Hoy 26 de septiembre de 2023 cumplo 76. Y, salvo el breve período de un par de enfermedades hace años, puedo decir que gozo del mayor de los privilegios: una buena salud. Casi una obscenidad poder decir esto, pero es lo que me tocó.
Estoy de vacaciones en mi querida Argentina. Uno de esos amores atípicos, con los cuales hay momentos de acercamiento y otros de alejamiento. Pensándolo mejor, es un amor típico porque con todos los amores pasa precisamente esto. Son etapas.
Emigré de este amor hace muchísimos años porque me hacía daño. No podía soportar tanta inestabilidad económica y política. Yo seguía especializándome, estudiando y trabajando. Pero por poco no podía pagar el teléfono y ya tenía 3 hijos con padre ausente. Había hecho la experiencia del interior (Neuquén, 8 años) donde me fue bien pero me agarró el "rodrigazo" (fuerte devaluación de la moneda). Decidí volver a Buenos Aires a especializarme en ortodoncia. (Fracasó el plan Austral de Alfonsín) y solo me faltaba la última: EZEIZA.
Sorprendentemente, apareció una oportunidad única. Y, sin pensarlo demasiado, me fui a un país hermano: España, en el año 1988. (Dos meses después fue la hiperinflación). Algunas decisiones solo se pueden tomar así, sin tanta reflexión y un poco a lo loco, porque si no, uno no hace nada. Todo implica riesgos.
Después de una vida entera trabajando muchísimo y viviendo resolutivamente puedo mirar hacia atrás y, perdonen la vulgaridad, hacer balance.
Soy afortunadísima de haber tenido como cuna a Argentina, enorme estimulante intelectual, con su enseñanza primaria, secundaria y universitaria gratuitas. Mis 3 hijos nacieron en hospitales públicos. Mi preciosa familia jamás me cortó las alas. Tiene que pasar mucho tiempo para que se valore la enorme influencia que tuvieron un padre y una madre presentes, con sus más y sus menos, en la vida futura de una persona.
Y sigo siendo afortunadísima que mi profesión fuera justo en ese momento lo que necesitaba España. Ese maravilloso país me brindó su estabilidad política y económica para poder desarrollarme como persona y como profesional. ¿Se puede tener 2 amores sin comparaciones antipáticas y siempre parciales? Si, se puede. Porque por encima de los países y sus siempre azarosas e imprevisibles circunstancias están las personas. A éstas las elegimos y mantenemos su continuidad amistosa de la misma manera que se cuida un jardín.
Cuando se tiene un jardín hay que fomentar las plantas y árboles autóctonos o especies exóticas que se adapten al entorno. Saber sus diferentes necesidades lumínicas, fijarse si una plaga las amenaza, podarlas en las estaciones del año en que están en reposo, pero sobretodo, regarlas.
Saber extirpar las especies invasoras a tiempo es muy importante. Interpretar su lenguaje es lo más difícil y la observación atenta de sus síntomas es primordial. Y como dice mi amiga Magnolia: "a un jardín hay que darle tiempo". Agrego yo: "A la gente también". Trato de ignorar las sabias palabras de un colega de profesión, que me miraba con ironía y afirmaba sin cortapisas: "a la gente hay que darle tiempo para ser hdp", lo cual me provocaba estallidos de risa, pero no le faltaba razón.
A poco que pensemos veremos las similitudes entre un jardín y las personas.
Bueno, el balance de lo que viví en estos 76 años está hecho. Afortunadamente el platillo de lo positivo pesa más pero tampoco está para tirar manteca al techo, como decían mis padres. Todo desarraigo implica un duelo, aunque el siguiente arraigo suma descubrimientos y enriquecimiento. En este viaje tormentoso hubo de todo y cicatrices quedan, aunque prevalece la mirada cariñosa y la satisfacción de ver crecer el césped y florecer las buganvillas. Ahora tengo dos mundos, dos vidas y creo sinceramente que valió la pena, aunque todavía no sé con certeza dónde preferiría pasar mis últimos días: si en la seguridad y estabilidad de la querida Andalucía o en la entrañable cercanía de mis verdaderos amigos de la inestable Argentina. Otra vez los caminos que se bifurcan.