martes, 22 de noviembre de 2022

LA MUERTE Y LA NIÑA

 Cuento corto de Mónica Bardi


La niña estaba muy enferma y hacía rato que guardaba cama. Como mucho se aburría la mayor parte del tiempo leía. Los libros la ayudaban a viajar, a soñar e imaginar un amor pasional al que nunca llegaría. Lo que más lamentaba de estar enferma era no poder ir a trotar a la vera del río Majaceite en los espléndidos días del verano. Recordaba con nostalgia los recodos desbordantes de cascadas con agua inquieta y refrescante, la fila interminable de higueras y su piadosa sombra. Recordaba con nostalgia la rutina de ir al cole y ver a su chico preferido en las horas del recreo.  Muchas cosas añoraba pero no dejaba que la tristeza se notara porque no quería angustiar más a su mamá. Las dos sabían que aquélla enfermedad era el final de su corta vida, pero ninguna hablaba de eso. Para consolarse se sumergía en las mil batallas de intrépidos aventureros milenarios y de la mano de Heródoto y Homero volaba por esas tierras y tiempos remotos donde los dioses se disfrazaban para hablar con los humanos y no al revés, como el cura de la iglesia.

Así que leía y leía; y al igual que a don Quijote las cosas del pasado la fueron atrapando más y más mientras se le agigantaba la imaginación. Su recién descubierto personaje del mundo antiguo era Hipatia, la gran científica y filósofa egipcia que vivió en Alejandría, faro cultural de la época y poseedora de una biblioteca única en el mundo, cargada hasta los topes de rollos de papiro. Vio la maravillosa película de Amenábar sobre la vida de Hipatia y cuanto más entraba en detalles, más la admiraba. Se sugestionaba soñando despierta o dormida, que ella era la gran Hipatia caminando con sus discípulos  entre esas columnas mudas de reverencia y respeto. Una mujer lúcida, culta y profundamente reflexiva que tuvo el apoyo familiar y el valor inmenso para sobresalir como la cresta de una ola, en un mundo destinado a los hombres. 

Y hablando de mujeres, por fin vino La Muerte a charlar un ratito y luego a llevársela de la mano. Era alta y flaca; se vestía con sencillez y con calzado cómodo porque siempre tenía mucho trabajo. Se sentó en la cama y le dijo con amabilidad: "¿Qué tal? ¿Estás preparada?"

"Si" contestó la niña "pero antes te querría pedir un favor". 

"Te escucho". Replicó la Muerte, que tenía mucha paciencia.

"¿Recuerdas a Hipatia?"

"Claro. Un mujer excepcional de la escuela neoplatónica. ¿Cómo olvidarla? Vivió en la época del imperio romano. Tuvo una muerte horrible que no voy a detallarte, a manos de los cristianos. Yo me la llevé lo más rápido que pude. No me gusta ver sufrir tanto a la gente". 

"¿Tú no podrías cambiar su destino y volverla a su tiempo para que viva hasta viejita y logre grandes cosas?"

"No, niña, así no funciona este tema".

"¿Pero no puedes cambiar la vida de alguien por la de otra persona?"

"Bueno, teóricamente se puede pero jamás lo he hecho. Es complicado, me pueden denunciar por tráfico de influencias". 

"Te lo pido por favor... era una mujer extraordinaria. No merecía ese triste  destino siendo tan joven e inteligente".

"¡Pero, niña, si de eso está el mundo lleno!".

Si, pero de Hipatias no", replicó muy seria y convencida.

"A ver, espera, no me distraigas que me ha llegado un WhatsApp"

Cavilando se quedó la Muerte mirando a su móvil. Los minutos pasaban y seguía pensativa... mientras la niña la observaba expectante y llena de esperanza en sus enormes ojos redondos. 

"Quizás pueda complacerte... ¡Qué curioso! Pocas veces puedo innovar y esta es una gran oportunidad. Se aprobó la ley de la eutanasia. Podríamos cambiar a Hipatia por alguien a quien todavía no le toca, pero ya pidió una cita conmigo".

Loca de alegría saltó la niña de la cama muy exaltada. Casi se arranca el suero por plantarle un sonoro beso en la mejilla a La Muerte, que sonreía satisfecha. 

"Bueno, ¿nos vamos?" finalmente dijo.

"Si, ya estoy lista. Y muchas gracias".

En ese mismo instante, en el siglo IV d.C. Hipatia corrió y corrió, como si sus pies tuvieran alas, huyendo de los cristianos, mientras iba perdiendo papiros por el camino a los que llevaba abrazados como si fueran niños. Se escondió en un recodo de las catacumbas de Kom el Shukafa. Así pudo salvarse. Logró escapar de esos salvajes monoteístas y tuvo una larga y fructífera vida en la que cambió los paradigmas de su época, escribiendo un capítulo diferente en la historia de la ciencia. 


sábado, 19 de noviembre de 2022

BIDET. USOS.

 

EL USO DEL BIDET (nunca está demás volverlo a leer para reír un rato).

En un chat multitudinario con amigos surgió un tema interesante: 

¿Cómo usas el bidet? No "para qué", eso es sabido; sino, ¿cómo te sentás?

La mayoría lo usábamos igual, sentados de espaldas a la pared, manejando las canillas al tacto; pero uno viene con una teoría irrefutable: 

"El bidet debe usarse de frente a la pared porque el cosito por el que sale el agua te queda justo en el hoyo, podes ver las canillas, la jabonera y la toalla".

Tiene lógica, pienso. Cuando me toque, voy a probar.

A la mañana siguiente, me tomo mi café... efecto instantáneo.

Abrigadito con mi bata me juego un jueguito en el celu mientras hago lo que tengo que hacer en el inodoro. Termino. Hora del buche. Me acuclillo apenas y pivoteo en un pie dando medio giro, casi como en una coreografía de Ginger Rogers; y estaciono en una maniobra sobre el bidet, de frente a la pared. ¡Genial! Puedo acceder a las canillas, mezclo la caliente con la fría hasta lograr la tibieza justa, manejo la presión con la del medio, llego al jabón, toalla, todo. Impecable.

Este amigo tenía razón, y me introdujo a un mundo un tanto adictivo... me saco la bata, salto a la ducha y me voy a la oficina, que ya llego tarde por la bideteada.

En la ofi, todo bien. A la hora del almuerzo se me da por innovar, y pido un delivery de comida china: cerdo con hongos y brotes de bambú.  Muy rico, pero el efecto es más instantáneo que el de mi café mañanero.

Voy al baño de empleados apretando los cantos: están todos los boxes ocupados. ¡Me cagooo!Los jefes se fueron a comer afuera, y la conchuda de su secretaria está almorzando en el comedor... así que me cuelo subrepticiamente en el baño de gerencia.

Comida china: pica cuando entra, pica cuando sale. Mientras tanto examino el baño: qué guachos estos jefes! En el baño de empleados nos ponen un papel higiénico con el que te podés limar las uñas mientras cagás, pero acá tienen uno suavecito, toallas de tela, Glade Toque, jabón-jabón, no ese detergente líquido de apretar un botón pringoso, revistas en un canasto y hasta una cestita con popurrí de canela, jazmín y pétalos de rosas sobre la mochila del inodoro.

Termino. Voy al bidet. Hago la misma maniobra que a la mañana en casa:

pivoteo sobre un pie... medio giro... y me olvido que tengo los pantalones y calzón en los tobillos que hacen tope contra la base del bidet. Error.

La frenada textil me arroja de cara contra la pared, reboto, me deslizo hacia abajo y quedo enganchado en la punta de la taza del bidet con los huevos. Mi quejido se hace agudo, finito. Por suerte no me partí los labios contra los azulejos, sólo me sangra la nariz, y me mancha la camisa blanca que anoche me planché con Klaro.

Con una mano arranco un poco de papel higiénico, hago rollitos y me tapono los dos agujeros de la nariz: no sé cuál es el que sangra.

Mientras tanto trato de avanzar sobre el bidet, de frente a la pared, hasta descomprimir los huevos, pero quedo casi arrodillado sobre el piso porque los pantalones me siguen frenando contra la base. Abro la caliente, y un chorro hirviendo me carboniza la chota, que quedó justo arriba del cosito del agua. Me corro un poco más hacia la pared, y ahora me quemo los huevos: depilación con lanzallamas. Asomo el hoyo, abro la fría, y la presión aumenta. Es como una hidrolavadora echándome lava adentro del ojete. Quiero bajar la presión con la canilla del medio, pero de frente la canilla es al revés: la fuerza aumenta, y siento que me levanta del piso. Me paro como puedo, trastabillo hacia atrás y caigo de nuca contra la otra pared.


Así me encontró la secretaria, después de que el de mantenimiento pudo forzar la puerta: desmayado boca arriba, un poco cagado, con la chota al aire, los huevos colorados como dos remolachas, la camisa manchada de sangre, papel higiénico medio disuelto en la nariz y el chorro del bidet a todo lo que da, arrancando la pintura del techo. Ah... y el regalito en el inodoro, porque no llegué a apretar el botón.

Tuve que pagar los arreglos. A los del piso de arriba les apareció humedad en los zócalos. A los de abajo, en las paredes. Pagué la pintura, el pintor, repuse las revistas empapadas, el papel higiénico carísimo y hasta el jabón que se disolvió con la lluvia bidetera. Pero me hice el boludo con el popurrí: ese, que lo compren ellos.


Consejos útiles a la hora del bidet.

* Confiá sólo en el bidet de tu casa. Él es tu mejor amigo, y le conocés la temperatura, la presión y la dirección de giro de las canillas.

* Un bidet ajeno es más difícil de manejar que una excavadora.

* Ese bidet ajeno tendrá la velocidad de una Ferrari: irá de cero a cien (grados) en cuatro segundos, carbonizándote el hoyo.

* El manejo óptimo de los controles del bidet implica conocimientos de hidráulica y termodinámica mediante una ecuación que incluye: presión de 0 a 100%, temperatura A, temperatura B, geolocalización del culo, índice de sanidad y nivel de ruido.

* Cuando manejes todas esas variables, te tocará un bidet con monocomando.

* Manejarás ese monocomando como un joystick endemoniado que te levantará del piso. Antes practicá con un jet-ski.

* Por último, y el más importante: con los lompas bajos, el bidet se usa de espaldas a la pared. Y no confíes en tus amigos. Innovar hace mal.


Dulces sueños.

AVANTI! AVANTI con una sonrisa siempre.

jueves, 17 de noviembre de 2022

GAUCHO

 


"Muchas cosas pierde el hombre que a veces las vuelve a hallar; 

pero les debo enseñar, 

y es bueno que lo recuerden: 

Si la vergüenza se pierde, 

jamás se vuelve a encontrar".

José Hernandez creó su obra magna, el Martin Fierro, tomando aspectos de la vida del General Angel Vicente Peñaloza Riberos (1799-1863) "El Chacho" en reivindicación de la figura del gaucho federal argentino, el dilema de civilización o barbarie no es sino la expresión de esos “dos países” que caracterizará Juan Bautista Alberdi en “Pequeños y Grandes Hombres del Plata”, que retrasará crudamente José Hernández en “Vida del Chacho”, y que el mismo autor inmortalizara y universalizara, en términos poéticos, a través del “Martín Fierro”.

¿Civilización, o barbarie? Terminado de firmar el tratado de Las Banderitas –relata Hernández, mostrando y demostrando el verdadero carácter e intención de los “bárbaros” y de los “civilizados”-, el general Peñaloza, dirigiéndose a los coroneles de Mitre -Sandes, Arredondo y Rivas-, les dice:

– “Es natural que habiendo terminado la lucha por el convenio que acaba de firmarse, nos devolvamos recíprocamente los prisioneros tomados en los diferentes encuentros que hemos tenido; por mi parte yo voy a llenar inmediatamente este deber”.

La propuesta de Peñaloza obtuvo por respuesta de los civilizadores un sepulcral silencio.

Después de entregar sano y salvos los prisioneros que estaban a su cargo, Peñaloza insistió:

– “Y bien, ¿dónde están los míos?… ¿Será verdad que todos han sido fusilados?… ¿Cómo es, entonces, que yo soy el bandido, el salteador, y ustedes los hombres de orden y de principios?”.

Otro tanto denunciaba Hernández en 1872 en el “Martín Fierro”, ya en plena presidencia de Sarmiento, a quien había apoyado en su carrera hacia la Presidencia contra el candidato del mitrismo, (paradojas de la vida política Argentina) Aunque insuficientes para ocultar el fondo de la cuestión, que seguía estando en juego entre dos modelos de país representado por porteños y provincianos, y no por la falsa dicotomía entre “civilización o barbarie”. Así denunciaba Hernández, con versos inmortales en la antítesis del libro paradigmático que denigra al gaucho, lo mismo que antes había cuestionado en prosa en sus artículos periodísticos, y que sostendría como político y en otras patriadas, provisto de la crítica de las armas:

“Estaba el gaucho en su pago / con toda seguridá, / pero aura… ¡barbaridad!, / la cosa anda tan fruncida, / que gasta el pobre la vida / en juir de la autoridad”… “El gaucho que llaman vago / no puede tener querencia, / y ansí de estrago en estrago / vive llorando ausencia”… “Él anda siempre juyendo, / siempre pobre y perseguido, / no tiene cueva ni nido, / como si juera maldito; / porque el ser gaucho… ¡barajo! / el ser gaucho es un delito”.

Feliz día de la Tradición 🇦🇷

domingo, 13 de noviembre de 2022

GATAS Y PERRA

 UNA HISTORIA REAL por Mónica Bardi

Con todo cariño y cuidados criamos a nuestra gata Mimi hasta llevarla a adulta. Era la reina del vecindario. Pensamos que si se acostumbraba a estar dentro de la casa no iba a desarrollar tanto hábito de salir a callejear. Pensamos que si dormía en una cunita con nosotros no la iba a tentar la noche. Le dábamos su comida de gatos pero también un poquito de mortadela que le encantaba. 

Todo iba bien como una niña bien. Pero un día nos tuvimos que hacer cargo de una perra amorosa llamada Chela por un par de meses. Se fueron acostumbrando la una a la otra. Pero Mimi, que sabe hablar, presentó sus quejas por escrito y por audio. Le explicamos que había que aguantar porque de eso se trata la solidaridad. Y lo entendió, aparentemente. 

Un día decidimos castrarla, por consejo veterinario, cuando vimos que la merodeaba un novio gordito y amarillo bien educado con el que jugaba a juegos eróticos. No nos íbamos a arriesgar a que se fuera de fiesta por una cuestión hormonal y nos llenara de nietos maullando. Muchos días después vino Mimi del jardín, como siempre, vió su mortadela y la ignoró. Luego salió por la puerta y nunca más volvió. Como  nunca. No sabemos si emigró, si la secuestraron o si eligió otro hogar. Nunca nos escribió... ni un mísero WhatsApp.  Entretanto, la perrita Chela volvió a su dueña. Estamos seguros que Mimi no pudo aceptar el compartir la casa donde había vivido como monoteísta absoluta, con una competidora canina, encima femenina. 

Días más tarde, apareció en el jardín la gata Tita, muy arisca y desconfiada. No podíamos ni acercarnos. El agua y la comida se la dejábamos lejos de nosotros pero a su alcance. De a poco se fue acercando y entrando a investigar los rincones de la casa aunque se sobresaltaba con facilidad y huía asustada. Era territorial al máximo: nada de gatos cerca y tenía una mala costumbre: le gustaba morder. Nos parecía que había vivido mucho de manera precaria y llena de necesidades. Lentamente se volvió más y más casera y más y más cariñosa. Ya duerme ignorando los ruidos cotidianos, totalmente relajada. Adquirió confianza. Todavía no la mandamos a la escuela porque tenemos miedo que las malas compañías (que es lo que abunda en los colegios) se la lleven como a Pinocho. 


Habíamos domado a la fierecilla con sobredosis de amor. Ahora es ella la que decide salir poco. Debe estar castrada o tiene alergia al sexo opuesto, no lo sabemos. Al final, Mimi, la niña bien criada entre algodones huyó y no tenemos ni idea de cómo le ha ido en la vida. 
Pero ésta, Tita, la vaga callejera consiguió un hogar. Son animalitos libres: eligen su destino instintivamente. Son migrantes indocumentados. Hacen bien. "¿Para qué pensar tanto, si al final el resultado es siempre incierto?" me pregunto desde mi cerebro sapiens. 


sábado, 12 de noviembre de 2022

MAL TIEMPO

 

"INSTRUCCIONES PARA CAPEAR EL MAL TIEMPO"

ALEJANDRO ROBINO

En primer lugar, no se desespere y en caso de zafarrancho no siga las reglas que el huracán querrá imponerle.

Refúgiese en la casa y asegure los postigos una vez que todos los suyos estén a salvo.

Comparta el mate y la charla con los compañeros, los besos furtivos y las noches clandestinas, con quien le asegure ternura.

No deje que la estupidez se imponga.

Defiéndase.

A la estética, ética.

Esté siempre atento.

No les bastará empobrecerlo y lo querrán someter con su propia tristeza.

Ríase estentóreamente.

Mófese: la derecha está mal cogida.

Será imprescindible cenar juntos cada día hasta que la tormenta pase.

Son cosas simples, sencillas, pero no por ello, menos eficaces.

Diga hacia el costado buen día, por favor y gracias.

Y la concha de tu madre cuando lo soliciten desde arriba.

Tírele con lo que tenga, pero nunca solo.

Ellos saben cómo emboscarlo en la desprevenida soledad de una tarde.

Recuerde que los artistas serán siempre nuestros.

Y el olvido será feroz con la comparsa de impostores que los acompaña.

Todo va a estar bien si me hace caso.

Sobreviviremos nuevamente, estamos curtidos.

Cuidemos a los pibes que querrán podarlos.

Solo es menester bien pertrecharse y no escatimarnos amabilidades.

Deberemos dejar a mano los poemas indispensables, el vino tinto y la guitarra.

Sonreírles a nuestros viejos como vacuna contra la angustia diaria.

Ser piadosos con los amigos.

No confundir a los ingenuos con los traidores.

Y aún con estos, tener el perdón fácil para cuando vuelvan con las ilusiones forreadas.

Aquí nadie sobra.

Y eso sí, ser perseverantes y tenaces, escribir religiosamente todos los días, todas las tardes, todas las noches.

Aún sostenidos en terquedades si la fe se desmorona.

En eso, no habrá tregua para nadie.

La poesía les duele a estos hijos de puta.


Alejandro Robino: Dramaturgo, Director Teatral, Docente, ha escrito desde 1991 más de diez obras teatrales y dirigido más de veinte entre propias y ajenas. Sus piezas han sido estrenadas y publicadas tanto en Argentina como en el exterior, así como obtenido Premios en la especialidad. Ejerce la docencia en la Universidad de Buenos Aires, en el Teatro del Pasillo y en su taller particular. De continua actividad pedagógica itinerante en su país y en el exterior, ha dictado numerosos cursos, talleres y seminarios en las disciplinas: actuación, dirección, dramaturgia y análisis de texto.

martes, 8 de noviembre de 2022

DÍAS DE MIERDA

 


Hay días de mierda. Eso es indudable. Y muchas veces son días espléndidos con brisas otoñales y sol acariciante. Pero eso no nos alcanza; igual son días de mierda. Porque algo alteró ese perpetuo mar de fondo, ese mal rollo que circula silencioso siempre dispuesto a la tormenta. En apariencia son cosas intrascendentes: una mala respuesta, un monopatín eléctrico que por poco nos hace chocar, un pariente que de golpe ha descubierto que no dió golpe en toda su vida y descarga su frustración en nosotros, el noticiero y su reguero de sangre, un WhatsApp de un hijo maleducado, un paciente problemático. 

Hay días de mierda. Remontar esos momentos es difícil y con el famoso pensamiento positivo no llegamos ni a la esquina. Un diazepan es, en la mayoría de las veces, la solución más expeditiva.  Los consuelos de la autoayuda ayudan solo a los que venden esos libros y se forran. Cada sujeto debería saber más o menos cómo remontar esos días de mierda: irse a dormir, ver una película, escuchar música divina, hablar con amigos, emborracharse, bailar... qué se yo, aunque a veces se nos agotan esos recursos y no nos sirven para nada. 

De mí no esperen la solución mágica ni de coña. Yo solo describo acá, en mi rinconcito y sin ninguna pretensión ulterior, una constatación: HAY DÍAS DE MIERDA. 

viernes, 4 de noviembre de 2022

Segundo ejercicio para teatro

 En un aula de un colegio una mujer morena de media edad está limpiando mientras canturrea. Está sola. 

En ese momento entra una mujer alta y elegante y se dirige a la otra.

"Hola, Sara, buenos días".

"Buenos días, María Eugenia".

"Contigo venía a hablar". 

"Usted dirá". contesta la limpiadora interrumpiendo su labor. Las dos están muy serias.

"Me gustaría saber cuándo termina tu contrato, Sara"

"Usted sabe que no estoy contratada porque por el momento sigo indocumentada. Estoy esperando mis papeles".

"¡Ah, pero es cierto! Por momentos se me olvida que eres extranjera de tan bien que te has adaptado a nuestras costumbres. Pero bueno: iré al grano. Como ya sabrás, los inspectores de trabajo andan merodeando por el barrio y para esta institución es un serio compromiso tener una persona sin contrato".

Sara enmudeció breves segundos pero al fin reaccionó y contestó con firmeza:

"¿Qué inspectores? Yo vivo en este barrio y no he oído nada de eso"

"¿Pones en duda mi palabra?" contraatacó María Eugenia. 

"Si, la verdad es que si" contestó desafiante Sara y siguió: "pero sigamos yendo al grano. ¿Usted quiere que me vaya?"

"Has dado en la diana, cariño"

"Yo no soy su cariño pero le aclaro que ésta es mi única fuente de ingresos para mis hijos y para mi. Me perjudicaría gravemente dejar este trabajo".

"Pues creo que ése es tu problema, cielo"

"Yo no soy su cielo y con todos mis respetos le digo que no dejo este trabajo".

"¡Pero qué atrevimiento! ¿Quién eres tú para decidir eso?"

Sara reanudó su trabajo barriendo el suelo y luego de unos segundos contestó: "Es que...es que...una tiene sus contactos" dijo en tono de ironía.

María Eugenia enmudeció y esperó.

Sara siguió barriendo hasta llegar a pocos centímetros de la cara de la otra. Finalmente montó la escoba cual bruja y mirándola fijamente susurró algo a su oído. 

Lo que le dijo provocó una inmensa sorpresa en María Eugenia. Trastabilló, retrocedió con los ojos fuera de las órbitas y tartamudeando en voz creciente soltó un "¡¡serás hija de puta!! ¡Esto es un chantaje!"

"Así parece" dijo Sara bajándose de la escoba y mirándola gravemente. Y agregó: "Pero esto es lo que hay, como suelen decir ustedes". 

María Eugenia salió precipitadamente por la puerta con tan mala suerte que rodó escaleras abajo mientras Sara retomaba sus tareas. ¿Habrá sobrevivido a la caída María Eugenia? ¿Habrá sobrevivido Sara a las exigencias de las autoridades de inmigración?


  

jueves, 3 de noviembre de 2022

EJERCICIO PARA TEATRO

 Escena en el departamento de extranjería de la comisaría de policía.

Un policía está en su escritorio mirando fijamente un papel. 

Entra un hombre muy bien trajeado y se queda de pie con respeto. 

"Siéntese, por favor" dijo el policía, sin mirarlo. 

El hombre llamado Ulises se sienta y espera.  

"Vamos a ver" suspiró el policía, como si le costara decir lo que iba a decir. "Usted y sus 4 hijos entraron en este país hace un año como turistas. Luego usted solicitó el permiso de residencia y trabajo pero le fue denegado. Por lo tanto, usted está expulsado de España y se tiene que marchar". 

Ulises, con expresión de gran preocupación, respondió, luego de un breve silencio: "hay un problema: no tengo dinero y ya que estoy expulsado y me tengo que ir ¿Quién me va a pagar el billete mio y el de mis 4 hijos? ¿Su gobierno?"

"Imposible, si tuviéramos que pagarle los viajes de vuelta a todos los indocumentados, imagínese".

Ulises está acorralado y nervioso.

"Pero es que, le repito, no tengo dinero para cinco billetes"

"Ya, pero ése no es mi problema. Usted se tiene que ir. Además, estando expulsado no podrá alquilar una vivienda"

"Ya alquilé a unos conocidos. Allí vivo con mis hijos".

"Pero...pero...no podrá abrir una cuenta bancaria". 

"Ya abrí una en Unicaja con mi pasaporte" dijo Ulises, cogiendo algo de confianza. 

El policía se encontraba cada vez más confundido y acorralado porque iba perdiendo argumentos. 

"Es que...es que...siendo indocumentado no podría comprar un coche".

"Ya compre un Simca 1000 e hicimos la transferencia. Mire, señor policía, con todo respeto ¿esto no se puede arreglar de otra manera?"

El uniformado se puso de pie mientras le iba cambiando el color de la cara. "Usted no estará sugiriendo nada parecido a un soborno, me imagino, porque le recuerdo que no está en una república bananera"

Ulises se dió cuenta que había dado un paso en falso e inmediatamente se puso a a arreglar el desaguisado. 

"¡¡No, claro que no, por supuesto que no!! ¡Qué barbaridad! Haré lo que usted manda: pediré dinero prestado a la Cruz Roja y me iré de inmediato. Dejo a los niños aquí".

"¿Cómo que deja a los niños? Son menores de edad... no puede hacer eso" se alarmó el policía. 

"Claro... eso mismo pienso yo. Pero el dinero no va a alcanzar".

Habían llegado a un callejón sin salida. Se hizo un silencio espeso que al final rompió Ulises, esbozando una tímida sonrisa. 

"A propósito, señor agente, tome mi tarjeta personal con mis datos. Ya veré cómo lo resuelvo con mis papeles. Lo tendré informado". 

"Ahh, dentista, ya veo... ya veo. ¿Le puedo hacer una pregunta profesional?"

"Por supuesto" dijo Ulises tratando de esconder una sonrisa de triunfo. 

"Mire usted, tengo un problema con una funda y nadie da en la tecla. No se imagina el dinero que llevo gastado y ya me veo perdiendo esa muela". 

"De ninguna manera. Encontraremos una solución para que eso no ocurra. Estoy a su entera disposición" contestó el doctor con su mejor sonrisa, mientras el policía colocaba el expediente en el fondo del cajón de donde nunca lo debería haber sacado. 

             Fin del cuento. 




 




martes, 1 de noviembre de 2022

REGALOS

 



Con toda la ilusión del mundo, pusieron los dos hermanitos los zapatos en la chimenea la noche de reyes. Y se fueron a la cama mirando hacia atrás y quizás pensando: "¡cuánto falta para mañana!".

El arbolito de Navidad hacía guardia con su tenue iluminación. Los padres estaban sospechosamente silenciosos, hasta que por fin todos se durmieron bajo la atenta mirada de las estrellas. En medio de la noche Mónica despertó sobresaltada. Pudo ver con total nitidez a los 3 reyes magos, sonrientes, espiando detrás de la puerta del dormitorio. Cerró los ojos con fuerza haciéndose la dormida. 

Por fin la luz del día fue clareándolo todo y los niños saltaron de la cama a la caza de los regalos: un oso grande de peluche, una bicicleta pequeña... el papel de envolver crujía mientras reía, de tanto que se divertía.

En cierto momento Mónica advirtió algo raro: al lado de sus zapatos, en un lugar poco visible, había un ratoncito muerto. Su preciosa gata Mimi también quiso recibir un regalo.