sábado, 13 de junio de 2020

HABLEMOS DE ORGASMOS.

Por Mónica Bardi.

ORGASMO: pero del femenino, hablaremos hoy. ¡Gran tema! Palabra tabú durante tantos años.


La innombrable, oculta pecadora, siempre presente en su terco silencio.  Y ahora, aparece en cualquier conversación como lo más natural, se ha aggiornado y viste sus mejores galas.
Yo creo que hasta se dudaba de su existencia, porque la represión había sido tanta, que algunas mujeres nunca lo conocieron en persona y, claro, ellas son las que creían que era fábula. Repito: me refiero al orgasmo femenino porque del masculino nunca se dudó: ¡era tan inconfundible! Aunque a veces, dicen ellos, la eyaculación no coincide con el orgasmo. Yo no puedo opinar al respecto pero si ellos lo dicen, así será. En mi próxima reencarnación, que a buen seguro va a ser en un ser masculino o alguna variedad de las que hay hoy en día, lo corroboraré.
Tampoco se sabía que nuestro orgasmo a veces coincidía con la "eyaculación"... y a veces no. Finalmente, el tema tiene resonancias parecidas. 
Lo que es, sin duda, inconfundible (e imborrable), es cuando cualquiera de nosotras lo sentimos por primera vez. Ese descubrimiento fue comparable a un terremoto que sacudió nuestras entrañas; un fugaz encendido ardiente que generalmente se alcanzaba con la masturbación. En nuestras primeras  relaciones sexuales había tanta tensión, tanto morbo y tanta prohibición que era casi imposible dejarse llevar y sentirlo. Estábamos más pendientes de él que de nosotras.
Esa primera vez, esa nueva sensación, ese surco inédito marcado a fuego a lo largo de la espalda, desde la cadera hasta la nuca, ese relámpago nuevo y completamente inolvidable, marcaba una impronta indeleble en la cual éramos nosotras las primeras sorprendidas. ¿Qué era eso, tan escandalosamente placentero? ¡QUIERO MAS! 
Luego empezaron las lecturas, los especialistas y las interpretaciones, siempre masculinas: el punto G, que si orgasmo clitoridiano, que si orgasmo vaginal, que si, que no... tanto mamoneo cuando al final lo único que se persigue es ese incomparable e instantáneo disparo, venga de donde venga. Pasó mucho tiempo hasta que aprendimos relajadamente a disfrutar del trayecto, del "durante" y dejar de pensar obsesivamente en llegar a la "meta". Un juego, el más divertido y placentero juego de cuantos existen. 
Los chicos eran bastante ignorantes en esos temas de la más íntima femineidad y nosotras, además, no se lo podíamos explicar porque del asunto no se hablaba. Impensable, vergonzante, inabordable, fuertemente reprimido: PECADO. Lo natural e ideal hubiera sido que, entre este asunto de dos, uno de los dos supiera lo que le gustaba al otro, o los dos aportaran sus conocimientos, muchos o pocos, para ir creando una atmósfera íntima, dulce, de la más carnal de las comunicaciones. Pero no había caso: la cosa venía sin libro de instrucciones y  no se hablaba de "eso" porque traía censura previa.
Con lo fácil que hubiera sido decirles: ¿ves, querido? Es así, por acá, eso, sigue, no pares...noooo, más suave... O si no, déjame a mí, yo te hago una demostración práctica gratuita y luego seguimos.
Con un "GPS" y sinceridad sin vergüenza  nos hubiéramos ahorrado un montón de malentendidos y tiempo de placeres perdidos.
En varias películas y libros  hemos aprendido que hábiles prostitutas, las que, sin ninguna duda, son las que más saben del asunto, enseñan a jovencitos cómo hacer llegar al orgasmo al cuerpo de una mujer. Para qué tanto Masters y Johnson (a los cuales, no obstante, se les agradece su gran aporte y su lucha) cuando estas amables chicas se hubieran prestado a interesantísimos tutoriales. Con ellas sí que hubiéramos aprendido, chicos y chicas.
Partiendo de la hipotética y dudosa base de que a ellos les interesara realmente el orgasmo de ella, quizás se informaron mal (hablando con coleguitas) y creyeron que un miembro viril enorme es el sueño de toda hembra...(hembra, sí, pero de elefante, claro), cuando lo que necesita un clítoris y sus alrededores es suavidad, habilidad y TIEMPO.
La pornografía tampoco ayudó: esos musculados tipos con penes patriarcales cargados de violencia subliminal, haciendo gimnasia sexual con superminas de ortopédicas tetas y jadeos de plástico. ¡Qué esforzada vida!¡Cuánto trabajo lo que debería ser un juego!¡Qué alejado de la realidad!
Yo quiero imaginar que las cosas han cambiado en estos últimos veinte o treinta años aunque mucho me temo que no... o no tanto, porque así lo explicaba hace muy poco un profesor de instituto que trataba de hacerle entender a esos pobres jovencitos con televisor e Internet en su dormitorio y podían acceder a todo tipo de porno, que la vida real no es así. Que esos montajes son para la gilada porque la espectacularidad vende bien y que tenían que aprender a diferenciar entre erotismo y pornografía.
O sea, avanzamos en libertad y en LGTBQ, pero hay cosas que siguen en la inopia, me parece, porque algunas jóvenes con las que he hablado me transmitieron lo que pasa hoy en día. Me gustaría aclarar que en este tema no estoy buscando culpables, ni chicos ni chicas, ni otras variedades; sólo estoy haciendo una pintura de época. Aunque ahora que lo pienso sí hay un gran culpable: LA RELIGIÓN y su gran invento: el pecado de la carne. ¡Con lo bueno que está un buen chuletón!
También puede ser que la que necesita aggiornarme sea yo. En fin, la cosa es que en mis tiempos era así y vivíamos con lo inconfesable bien oculto. Eso nos traía un problema.
El problema estaba en que si la mujer no podía obtener algún que otro orgasmo con su pareja estable de vez en cuando, iba perdiendo interés en tener relaciones frecuentes y elegía la autosatisfacción. ¿Y luego? Luego le dolía la cabeza.

2 comentarios:

  1. BIEN MÓNICA!!Fueron épocas,las nuestras, de silencios, secretos, vergüenzas, culpas.... Pero también creo que fuimos de una generación QUE ALGO HIZO porque nuestros hijos son diferentes y en eso...ALGO TENDREMOS QUE VER!!! TE FELICITO! Me gusta mucho cómo escribís. Besos compañerita!!!

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