Amigo ¿qué te voy a decir? Me cuentas que volviste con Mariela, tu amor de siempre y siempre casada...con otro, ése, del que por muchas razones no se divorcia.
Gran amor entre ustedes, gran atracción, con esa preocupación y dedicación mutuas que trasciende totalmente al OTRO, al marido.
Amigo ¿qué te voy a decir? Ya no somos críos ni adolescentes ni adultos jóvenes. Ya arañamos la tercera edad ¿y nos vamos a andar con milongas?
Amigo, yo no soy de dar consejos pero ahora te daré uno: agradece sus caricias, acepta sus atenciones y sus gentilezas. Disfruta del sexo...y no tengas en cuenta sus mentiras, que conoces de sobra. Esas mentiras son su parte oscura, su parte débil, su "quiero pero no puedo". NO SON CONTRA TI. Ahora que me doy cuenta, no necesitas mi consejo porque todos estos años aprendiste a verlo desde otro lado, con otro prisma y así puedes vivir esos placeres con alguien que te ayuda y te apoya, sin pensar en eso que no puedes cambiar... ni tú ni ella. Ya no sufres...ahora dejas fluir, como está tan de moda decir.
En cierta ocasión, te alejaste un tiempo largo y palpaste el doloroso vacío que dejó su ausencia. Te la pasabas escuchando tangos.
Amigo, siempre fuiste sabio pero ahora lo eres más, al aceptarla sin querer cambiarla.
Ni te imaginas el espejo que eres para mí: el acto supremo de aceptar lo que la vida nos ofrece con sus falencias: ese cachito que desentona pero que, por suerte, no nos arruina la sinfonía.
Nuestras mujeres, amigo: Mariela y Clarissa, que nos aman de forma irremediable y están, siempre están; las que a veces nos mienten pero no nos traicionan, porque hay aspectos de su vida que no pueden llevar mejor, que las avergüenza y que ocultan torpemente hasta que las evidencias las desnudan. En tu caso, no se divorcia. Mi caso es diferente, pero no tanto porque también es irremediable.
Nuestras mujeres, amigo: generosas, leales y comprensivas y que, a veces, fabulan e inventan... eso lo que hay, como dicen en España: lo aceptas o lo dejas.
¿Qué pasa cuando ese tierno y arraigado sentimiento dura, dura y perdura? ¿Por qué no se acaba? ¿Nunca se va a cansar? ¿Qué pasa cuando la compenetración es fuerte y parece eterna? ¿Qué ocurre cuando uno quiere hablar con esa persona y sólo con esa?¿ Qué hacemos con esa larga historia compartida plagada de sobreentendidos? Esta forma de entender la vida que muchos juzgan y critican sin ningún derecho pero con aire pontificio. Esos dasein que, mil veces, esperan la salida de la caverna para ser por fin, FELICES, y que no son capaces de ver que en la dichosa caverna con sus miserias y sus grandezas está la VIDA y no en el diáfano, lejano y platónico cielo.
Amigo, querido amigo de tantos años, tengo algo importante que decirte: creo que lo nuestro con nuestras respectivas e imperfectas mujeres es AMOR.
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