Y ocurrió, así sin más, como todos los grandes descubrimientos había vivido larvado dentro de una, silencioso, reptante, hace ya tiempo. Pero como le ocurrió a Newton con la manzana me llegó con una cegadora claridad (salvando las distancias y las proporciones entre Newton y esta humilde servidora).
La intuición rompió las berreras y se transformó en certeza: iba yo en el metro de Madrid y estaba lleno de gente. HORA PUNTA. De repente, miré en derredor y la VERDAD LLEGÓ A MI ESENCIA COMO UN HURACÁN: ¡¡NO HABÍA NADIE MÁS VIEJO QUE YO!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario