sábado, 24 de mayo de 2025

¿CUANDO NACIÓ LA MUERTE?

 Cosas que aprendemos. 

Si alguien pregunta: "¿desde cuándo existe la muerte?", lo habitual sería que cualquiera responda: "desde que existe la vida". 

Sin embargo no es así y como digo, siempre se aprende. Cuando la vida solo fue unicelular, la división de una célula en otras dos no implicaba la muerte de nadie porque las dos células hijas eran clones genéticos iguales a la madre. La vida era una continuidad ininterrumpida de seres idénticos. Algo que suena a eternidad. 

Por lo que he leído todavía no hay certezas de qué fue lo que originó la multicelularidad, aunque se aventuraron 3 teorías, pero sea lo que fuera allí se inició el intercambio genético, la división para crear organismos distintos de los progenitores. Y allí apareció la muerte porque los padres originaban a un nuevo ser diferente de ellos. La tarea se había cumplido: ya podían morir. 

Pero para los poetas no. Y si no me creen, leamos a este gran poeta, Dylan Thomas.

Y la muerte no tendrá dominio.

No vencerá la muerte

cuando todos los hombres hayan muerto

y todos sean ya un solo hombre,

que habitará en el viento y en la luz de la noche,

y los huesos, deshechos en ceniza,

sean polvo de estrellas;

cuando las tinieblas

y del fondo del mar asciendan a la luz;

cuando ya, sin amantes, sea eterno el amor,

no vencerá la muerte.

No temerán la muerte

los que yacen, hundidos en el mar,

mecidos en su fondo y su calma;

angustiados, exhaustos,

martirizados, pero no vencidos.

Y si tuvieron fe y también dudas,

y su pureza fue manchada por el mal,

en el final de todo tendrán paz,

y no les vencerá la muerte.

No vencerá la muerte,

aunque ya no se escuchen los gritos de gaviotas,

ni el rumor de las olas en la playa;

aunque mueran las flores y sea inútil la lluvia,

en la tierra aún fértil de los muertos

alentarán pequeñas margaritas

hasta que el Sol sucumba.

Y nunca vencerá la muerte.


martes, 20 de mayo de 2025

MAESTRO

 

Antes de que Albert Camus fuera un reconocido periodista, uno de los más influyentes escritores de su época y premio Nobel de literatura en 1957, fue un niño pobre, huérfano de padre  y con una madre ciega. Alguien así no tiene muchas oportunidades de mejorar su calidad de vida ni de desarrollarse, pero en su vida se cruzó con una persona que fue clave: un maestro.

El Sr. Germain, viendo que Camus era realmente destacable, le ayudó a continuar su educación al liceo y al pasar los años siguió incentivándolo para que buscara abrirse camino en la educación.

El Sr. Germain no solo fue su maestro, sino también le inculcó valores humanos y fue un apoyo moral a lo largo de su vida. En 1957 Camus está en el peak de su carrera y después de ganar el Nobel de literatura le escribe a su maestro por correspondencia estás palabras:

"Louis Germain

19 de noviembre de 1957

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me rodea en estos días antes de hablarle desde todo corazón. Acabo de recibir un honor demasiado grande, el que no he buscado ni solicitado. Pero cuando supe la noticia, mi primer pensamiento, después de mi madre, fue para usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su enseñanza y su ejemplo, nada de todo esto hubiera sucedido. No es que de demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero me ofrece la ocasión de decirle lo que usted ha sido, y sigue siendo para mí, y de asegurarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que puso en ello, siguen vivos en uno de sus pequeños escolares que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas.

Albert Camus"


Visto en: https://www.facebook.com/share/p/1ZkEzieR86/

domingo, 11 de mayo de 2025

UN NOBEL PERPLEJO

 En la foto Elvira Lindo y Vargas Llosa


Hay días de muerte: murió el Papa Bergoglio, un ser de luz, como dicen ahora, murió Enrique Pianzola, otro ser de luz, médico y escritor argentino, murió la madre de Cristina, amiga cariñosa y entrañable y murió Vagas Llosa. Y poco después Pepe Mujica. 
Estoy leyendo, sentada en el porche de mi casa, un artículo corto de Elvira Lindo en el diario EL PAÍS del 20 de abril de 2025, a propósito de la muerte de Mario Vargas Llosa, el famoso escritor peruano. 

[...] "Yo creo haber conocido al hombre, no a la estatua erigida, en uno de esos momentos de cierta vulnerabilidad en los que no hay gloria que valga". 

Interrumpe mi lectura una paloma temeraria y orgullosa de su estirpe, que anda picoteando el césped sin advertir la presencia de mi felino, el gato Tito, agazapado entre las macetas en posición de ataque. La brisa tibia y las hojas recién nacidas del damasco saludan a la primavera dando una engañosa  apariencia de paz perpetua. Dejo el diario y ahuyento al ave justo a tiempo, cuando el aspirante a tigre ya pega el salto. ¡Uffff, menos mal!



Sigo leyendo: "Nos habían encomendado entregar a dúo (a Elvira Lindo y a Vargas Llosa) el Goya al mejor guion adaptado. La entrada fue problemática, empezamos mal. Me tomaron de la mano con la energía autoritaria de los organizadores [...], llegué hasta el backstage, donde esperaba, ya cansado, Vargas Llosa. Entre tanta algarabía intercambiamos una mirada de alivio y reconocimiento. [...]"cuidado con los cables". Le tomé del brazo y sentí que él estaba más inseguro aún que yo porque se aferró a mi mano. Cuando llegamos al punto desde el que se efectuaría nuestra salida al escenario nos dejaron solos". 

Un intenso aroma a azahares interrumpe de nuevo mi lectura mientras el aspersor, además de regar, le roba los colores al sol y hace las delicias de mi ganso ampurdanés, el famoso Cuaco de las redes sociales, rodeado de gorriones que le hacen la pelota. Observo complacida un rato el entorno, tan verde y tan florecido. Por el momento, ningún depredador está al acecho. Puedo volver a la lectura.

 "En la oscuridad, iluminado levemente por un halo tibio de luz, vi su perfil único, un perfil propio de la medalla de uso corriente que homenajea a un prócer, a un Nobel o a un viejo cantante de tangos". [...] "A ver si no me caigo, dijo. A ver si no nos caemos, dije. Él sonrió y en la penumbra se le dibujó su dentadura mítica, aquella con la que bromeaba el viejo Onetti: "yo tenía unos dientes bien hermosos, pero se los presté a Vargas Llosa y no me los ha devuelto". Si, nuestro hombre recordaba la ocurrencia del uruguayo. Estábamos muy juntos, buscando cierta protección, inmóviles, como subidos a una piedra pequeña en un río de cables al que pudieras caerte en cualquier momento. Pensé que lo estaba viendo como lo habrían visto todas sus mujeres en la penumbra de la alcoba".

En mi jardín, entretanto, una inesperada  y solitaria golondrina juega y se pelea con las ramas del granado y va y viene  asustando al joven almendro que no está acostumbrado a esos locos revoloteos. El gato Tito y yo nos detenemos varios minutos observando sus piruetas. El gato Tito y yo tenemos diferentes intenciones respecto a la golondrina, estoy segura. Un golpe de viento frío de poniente me vuela las hojas del diario. Las rescato corriendo y sigo leyendo: 

"Un momento propicio para las confidencias: ¿cómo se vive de pronto perseguido por la prensa del corazón?, le pregunté. Es horrible, contestó, me gustaría hacer planes, salir al cine, improvisar, pero Isabel (su segunda mujer, una famosilla) no quiere; es una vida absurda, tienes que estar midiendo todos tus movimientos... Lo miré sin reparo, porque él no me veía mirarlo, y juro que pensé: ¿cuánto tiempo tardará este hombre en regresar a su antigua vida? Recordé las palabras de agradecimiento a su mujer (su gran compañera de toda la vida) en la ceremonia del Nobel, años atrás, palabras que definían toda una época; aquella vieja manera de entender la vida del genio, siempre asistido por una mujer que de amante pasaba a ser madre de los hijos, maternal también con él, secretaria, mala de la película si tocaba, protectora, ambiciosa según el consabido juicio ajeno, ciega voluntaria ante tantos deslices [...], orgullosa de ser la mujer a la que se regresa. El tipo de compañera que hasta hace bien poco alababan los cronistas literarios, la digna esposa del maestro. ¿Qué hacía entonces aquel hombre ya confuso y frágil en este lío de cables? El regidor nos empujó al escenario. Tomé del brazo al Nobel, para que no se cayera y para no caerme". 

Al levantar la vista del diario veo a la golondrina alejarse ante la olímpica indiferencia del gato Tito. Y pienso: una golondrina no hace verano y Vargas Llosa volvió con su primera mujer.