jueves, 3 de octubre de 2019

MAL VUELO.

Por Mónica Bardi. Las ilustraciones son también de Mónica Bardi. 

Noto ciertas anomalías en este vuelo y no son las típicas turbulencias. Por mucho que uno haya volado ( y yo lo he hecho más que el promedio porque mi familia siempre está volando por su trabajo y yo, con ellos, claro), cuando algo se percibe diferente, da miedo.

Hay vientos arremolinados y nerviosos,  nubes algodonosas grises y blancas muy viajeras y allá lejos, unos relámpagos furiosos que se repiten a intervalos regulares.

Mejor no mirar al cielo y otear un pelín abajo. A las casitas de juguete, que tanto me hacen acordar al lejano barrio donde nací. Ese recuerdo trae a remolque otros tantos de las gamberradas divertidísimas que perpetrábamos con mis hermanos.
Ellos están también en este vuelo pero algo alejados y no voy a empezar a llamarlos a grito pelado para compartir la angustia que me genera el mal tiempo.Más vale rememorar nuestras travesuras de chicos cuando nos metíamos en todo charco que se cruzara en nuestro camino para pillar lombrices y caracoles entre las plantas acuáticas, embarrándonos hasta el moño.

El viento arrecia. ¡Qué cagada!¡Soy muy joven para morir! El agua se transforma en nieve. Al final va a ser cierto lo del cambio climático.
Creo que tenemos por delante un aterrizaje de emergencia. ¡Si, si, si, ya lo están anunciando!
Brusco descenso.
...............................................................................Terreno desconocido. Aparentemente estoy vivo. Camino, respiro y siento una feroz taquicardia. Debo estar vivo. Pero ¿dónde estoy? ¿Y los demás?
Miro en derredor. Hay un jardín grande, pero no hay nadie.

Hay una lagunita rodeada de plantas, pero no hay peces.
Algo alejada una casa, pero sin gente a la vista.
Súbitamente, un enorme portón se abre y entran unas personas. Me ven y se me acercan. Yo me alejo. No me fío de ellos.
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Ha pasado un año desde aquel brusco aterrizaje. Ellos me han dado de comer y de beber. Aquí me siento a salvo.
Podría irme pero ¿para qué aventurarme en latitudes desconocidas si ya he perdido a mis parientes? ¿Dónde estarán, habrán sobrevivido? Ya no tengo más ganas de aventuras, prefiero la seguridad de este jardín. ¿Para qué seguir viendo más mundo, si desde que nací no he hecho otra cosa? Todos los mundos en esencia son iguales.
Con mis hermanos era muy feliz pero ¿cuánto duraría esa etapa en la cual no hay rencores ni malentendidos? He oído que la infancia es el territorio de las crueldades que siempre pertenecen al pasado, aunque hayan ocurrido hoy.
Dicen que soy una especie en peligro de extinción: me llamo ganso ampurdanés y nunca más volveré a ver a mis hermanos.

1 comentario:

  1. Se nota cuánto querés a tu Cuaco! Podés sentir lo que él siente, amor puro! Beso

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