martes, 22 de octubre de 2019

50 AÑOS BAJO TECHO. Capítulo I

Soy una casa cómoda, fachada estilo francés, de clase media con pretensiones (como todas las clases medias) pero tengo mi encanto.
Yo me gusto mucho en general, pero si algo me caracteriza y me da un toque especial es el patio central acristalado con impluvium, que le da luz natural a todos los ambientes. "¡Parece una jaula de cristal!" opinaba todo el que la recorría.

Me diseñó Mario Pedro Bardi, el padre de los señoritos, que es dentista pero que se da maña para todo. "Doc" para los amigos, "Stradivarius" para la señorita (porque le decía que era refinado y antiguo) y "tordo odontologista" según Enrique Sampons.
Mi doble entrada da privacidad a la familia porque una puerta distinta accede al consultorio odontológico.
Durante 50 años di techo y protección a la familia Bardi Buclan. ¡En tantos años pasaron tantas cosas!
Hoy sigo de pie, pero no es lo mismo; por eso hablo en tiempo pasado. Una alta reja me aleja de la amabilidad vecinal, aunque digan que así estoy más segura. Las épocas han cambiado, aquéllo era otra vida.
Uno de los pocos que me recuerdan tal como era es un hombre flaco de pelo blanco que a veces pasa por la vereda y me mira. ¡Siempre me mira! Le debo traer recuerdos. Se llama Hugo. Él me conoció hace muchos años y vivió una breve historia entre mis paredes que luego os contaré.
Pero ahora a lo que iba.
El dormitorio principal era una de las mejores partes de mí: un gran ventanal daba al jardín trasero y en su espejo de pie, la señora Rosa, elegantísima con su vestido de raso, se miraba sonriendo satisfecha.
Aunque no ha podido estudiar como hubiese querido al menos se casó con un buen partido. Una historia romántica: el doctor Bardi la salvó de morir ahogada, cuando nadaba en uno de los brazos del delta de El Tigre. Y cayó ¡oh, el destino! en los brazos del tordo odontologista.
Y no estudió porque no pudo: siempre contaba a quien quisiera oírla que ni un solo día había faltado a clases durante la escuela primaria. Era la mejor alumna, la abanderada. Cuando llegó a la edad de la escuela secundaria se vió obligada a trabajar limpiando un banco porque sus padres eran inmigrantes y muy  pobres. Ese escalón que no pudo trepar le dejó una frustración que nunca superó.
La familia de él la aceptaba a regañadientes: porque no era "finoli y acartonada" y, además, su familia era judía.
Pero, bueno, dejemos eso atrás, pensaba Rosa.
Ahora todo parecía perfecto. ¿Perfecto?
Entonces, ¿por qué la joven señora llora a escondidas en el baño? ¿Será porque su hijo menor, el señorito Mario Aníbal tenía dificultades para respirar? ¿Qué cosa lo ahogaba?

Cada semana venía un fisioterapeuta, un señor gordo llamado Formisano, lo acostaba en la mesa de la cocina y lo ayudaba a respirar pausadamente, lo tranquilizaba. Cuando él respiraba, respirábamos todos y yo me llenaba de oxígeno naciente.

Menos mal que al llegar a la adolescencia se curó.
En esos años, cuando los niños son pequeños y la felicidad parece casi poder tocarse, el padre desplegó toda su imaginación y habilidades y construyó (basándose en ilustraciones de Palestina) un belén inmenso con ríos y montañas, para navidades, en mi patio central, que atrajo a todo el barrio. Yo estaba radiante. No todas las casas reciben tantos visitantes de todas las edades.
Otra vez organizó en mi jardín una kermesse inolvidable con pesca de pecesitos de plástico, sapo tragafichas, tiro al blanco y cuartito oscuro del terror con esqueleto verdadero incluído (que el doctor había comprado vaya uno a saber dónde y a quién, pensando quizás en el futuro estudio de sus hijos) al que sacudía convenientemente como si de una marioneta se tratara, aterrorizando alegremente a todo el colegio en una tarde divertidísima.
Con tantas risas las plantas duplicaron su verdor. Hasta un agujero en mi techo que goteaba con la lluvia fué tapado oportunamente con un nido de horneros.
A posteriori el tordo odontologista mandó coser una piscina de lona bastante grande con postes verticales para aguantar la presión del agua, en mi jardín, que, con el griterío de los chiquillos, arruinó las largas y tranquilas siestas veraniegas de los vecinos.
El palo borracho y el paraíso crecieron y se llenaron de flores, como respuesta a tanto jolgorio y tanta agua derramada.
Aunque nada pudo superar el atractivo que produjo en los amigos un pueblo en miniatura lleno de luces, con las vías de un tren eléctrico atravesándolo, que armó en mi garage, en una mesa enorme decorada con infinidad de plantitas y pequeños animales. Eso fué la sensación de los amigos, que venían más por el tren que por ninguno de la familia. Mi garage, que nunca había albergado un coche, aunque sí multitud de cosas más interesantes, se sintió mucho más orgulloso e importante.
Verdaderamente era el doctor Bardi un superdotado en materia de entretenimiento infantil. Seguramente se debía a su alma de niño, ya que disfrutaba cada nueva ocurrencia más que sus propios hijos.
Por eso no se comprende que la señorita Mónica no se conformara del todo con su vida.
Esos dientes espantosos le arruinaron la niñez y fueron alimentando un espíritu acomplejado y rebelde, transmutándose en una niña difícil. (¿Será por eso que al final se hizo ortodoncista?) Para resolver ese tema, su madre Rosa la apoyó totalmente, presionando al padre para que derive a su niña a un ortodoncista. Así y todo, las relaciones madre-hija nunca se enderezaron, aunque los dientes si. Quedaron preciosos. Pero ya sabemos que no es importante ser guapa, sino sentirse guapa y para eso, ya era tarde.
Esta familia bajo mi techo ha resultado ser humana, demasiado humana.

4 comentarios:

  1. Genial Moni!!!!!!! Esa niña dientuda es hermosa!!!!!!

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  2. Familia querida. Que linda historia. En lo personal recuerdo el tren eléctrico en el garage y a la abuela Soña que cobijaron durante años rotando en casa de sus hijas, algunos en la mía, y agrego al Tero que me dijiste no recordar. Y el tren que nos llevaba de La Plata a Temperley y los años que viviste en el depto de la calle 41, mientras estudiaste Odontología. Abrazo inmenso

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  3. Tu historia que he leido,casi sin respirar.....y una conmovedora "ROSA" desbordada de esperanza y fragancia

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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