CUENTO CORTO DE MÓNICA BARDI
Mientras se duchaba, pensaba Arturo: "Uffff, justo un domingo y tengo que hacerle un favor a este amigo". Se vistió parsimoniosamente, pero recordando que el otro lo estaba esperando. Tenían que ir a la casa de la suegra para cambiar la bañera por un plato de ducha, antes que la vieja se resbalara y tuvieran un disgusto. Recordaba Arturo la frase de Benedetti: "aquí no hay viejos. Sólo nos llegó la tarde. Viejo es el mar y se agiganta. Viejo es el sol y nos calienta. Vieja es la luna y nos alumbra".
Algo raro pasó cuando llegaron a la casa en cuestión: la viejita se presentó muy educadamente y ambos se dieron la mano. Este simple acto de estrecharse las manos, tan común en otros contextos, era algo inusual en éste. La gente no suele darse la mano al presentarse, sino un simple "Hola" o dos besos si hay mas proximidad personal. Despues de esta primera toma de contacto, ella quedó algo perpleja, como hipnotizada; de lo cual Arturo ni se dió cuenta y siguió a lo suyo.
Mientras hacía cálculos y tomaba medidas algo raro notó. La mujer lo observaba fijamente pero él, mientras continuaba mecánicamente su trabajo, reflexionó para sí que los ancianos tienen actitudes indescifrables y, además, siempre viven en el pasado sumergidos en sus recuerdos. Así lo atestiguaban unas fotos antiguas que lo miraban desde su color sepia, muy serios, sobre el pequeño escritorio del dormitorio contiguo. Cuando terminó sus cálculos se fue saludando ceremoniosamente.
"Adiós, papá" susurró la viejita con los ojos llenos de lágrimas.
Y se despertó.

Buenísimo 👏 👏 👏
ResponderEliminarMuy bueno, con final inquietate . 👏🏻👏🏻👏🏻
ResponderEliminarLa anciana revivió a su papá, soñandolo
ResponderEliminarLos "fantasmas", a veces aparecen...........soñandolos
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