Luna razonó de la siguiente manera: "si todos tenemos un esqueleto, las moscas también deben tener uno. Seguro, muy, muy pequeño y delgado pero esqueletito al fin. (Los conocimientos de biología de la pequeña eran todavía muy limitados).
Basada en esta hipótesis de trabajo hizo un pocito en el suelo y la enterró cuidadosamente. Esperó un tiempo prudencial (a su juicio) para que se le pudriera toda la carnecita, o sea, un par de días. Al cabo de ese tiempo y presa de enorme curiosidad se puso a desenterrarla con su palita pero no encontraba nada, así que siguió y siguió cavando y siguió cavando en la tierra haciendo un hoyo cada vez más profundo hasta que ella misma se perdió de vista. De repente apareció un hueso. "Pero es enorme para ser el de la mosca", pensó. Eso la estimuló a seguir y fueron apareciendo más y más huesos como los de un animal de un tamaño de un perro grande. Eran tantos que fabricó una repisa de tierra para ir armando el esqueleto como había aprendido con sus juegos apasionantes de paleontología.
Ya era de noche y estaba totalmente concentrada en la tarea cuando llegó esa voz que siempre la agarraba en el mejor momento: "¡¡A comeeeeerrrr!!" aulló su madre, el ser más inoportuno de todos los existentes. La madre de Luna se llamaba Selene (que es luna en griego), porque había como una tradición familiar con llamar a las niñas con el nombre de nuestro romántico y omnipresente satélite natural, "espejo del tiempo", como dijo un poeta. Resoplando contrariada, Luna salió del agujero llena de tierra y fue directamente a ducharse para evitar las insoportables indagaciones del "ojo que todo lo ve", el PANÓPTICO: su madre, mientras pensaba: "Cuándo seré libre, mein Gott". Al día siguiente, voló tempranísimo de la cama. Estaban de viaje de vacaciones, menos mal, no tendría que perder el tiempo yendo al cole. La profe era una pesada que nunca acertaba con lo que a ella le gustaba. Se metió en su agujero secreto y buscó con la linterna a su interesantísimo esqueleto, que, inesperadamente le dijo: "Bueno, niña, ¿ me vas a terminar de armar?". Sobresaltada, gritó: -"¡¡Ohhhh, como la novia cadáver!!"
-"¡No, no soy la novia cadáver, soy argentinitosaurus!"-parloteó el esqueleto ya de pie, con una voz ancestral y rarísima, pero por lo menos castellana. "No te asustes, por favor". La niña tragó saliva, su corazoncito bajó la frecuencia cardíaca un poco, y, armándose del resto de valor que le quedaba, dijo, toda transpirada y con un hilillo de voz: "¿argintiniwhatttttt?"
-"Argentinitosaurus, hijo de argentinosaurus huinculensis. Me dijo mi mamá que somos el espécimen más grande que nunca caminó por el planeta"- afirmó muy digno el espécimen óseo. "Estoy muy cansado de estar 97 millones de años enterrado, necesitaba ver la luz del sol y lo que más quiero es estar al lado de mi mamá".
-"Pero, pero" -protestó la niña- "¿dónde está ella? ¡Además, eso es absurdo, tú estás muerto y ella, seguramente también".
-"Bueno, pero yo quiero estar muerto al lado de mi mamá muerta, por supuesto. Somos fósiles, pero tenemos sentimientos, ¿sabés? Sufrimos mucho, nos liquidó un meteorito, una bola de fuego inmensa que dejó el planeta a oscuras muchos años. Eso lo sabe todo el mundo".
-"Pero, pero, ¿cómo vamos a encontrar a tu mamá? Puede estar enterradísima, como tú. Yo te encontré por casualidad".
"Si, pero también puede estar "corpore insepulto". O a lo mejor la encontraron, siendo gigantesca como era y está expuesta en un museo".
"Un fósil culto...¡qué cosas! Casi no le entiendo, bueno, a ver como resolvemos esto. Yo te quiero ayudar aunque no sé cómo, argentinitoetcétera. A propósito, me llamo Luna". Los dos tenemos nombres muy originales, ¿verdad? Tendremos que recurrir al Dr. Google para hacer algunas averiguaciones".
"¿Un paleontólogo?"
"No precisamente. Pero es muy útil. Ya verás". Trajo la niña el laptop y, ante la mirada atónita del fósil, empezó a teclear y lo encontró: "José Bonaparte (vaya con el nombrecito, podría formar parte de este club de nombres raros): paleontólogo argentino considerado el MAESTRO DEL MESOZOICO, fue autodidacta y fundó, a los 19 años, con un grupo de amigos, el Museo Municipal de Ciencias Naturales de Mercedes, provincia de Buenos Aires, su ciudad natal. Halló el CANOTAURUS SASTREI, el primer fósil de dinosaurios con cuernos y el ARGENTINOSAURUS HUINCULENSIS, considerado el dinosaurio más grande que caminó sobre la Tierra. Vivió en el cretácico superior. Está en el museo municipal CARMEN FUNES, PLAZA HUINCUL, PROVINCIA DEL NEUQUÉN.
MUSEO CARMEN FUNES |
Había un dibujo del gran ejemplar y Luna se lo mostró al argentinito, que gritó: "¡Ésa es, ésa es mi mamá, la reconozco porque...porque...es mi mamá y por las manchas del lomo! ¿Dónde está?"
"Qué buen identikit", pensó Luna. "Ahora hay que llevarlo hasta el museo. Es lejos. ¿Cómo lo haré? Mientras pensaba en todo esto aprovechó para enterarse que no iba a encontrar ningún esqueletito de mosca porque ellas son artrópodos que tienen exoesqueleto, es decir, como una cáscara externa que se pierde junto con el resto de los tejidos blandos. Bueno, suspiró Luna, todos los días se aprende algo.
De pronto, tuvo una idea: pediría la ayuda de los científicos más cercanos: los del museo de su ciudad, Mercedes, provincia de Buenos Aires. Cuando Luna mandó una foto por e-mail de su esqueletito, en el museo hubo una pequeña revolución porque los paleontólogos inmediatamente se dieron cuenta de la importancia del descubrimiento. Y contestaron por correo electrónico: "Qué extraordinario ejemplar para nuestro museo. Todos estaremos muy orgullosos, Luna. Tráelo lo más pronto posible y no lo comentes mucho, que sea nuestro secreto, ¿OK? O mejor: iremos nosotros a recogerlo, no sea cosa que se pierda. Ya sabemos dónde estás por tus coordenadas del celular".
"¡Ehhhhh, noooo, momento, él quiere estar con su mamá, que está en el museo de Plaza Huincul, en la provincia del Neuquén" -replicó por WhatsApp alarmada Luna.
"Pero eso no es posible, su mamá está lejos, en la provincia del Neuquén; imagínate toda la burocracia que hay que hacer para cambiar de provincia" replicó alarmado el paleontólogo, que veía esfumarse a su extraordinario fósil como arena entre los dedos.
"Ya lo sé, ¡pero es lo que él quiere y espera hace millones de años!"- se desesperó Luna.
"Luna, ¿qué estás diciendo? ¿No ves que no siente ni padece?: está muerto, es un fósil y su lugar está aquí, tú lo has descubierto y ésta es la ciudad donde has nacido".
Arrastrando los pies y con infinita pena, Luna se arrepintió muchísimo de haber recurrido a ellos. Volvió a la caravana, se metió en la cama y rompió a llorar. "Pobrecito argentinito...los mayores no entienden que los fósiles tienen sentimientos, en realidad, los mayores no entienden nada ¿Y yo, para qué habré abierto la boca? Ya me tienen localizada por el celular. ¿En quién podría confiar para llevar a mi argentinito al lado de su mamá?" No tardó mucho tiempo en darse cuenta que ésa era la primera batalla perdida de su corta vida: no había nada que hacer.
Continuará.
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