jueves, 11 de febrero de 2021

LEONOR DE AQUITANIA


Pintura de Mónica Bardi. Libre interpretación de una mujer excepcional con toda la fuerza, energía e ilusiones siendo muy jovencita. 
 
Soy LEONOR DE AQUITANIA, una de las mujeres más poderosas de Europa en el siglo XII. Ahora estoy viejita por eso me gusta contar mis batallitas, que no fueron pocas, ni pequeñitas. De joven era bella. Culta he sido siempre. Lo que siempre me atrajo más ha sido el arte: la música, la poesía, la pintura. Como a mi abuelo. Mis padres murieron siendo yo muy pequeña. A lo mejor por eso desarrollé un gran carácter y mucha personalidad, lo que me acarreó múltiples problemas con los hombres. En esa época una gallina valía más que una mujer. 

Me casé dos veces. La primera vez con el rey de Francia Luis VII, por lo tanto, pasé a ser reina de Francia. Ser rey de Francia suena muy elegante pero eso no sirvió de mucho en mi matrimonio porque él ya estaba casado con...la Iglesia católica. Era tan piadoso, tan capillita, todo el día rezando, todo el día arrodillado, todo era pecado. ¡Y yo tan ardiente y tan libre! Aquéllo nunca terminó de cuajar, sobre todo las partes íntimas de nuestras respectivas anatomías. 
Igual tuvimos dos hijas pero las murmuraciones supersticiosas de que yo no podría engendrar un varón iban en aumento. ¡Como si fuera culpa mía!
El hijo varón en aquélla época era muy necesario para heredar las tierras y así pasarlas a la misma familia de generación en generación. Mi familia tenía 200.000 km2 al sur de Francia, región llamada antiguamente Aquitania. 
Sigamos mi narración: los problemas con mi marido, el rey Luis, iban en aumento y entonces recurrimos al Papa, quien se avino  a divorciarnos. ¡Por fin, libre como un pájaro! Ay, pero no tanto porque enseguida comprendí que una mujer, por muy poderosa que sea, necesita un marido para tener hijos varones que hereden. 
¿Y ahora qué hago? Pues muy simple: siendo tan hermosa y tan rica enseguida encontraré marido. Buscando, buscando, dí con el heredero del trono inglés: Enrique de Plantagenet. ¡Ohhh, no está nada mal, sería reina de Inglaterra! Sólo había un pequeño obstáculo. Yo tenía 30 años y él solo 18. 
Igual tomé la iniciativa, como siempre y le mandé, ni lerda ni perezosa, una carta de amor. ¡Y respondió! ¡Y vino! ¡Y nos enamoramos y nos casamos!
La vida en común, al principio, fue como un sueño. Alrededor nuestro había poetas, trovadores, bardos y toda clase de artistas ya que éramos unos buenos mecenas. Hasta juglares había que eran los que recitaban y cantaban para el pueblo llano. 
¿Recuerdan que me habían acusado de no poder tener hijos varones? Bueno, pues tuve 5. ¡Cinco! Más 3 chicas y las 2 que había tenido con mi anterior marido sumaban 10. ¡Diez hijos! Así y todo seguí interesándome profundamente de los asuntos de gobierno. 
Eso, con el tiempo, arruinó nuestra pareja porque mi esposo el rey quería que me dedicara a criar hijos. ¡Yo, Leonor de Aquitania, criando mocosos todo el día! ¡Con lo ancho e interesante que es el mundo! ¡Nunca, me niego!
Un aciago dia mi marido se enfureció tanto que me dió una soberana paliza. Después de aquéllo yo agarré a mis hijos y me largué jurando venganza. ¿Qué hacer? Intenté destronar al rey, mi marido, con la complicidad de mis hijos. Pero la jugada me salió mal: el rey perdonó a nuestros hijos y a mí me encerró en un castillo. Encarcelada y confinada. ¿Y ahora qué hago?
Convoqué a todos mis amigos artistas que presurosos vinieron sabiendo que conmigo no les iba a faltar nada. Allí, con mi hija Marie, la primera poetisa de Francia, escribimos el CÓDIGO DEL AMOR. Treinta y un capítulos donde proponíamos los principios del amor verdadero, el amor cortés, el amor con respeto y educación. Allí nació el CORTEJO. 
También hablábamos con parejas con problemas conyugales y tratábamos de resolverlos con el poder de la palabra. La primera terapia de pareja de la humanidad. 
El tiempo pasaba y nuestros poetas nos deleitaban con historias míticas como el rey Arturo y sus caballeros de la tabla redonda. La espada Excálibur que hasta el futuro darán que hablar. Los historiadores de siglos posteriores considerarán toda esta movida como una auténtica revolución cultural. 
Y, de golpe, el factor imponderable: muere mi marido el rey Enrique. Eso significa que mi hijo Ricardo Corazón de León sube el trono de Inglaterra y, gracias a Dios, lo primero que hizo fue liberarme de mi prisión. ¡Qué felicidad, por fin podría descansar de tanto sobresalto!
La fastuosa fiesta de la coronación fue, gracias a mis amigos los artistas, la primera crónica de una boda real, con pelos y señales. 
Pero hete aquí que mi hijo preferido no quería reinar sino guerrear, por eso estaba siempre en alguna de las cruzadas. Y tampoco iba a dejar descendencia para heredar porque era homosexual. ¡Ya decía yo que las chicas no le atraían nada!
De tanto guerrear al final cayó prisionero de los austríacos y yo tuve que hipotecar todos mis bienes para pagar el rescate. Al final lo liberaron pero poco después ¡murió! y la corona de Inglaterra pasó a mi hijo menor, Juan Sin Tierra, que de no tener tierra pasó a ser rey de Inglaterra. 
Estoy agotada y viejita, ya tengo 70 años (moriré a los 82) pero por nada del mundo me perdería la boda de una sobrina en Castilla, la futura España. 
Tuve una vida descomunal y me enorgullece mucho haber sido la primera feminista de la historia y haber fomentado tanto la cultura para volvernos a todos más soñadores. 
Y gracias a eso, el mundo cambió, y yo siento haber sido en parte y de alguna manera, el motor del cambio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario