martes, 16 de abril de 2024

ARGENTINA

 


CARLES TÀVEC 

La Argentina es un país desequilibrado desde varios puntos de vista. Tenemos la misma población de España en un territorio 5 veces más grande, pero el 38% de la población vive en el AMBA, en no más de 15 mil kilómetros cuadrados. Las actividades de exportación provienen de la tierra y salen del país con escaso valor agregado. Por otra parte, los ingresos de esas exportaciones no se reinvierten en el país en otros sectores como la industria y por lo tanto terminan en Miami en emprendimientos inmobiliarios. En el octavo territorio políticamente organizado del mundo las líneas de trenes confluyen en Buenos Aires porque fueron diseñadas por los ingleses para llevarse las materias primas por el puerto. Es una nación de facciones. Nadie quiere resignar nada por propia voluntad y los gobiernos no han sabido aunar el sector público con el privado para llevar a cabo un proyecto integrador. Este gobierno agravó aún más las consecuencias de los dos pésimos anteriores porque lo que hizo hasta ahora era innecesario hacerlo en tres meses colocando en la desesperación a millones de argentinos cuando tiene 4 años por delante. La solución es profundizar la democracia y poner en marcha un proyecto consensuado. Se dice fácil, pero hasta ahora ha sido imposible y sospecho que algo tienen que ver los de afuera.

martes, 9 de abril de 2024

CIENTÍFICO

 

Se llama Juan Maldacena y tiene apenas 50 años. Nació en el barrio porteño de Caballito (Buenos Aires, Argentina) y hoy está en la tapa de varios diarios del mundo porque ganó el Yuri Milner que es un premio a las investigaciones sobre física que otorga tres millones de dólares, un dato para comparar: El premio Nóbel otorga apenas un millón doscientos mil dólares. Esto no es todo. A los 30 años, Juan, recibió en Budapest uno de los mayores reconocimientos que existen en el campo de la ciencia y fue tapa del New York Times. Se podría hacer una película titulada: “Juan, de Caballito a Budapest”. O mejor dicho, a Harvard. Allí en Harvard, en la cumbre de la excelencia educativa, está trabajando este ex vecino del barrio porteño de Caballito. Es el profesor vitalicio más joven de la historia de Harvard. Juan es la expresión de una historia luminosa que debería hacer inflar de orgullo el pecho a los argentinos. Hay que tomarlo como una forma de superar tanta irracionalidad y odio que a veces siembra la realidad cotidiana.  Maldacena es el creador de una teoría revolucionaria que lo convirtió en el niño mimado de la física moderna y en uno de los científicos más populares del planeta. Muchas publicaciones científicas se preguntan si el mundo no está ante la presencia de un nuevo Albert Einstein. 

Es que precisamente, su gran descubrimiento tiene que ver con ese emblema universal del conocimiento que fue Einstein. Juan formuló una nueva teoría que explica mejor cómo está formado y cómo funciona el universo. Un intento de explicar con palabras sencillas su teoría como para que lo entienda gente ajena a la física, Maldacena relacionó y unificó la “Teoría de la Relatividad”.

Este porteño es profesor en la Escuela de Ciencias Naturales del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, el mismo en el que trabajó y murió Einstein. Juan es el típico producto de la movilidad social ascendente de una típica familia de clase media porteña que podía enviar a su hijo a la universidad. 

Historias como esta merecen ser contadas porque ayudan a levantar el ánimo de los argentinos ante tanta basura de inseguridad, corrupción y peleas por el poder como hay. Es una forma de reafirmar que los argentinos aún pueden, como alguna vez pudieron, algo que se ve reflejado en varios premios Nobel científicos y otros obtenidos. Es una expresión de que en la Argentina no todos son solo futbolistas, o políticos corruptos, o piqueteros, o delincuentes, o "la mano de Dios". Los argentinos generalmente descollan a nivel mundial en forma individual, pero les es muy difícil lograrlo a nivel de grupo o equipo, justamente al revés que otras sociedades. Un orgullo para el país.

A todos nos gustaría felicitarlo, aclamarlo como a un campeón...  Sin embargo, nadie habla de él...

domingo, 7 de abril de 2024

PÍO, PÍO

 Cuento corto de Mónica Bardi


Llueve generosamente pero al pajarito no le importa. Lo sé porque lo veo en lo alto de un muro tan campante mirando el paisaje. Lo veo deformándose dentro de las gotas deslizantes que mojan el vidrio del coche. Saltarín y despreocupado mueve su cabecita oteando el horizonte y buscando quien sabe qué.  Sigue lloviendo y el pajarito ha visto algo a lo lejos. Despega ágilmente mientras prioriza las coordenadas que sus rápidos movimientos de ojos y cabeza le indican. Como cantaban los Beatles: "you  were only waiting for this moment to arise". Me despido de él con la envidia y el respeto de un sapiens psicoanalizado a un ave evolucionada: él sí sabe lo que hace. 

viernes, 22 de marzo de 2024

EL PESCADOR

 Cuento corto de Mónica Bardi


Había construido esa estatuilla de barro poniendo todos los conocimientos adquiridos en la época que estudiaba cerámica artística. Y pensaba colocarla en el centro de la torta de cumpleaños. Así que se empleó a fondo, con mucho interés y cariño. Pintó esa esculturita de un hombre pescando, sentado en un tronco, con sus habituales vaqueros azules, botas y una gorra amarillo vibrante. El ril de la caña de pescar caería por fuera de la deliciosa torta de dulce de leche, al mejor estilo argentino. Ya terminado el trabajo miró con ojos enamorados a su minúscula obra. Era mediocre como escultura pero muy simbólica. ¡Qué sorpresa tan linda se llevaría el cumpleañero! 

Por fin llegó el día tan esperado y a todos les encantó el detalle tan rústico, tan "made in casa". Y él parecía muy feliz. 

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"¿Y ahora con esto que hago?" miró ella pensativa a su pequeño pescador de arcilla. Años habían pasado y la pareja se había roto. Las circunstancias se habían ido complicando por acumulación de malentendidos no aclarados, no hablados. Había demasiados secretos en esas aguas en las que él pescaba. Ésos que crecen oscura y silenciosamente porque no hay valor para hablar de lo que duele, de lo equívoco, de lo inadmisible, de lo que molesta; esquivando siempre la pelea pero con una creciente hostilidad por esa falta de transparencia. Finalmente un día el se fue con cualquier pretexto y cuando quiso volver ella ya lo había pensado mejor y le pidió que no volviera. Hubo unos mas y unos menos pero al final cada uno por su lado. Sin odio ni rencor pero con un profundo sabor amargo: el del fracaso.  Asignaturas pendientes quedaron a montones y allí quedarían, como una montaña árida y desolada. En su cúspide el pequeño pescador de arcilla, mudo, haciendo gala de infinita  paciencia y con la caña en ristre, miraba al infinito. Ella se seguía preguntando: ¿y ahora con esto que hago? Le daban ganas de tirarlo a la basura como se tira al último rescoldo de un fuego extinguido. Pero por algún motivo desconocido no lo hacía.

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Y un día vino ese niño. Era ruso y tenía cinco años. Venía diariamente, a pedido de sus padres, por unas horas, para familiarizarse con el idioma español hasta que entrara en la escuela. Matvey era, desde todo punto de vista, un niño fuera de serie. Alegre, equilibrado, sin miedos y con confianza. Encontró rápidamente con que jugar aunque en la casa no había juguetes. Entonces lo vió: ese hombrecillo pescando le pareció apropiado para ponerlo en el borde de una palangana verde con agua. 

Matvey era muy cuidadoso y nunca rompía nada así que ella lo dejó jugar.  "Que él decida el futuro de la esculturita", pensó, sin darse cuenta del doble aspecto de su reflexión: el destino del pescador...  y el de ella. 

Como era de esperar el hombrecillo fue perdiendo color lentamente con el agua que todo lo borra. Se fue disolviendo y deformando. Ese, que al principio parecía simpático y atractivo, se volvió extraño y grotesco. Los días pasaron y ya nadie se acordó de esa palangana verde. Fantásticas exploraciones en hormigueros y nidos en ramas de ciruelos ocuparon sus vidas, redoblando la alegria de vivir. Ese niño de curiosidad inagotable, que hablaba un idioma desconocido y que tenía una carcajada siempre al alcance de la mano, le llenaba las tardes de placer. Hasta el nombre que costaba pronunciar desataba las risas: Matvey; por eso a veces lo llamaba Mateo.

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Pero como todo lo bueno parece durar poco, un día Matvey se tuvo que ir de vuelta a su tierra. Los padres no lograron superar la burocracia de la ley de extranjería para obtener el permiso de residencia y decidieron volver a Georgia, donde ya habían vivido antes de venir a España. Georgia, La Cólquide, la tierra de los argonautas, la tierra de Jasón y Medea. 

A partir de ese momento cada bicho bolita, cada arañita, cada pedazo de caña simulando una invencible espada, cada potrillo recién nacido en el campo vecino evocaba en ella a ese chico rubio, adquiriendo un nuevo sentido. ¿Por qué demonios se habría olvidado la sillita infantil en el  coche? Allí quedó, sorda, muda y esperando al pasajero. Cada día que pasaba sin el niño, ella imaginaba nuevas historias, nuevas diversiones: "¡Como le gustaría a Mateo esta abeja revoloteando en los azahares!". "Uy, si Mateo viera esta hormiga tan vistosa". Cada foto actual de Mateo que mandaba por WhatsApp su madre, un videíto de su vida en Rusia, paleando nieve y cantando, siempre con su buen humor, al lado de su abuela; le curvaba la sonrisa. 

En fin, había que aceptar su lejanía y recordarlo con amor. Amor del de verdad: fue una gran suerte haberlo conocido. Evidentemente, no se puede vivir sin amor, aunque sea en minidosis.

Mejor ir ya recogiendo todos sus amiguitos desparramados por la casa: los barquitos, la menina de metal, el oso de peluche blanco, el vendedor ambulante, el títere, la diosa de las serpientes, el cenicero con forma de caracol... los amiguitos de juegos de Matvey.

Y de golpe recordó: "¿y el hombrecillo pescando?" Buscó la palangana verde y la encontró en un lugar recóndito: no olía bien. El agua estancada estaba ya podrida. El hombrecillo también.

miércoles, 13 de marzo de 2024

TINTERO

 


𝐂𝐚𝐫𝐭𝐚

"Cuando te voy a escribir

se emocionan los tinteros:

los negros tinteros fríos

se ponen rojos y trémulos,

y un claro calor humano

sube desde el fondo negro.

Cuando te voy a escribir,

te van a escribir mis huesos:

te escribo con la imborrable

tinta de mi sentimiento".


-- Miguel Hernández (30 de octubre de 1910, Orihuela, España; 28 de marzo de 1942, Alicante, España), fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX.

martes, 5 de marzo de 2024

SI VAS AL CAMPO...

 

                 GLORIA FUERTES

Si vas al campo,

no subas por los almendros.

Ni cojas nidos,

ni caces pájaros,

ni mates insectos negros.

¡Ay, esa flor, esa flor

que ahora muere entre tus dedos,

sus novecientas hermanas

la están echando de menos!

Si vas al campo,

sé bueno.

¡Échate en la hierba,

canta,

estate quieto!

No deshagas las casas

de los insectos

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Esta poesía profundamente sensible cayó en mi vida en oportuno momento. Arranqué unos azahares de mi naranjo con delicioso perfume y los puse en varios floreros. Con el paso de los días veía a sus hermanos no arrancados proseguir con sus vidas. Y pensé: ¿por qué los habré arrancado? Ellos tenían mucha vida por delante hasta ser frutos. Si igual puedo disfrutar su aroma saliendo al jardín. No lo haré más. 😊 

martes, 27 de febrero de 2024

SALVAR ÁRBOLES


PANCHO MASSA

 Plantar un árbol 🌳.

En el año 1980 mi padre se enteró que el padre de una amiga suya había decidido cambiar de cultivos en su chacra. Había decidido matar sus árboles de pécanos de 50 años cosecheros. A mi papá le dio pena y se los pidió regalados. Eran unos árboles 🌲 enormes, así que papá esperó el mes de agosto, en otoño, donde los pécanos pierden sus hojas, podó sus ramas más grandes y con mucho cuidado excavó sus raíces. Con gran delicadeza y la ayuda de docenas de obreros los extrajo y se los llevó a trasplantar a su fábrica de la Tinguiña en ICA - Perú , donde ahora funciona Precio UNO . 

Los pécanos prendieron, dieron frutos,  dieron sombra y prosperaron. Allí permanecieron 40 años; ya acumulaban 90 años .

Cuando mi familia vendió la fábrica a PRECIO UNO, pusieron como condición que muden la maquinaria en 30 días y que maten los árboles. Que no quede nada, que quede pampa .

Ese día nos acordamos de la proeza del trasplante de los pécanos de papá.  Panchito, mi hijo mayor, decidió salvarle la vida a los viejos pécanos de 90 años y volver a trasplantarlos teniendo los mismos cuidados que su abuelo había tenido 50 años atrás . Esperó a agosto, el otoño, esperó que se caigan sus hojas y esta vez ya no con una docena de gentes sino con el empleo de maquinaria, con retro excavadoras y grúas hizo lo mismo que papá y los trasladó y trasplantó en el Barrio Chino de ICA , por segunda vez .

Ahora los árboles están felices, hermosos, dan sombra y frutos, además de oxígeno.

El secreto, decía papá, es respetar la posición original en su nacimiento de cuando fueron recién sembrados de semillas y cuidar su posición en relación de cara al sol, además de cuidar los vellos absorbentes de sus raíces .

Los pécanos de papá están por cumplir 100 años. Papá trascendió con sus árboles. ¿Y que es trascender ?, creo que es dejar algo bueno para la humanidad.

Nota : en la foto mamá y yo disfrutando de la sombra y del oxígeno de los árboles de papá.

lunes, 5 de febrero de 2024

TODO ME SALE MAL.

 

Dice Irene Vallejo: amo a esta escritora argentina recóndita, humilde, desconocida gran parte de su vida. Hebe Uhart, nacida en Moreno en diciembre de 1936, estudió filosofía en Buenos Aires. Se dedicó toda la vida a la enseñanza en escuelas públicas y talleres literarios. Su escritura secreta le proporcionó una gran libertad. Logró una extraordinaria perspicacia para contar aparentes minucias capaces de revelar un carácter o una época.

En “Un día cualquiera”, la niña protagonista reflexiona: «Yo no entendía nada ni a nadie. Nadie era lo que parecía, yo tampoco. Tampoco entendía por qué persistía en hacer esas guirnaldas con palos, alambres y ramas esperando un resultado maravilloso y todo después resultaba una soberana porquería. Tampoco entendía por qué cuando repasaba los muebles (era mi odiada tarea) no levantaba nunca el vidrio de la mesa de luz ni limpiaba las patas de la mesa por dentro; solo limpiaba lo que se veía. Yo no me metía en profundidad con la limpieza, lo hacía para que vieran que había limpiado. Tampoco tejía apretado; tejía flojo y se me escapaba algún punto. Entonces pensé que si todo me salía mal iba a leer más y así lo hice; tenía una biografía de Beethoven niño, con ilustraciones. En el libro decía que era músico y era sordo; se ve que se podía. Por lo menos, en los libros se podían muchas cosas. En los libros yo entendía todo. Hice un trato con el librero de la esquina: si yo compraba dos libros, él me regalaba uno, y cuando compraba otro libro ya eran dos y yo los canjeaba por uno nuevo. A mí no me quedaba ningún libro y todos volvían a la librería, pero me leí todo lo que él tenía en los estantes; no podía mancharlos de jugo de fruta, él no los aceptaba manchados».

#HebeUhart #LiteraturaArgentina

sábado, 3 de febrero de 2024

MATEO

 


Estamos hartos de escuchar la noticia: lo único que puede vencer al odio y otros sentimientos y emociones negativas es el AMOR. Claro: estamos convencidos de eso. Pero ¿qué amor? ¿Qué clase de amor? ¿Amor eterno, amor pasajero? ¿Momentos de amor fugaces? El amor romántico es sin duda provisional, el amor a y de los hijos está condicionado por el tipo de personalidades básicas y las vivencias, el amor a los animales es relativo, el amor a los amigos es real pero a lo mejor están lejos. 

Pero ¿Y qué hay de ese amor inesperado que a veces nos regala la vida? Siempre provisional o no, no lo sabemos, pero que nos llena el corazón y nos hace olvidar de nuestros entuertos cerebrales por una horas. ¿Qué hay de ese amor que detiene una realidad pesimista y la pone a un lado, para ocuparnos de los asombrosos descubrimientos de las lombrices de tierra, de los sinuosos caminos de las  hormigas y de las mortíferas peleas de los soldaditos de plomo (ahora son de plástico) peleando por unos centímetros de terreno. "El amor es personal, como un perfume: cada quien imprime su propio yo" Flavio Giani dixit. 

Ese amor curativo plagado de descubrimientos a través de los ojos de un niño debería ser cultivado más a menudo. Siempre que se pueda. Porque es AMOR, lo digo en serio. No puede ser otra cosa. 

miércoles, 31 de enero de 2024

MARÍA TERESA LEÓN

«Estoy tan cansada de no saber dónde morirme. Esa es la tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos? Habría que hacer tantas presentaciones de los otros muertos, que no acabaríamos nunca». 

• "Memoria de la melancolía", de María Teresa León | Escritora española ~ Murió el 13 de diciembre de 1988.

Hoy recordamos a una escritora que formó parte de la Generación del 27, exiliada y comprometida. Entre 1936 y 1939 publicó en diversas revistas artículos que alentaban a las españolas a involucrarse en la historia: «La mujer popular se ha levantado sobre nuestros campos rotos con el prestigio de su derecho a intervenir en la historia de España [...] ella está resistiendo sola con su ira y su fe». Estuvo casada con Rafael Alberti. Juntos lucharon, se exiliaron, viajaron, tuvieron una hija, regresaron a España en 1977. Teresa ya sufría Alzheimer. Alberti la abandonó en un hospital psiquiátrico cerca de Madrid. Teresa murió sola y olvidada. Escribió cuentos, novelas, biografías noveladas, teatro, ensayos, artículos y guiones de cine. "Memoria de la melancolía" es su obra más conocida, dónde evoca la riqueza de su mundo.

Lamentablemente se le conoce más como "Teresa, la esposa de Alberti", que por sus propios logros; más por leer las memorias de Alberti, que por las obras de ella.

No sin razón escribió en "Memoria de la melancolía": «Zenobia Camprubí acaba de recibir el premio Nobel. Me diréis: No, estás confundida, el premio Nobel fue para Juan Ramón. Pero yo contestaré: ¿Y sin Zenobia, hubiera habido premio? [...] Fue la suya una decisión hermosísima: vivir al lado del fuego y ser la sombra».

Las esposas de los escritores, todo un tema, eh.

Ni siquiera le puedo recomendar leer a María Teresa León, porque sus obras no han sido reeditadas. Hoy la recordamos.

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martes, 30 de enero de 2024

FIBRAS RESISTENTES

 ESTA MUJER

Circe Maia


A esta mujer la despierta un llanto:

se levanta medio dormida.

Prepara una leche en silencio

cortado por pequeños ruidos de cocina.

Mira cómo envuelve su tiempo

y en él está viva.

Sus horas

fuertemente tramadas

están hechas de fibras resistentes

como cosas reales: pan, avena,

ropa lavada, lana tejida.

Cada hora germina otras horas

y todas son peldaños

que ella sube y resuenan.

Sale y entra y se mueve

y su hacer la ilumina.




viernes, 26 de enero de 2024

HIGOS

 


Curiosidades de la Naturaleza 

Un higo no es cualquier fruta. De hecho, ni siquiera es una fruta. “Estrictamente los higos son flores invertidas” Las higueras no florecen de la misma forma que otros árboles frutales hacen, como almendros o cerezos. Los higos tienen una historia muy curiosa. Primero, técnicamente, no son fruta, sino una infrutescencia (un conjunto de frutos). Y segundo, necesitan una avispa sacrificada para reproducirse, insecto que muere dentro del higo.

En palabras simples, los higos son una especie de flores invertidas que florecen dentro de esta gran vaina oscura con tonos rojizos que conocemos como higo. Cada flor produce un único fruto de cáscara y una única semilla llamada ′′aquenio". El higo está formado por varios aquenios, lo que le dan esa textura crujiente tan característica. Así que, cuando comemos un higo estamos comiendo cientos de frutos. Pero lo más increíble es el proceso de polinización especial que las flores del higo necesitan para reproducirse. Ellas no pueden depender de que el viento o las abejas les hagan llegar el polen como otros frutos, por lo que necesitan una especie conocida como avispas de higos. Estos insectos transportan su material genético y permiten su reproducción. Por su parte, las avispas no podrían vivir sin los higos, pues depositan sus larvas en el interior de la fruta. Esta relación se conoce como simbiosis o mutualismo. Actualmente, la gran mayoría de los productores de este fruto ya no necesitan el trabajo de las avispas. La mayoría de las variedades de higo de consumo humano son partenogenéticas. Eso significa que siempre dan fruto en ausencia de polinizador.

jueves, 11 de enero de 2024

COSAS QUE ME CUENTAN (4)

 Lo que voy a contar está extraído de una de las clases de la extraordinaria historiadora y brillante divulgadora española EVA TOBALINA. O sea, que esto ocurrió porque está documentado. 

Hoy nos remontaremos al imperio romano. Año 100 a.C. cuando nace Julio César. Sus padres mueren y él, siendo un adolescente, debe esconderse cada noche durmiendo en un lugar distinto porque el emperador Cornelio Sila lo andaba persiguiendo para rebanarle el pescuezo por esas cuestiones dinásticas y de pertenencia a un grupo (los optimates, al cual pertenecía Sila) o a otro (los plebeyos, al cual pertenecía Mario, tío de Julio y subsecuentemente Julio). 

Al final, Julio César, viéndose acorralado, huyó a Asia y allí entabló una buena amistad con un rey de un país asiático. Al morir el emperador Sila y alejado el peligro el joven decide volver a Roma, para empezar su carrera política. Pero en el viaje por el Mediterráneo en dirección a Roma secuestran su nave unos piratas de Cilicia. Corre el año 74 a.C.

El caso es que Julio César se ganó la admiración de los piratas porque parece ser que en esa época se valoraba todo lo culto, no como ahora. Como vieron que el joven aristócrata y príncipe candidato al trono valía su peso en oro, decidieron pedir rescate a Roma y exigieron el pago de 20 talentos, lo cual, por lo visto, era una fortuna. Julio César se enfadó mucho porque afirmó que él valía mucho, muchísimo más. Como podemos ver, el jovencísimo ya iba demostrando su carácter dominante e impetuoso y la alta estima que tenía de sí mismo. Los piratas le hicieron caso y pidieron 50 talentos. Mientras esperaban la llegada del dinero Julio César entretenía a sus captores recitándoles poesías y narraciones fabulosas que tenían a esos salvajes hombres de mar totalmente abducidos. Hasta ordenaba a su esclavo a mandarlos callar si estaban armando jaleo y el quería dormir. 

Un día, con semblante severo les avisó a los piratas que si alguna vez los capturaba, los haría crucificar. Llegó el dinero por fin y soltaron a Julio César en una costa cualquiera (total, todo era imperio romano), quien, de inmediato reclutó galeras y mercenarios y partió raudamente a la caza de los piratas. Les dió alcance, los amarró, los llevó a Roma y allí, tal como había prometido, los crucificó. Antes de eso los estranguló para que no sufrieran ya que, por lo visto, se había encariñado con ellos. 


martes, 9 de enero de 2024

KHALIL GIBRAN

 


EL RIO TIENE MIEDO AL ENTRAR AL OCÉANO 

Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo; mira para atrás todo el recorrido, las cumbres y las montañas, el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos, y ve frente de sí un océano tan grande, que entrar en el sólo puede significar desaparecer para siempre. 

Pero no existe otra manera. 

El río no puede volver. Nadie puede volver. Volver atrás es imposible en la existencia. No hay otra manera, el río no puede volver. El río necesita aceptar su naturaleza y entrar al océano. 

Solamente entrando en el océano se diluirá el miedo.  Porque sólo entonces sabrá el río que no se trata de desaparecer en el océano, sino de convertirse en océano. 

jueves, 4 de enero de 2024

OTRA ABUELA

 


Escultura de Lidia Barujel


OTRA ABUELA por Lidia Barujel


Mi otra abuela, la de Rumania,

reunía en la mesa de los miércoles

a todos los primos, grandes y pequeños,

y no podía faltar ninguno.


Tenía el pelo abundante, largo y muy blanco, 

y lo llevaba en una sublime trenza

alrededor de su cabeza matriarcal.

A nadie mostraba ese pelo suelto sobre la espalda.

A veces yo dormía en su casa y la espiaba 

cuando ella frente al espejo

cepillaba esa hermosa cascada de seda y nube.


Tampoco mostraba su torso desnudo. 

Pero a mi pedido abría su blusa

y yo podía ver (pero no tocar) su centro sísmico,

esa rara impronta geológica,

una cicatriz con forma de río desmadrado

o grieta quebrada,

que le cruzaba el pecho de este a oeste.

Allí mismo, 

en el sitio de esos dos volcanes cercenados,

habían sabido estar los generosos senos

que amamantaron a mi padre.


Ella cerraba su blusa, yo la abrazaba, 

y el mundo giraba de vuelta.