lunes, 20 de abril de 2020

TEOREMA DEL ORTO.

La insigne y benemérita escuela Nuestra Señora del Huerto de Témperley, Argentina, ha dejado en sus egresadas de la promoción 1965 una infinita variedad de sensaciones, recontorneadas y recoloreadas, sin duda, por el largo transcurrir de los milenios posteriores.
 Las ex-alumnas exhiben hoy en día, un amplio y, a veces, contradictorio, abanico de opiniones y recuerdos sobre las monjas, las profesoras y las compañeras de estudio y lo que más llama la atención es de qué manera tan diferente han quedado impresas esas vivencias; por no hablar de los agujeros negros en la memoria de unas,  o nítidos recuerdos en la memoria de otras, de hechos ocurridos en la misma época y con las mismas personas.
Yo me incluyo entre las amnésicas y no creo que sea por las drogas y el alcohol que pudieron haber hecho estragos en mis neuronas posteriormente, sino que desde pequeña he sido la antítesis de FUNES, EL MEMORIOSO.
Nuestra noble institución ha sido también rebautizada de su nombre original en latín ORTUS CONCLUSUS  a ORTO INCONCLUSO, sin querer por ello aludir, de ninguna manera, a la circunstancia, aleatoria y pasajera, de la cualidad de vírgenes de nuestras queridas monjas. Ateniéndonos estrictamente a ese origen semántico, en asamblea general constituyente, decidimos ser, de ahora en adelante, LAS CHICAS DEL ORTO.
En esas dilatadas y caóticas conversaciones de piantadas nos hallábamos, cuando una pandemia nos pilló desprevenidas. ¡Una pandemia! Suena a maldición bíblica (seguro que nos la mandaron las monjas del orto porque habíamos agotado las amonestaciones). A eso de la quinta semana de confinamiento por cuarentena por Covid-19, nuestras energías van destinadas principalmente a la cercana y diaria observación de la curva de nuevos contagiados, ya que, lógicamente, nuestra futura libertad depende de esos datos estadísticos.
Como somos personas resolutivas, hemos decidido rebautizar también esos datos que nos brinda la pequeña pantalla, en nuestro particular TEOREMA DEL ORTO. La artífice de este prodigio matemático  ha sido la marquesa de los pies a la cabeza, (Grace para los íntimos),
con la inestimable colaboración intelectual de la torda cardiologista (Elvirita para los íntimos).
A la marquesa le ha sido otorgado dicho título nobiliario por su natural elegancia y su boda ventajosa con un marqués al que sacó de la ruina económica.


Y la torda, por otra parte, ha obtenido el título en dudosas circunstancias, aunque en la práctica ha desarrollado una carrera meteórica con la tapadera de su marido, obviamente de la misma profesión.

Pero a lo que íbamos: el teorema del orto, representado gráficamente en un eje cartesiano ortogonal nos indica que cuánto más se achata la curva de marras, menos chota es la situación de la enfermedad. O sea, son inversamente proporcionales: más achatada menos achotada. La palabra "chota", aunque no figure en la Real Academia de la Lengua, se podría definir como "algo jodido, peligroso o tóxico" y no tiene nada que ver con sus homófonos "tacho" (recipiente) o "tocha" (grande).
Llegado el anhelado momento de una curva nada chota y sumamente achatada (signo inequívoco de finalización de la peor parte de la pandemia), no estaría de más homenajearnos con un dulcísimo horchata de chufa, típica bebida valenciana donde las haya, que ahuyenta la mufa y rima con chata.
Sabedoras de que carece de alcohol y, conociendo el paño y la tendencias etílicas de algunas niñas del orto, dejaremos al alcance de quien lo desee, algunas otras opciones espirituosas más apropiadas para inducir carcajadas (y a veces, vómitos).
Sin más nada que agregar, esperemos la chatura total para poder agarrarnos un buen pedal.
SALUDOS A TODAS.

miércoles, 1 de abril de 2020

FILÓSOFOS Y CORONAVIRUS

FILÓSOFOS/CORONAVIRUS

PLATON
Quédense en la caverna ¡Por Dios!

FRIEDRICH NIETZCHE
Quédese en casa, por más difícil que sea para usted soportar su propia presencia.

RENÉ DESCARTES
Habito, luego existo.

HEGEL
Tesis: Me quede en casa
Antítesis: Me quede en casa.
Sintesis: Me quede en casa (soy un filósofo, actuó de modo inteligente)

HERÁCLITO
No se coge dos veces el mismo virus, la segunda vez el virus y usted ya son otros.

JEAN JACQUES ROUSSEAU
El hombre es bueno por naturaleza, pero el virus lo corrompe.

ARISTÓTELES
El virus solo está cumpliendo su papel en el cosmos al infectar los cuerpos

SAN AGUSTÍN:
La medida de amar es amar desde lejos.

SAN FRANCISCO DE ASSIS
Que donde haya virus, yo lleve alcohol en gel.

PROTÁGORAS
El virus es la medida de todas las cosas.

HANNAH ARENDT
Para el virus, matar es una tarea banal y cotidiana.

EMMANUEL KANT
Dos cosas me llenan el alma de creciente admiración y respeto, cuanto más intensa y frecuentemente el pensamiento se ocupa de ellas: El cielo estrellado allá afuera y yo aquí adentro.

SIGMUND FREUD
El virus deja fluir sus pulsiones reproductivas porque no ha sido reprimido sexualmente en su infancia por la civilización.

LUDWIG WITTGENSTEIN
Aquello que no se puede contraer, no se puede transmitir.

JACQUES DERRIDA
El objetivo de todo virus debe ser la deconstrucción del cuerpo infectado.

ZYGMUNT BAUMAN
La mayor evidencia de la sociedad liquida es su dependencia del alcohol.

VILÉM FLUSSER
El ADN del virus no puede ser decodificado porque la escritura ¡Se acabó!

MICHEL FOUCAULT
Esos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, son lo que podemos llamar virus.

WALTER BENJAMIN
La reproducción excesiva y sin frenos del virus trae como consecuencia la pérdida de su aura de sacralidad.

SIMONE DE BEAUVOIR
No se nace infectado, se llega a serlo.

JEAN PAUL SARTRE
No corrijo nada, el infierno son los otros.

KARL MARX
Trabajadores del mundo separaos.
CRISTO
Amaos los unos a los otros, quedándoos lejos los unos de los otros.

OLAVO DE CARVALHO
El virus es un idiota, yo soy un idiota. La verdad no sé siquiera que estoy haciendo en esta lista, nunca fui un filósofo.

JUDITH BUTLER
El hecho de que esta lista este compuesta en un 95 % por hombres, revela como la historia de la humanidad es la historia de la dominación patriarcal, los hombres son el verdadero virus
                             ROBERTO VALERO.

MI QUERIDA PALANGANA.

Había una vez un ganso ampurdanés que, quién sabe por qué, aterrizó en nuestro jardín un día lluvioso de verano hace ya un par de años y, por lo visto, decidió establecerse aquí mismo. Ésta es la primera foto que saqué de él (o ella), cuando abrí el portón de mi casa y lo vi. Me atrajo de inmediato el hecho de que ese hermoso pato blanco apareciera de la nada y me llenó de curiosidad y deseos de que no se fuera.
De a poco, fuimos aprendiendo a alimentarlo con cereales variados aunque lo que le deliraba era la lechuga. Le fabricamos una lagunita monísima, rodeada de troncos y geranios y de ahí no se movió más en varios meses. Pero no nos acercábamos porque no le gustaba. 
Se convirtió en la atracción de todas las personas que venían a casa: el contraste entre su plumaje siempre impecable y el entorno verde con todas sus tonalidades era un placer estético renovado. 
Una vez se asustó con la maquinaria del jardinero y salió volando. "Bueno", pensé, "es su vida". El jardinero siempre demostró una gran falta de sensibilidad a este bello animal y por eso, entre otras cosas, se quedó sin trabajo en nuestra casa.
Pero hete aquí que nuestro ganso de marras al día siguiente apareció en la piscina del vecino, graznando, custodiado por la atenta mirada de un pastor alemán, cuyas intenciones parecían oscuras en ese mudo diálogo interespecies.
Lo acarreamos suavemente de vuelta a casa con una varita y, enseguida, se metió en su preciosa agua.

Nos alegró que volviera porque ya nos habíamos encariñado con él y abandonamos la idea de asarlo al horno por completo.  Además, no había que llevarlo al veterinario, ni vacunarlo, ni identificarlo.
Era un bicho cómodo, lo cual no es un dato menor.  Sólo daba trabajo limpiarle seguido su lagunita porque parecía que a él le gustaba llena de hojas y comida rebujada. 
Seguíamos sin acercarnos mucho porque expresaba inequívocamente su malestar.
Pero hete aquí que unos meses más tarde, fue él quien se aproximó a nosotros. De a poco, fue tomando confianza y hasta llegó a dormir su siesta a los pies de quien estuviera leyendo en el porche.
El colmo de la confianza fue cuando entró al salón, metiéndose entre los flecos de la cortina antimosquitos. Confianzudo, diríamos en Argentina. 
Todo bien, salvo que cagaba por doquier y continuamente había que andar baldeando,  pasando la fregona y, aunque protestábamos a veces, seguía siendo, para nosotros, un noble animal de compañía. Pensábamos que ya estaba domesticado.
Unos meses más tarde, su comportamiento fue cambiando y se tornó irritable, territorial y protestón. Cuando una persona pasaba, aunque no fuera cerca, arremetía con el cuello estirado, mostrando sus dientecitos a la vez que emitía un sonido sibilante y sacaba la lengua. Ya no se acercaba a la casa y vivía pendiente de una palangana de metal plateada de la que continuamente volcaba el agua y se paraba en el borde poniéndola en posición vertical, con la parte cóncava contra su pechuga. Le llenábamos la palangana para que no le faltara agua fresca para beber y, al instante, la volcaba. Otras veces se metía dentro de ella y se quedaba allí un rato. Ese recipiente era su obsesión. Tratándose de un animal salvaje, buscarle una explicación a ese comportamiento es una tarea ardua, inútil y seguramente alejada totalmente de su realidad gansística. Era un animal atribulado:  pero, ¿cómo ponerse en el cerebro de un ganso?
....................................................................................
Estos animales altos con plumas variadas y que viven bajo techo no entienden nada.
Un tiempo largo intenté entablar relaciones de vecindad con ellos pero, por lo visto, manejamos diferentes códigos.
Mis obsequios intestinales parecían contrariarlos y eso que mis regalos eran frecuentes y abundantes. Pero nada. No los valoraban. Son seres incomprensibles, como de otro planeta.
No me quejo. Después de todo me dan de comer y me limpian el estanque a cada momento. Son bastante maniáticos con eso.  Aunque yo pienso: ¿qué menos? Sin mi presencia este jardín carecería de encanto... sería uno más. Todo parecía haber llegado a un equilibrio, a una convivencia armónica pero de pronto algo cambió y ya no somos más amigos.
Todo empezó hace corto tiempo cuando tuve una experiencia maravillosa: vi, en el fondo de una reluciente lagunita plateada, una hermosa criatura.
Blanquísima, más o menos de mi misma edad y estatura y al instante me enamoré. ¡Qué bella joven! Con ella sí me emparejaría yo. Decidido a conquistarla ensayé diversas estrategias de acercamiento hasta ahora sin éxito.
Lo que me parece es que es un poco voluble porque aparece y desaparece como por ensalmo. La veo nítidamente y apenas acerco una pata comienza a desdibujarse hasta que se me pierde en el fondo.
He intentado trasladarla para que no se asuste pero ella va y viene cuando le da la gana. Me pone muy nervioso no poder asirla, tenerla, poseerla y a veces hasta pierdo la serenidad con tanta incertidumbre. Intento abrazarla y la acerco a mi pechuga con deleite y ternura.
Pero justo allí la pierdo de vista de manera inexplicable.
Pasa el tiempo y mis infructuosos esfuerzos me van desanimando. Hasta me han cambiado el carácter. Por eso la cuido y la protejo y me llena de indignación cuando los animales altos de plumaje variado se acercan e intentan agarrar la lagunita plateada donde ella vive. ¿Por qué estos tipos me hacen eso? No entienden nada y no hacen más que echarle más y más agua a la lagunita, cuando cualquiera comprendería que más agua no le hace falta, porque la desdibuja. Me ponen histérico. ¿Quién puede ponerse en el cerebro de estos seres tan extraños? Lo más seguro es que ella se aleja porque los ve venir con semejante manguera. Yo no cejaré en mi empeño, aunque a veces parezca que se derrama y se pierde en el verde rutilante del césped.
Diosa hermosa, áurea, blanca, alba y vaporosa, no eres un reflejo ni una alucinación y ya verás como al final serás mía...


AL ESPEJO. 
Jorge Luis Borges.

¿Por qué persistes, incesante espejo? 
¿Por qué duplicas, misterioso hermano,
el menor movimiento de mi mano?
¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?
Eres el otro yo del que habla el griego 
y acechado desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.
El hecho de no verte y de saberte
te agrega horror, cosa de magia que osas
multiplicar la cifra de las cosas
qué somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro...