martes, 9 de septiembre de 2014

EMIGRANDO, CAPÍTULO II. Título

Entonces, en mi nueva vida porteña-temperleña transcurrieron unos años hiperactivos. Apareció el hombre más importante de mi vida, el divino Juan. los hijos seguían creciendo porque comían seguido, trabajo y estudio a mansalva: consultorio, cátedra en la UBA y en la UNLP, Ateneo, primeras prácticas de ortodoncia y estudio de la ATM con el doctor Luis Zielinsky, hombre de profundos conocimientos que me enseñó el sentido de la palabra HOLÍSTICO.
Mientras tanto se desarrollaba el Plan Austral con Alfonsín de presi.
Empiezo mi tesis "Diferentes concentraciones de proteínas y su efecto en el crecimiento mandibular" con el Dr. Bozzini de padrino. ¡Hasta los domingos tenía que ir a la cátedra a pesar y dar de comer a las ratitas blancas! (Lo cual hacía las delicias de mis hijos, que me acompañaban)
Allí aprendieron que en la jaula de proteínas cero no había que meter la mano porque las ratitas muertas de hambre podían morder. 
Pero negros nubarrones amenazaban nuestras vidas, porque como todos, estábamos en manos de los POLÍTICOS.
Inesperadamente se abrió una puertita: en la UBA admitieron a un grupo de médicos españoles que venían a cursar parte de la carrera porque en su país no tenían plaza en estomatología (carrera de odontología no había), cumpliendo un convenio entre ambos países.
Yo tuve la suerte y la audacia de darles fisiología oral y así empecé mi contacto con los españoles, muy respetuosos y sumamente silenciosos y tímidos, dejándoles claro de antemano que ellos probablemente sabían más que yo de fisiología. (Aunque la fisio oral era muy específica, así que algo les pude enseñar).
Un día, una joven madrileña se acercó a mí porque necesitaba ayuda: le dolía mucho un molar y no sabía a quién acudir. 
Me la llevé a mi consul y le hice una endodoncia que, según me cuenta, hasta hoy no le traído más problemas. ¡Qué suerte, quedé como una diosa! Por todos los errores que una comete, en la profesión y en la vida, esta vez me salió bien y salvé el honor. Era muy agradecida y nos hicimos más cercanas. Además, les facilité la entrada a las clases teóricas del Ateneo Argentino de Odontología, hecho totalmente irregular, ya que no estaban graduados, pero que se reconsideró por el hecho de que eran médicos. Eso sí, carísimo y ellos, felices porque nunca soñaron con acceder a un posgrado de alta calidad, sin ser postgraduados.
Tiempo después, esa joven madrileña sugirió que podría llevar mi título a homologar a España, cuando llevara el suyo, al terminar la carrera en Buenos Aires. 
Pensé: "¿para qué?"............................Y luego: "¿por qué no?" Y pensé en el museo del Prado, en la Gran Vía, en Felipe II, la entrada en la Unión Europea, en las Meninas, en el Gaudí de Barcelona, en Joan Manuel Serrat,  en la Alhambra, en Sorolla, en Paco de Lucía...


Aunque ni me planteaba emigrar, nuestros políticos, siempre tan generosos y pensando en nuestro futuro, ya estaban abonando la pista de decolaje de Ezeiza primorosamente, para que buscáramos horizontes más promisorios y no nos pusiéramos contestatarios. 
Sintetizando: fracasa el Plan Austral, fuera Alfonsín y Menem gana la interna.
Y yo cavilo: "¿más de lo mismo?"
Mi título se homologó en 15 días. Increíble. Velocirraptor. La cosa se acelera y hay que tomar una decisión importantísima. 
Empiezo otro milenio de psicoanálisis con Leonor Pagano, la psicóloga que tantas veces me salvó del desastre: "mis hijos", "me voy, no me voy" "Este país me quiere, no me quiere, mucho, poquito, nada....y yo a él, ¿lo amo aunque me machaque? ¿para qué seguir perfeccionándome?, hijos adolescentes, tengo que decidir por ellos, quieran o no quieran". 
Mis respuestas a esas preguntas siempre eran deprimentes pero Juan, el hombre más importante de mi vida, me animaba a dar el paso, aunque no tenía un peso. La delincuencia aumentaba. No veía horizonte ni sol naciente. De golpe pensé: "¿Dios le da pan a quien no tiene dientes? Pero yo tengo dientes: tengo un título homologado. Si no lo hago, creo que me pesará toda la vida".    
Hago un viaje exploratorio a España y allí hago un descubrimiento deslumbrador: NO HAY INFLACIÓN, casi. NO HAY INFLACIÓN.............¿¿¿¿¿¿Qué????? Me voy, pero YA. Juan pidió plata prestada para los pasajes mío, el de Cuyén y el de Alejo. Camilo se tenía que quedar con un matrimonio amigo, pero los dentistas que me contrataban decidieron prestarme para su billete. Menos mal. 
Pero todavía quedaba un obstáculo grande: mi ex. ¿Cómo haría para conseguir su permiso para que mis hijos pudieran viajar? En fin, ya se me ocurriría algo. 

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