Antes de acostarse llamó a su novia. Ella vivía en el pueblo y sólo se veían los fines de semana. Se dio cuenta que estaba muy cansado. Se acostó y se durmió enseguida. Soñó que el sol aparecería al día siguiente. Las ovejas soñaban lo mismo.
Guillermo Alonso (julio/2020)
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