A pesar de que se suele decir que al pasado hay que dejarlo atrás, creo que hay dos opciones de tratamiento (deformación profesional) con el pasado.
1º) Recordarlo para no cometer los mismos errores. Tanto personal como generacionalmente. Para evolucionar. El pasado contiene valiosa información.
2º) No regodearse en sufrientes imágenes del pasado (no es fácil) ni arrepentimientos flagelantes de errores del pasado.
Y se me ocurre un detalle más, pero esta vez con el futuro: "si sueñas continuamente con un futuro mejor ¿con qué mano agarras lo que te ofrece de bueno el presente?"
A partir de mi experiencia (que no es tan corta, con mis 65 recién cumplidos), puedo decir que más me inclino por dejar atrás el pasado que por reeditarlo continuamente. Lo que se aprendió ya lo tenemos y con esos elementos debería alcanzarnos para lo nuevo que se presenta. De la gente que quedó atrás, aunque la vuelvas a ver, no se reinstaura la magia o la conexión afectiva intensa que se sintió en aquél momento. En un ratito te pones al día y ya no sabes de qué hablar. O sea, no tenemos nada nuevo que decirnos.
Lo que sería útil es la memoria histórica, los grandes hechos que llevaron a la humanidad a la barbarie o al progreso. Esa transmisión debería ser con carga emocional porque, a través del raciocinio, parece que se logra sólo lo objetivo, pero no se explican didácticamente las grandes pasiones que arrastran al mundo. Lo arrastran tanto a lo bueno (por ejemplo, la pasión por el conocimiento que nos ha dado todo lo beneficioso que tiene la vida actual) y a lo malo (los fanatismos de cualquier signo). Y si no, veamos cómo los humanos tropezamos con las mismas piedras precisamente por esa falta de modulación entre lo emocional y lo racional. Ya quitamos del trono a lo estrictamente racional, así como en el pasado se eliminó lo sagrado que había en los sentimientos y lo emocional. ¿Qué tal si le damos a cada vertiente su justo lugar? LOS DOS NOS HACEN FALTA.
Mañana filosófica.
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