jueves, 29 de diciembre de 2022

CÁDIZ

 


JUAN GARCÍA LARRONDO

Bajo estos temporales se transformaron en espuma y en arena nuestras huellas. Mi asombrada juventud, los juegos de mis canes, los baños de luna y los amores imposibles que conmigo naufragaron o se me evaporaron en las nubes. Vendrán otras lágrimas y nuevas aventuras a aparearse con las olas. Llegará otra adolescencia y un mañana en el que ya nadie recordará nuestros pasos en la playa. Eso es ley que a todos nos gobierna y nos iguala. Pero esta tarde de diciembre, compañera, hermana, madre, mi tierra, mi ángel, mi memoria... Esta tarde atlántica, el vendaval ha parado el tiempo y, por un instante, regresaste de la eternidad e inundaste con tu luz las orillas de mi infancia. Sigues siendo azul y mitad del mundo. Te he reconocido entre las algas y en el perfume salino del cielo. Rosa del mar y lazarilla de mi alma. No temas. Duerme de nuevo. Estamos cerca y yo ya estoy volviendo a casa.


#ArritmiasYLeyendas de un golfo de Cádiz. (2019)

miércoles, 28 de diciembre de 2022

NATIVIDAD

 


NAVIDAD por Regina Roldán Mariani. 

Soy de las que no tiene un muy buen recuerdo de las fiestas. Mis fiestas fueron solitarias. Descreo de las salidas en grupo, creo más en lo que aflora en una charla de a dos.

Hoy les voy a hablar de una navidad, de un nacimiento más bien, que no sucedió en diciembre, sino en febrero.

Estuve angustiada e histérica todo el embarazo. (La historia ésa, ya no tiene sentido). Grité. Lloré mucho. Pero al momento de su nacimiento estaba nerviosa y calma a la vez, porque ya nos conocíamos.

La obstetra me dijo, prolapso de cordón, ahora no se jode. Y pujé como pude. Ambas estábamos quietas y en silencio. Yo seguí acostada, no reaccionaba. Pero la miraba. La médica la sostenía de los pies, estaba algo azulada. No lloró. 

Iba al golpearla, cuando le vio sus dos ojos grandes observando. Me la acercó. Yo no la tomé, la indagaba con la mirada. "Qué no se te caiga" Y la colocó a mi lado. Entonces, la olí, la indagué de reojo. Dicen que los bebés ven sombras. Pero me topé con su silencio, con su mirada hacia mi, también de reojo. 

Cuentan que esa fue la mejor Navidad que tuve...

sábado, 17 de diciembre de 2022

LIBROS PROHIBIDOS

"Tras doce años de obras y 120 millones de dólares, en octubre del año 2002 se inauguró, con fastos espectaculares, la nueva Biblioteca de Alejandría, en el mismo enclave donde un día estuvo su antepasada. El edificio representa el astro del saber iluminando el mundo; alberga una inmensa sala de lectura articulada en siete pisos con un único techo formado por miles de paneles de colores que regulan la luz solar durante el día. El presidente de Egipto y alrededor de tres mil dignatarios de todo el mundo asistiron a la ceremonia. Los discursos proclamaron con el oportuno énfasis, que era un momento de orgullo para la población egipcia; que renacía el antiguo espacio de diálogo; entendimiento y racionalidad; que desde allí se daría alas al espíritu crítico. Y se certificó la resurrección de las glorias pasadas. Pero los fantasmas de la intransigencia, obstinados, acudieron a la cita. El reportero de la BBC que cubrió las celebraciones buscó entre los recién estrenados anaqueles libros del escritor egipcio NAGUIB MAHFOUZ, prohibido por las autoridades religiosas del país. No encontró ninguno. Un alto responsable, preguntado por su ausencia, respondió: "los libros difíciles se irán adquiriendo lentamente". El sueño loco de aquel joven macedonio prosigue su interminable batalla con los viejos prejuicios".

Fragmento del libro EL INFINITO EN UN JUNCO de Irene Vallejo. 

jueves, 15 de diciembre de 2022

FACUNDO CABRAL

 

Decía Facundo Cabral: "La vida no te quita cosas: te libera de cosas… te alivia para que vueles más alto, para que alcances la plenitud. De la cuna a la tumba es una escuela; por eso, lo que llamas problemas, son lecciones. No perdiste a nadie: El que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además, lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón. No hay muerte… hay mudanza. Y del otro lado te espera gente maravillosa: Gandhi, Miguel Ángel, Whitman, San Agustín, la Madre Teresa, tu abuelo y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas y nos aleja, porque nos hace desconfiados. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Perusa, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileños, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y las poesías de Whitman; la música de Mahler, Mozart, Chopin, Beethoven; las pinturas de Caravaggio, Rembrandt, Velázquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas. •Y si tienes cáncer o sida, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas: si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto (tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas)… y si le ganas, serás más humilde, más agradecido… por lo tanto, fácilmente feliz, libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente, como debe ser. •No estás deprimido, estás desocupado. Ayuda al niño que te necesita, ese niño que será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar de la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medida. Ama hasta convertirte en lo amado; más aún, hasta convertirte en el mismísimo Amor. Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas. •El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que alimentan a la vida. Vale la pena, ¿verdad?. “Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones por las cuales sonreír” 💖

martes, 13 de diciembre de 2022

MAGOS

 Un cuento de Roldán Mariani , Regina Leticia

Lena era más grande que Azul, tenía cabellos largos, y enrulados; y no tenía prisa.

Era luminosa, le gustaban los misterios.

Azul era serena, y brillante, le gustaban la magia y los magos. Ambas perseguían gordos conejos blancos en el fondo de la casa.

Y eran preguntonas, cómo todos lo fuimos alguna vez.

"Mamá ¿quién enciende las luces de la calle?"

–"Un pequeño hombrecito" –le decía yo.

Abría su boca asombrada. Tenía cuatro años.

"La magia no existe", me decía yo. Sin embargo, le compraba esos juegos de magia que no sirven para nada.

"¡Mamá, falta Pili, el conejo manchado!"

–"¡Magia!"–le decía. Sin contarle que había hecho la abuela para la última cena.

Lo cierto es que yo le dije lo del hombrecito, y me olvidé, hasta que me llamó la maestra.

 "Azul no está bien", me dijo, "habla de hombrecitos en las luces".

Yo me quedé callada. Y de regreso le conté a Azul que eso era sólo un chiste. Ella lloró un montón. Estaba enojada,  desilusionada...

"La magia es creer en lo que no se cree", me había dicho el mago, pero yo no creía en él, ni en la magia.

Por eso el mago que era como el viento, me dejó.

Regina Roldán Mariani

viernes, 9 de diciembre de 2022

CARLA

 

Déjame soñar, déjame imaginar. Ya estoy vieja. A esta edad es más fácil fantasear y armar coincidencias echando mano de viejos recuerdos apilados a través de los años, ecos de historias pasadas. Déjame fabular...

Él ya llegó luego de un largo vuelo intercontinental. Su mujer lo esperaba. Son las 4 de la madrugada. Se fue a duchar y luego cayó rendido en la cama. Ella se desveló y empezó a desarmar la maleta: allí venía un montón de ropa linda, nueva y de buen precio comprada en el otro país. Con sorpresa y alegría sacaba cosas y más cosas que eran más que simples cosas: eran vehículos de amor, de interés por la otra persona. 

Desenvolvió ese libro dedicado a ella y lo empezó a hojear. Mas cosas llevaba esa valija: la pintura de pequeño formato de la inolvidable Bombi bull dog francés, la tablet, las zapatillas de colores. Todo salía de esa galera mágica entre sonrisas y revuelo como regalo anticipado de Navidad. Del entusiasmo de tanta novedad, ella se desveló y se recostó al lado de él, ignorando sus ronquidos, haciendo a un lado los papeles de envolver de los regalos. Estaba tan contenta. Todo había sido tan positivo. 

Nada de esto parecía real después de tantos meses malísimos con la pandemia. Un nuevo proyecto les sonreía desde el viejo continente, que no por decadente resultaba menos atractivo. Al igual que otros hitos en la vida de una persona, ese momento se paladeaba más que la propia materialización. Como decía Punset: "la felicidad está en la sala de espera de la felicidad". Y entonces, soñando e imaginando, Carla se quedó dormida. 



jueves, 8 de diciembre de 2022

MEDICINA

 Recordando a César Bruto. (Carlos Warnes, 1905-1984)


Medicina con Mayúscula

"Las partes más famosas del cuerpo humano han sido: 

El abdomen es la parte situada entre el tórax y la pelvis, de gran utilidad para guardar un montón de órganos que no podrían estar en otro sitio. 

De la parte de afuera, lo más interesante que tiene el abdomen es el ombligo, que lleva siempre una persona alrededor. 

Eso sin despreciar los ya mencionados tórax y la simpática pelvis, sobre todo cuando la vemos en determinados cuerpos femeninos.

Hemos avanzado mucho en esta materia y dentro de poco estaremos en condiciones de obtener la estructura genética de una buena persona. 

Todavía no se sabe seguro cuándo ocurrirá, pero será sin duda antes que hayamos definido qué es una buena persona.

No sólo la ingeniería genética ha progresado. También los trasplantes, aunque los especialistas aún no han sido capaces de hacer de tripas corazón.  Los cardíacos no son gente de buen corazón y éste es un órgano que cuando suena, para toda la orquesta. Observemos que el corazón trabaja mientras la vesícula se la pasa haciendo cálculos. Pero no se preocupen por el corazón, les va a durar toda la vida.

Sabemos que el hombre que tiene corazón de oro, músculos de acero, voluntad de hierro y pies de plomo, puede especializarse en mineralogía, y al de cabeza de chorlito, cara de perro, vista de lince y estómago de avestruz, le va a resultar conveniente dedicarse a la zoología.

No es fácil saber mucho sobre medicina, más aún considerando la cantidad de órganos que hay pero nos consta que el que pierde el ojo derecho tiene la mirada siniestra, que los especialistas en enfermedades nerviosas no tienen pacientes, que los dermatólogos van derecho al grano y que si el cerebro fuera tan simple para comprenderlo, nosotros seríamos tan simples que no nos podríamos comprender.

Sin embargo, los no iniciados en el arte de Hipócrates, algo hemos avanzado. No ignoramos que una hemiplejia es grave, según del lado que se la mire y que el lugar más seguro para encontrar una mano que nos ayude, es en el extremo de uno de nuestros brazos. 

Siempre nos quedan algunas dudas, por ejemplo: 

¿Cómo harán los médicos chinos para diagnosticar la ictericia?...

¿Cómo se presenta la palidez en los enfermos africanos?...

En los últimos tiempos hemos aprendido varias cosas: Las várices son venas que se quieren hacer ver, que la vejez es mejor que estar muerto y que la definición de enfermo terminal puede provenir de terminar mal.

Además, un descubrimiento trascendente: todo aquello que el médico no consigue curar se llama virus, que viene a ser el hijo del matrimonio formado por un microbio y la nada.

En definitiva, la vida es dura... y no dura. Viene a ser una sucesión de agujeros. El último, con tapa. Vivamos todos los días como si fuera el último, alguna vez lo será..."

César Bruto.-

martes, 22 de noviembre de 2022

LA MUERTE Y LA NIÑA

 Cuento corto de Mónica Bardi


La niña estaba muy enferma y hacía rato que guardaba cama. Como mucho se aburría la mayor parte del tiempo leía. Los libros la ayudaban a viajar, a soñar e imaginar un amor pasional al que nunca llegaría. Lo que más lamentaba de estar enferma era no poder ir a trotar a la vera del río Majaceite en los espléndidos días del verano. Recordaba con nostalgia los recodos desbordantes de cascadas con agua inquieta y refrescante, la fila interminable de higueras y su piadosa sombra. Recordaba con nostalgia la rutina de ir al cole y ver a su chico preferido en las horas del recreo.  Muchas cosas añoraba pero no dejaba que la tristeza se notara porque no quería angustiar más a su mamá. Las dos sabían que aquélla enfermedad era el final de su corta vida, pero ninguna hablaba de eso. Para consolarse se sumergía en las mil batallas de intrépidos aventureros milenarios y de la mano de Heródoto y Homero volaba por esas tierras y tiempos remotos donde los dioses se disfrazaban para hablar con los humanos y no al revés, como el cura de la iglesia.

Así que leía y leía; y al igual que a don Quijote las cosas del pasado la fueron atrapando más y más mientras se le agigantaba la imaginación. Su recién descubierto personaje del mundo antiguo era Hipatia, la gran científica y filósofa egipcia que vivió en Alejandría, faro cultural de la época y poseedora de una biblioteca única en el mundo, cargada hasta los topes de rollos de papiro. Vio la maravillosa película de Amenábar sobre la vida de Hipatia y cuanto más entraba en detalles, más la admiraba. Se sugestionaba soñando despierta o dormida, que ella era la gran Hipatia caminando con sus discípulos  entre esas columnas mudas de reverencia y respeto. Una mujer lúcida, culta y profundamente reflexiva que tuvo el apoyo familiar y el valor inmenso para sobresalir como la cresta de una ola, en un mundo destinado a los hombres. 

Y hablando de mujeres, por fin vino La Muerte a charlar un ratito y luego a llevársela de la mano. Era alta y flaca; se vestía con sencillez y con calzado cómodo porque siempre tenía mucho trabajo. Se sentó en la cama y le dijo con amabilidad: "¿Qué tal? ¿Estás preparada?"

"Si" contestó la niña "pero antes te querría pedir un favor". 

"Te escucho". Replicó la Muerte, que tenía mucha paciencia.

"¿Recuerdas a Hipatia?"

"Claro. Un mujer excepcional de la escuela neoplatónica. ¿Cómo olvidarla? Vivió en la época del imperio romano. Tuvo una muerte horrible que no voy a detallarte, a manos de los cristianos. Yo me la llevé lo más rápido que pude. No me gusta ver sufrir tanto a la gente". 

"¿Tú no podrías cambiar su destino y volverla a su tiempo para que viva hasta viejita y logre grandes cosas?"

"No, niña, así no funciona este tema".

"¿Pero no puedes cambiar la vida de alguien por la de otra persona?"

"Bueno, teóricamente se puede pero jamás lo he hecho. Es complicado, me pueden denunciar por tráfico de influencias". 

"Te lo pido por favor... era una mujer extraordinaria. No merecía ese triste  destino siendo tan joven e inteligente".

"¡Pero, niña, si de eso está el mundo lleno!".

Si, pero de Hipatias no", replicó muy seria y convencida.

"A ver, espera, no me distraigas que me ha llegado un WhatsApp"

Cavilando se quedó la Muerte mirando a su móvil. Los minutos pasaban y seguía pensativa... mientras la niña la observaba expectante y llena de esperanza en sus enormes ojos redondos. 

"Quizás pueda complacerte... ¡Qué curioso! Pocas veces puedo innovar y esta es una gran oportunidad. Se aprobó la ley de la eutanasia. Podríamos cambiar a Hipatia por alguien a quien todavía no le toca, pero ya pidió una cita conmigo".

Loca de alegría saltó la niña de la cama muy exaltada. Casi se arranca el suero por plantarle un sonoro beso en la mejilla a La Muerte, que sonreía satisfecha. 

"Bueno, ¿nos vamos?" finalmente dijo.

"Si, ya estoy lista. Y muchas gracias".

En ese mismo instante, en el siglo IV d.C. Hipatia corrió y corrió, como si sus pies tuvieran alas, huyendo de los cristianos, mientras iba perdiendo papiros por el camino a los que llevaba abrazados como si fueran niños. Se escondió en un recodo de las catacumbas de Kom el Shukafa. Así pudo salvarse. Logró escapar de esos salvajes monoteístas y tuvo una larga y fructífera vida en la que cambió los paradigmas de su época, escribiendo un capítulo diferente en la historia de la ciencia. 


sábado, 19 de noviembre de 2022

BIDET. USOS.

 

EL USO DEL BIDET (nunca está demás volverlo a leer para reír un rato).

En un chat multitudinario con amigos surgió un tema interesante: 

¿Cómo usas el bidet? No "para qué", eso es sabido; sino, ¿cómo te sentás?

La mayoría lo usábamos igual, sentados de espaldas a la pared, manejando las canillas al tacto; pero uno viene con una teoría irrefutable: 

"El bidet debe usarse de frente a la pared porque el cosito por el que sale el agua te queda justo en el hoyo, podes ver las canillas, la jabonera y la toalla".

Tiene lógica, pienso. Cuando me toque, voy a probar.

A la mañana siguiente, me tomo mi café... efecto instantáneo.

Abrigadito con mi bata me juego un jueguito en el celu mientras hago lo que tengo que hacer en el inodoro. Termino. Hora del buche. Me acuclillo apenas y pivoteo en un pie dando medio giro, casi como en una coreografía de Ginger Rogers; y estaciono en una maniobra sobre el bidet, de frente a la pared. ¡Genial! Puedo acceder a las canillas, mezclo la caliente con la fría hasta lograr la tibieza justa, manejo la presión con la del medio, llego al jabón, toalla, todo. Impecable.

Este amigo tenía razón, y me introdujo a un mundo un tanto adictivo... me saco la bata, salto a la ducha y me voy a la oficina, que ya llego tarde por la bideteada.

En la ofi, todo bien. A la hora del almuerzo se me da por innovar, y pido un delivery de comida china: cerdo con hongos y brotes de bambú.  Muy rico, pero el efecto es más instantáneo que el de mi café mañanero.

Voy al baño de empleados apretando los cantos: están todos los boxes ocupados. ¡Me cagooo!Los jefes se fueron a comer afuera, y la conchuda de su secretaria está almorzando en el comedor... así que me cuelo subrepticiamente en el baño de gerencia.

Comida china: pica cuando entra, pica cuando sale. Mientras tanto examino el baño: qué guachos estos jefes! En el baño de empleados nos ponen un papel higiénico con el que te podés limar las uñas mientras cagás, pero acá tienen uno suavecito, toallas de tela, Glade Toque, jabón-jabón, no ese detergente líquido de apretar un botón pringoso, revistas en un canasto y hasta una cestita con popurrí de canela, jazmín y pétalos de rosas sobre la mochila del inodoro.

Termino. Voy al bidet. Hago la misma maniobra que a la mañana en casa:

pivoteo sobre un pie... medio giro... y me olvido que tengo los pantalones y calzón en los tobillos que hacen tope contra la base del bidet. Error.

La frenada textil me arroja de cara contra la pared, reboto, me deslizo hacia abajo y quedo enganchado en la punta de la taza del bidet con los huevos. Mi quejido se hace agudo, finito. Por suerte no me partí los labios contra los azulejos, sólo me sangra la nariz, y me mancha la camisa blanca que anoche me planché con Klaro.

Con una mano arranco un poco de papel higiénico, hago rollitos y me tapono los dos agujeros de la nariz: no sé cuál es el que sangra.

Mientras tanto trato de avanzar sobre el bidet, de frente a la pared, hasta descomprimir los huevos, pero quedo casi arrodillado sobre el piso porque los pantalones me siguen frenando contra la base. Abro la caliente, y un chorro hirviendo me carboniza la chota, que quedó justo arriba del cosito del agua. Me corro un poco más hacia la pared, y ahora me quemo los huevos: depilación con lanzallamas. Asomo el hoyo, abro la fría, y la presión aumenta. Es como una hidrolavadora echándome lava adentro del ojete. Quiero bajar la presión con la canilla del medio, pero de frente la canilla es al revés: la fuerza aumenta, y siento que me levanta del piso. Me paro como puedo, trastabillo hacia atrás y caigo de nuca contra la otra pared.


Así me encontró la secretaria, después de que el de mantenimiento pudo forzar la puerta: desmayado boca arriba, un poco cagado, con la chota al aire, los huevos colorados como dos remolachas, la camisa manchada de sangre, papel higiénico medio disuelto en la nariz y el chorro del bidet a todo lo que da, arrancando la pintura del techo. Ah... y el regalito en el inodoro, porque no llegué a apretar el botón.

Tuve que pagar los arreglos. A los del piso de arriba les apareció humedad en los zócalos. A los de abajo, en las paredes. Pagué la pintura, el pintor, repuse las revistas empapadas, el papel higiénico carísimo y hasta el jabón que se disolvió con la lluvia bidetera. Pero me hice el boludo con el popurrí: ese, que lo compren ellos.


Consejos útiles a la hora del bidet.

* Confiá sólo en el bidet de tu casa. Él es tu mejor amigo, y le conocés la temperatura, la presión y la dirección de giro de las canillas.

* Un bidet ajeno es más difícil de manejar que una excavadora.

* Ese bidet ajeno tendrá la velocidad de una Ferrari: irá de cero a cien (grados) en cuatro segundos, carbonizándote el hoyo.

* El manejo óptimo de los controles del bidet implica conocimientos de hidráulica y termodinámica mediante una ecuación que incluye: presión de 0 a 100%, temperatura A, temperatura B, geolocalización del culo, índice de sanidad y nivel de ruido.

* Cuando manejes todas esas variables, te tocará un bidet con monocomando.

* Manejarás ese monocomando como un joystick endemoniado que te levantará del piso. Antes practicá con un jet-ski.

* Por último, y el más importante: con los lompas bajos, el bidet se usa de espaldas a la pared. Y no confíes en tus amigos. Innovar hace mal.


Dulces sueños.

AVANTI! AVANTI con una sonrisa siempre.

jueves, 17 de noviembre de 2022

GAUCHO

 


"Muchas cosas pierde el hombre que a veces las vuelve a hallar; 

pero les debo enseñar, 

y es bueno que lo recuerden: 

Si la vergüenza se pierde, 

jamás se vuelve a encontrar".

José Hernandez creó su obra magna, el Martin Fierro, tomando aspectos de la vida del General Angel Vicente Peñaloza Riberos (1799-1863) "El Chacho" en reivindicación de la figura del gaucho federal argentino, el dilema de civilización o barbarie no es sino la expresión de esos “dos países” que caracterizará Juan Bautista Alberdi en “Pequeños y Grandes Hombres del Plata”, que retrasará crudamente José Hernández en “Vida del Chacho”, y que el mismo autor inmortalizara y universalizara, en términos poéticos, a través del “Martín Fierro”.

¿Civilización, o barbarie? Terminado de firmar el tratado de Las Banderitas –relata Hernández, mostrando y demostrando el verdadero carácter e intención de los “bárbaros” y de los “civilizados”-, el general Peñaloza, dirigiéndose a los coroneles de Mitre -Sandes, Arredondo y Rivas-, les dice:

– “Es natural que habiendo terminado la lucha por el convenio que acaba de firmarse, nos devolvamos recíprocamente los prisioneros tomados en los diferentes encuentros que hemos tenido; por mi parte yo voy a llenar inmediatamente este deber”.

La propuesta de Peñaloza obtuvo por respuesta de los civilizadores un sepulcral silencio.

Después de entregar sano y salvos los prisioneros que estaban a su cargo, Peñaloza insistió:

– “Y bien, ¿dónde están los míos?… ¿Será verdad que todos han sido fusilados?… ¿Cómo es, entonces, que yo soy el bandido, el salteador, y ustedes los hombres de orden y de principios?”.

Otro tanto denunciaba Hernández en 1872 en el “Martín Fierro”, ya en plena presidencia de Sarmiento, a quien había apoyado en su carrera hacia la Presidencia contra el candidato del mitrismo, (paradojas de la vida política Argentina) Aunque insuficientes para ocultar el fondo de la cuestión, que seguía estando en juego entre dos modelos de país representado por porteños y provincianos, y no por la falsa dicotomía entre “civilización o barbarie”. Así denunciaba Hernández, con versos inmortales en la antítesis del libro paradigmático que denigra al gaucho, lo mismo que antes había cuestionado en prosa en sus artículos periodísticos, y que sostendría como político y en otras patriadas, provisto de la crítica de las armas:

“Estaba el gaucho en su pago / con toda seguridá, / pero aura… ¡barbaridad!, / la cosa anda tan fruncida, / que gasta el pobre la vida / en juir de la autoridad”… “El gaucho que llaman vago / no puede tener querencia, / y ansí de estrago en estrago / vive llorando ausencia”… “Él anda siempre juyendo, / siempre pobre y perseguido, / no tiene cueva ni nido, / como si juera maldito; / porque el ser gaucho… ¡barajo! / el ser gaucho es un delito”.

Feliz día de la Tradición 🇦🇷

domingo, 13 de noviembre de 2022

GATAS Y PERRA

 UNA HISTORIA REAL por Mónica Bardi

Con todo cariño y cuidados criamos a nuestra gata Mimi hasta llevarla a adulta. Era la reina del vecindario. Pensamos que si se acostumbraba a estar dentro de la casa no iba a desarrollar tanto hábito de salir a callejear. Pensamos que si dormía en una cunita con nosotros no la iba a tentar la noche. Le dábamos su comida de gatos pero también un poquito de mortadela que le encantaba. 

Todo iba bien como una niña bien. Pero un día nos tuvimos que hacer cargo de una perra amorosa llamada Chela por un par de meses. Se fueron acostumbrando la una a la otra. Pero Mimi, que sabe hablar, presentó sus quejas por escrito y por audio. Le explicamos que había que aguantar porque de eso se trata la solidaridad. Y lo entendió, aparentemente. 

Un día decidimos castrarla, por consejo veterinario, cuando vimos que la merodeaba un novio gordito y amarillo bien educado con el que jugaba a juegos eróticos. No nos íbamos a arriesgar a que se fuera de fiesta por una cuestión hormonal y nos llenara de nietos maullando. Muchos días después vino Mimi del jardín, como siempre, vió su mortadela y la ignoró. Luego salió por la puerta y nunca más volvió. Como  nunca. No sabemos si emigró, si la secuestraron o si eligió otro hogar. Nunca nos escribió... ni un mísero WhatsApp.  Entretanto, la perrita Chela volvió a su dueña. Estamos seguros que Mimi no pudo aceptar el compartir la casa donde había vivido como monoteísta absoluta, con una competidora canina, encima femenina. 

Días más tarde, apareció en el jardín la gata Tita, muy arisca y desconfiada. No podíamos ni acercarnos. El agua y la comida se la dejábamos lejos de nosotros pero a su alcance. De a poco se fue acercando y entrando a investigar los rincones de la casa aunque se sobresaltaba con facilidad y huía asustada. Era territorial al máximo: nada de gatos cerca y tenía una mala costumbre: le gustaba morder. Nos parecía que había vivido mucho de manera precaria y llena de necesidades. Lentamente se volvió más y más casera y más y más cariñosa. Ya duerme ignorando los ruidos cotidianos, totalmente relajada. Adquirió confianza. Todavía no la mandamos a la escuela porque tenemos miedo que las malas compañías (que es lo que abunda en los colegios) se la lleven como a Pinocho. 


Habíamos domado a la fierecilla con sobredosis de amor. Ahora es ella la que decide salir poco. Debe estar castrada o tiene alergia al sexo opuesto, no lo sabemos. Al final, Mimi, la niña bien criada entre algodones huyó y no tenemos ni idea de cómo le ha ido en la vida. 
Pero ésta, Tita, la vaga callejera consiguió un hogar. Son animalitos libres: eligen su destino instintivamente. Son migrantes indocumentados. Hacen bien. "¿Para qué pensar tanto, si al final el resultado es siempre incierto?" me pregunto desde mi cerebro sapiens. 


sábado, 12 de noviembre de 2022

MAL TIEMPO

 

"INSTRUCCIONES PARA CAPEAR EL MAL TIEMPO"

ALEJANDRO ROBINO

En primer lugar, no se desespere y en caso de zafarrancho no siga las reglas que el huracán querrá imponerle.

Refúgiese en la casa y asegure los postigos una vez que todos los suyos estén a salvo.

Comparta el mate y la charla con los compañeros, los besos furtivos y las noches clandestinas, con quien le asegure ternura.

No deje que la estupidez se imponga.

Defiéndase.

A la estética, ética.

Esté siempre atento.

No les bastará empobrecerlo y lo querrán someter con su propia tristeza.

Ríase estentóreamente.

Mófese: la derecha está mal cogida.

Será imprescindible cenar juntos cada día hasta que la tormenta pase.

Son cosas simples, sencillas, pero no por ello, menos eficaces.

Diga hacia el costado buen día, por favor y gracias.

Y la concha de tu madre cuando lo soliciten desde arriba.

Tírele con lo que tenga, pero nunca solo.

Ellos saben cómo emboscarlo en la desprevenida soledad de una tarde.

Recuerde que los artistas serán siempre nuestros.

Y el olvido será feroz con la comparsa de impostores que los acompaña.

Todo va a estar bien si me hace caso.

Sobreviviremos nuevamente, estamos curtidos.

Cuidemos a los pibes que querrán podarlos.

Solo es menester bien pertrecharse y no escatimarnos amabilidades.

Deberemos dejar a mano los poemas indispensables, el vino tinto y la guitarra.

Sonreírles a nuestros viejos como vacuna contra la angustia diaria.

Ser piadosos con los amigos.

No confundir a los ingenuos con los traidores.

Y aún con estos, tener el perdón fácil para cuando vuelvan con las ilusiones forreadas.

Aquí nadie sobra.

Y eso sí, ser perseverantes y tenaces, escribir religiosamente todos los días, todas las tardes, todas las noches.

Aún sostenidos en terquedades si la fe se desmorona.

En eso, no habrá tregua para nadie.

La poesía les duele a estos hijos de puta.


Alejandro Robino: Dramaturgo, Director Teatral, Docente, ha escrito desde 1991 más de diez obras teatrales y dirigido más de veinte entre propias y ajenas. Sus piezas han sido estrenadas y publicadas tanto en Argentina como en el exterior, así como obtenido Premios en la especialidad. Ejerce la docencia en la Universidad de Buenos Aires, en el Teatro del Pasillo y en su taller particular. De continua actividad pedagógica itinerante en su país y en el exterior, ha dictado numerosos cursos, talleres y seminarios en las disciplinas: actuación, dirección, dramaturgia y análisis de texto.

martes, 8 de noviembre de 2022

DÍAS DE MIERDA

 


Hay días de mierda. Eso es indudable. Y muchas veces son días espléndidos con brisas otoñales y sol acariciante. Pero eso no nos alcanza; igual son días de mierda. Porque algo alteró ese perpetuo mar de fondo, ese mal rollo que circula silencioso siempre dispuesto a la tormenta. En apariencia son cosas intrascendentes: una mala respuesta, un monopatín eléctrico que por poco nos hace chocar, un pariente que de golpe ha descubierto que no dió golpe en toda su vida y descarga su frustración en nosotros, el noticiero y su reguero de sangre, un WhatsApp de un hijo maleducado, un paciente problemático. 

Hay días de mierda. Remontar esos momentos es difícil y con el famoso pensamiento positivo no llegamos ni a la esquina. Un diazepan es, en la mayoría de las veces, la solución más expeditiva.  Los consuelos de la autoayuda ayudan solo a los que venden esos libros y se forran. Cada sujeto debería saber más o menos cómo remontar esos días de mierda: irse a dormir, ver una película, escuchar música divina, hablar con amigos, emborracharse, bailar... qué se yo, aunque a veces se nos agotan esos recursos y no nos sirven para nada. 

De mí no esperen la solución mágica ni de coña. Yo solo describo acá, en mi rinconcito y sin ninguna pretensión ulterior, una constatación: HAY DÍAS DE MIERDA. 

viernes, 4 de noviembre de 2022

Segundo ejercicio para teatro

 En un aula de un colegio una mujer morena de media edad está limpiando mientras canturrea. Está sola. 

En ese momento entra una mujer alta y elegante y se dirige a la otra.

"Hola, Sara, buenos días".

"Buenos días, María Eugenia".

"Contigo venía a hablar". 

"Usted dirá". contesta la limpiadora interrumpiendo su labor. Las dos están muy serias.

"Me gustaría saber cuándo termina tu contrato, Sara"

"Usted sabe que no estoy contratada porque por el momento sigo indocumentada. Estoy esperando mis papeles".

"¡Ah, pero es cierto! Por momentos se me olvida que eres extranjera de tan bien que te has adaptado a nuestras costumbres. Pero bueno: iré al grano. Como ya sabrás, los inspectores de trabajo andan merodeando por el barrio y para esta institución es un serio compromiso tener una persona sin contrato".

Sara enmudeció breves segundos pero al fin reaccionó y contestó con firmeza:

"¿Qué inspectores? Yo vivo en este barrio y no he oído nada de eso"

"¿Pones en duda mi palabra?" contraatacó María Eugenia. 

"Si, la verdad es que si" contestó desafiante Sara y siguió: "pero sigamos yendo al grano. ¿Usted quiere que me vaya?"

"Has dado en la diana, cariño"

"Yo no soy su cariño pero le aclaro que ésta es mi única fuente de ingresos para mis hijos y para mi. Me perjudicaría gravemente dejar este trabajo".

"Pues creo que ése es tu problema, cielo"

"Yo no soy su cielo y con todos mis respetos le digo que no dejo este trabajo".

"¡Pero qué atrevimiento! ¿Quién eres tú para decidir eso?"

Sara reanudó su trabajo barriendo el suelo y luego de unos segundos contestó: "Es que...es que...una tiene sus contactos" dijo en tono de ironía.

María Eugenia enmudeció y esperó.

Sara siguió barriendo hasta llegar a pocos centímetros de la cara de la otra. Finalmente montó la escoba cual bruja y mirándola fijamente susurró algo a su oído. 

Lo que le dijo provocó una inmensa sorpresa en María Eugenia. Trastabilló, retrocedió con los ojos fuera de las órbitas y tartamudeando en voz creciente soltó un "¡¡serás hija de puta!! ¡Esto es un chantaje!"

"Así parece" dijo Sara bajándose de la escoba y mirándola gravemente. Y agregó: "Pero esto es lo que hay, como suelen decir ustedes". 

María Eugenia salió precipitadamente por la puerta con tan mala suerte que rodó escaleras abajo mientras Sara retomaba sus tareas. ¿Habrá sobrevivido a la caída María Eugenia? ¿Habrá sobrevivido Sara a las exigencias de las autoridades de inmigración?


  

jueves, 3 de noviembre de 2022

EJERCICIO PARA TEATRO

 Escena en el departamento de extranjería de la comisaría de policía.

Un policía está en su escritorio mirando fijamente un papel. 

Entra un hombre muy bien trajeado y se queda de pie con respeto. 

"Siéntese, por favor" dijo el policía, sin mirarlo. 

El hombre llamado Ulises se sienta y espera.  

"Vamos a ver" suspiró el policía, como si le costara decir lo que iba a decir. "Usted y sus 4 hijos entraron en este país hace un año como turistas. Luego usted solicitó el permiso de residencia y trabajo pero le fue denegado. Por lo tanto, usted está expulsado de España y se tiene que marchar". 

Ulises, con expresión de gran preocupación, respondió, luego de un breve silencio: "hay un problema: no tengo dinero y ya que estoy expulsado y me tengo que ir ¿Quién me va a pagar el billete mio y el de mis 4 hijos? ¿Su gobierno?"

"Imposible, si tuviéramos que pagarle los viajes de vuelta a todos los indocumentados, imagínese".

Ulises está acorralado y nervioso.

"Pero es que, le repito, no tengo dinero para cinco billetes"

"Ya, pero ése no es mi problema. Usted se tiene que ir. Además, estando expulsado no podrá alquilar una vivienda"

"Ya alquilé a unos conocidos. Allí vivo con mis hijos".

"Pero...pero...no podrá abrir una cuenta bancaria". 

"Ya abrí una en Unicaja con mi pasaporte" dijo Ulises, cogiendo algo de confianza. 

El policía se encontraba cada vez más confundido y acorralado porque iba perdiendo argumentos. 

"Es que...es que...siendo indocumentado no podría comprar un coche".

"Ya compre un Simca 1000 e hicimos la transferencia. Mire, señor policía, con todo respeto ¿esto no se puede arreglar de otra manera?"

El uniformado se puso de pie mientras le iba cambiando el color de la cara. "Usted no estará sugiriendo nada parecido a un soborno, me imagino, porque le recuerdo que no está en una república bananera"

Ulises se dió cuenta que había dado un paso en falso e inmediatamente se puso a a arreglar el desaguisado. 

"¡¡No, claro que no, por supuesto que no!! ¡Qué barbaridad! Haré lo que usted manda: pediré dinero prestado a la Cruz Roja y me iré de inmediato. Dejo a los niños aquí".

"¿Cómo que deja a los niños? Son menores de edad... no puede hacer eso" se alarmó el policía. 

"Claro... eso mismo pienso yo. Pero el dinero no va a alcanzar".

Habían llegado a un callejón sin salida. Se hizo un silencio espeso que al final rompió Ulises, esbozando una tímida sonrisa. 

"A propósito, señor agente, tome mi tarjeta personal con mis datos. Ya veré cómo lo resuelvo con mis papeles. Lo tendré informado". 

"Ahh, dentista, ya veo... ya veo. ¿Le puedo hacer una pregunta profesional?"

"Por supuesto" dijo Ulises tratando de esconder una sonrisa de triunfo. 

"Mire usted, tengo un problema con una funda y nadie da en la tecla. No se imagina el dinero que llevo gastado y ya me veo perdiendo esa muela". 

"De ninguna manera. Encontraremos una solución para que eso no ocurra. Estoy a su entera disposición" contestó el doctor con su mejor sonrisa, mientras el policía colocaba el expediente en el fondo del cajón de donde nunca lo debería haber sacado. 

             Fin del cuento. 




 




martes, 1 de noviembre de 2022

REGALOS

 



Con toda la ilusión del mundo, pusieron los dos hermanitos los zapatos en la chimenea la noche de reyes. Y se fueron a la cama mirando hacia atrás y quizás pensando: "¡cuánto falta para mañana!".

El arbolito de Navidad hacía guardia con su tenue iluminación. Los padres estaban sospechosamente silenciosos, hasta que por fin todos se durmieron bajo la atenta mirada de las estrellas. En medio de la noche Mónica despertó sobresaltada. Pudo ver con total nitidez a los 3 reyes magos, sonrientes, espiando detrás de la puerta del dormitorio. Cerró los ojos con fuerza haciéndose la dormida. 

Por fin la luz del día fue clareándolo todo y los niños saltaron de la cama a la caza de los regalos: un oso grande de peluche, una bicicleta pequeña... el papel de envolver crujía mientras reía, de tanto que se divertía.

En cierto momento Mónica advirtió algo raro: al lado de sus zapatos, en un lugar poco visible, había un ratoncito muerto. Su preciosa gata Mimi también quiso recibir un regalo. 

domingo, 30 de octubre de 2022

PAZ

 


PIDO POR LA PAZ EN UCRANIA 

Del libro "La canción que no cesa" de DELFINA ACOSTA.

Ni la marea que lleva y trae

a los caballos y jinetes muertos,

con los espasmos de sus altas olas,

es violenta como tú, guerra. 

Ni la lluvia que se ahoga 

en su misma agua

y apura su propia caída

es suicida como tú, guerra. 

ni la ansiosa llama

que se muerde a sí misma. 

es terca como tú, guerra. 

Ni el bufido del viento

que cabalga sobre la enceguecida noche,

es temible como tú, guerra. 

Ya escucho los cercanos cascos de la muerte,

ya se disponen a no rendirse los héroes;

su encendida sangre será,

en un instante, glorioso polvo. 

Los movimientos de las incendiadas sombras

avanzan veloces

la paz se arrodilla pidiendo a un impasible Dios,

a nadie, a quien sea, 

que la dejen vivir un dia más.

                                                   6/3/22




viernes, 28 de octubre de 2022

BESANDO PAN

 Del libro :Los besos en el pan  - Almudena Grandes ✒📚

«Cuando se caía un trozo de pan al suelo, los adultos obligaban a los niños a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado sus familias en aquellos años en los que murieron todas esas personas queridas cuyas historias nadie quiso contarles. Los niños que aprendimos a besar el pan hacemos memoria de nuestra infancia y recordamos la herencia de un hambre desconocida ya para nosotros, esas tortillas francesas tan asquerosas que hacían nuestras abuelas para no desperdiciar el huevo batido que sobraba de rebozar el pescado. Pero no recordamos la tristeza.

La rabia sí, las mandíbulas apretadas, como talladas en piedra, de algunos hombres, algunas mujeres que en una sola vida habían acumulado desgracias suficientes como para hundirse seis veces, y que sin embargo seguían de pie. Porque en España, hasta hace treinta años, los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin sentirse humillados, sin dejar de ser dignos de luchar por el futuro.»

Benditos Poetas 

#AlmudenaGrandes


martes, 25 de octubre de 2022

DOS POETAS

 Extraído del muro de Agustí Aguilar Peris. 


BORGES Y PESSOA, ¿VIDAS PARALELAS?

Las vidas de Borges y el escritor portugués Fernando Pessoa, en ocasiones, parecen paralelas. Fernando Pessoa, un escritor que hoy es considerado una gloria en su país, nació con una anterioridad de once años respecto al maestro bonaerense, pero ambos gozaron de lecturas e influencias idénticas.


Los dos escritores se caracterizan por su formación inglesa y francesa, procurada en el extranjero en ambos casos. En el caso de Borges, su conocimiento del inglés fue muy inicial, de manera que leyó el Quijote por primera vez en inglés, y asistió al bachillerarto en francés en el Liceo Jean Calvin de Ginebra (Suiza). Por su parte, Pessoa acudió al liceo inglés de Durban (Sudáfrica), que incluía como segundo idioma el francés.

Existió una inicial preferencia coincidente en ambos: su pasión juvenil común por Carlyle. El deslumbramiento provocado por la escritura de este autor, considerado precursor del nazismo, fue descrita  por Borges en «Borges professor. Curso de literatura inglesa» (Buenos Aires, 2017, pág.294) de la siguiente forma: «Recuerdo que cuando yo lo descubrí, hacia 1916, pensé que era realmente el único autor. Aquello me sucedió después con Walt Whitman, me había sucedido con Víctor Hugo, me sucedería con Quevedo. Es decir, pensé que todos los demás escritores eran unos equivocados simplemente porque no eran Thomas Carlyle».

Por su parte, el professor de inglés de Pessoa en Durban dijo: «Sus composiciones inglesas eran en general notables y a veces rayaban en lo genial. Era un gran admirador de Carlyle y tuve cierta dificultad en moderar una predisposición de su parte a imitar de cerca el estilo de Carlyle».

Borges y Pessoa son conocidos por imbuir sus obras de sus amplios conocimientos de filosofía.

Se ha dicho que Borges ha adscrito parte de su obra a la llamada teología negativa, con gran influencia del Maestro Erkhart y Spinoza, y ha estudiado la cábala. Y resulta que en esto coincide con Pessoa. Este creía, como Borges, en el poder ilimitado del hombre y del valor humano, pero consideraba que la confluencia de la tradición clásica greco-latina con el espíritu cristiano han llevado a Occidente a la decadencia. Ambos sostienen la descomposición de los valores clásicos al ser integrados en el universo de la fe católica.

Pessoa falleció en 1935 aquejado de una cirrosis galopante originada en su alcoholismo dejando su obra inconclusa e inédita. En esa época, Borges no conocía la obra de Pessoa, pues éste prácticamente no publicó nada en vida. Y seguramente, Pessoa nunca leyó al maestro bonaerense. Pero podemos decir que sus vidas creativas fueron paralelas.

A.A.P.

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"Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos." FERNANDO PESSOA. 

"En  mi juventud nos reuníamos a conversar sobre si el hombre es mortal o  no, sobre qué es el tiempo, qué la poesía y la metáfora, el verso libre,  la rima. Hablábamos de temas no efímeros, que trascendían el momento.  Ahora, al cuarto de hora de haber ocurrido un hecho, debe ser  reemplazado por otro. Se adquieren noticias no para la memoria sino para  el olvido".

Autobiografía, JORGE LUIS BORGES. 


sábado, 22 de octubre de 2022

HACE 54.000 AÑOS


 Poco se sabía sobre la organización de las comunidades neandertales. En el sur de Siberia, a unos 100 km de la cueva Denisova habitó esta especie humana hace unos 54.000 años. En su ADN mitocondrial (que se transmite por la madre) se encontraron  HETEROPLASMIAS, que es una variante genética que se mantiene durante un reducido número de generaciones. Así se identificaron ejemplares de neandertal que pertenecían a una misma familia y vivieron en la misma época. 

Otro hallazgo sorprendente es su baja diversidad genética, presente en especies próximas a la extinción. Analizando los cromosomas descubrieron que la diversidad genética mitocondrial (que se hereda, repetimos, de las madres) era mucho mayor que la diversidad cromosómica del varón lo que indica que las mujeres emigraban y se movían mucho más que los hombres entre los diversos grupos de neandertales. 

jueves, 20 de octubre de 2022

LA TORTUGA

 CUENTO CORTO DE MÓNICA BARDI

Mi padre no se cansaba de contarnos a mi hermano y a mi, su corta incursión en el mundo de la caza. Siendo casi un niño iba con mi abuelo, su padre, armados ambos con par de pequeñas escopetas, por un bosquecillo cercano. Uno de esos días de cacería mi padre alcanzó a una lechuza con un disparo. Se acercó a su presa, aún viva. Sus miradas se cruzaron y mi padre sintió que el animalito agonizante le preguntaba algo así como: "¿Y yo a ti, que te he hecho?". Esa mirada lo cambió para siempre. Nunca más volvió a cazar y se volvió un gran defensor de la vida animal, que transmitió a nosotros, sus hijos. 

TRUMAN CAPOTE le escribía a su perro Charlie, cuando estaban lejos. "Querido Charlie: aquí todos los perros tienen miedo y pulgas, no te gustarían mucho. Te echo de menos. ¿Quién te quiere? T (quién si no?)"

Hace dos días encontré una paloma con un ala rota en plena calle. La recogí como pude y me la traje conmigo pero la cosa no pintaba bien. La puse en una caja de cartón con agua y comida en un lugar tranquilo y la escuché picotear la comida, lo cual me dió cierta esperanza de que mejorara. Pero al día siguiente estaba muy quieta y horas más tarde murió. Me sentí aliviada de que por lo menos en sus últimas horas pudiera descansar alimentada, sin que nada la asustara ni la alterara y no en el mayor desamparo en medio de la calle. Un consuelo mediocre. 

Hay cazadores jóvenes que con los años desarrollan una gran empatía por esas vidas que antes ultimaban sin pensar, como Miguel, por ejemplo. Dice que ya no podría cazar ni perdices. Ustedes dirán: ¿y quién es Miguel? Ese mismo que acabo de nombrar: un joven cazador que ahora, de viejo, solo caza moscas con el matamoscas. 

Había una vez una carnicería enorme en Témperley (provincia de Buenos Aires) y la regentaba un hombre amable llamado Juan, que era matarife y mataba lechones y todo tipo de bichos como quien se toma un vaso de agua. Era su trabajo y lo desarrollaba con pericia y sin grandes cuestionamientos. Un día enfermó de un accidente cerebro-vascular, estuvo internado con un largo tratamiento pero logró recuperarse bastante bien y notó que en él algo relacionado con la sensibilidad había cambiado, pero al principio no supo definirlo. Más tarde se dió cuenta que en él se había originado un profundo amor y respeto por la vida animal y ya no pudo seguir con su trabajo. Imposible seguir matando. Obligado a cambiar de oficio, se hizo carpintero. No soportaba más ver el sufrimiento animal. Ni en televisión, porque se largaba a llorar como un niño; a tal punto se había reorganizado su estructura cerebral que dejó al descubierto una vulnerabilidad antes desconocida. 

Cierto día de verano andaba buscando por el gran jardín a su tortuga querida  que solía enterrarse o meterse en la lagunita de los patos, para su hibernación. 

-¡Chani!- llamó a su mujer- ¿tú has visto a la tortuga?

-La tortuga, la tortuga... ¡Qué se yo! andará enterrada vaya uno a saber dónde. Ya vendrá... siempre viene. 

-Pero hace mucho calor: ya debería estar por aquí esperando su lechuga. 

Tanta minuciosidad puso en la búsqueda, que al final la encontró. Con gran dolor comprobó que estaba muy herida porque las ratas de campo le habían comido las patas traseras. El pobre hombre lloró de pena y estuvo con ella horas en su trastero, pensando qué hacer, o mejor dicho, cómo hacerlo. Hasta que lo rodeó la noche. Chani lo sintió acostarse en la cama muy tarde y por fin lo oyó roncar. Al día siguiente lo encontró muy relajado y con una expresión casi sonriente en su cara. Muerto. 

Días después del funeral fué al trastero y vió, con horror, a la tortuga despedazada con una hachuela ensangrentada a su lado. Se ve que él sólo pudo hacerlo a lo bestia, con desesperación y locura. 

La tortuga y Juan ya podían descansar por fin libres de sufrimiento. 


domingo, 16 de octubre de 2022

CARTAS

 


Cuento corto de Mónica Bardi

Y las cartas seguían llegando. A saber quién las abría y leía porque el destinatario hacía rato que había muerto. Eran solo cartas de papel, de las antiquísimas que uno echa en un buzón; muy posteriores a las tablillas de arcilla, al papiro, al pergamino y a la imprenta, para ubicarnos. Discurrían dichas cartas entre novedades familiares, hechos políticos y viajes a lugares exóticos. Tenían un gran aroma de intimidad, de confianza; había un cariño explícito entre sus letras. Nunca sabremos si el que las escribía se había anoticiado que el destinatario había muerto y seguía escribiendo por puro hábito, a pesar de la falta de respuestas. O quizás escribía por una especie de monólogo interior. O por la imposibilidad de aceptar la desaparición del otro. En  ULYSSES, Joyce se pregunta: "¿Qué es un fantasma? (...) Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres". (...)

El hecho es que este escribiente solitario un día cualquiera, después de algunos años, recibió una respuesta plena de explicaciones por una ausencia tan prolongada y poniéndose al día con las novedades familiares, políticas y turísticas. Así fue como se pudo reiniciar una amistad epistolar entre dos personas absolutamente desconocidas ya que el remitente también había muerto. 

viernes, 14 de octubre de 2022

ADMIRACIÓN

 EL ARGENTINO QUE SE HIZO QUERER POR TODOS: PALABRAS DE GABO A JULIO CORTÁZAR 


Fui a Praga por última vez en el histórico año de 1968, con Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Viajábamos en tren desde París porque los tres éramos solidarios en nuestro miedo al avión y habíamos hablado de todo mientras atravesábamos la noche dividida de las Alemanias, sus océanos de remolacha, sus inmensas fábricas de todo, sus estragos de guerras atroces y amores desaforados.

A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo y en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchichas de perro con papas heladas. Cortázar, que sabía medir muy bien sus palabras, nos hizo una recomposición histórica y estética con una versación y una sencillez apenas creíbles, que culminó con las primeras luces en una apología homérica de Thelonius Monk. No sólo hablaba con una profunda voz de órgano de erres arrastradas, sino también con sus manos de huesos grandes como no recuerdo otras más expresivas. Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaríamos jamás el asombro de aquella noche irrepetible.

Doce años después vi a Julio Cortázar enfrentado a una muchedumbre en un parque de Managua, sin más armas que su voz hermosa y un cuento suyo de los más difíciles: “La noche de Mantequilla”. Es la historia de un boxeador en desgracia contada por él mismo en lunfardo, el dialecto de los bajos fondos de Buenos Aires, cuya comprensión nos estaría vedada por completo al resto de los mortales si no la hubiéramos vislumbrado a través de tanto tango malevo; sin embargo, fue ese el cuento que el propio Cortázar escogía para leerlo en una tarima frente a la muchedumbre de un vasto jardín iluminado, entre la cual había de todo, desde poetas consagrados y albañiles cesantes, hasta comandantes de la revolución y sus contrarios. Fue otra experiencia deslumbrante. Aunque en rigor no era fácil seguir el sentido del relato, aún para los más entrenados en la jerga lunfarda, uno sentía y le dolían los golpes que recibía el pobre boxeador en la soledad del cuadrilátero, y daban ganas de llorar por sus ilusiones y su miseria, pues Cortázar había logrado una comunicación tan entrañable con su auditorio que ya no le importaba a nadie lo que querían decir o no decir las palabras, sino que la muchedumbre sentada en la hierba parecía levitar en estado de gracia por el hechizo de una voz que no parecía de este mundo.

Estos dos recuerdos de Cortázar que tanto me afectaron me parecen también las que mejor lo definían. Eran los dos extremos de su personalidad. En privado, como en el tren de Praga, lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierno y extraño. En ambos casos fue el ser humano más impresionante que he tenido la suerte de conocer.

Desde el primer momento, a fines del otoño triste de 1956, en un café de París con nombre inglés, adonde él solía ir de vez en cuando a escribir en una mesa del rincón, como Jean Paul Sartre lo hacía a trescientos metros de allí, en un cuaderno de escolar y con una pluma fuente de tinta legítima que manchaba los dedos. Yo había leído Bestiario, su primer libro de cuentos, en un hotel de lance de Barranquilla donde dormía por un peso con cincuenta, entre peloteros más mal pagados y putas felices, y desde la primera página me di cuenta de que aquel era un escritor como el que yo hubiera querido ser cuando fuera grande. Alguien me dijo en París que él escribía en el café Old Navy, del boulevard Saint Germain, y allí lo esperé varias semanas, hasta que lo vi entrar como una aparición. Era el hombre más alto que se podía imaginar, con una cara de niño perverso dentro de un interminable abrigo negro que más bien parecía la sotana de un viudo, y tenía los ojos muy separados, como los de un novillo, y tan oblicuos y diáfanos que habrían podido ser los del diablo si no hubieran estado sometidos al dominio del corazón.

Años después, cuando ya éramos viejos amigos, creí volver a verlo como lo vi aquel día, pues me parece que se recreó a sí mismo en uno de los cuentos mejor acabados, “El otro cielo”, en el personaje de un latinoamericano en París que asistía de puro curioso a las ejecuciones en la guillotina. Como si lo hubiera hecho frente a un espejo, Cortázar lo describió así: “Tenía una expresión distante y a la vez curiosamente fija, la cara de alguien que se ha inmovilizado en un momento de su sueño y rehúsa a dar el paso que lo devolverá a la vigilia.”. Su personaje andaba envuelto en una hopalanda negra y larga, como el abrigo del propio Cortázar cuando lo vi por primera vez, pero el narrador del cuento no se atrevía a acercársele para preguntarle su origen, por temor a la fría cólera con que él mismo hubiera recibido una interpelación semejante. Lo raro es que yo tampoco me había atrevido a acercarme a Cortázar aquella tarde del Old Navy, y por el mismo temor. Lo vi escribir durante más de una hora, sin una pausa para pensar, sin tomar nada más que medio vaso de agua mineral, hasta que empezó a oscurecer en la calle y guardó la pluma en el bolsillo y salió con el cuaderno debajo del brazo como el escolar más alto y más flaco del mundo. En las muchas veces que nos vimos años después, lo único que había cambiado en él era la barba densa y oscura, pues hasta dos semanas antes de su muerte parecía cierta la leyenda de que era inmortal, porque nunca había dejado de crecer y se mantuvo siempre en la misma edad con que había nacido. Nunca me atreví a preguntarle si era verdad, como tampoco le conté que en el otoño triste de 1956 lo había visto, sin atreverme a decirle nada, en su rincón del Old Navy, y sé que dondequiera que esté ahora estará mentándome la madre por mi timidez.

Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo. Sin embargo, me atrevo a pensar que si los muertos se mueren, Cortázar debe estar muriéndose otra vez de vergüenza por la consternación mundial que ha causado su muerte. Nadie le temía más que él, ni en la vida real ni en los libros, a los honores póstumos y a los fastos funerarios. Más aún: siempre pensé que la muerte misma le parecía indecente. En alguna parte de La vuelta al día en ochenta mundos un grupo de amigos no puede soportar la risa ante la evidencia de que un amigo común ha incurrido en la ridiculez de morirse. Por eso, porque lo conocí y lo quise tanto, me resistí a participar en los lamentos y elegías por Julio Cortázar. Preferí seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo.

Gabriel García Márquez, del libro "Yo no vengo a decir un discurso"

jueves, 13 de octubre de 2022

FEMINISTA

El 11 de octubre de 1885, en Londres, Reino Unido, nacía la mujer mas importante del feminismo argentino, ese día llegaba al mundo la médica socialista Alicia Moreau de Justo. Alicia era hija de Armand Moreau, un revolucionario y funcionario de la comuna de París que emigró a Inglaterra, Bélgica y finalmente en 1890 a la Argentina. Instalaron una librería en Buenos Aires, de inmediato se sumaron a los movimientos socialistas locales y participaron en la formación de los primeros movimientos obreros. A todas las reuniones lo acompañaba su pequeña hija, Alicia. Cursó el secundario en el Normal N°1, donde conoció a un profesor de cívica que influyó en su pensamiento sobre el estado de derecho, ese profesor era Hipólito Yrigoyen. Con solo 17 años se unió a las hermanas Chertkoff, fundadoras del Centro Socialista Femenino, quienes le encargaron la creación de bibliotecas populares. En 1906 funda el Movimiento Feminista Argentino generando la curiosidad de los líderes socialistas José Ingenieros y Enrique del Valle Iberlucea, que la invitan al Congreso Internacional del Libre Pensamiento. Pese al rechazo del rectorado, Alicia fue la primera de las seis mujeres que se inscribía en la carrera de medicina, especializándose en Ginecología. Recorría barrios dando charlas, donando libros y organizando el zócalo socialista de Buenos Aires. Junto a su padre fundó el "Ateneo popular" desde donde promovían la educación, la participación ciudadana, el intelectualismo, el pacifismo y el voto femenino. En 1920 funda la 'Unión Feminista Nacional', al año siguiente forma pareja con el viudo de Mariana Chertkoff, el socialista Juan Bautista Justo, este le encarga el Comité Femenino de Higiene Social para combatir la trata de blancas y la legalización de la prostitución. En 1932 elabora el proyecto de Ley del Sufragio Femenino, aprobado en Diputados pero rechazado por el Senado conservador, pese a que el Peronismo tomó su proyecto y lo aprobó mantuvo duras críticas a sus prácticas. Opositora a la Revolución Libertadora mantuvo una coherencia democrática que la mayoría de la clase política había perdido, siendo su trinchera la revista 'La Vanguardia'. Su disputa con los socialistas antiperonistas la alejó del partido limitando su tarea a comisiones de derechos humanos, Alicia falleció en la Ciudad de Buenos Aires el 12 de mayo de 1986.

domingo, 9 de octubre de 2022

TATUAJES

Antes solo estábamos estampados en gente chunga pero la vida da muchas vueltas y resulta que nos hemos puesto de moda. Más todavía: nos hemos globalizado, para estar a tono con los tiempos. Hasta un presidente, Gabriel Boric, el chileno, muestra orgulloso su piel magallanesca. 

En unos lugares estamos sujetos a diversas interpretaciones, por ejemplo, en Japón nos asocian a una mafia peligrosa llamada Yakuza pero en otros lugares somos hasta tiernos y cariñosos. Antes constituíamos una familia exigua, por decirlo con gracia, o sea, una  minúscula parentela. ¿O seríamos un clan, una tribu? Qué se yo. Pero ahora vamos por ahí haciendo alarde de superpoblación. Somos muchísimos. Quien más, quien menos, nos lleva pegados a su piel. La gente mayor nos rechaza, en general, y muchos hablan mal de nosotros, pero los jóvenes casi siempre caen en nuestras redes de seducción y en la parte más insólita de su anatomía vamos desplegando nuestra estética ligada a la "modernidad". Yo lo veo lógico: algún día tenía que llegar nuestro momento de gloria. Ahora nos hemos elevado a la categoría de arte como el tango y el flamenco en el siglo pasado. Hace milenios servíamos para escribir en las pieles de animales, en los pergaminos. Todo llega, todo llega, pero yo no dejo de preguntarme porqué. ¿Por qué si éramos algo marginal y propio de gente de los muelles ahora nos paseamos por elegantes jardines? ¿Qué pasó, qué cambió? Dicen los que saben que el mundo vertiginoso en el que vivimos, la inseguridad, alguna guerra por aquí y por allá, los divorcios, las democracias enclenques y los infames aparatitos como éste en el que estoy escribiendo ahora, han precipitado la vida de los jóvenes a ideas de precariedad y provisionalidad por todos lados. Se sienten como en una montaña rusa. ¿No será que nosotros, los tatuajes, siendo  indelebles, allí estaremos pase lo que pase? ¿Les daremos cierta seguridad, cierto grado de inalterabilidad y permanencia que la vida moderna no les da? ¿Tendremos ese fuerte valor simbólico, esa incondicionalidad,  independientemente de nuestro diseño? ¿Qué diría Sigmund Freud y/o algunos de sus millones de sucesores de esta llamativa tendencia? ¿Cuál es la profunda motivación que empuja a tantos jóvenes a tatuarse cada vez más? ¿Es sólo para tener esa sensación de pertenencia a un grupo? Mi familia tatoo ha ido creciendo a un ritmo geométrico en estos últimos 20 años. Los dibujos  pasaron de un nombre amado y discretas enredaderas abrazadas a tobillos a exuberantes flores, plantas y animales mitológicos de aspecto satánico ocupando todo o casi todo el cuerpo en algunos casos. Como sabemos que la vida se desarrolla alrededor de extremos, hay situaciones limítrofes con lo patológico y/o directamente temerarias, como tatuarse los ojos, que ya han avisado los oftalmólogos que es peligroso. Volviendo a lo anterior, me parece sorprendente ver cómo han ido cambiando nuestros diseños con el paso del tiempo porque reflejan una cosmogonía y un giro estético radical que rebelan que habitamos mundos extraños. Somos un reflejo de lo que nuestros jóvenes no nos cuentan: lo que navega por sus mares interiores, un verdadero misterio para nosotros... y quizás para ellos. 

                            MÓNICA BARDI

Dice Irene Vallejo en su maravilloso libro EL INFINITO EN UN JUNCO: "Creo que el tatuaje es una supervivencia del pensamiento mágico, el rastro de una fe ancestral en el aura de las palabras".

lunes, 3 de octubre de 2022

EL BESO EN EL VASO

Pintura de Fernando Izaguirre

LEÍ ESTO EN ALGUNA PARTE Y ME GUSTÓ MUCHO. PERO NO SÉ QUIÉN LO ESCRIBIÓ. 

En secreto / recogí el vaso en que habías bebido / y lo llevé a mi casa. / Por las tardes, cuando llego del colegio, / lo coloco debajo del grifo / y veo flotar un beso en el agua. 

                            

domingo, 2 de octubre de 2022

EL GLOBITO

 


Escrito por FLAVIO RODRÍGUEZ

Era viejo, muy viejo, ajado y desgastado por la vida cruel que lo golpeaba sin culpas todos los días, y el clima impiadoso que lo hacía tiritar de frío en invierno y empaparse de calor en verano había también dejado desde hacía años, su salud bastante resentida. Claro está, era un indigente, y vaya a saber desde hacía cuantas décadas atrás, vivía en la calle.

El Retiro era parte de sus dominios, tierras que alcanzaban el límite de  la Facultad de Derecho, esa mole frente al Museo de Bellas Artes.

Por allí caminaba todo el día, lleno de bártulos, como una especie de Príncipe de la Tristeza, o Dios del Descalabro. Tapado con una frazada en invierno. Y también en verano. Con una pava de aluminio sin tapa tiznada de negro, atada a un piolín que le oficiaba de magro cinturón….

Había (por obra y gracia de vaya a saberse quién) conseguido unos borcegos de trabajo (luego me enteré que se los había regalado un operario de la vieja SEGBA), que la verdad eran bastante nuevos……pero número 39. Como nuestro personaje calzaba 43, le había hecho un corte a las puntas que dejaban apuntando desnudos y hacia la libertad a unos inefables dedos sorpresivamente muy cuidados. De alguna manera que hasta ahí desconocía, nuestro querido indigente mantenía sus pies aseados y sus uñas perfectamente cortadas.

Un día (y de casualidad), estaba yo saliendo del Rond Point de Figueroa Alcorta y Tagle  (frente a ATC, hoy Televisión Pública), luego de un almuerzo con amigos. Y es allí que observo la siguiente escena:

Ahí sobre Alcorta, un par de gringos con un mapa de la ciudad le preguntaron respetuosamente algo sobre una dirección a un juvenil cronista deportivo que pasaba por allí, que supimos luego conocer como Mauro Viale.

Y cabe aclarar dos cosas: una que el nivel de inglés utilizado por los gringos era (es obvio) ultra avanzado, yotra que Mauro Viale no sabía ni decir “No” en inglés. Ni “no” ni nada, a fin de ser sincero. 

Mauro se acercó a ellos (siempre le ponía mucha onda y actitud a todo, con Crónica y La Razón enrolladas bajo su brazo) y trató, aunque fuera con gestos, de explicarles.

Nada, a nivel que los gringos turistas ya se reían sin tapujos. Y los tres se reían y los que observábamos la bizarra escena, también.

No me había percatado de que nuestro querido personaje se encontraba allí descansando, mas bien despatarrado en el piso, su espalda contra la torreta del semáforo. Mauro lo vio, le guiñó un ojo y (divertido) le dijo:

-“Arreglála vos, Osvaldito, sacáme de esta”!!-

Se rió tímidamente nuestro Príncipe triste, nuestro Dios descalabrado. Pero se levantó, se acercó a los extraviados jóvenes, les sonrió con esa dentadura desprovista de un paletón y de todos los incisivos y en un perfectísimo inglés de cuna que ya lo hubieran deseados estos gringos, les empezó  a aclarar todas las dudas, que colectivos tomar, donde bajarse y cuáles eran las bondades del barrio al que se dirigían (iban a Palermo Viejo). Los gringos, encantados, se tomaron fotos con él y se fueron, seguros, a su destino.

Hizo un gesto extraño para mí, en ese momento: sacó de entre sus ropas un pequeño globo rojo, viejo y apenas inflado, apenitas. Vieron cuando apenas apenas se sopla un globo, que se lo saca, digamos, de su estatus de desinflado? Bueno, eso, la nada misma. Le dio un beso. Y lo guardó.

Ya descubierto por mi curiosidad, lo vi (y le presté atención a partir de ese instante) ahora muchas más veces.

Pidiendo alguna moneda, cruzando alguna calle, tomando agua en algún bebedero. Incluso descubrí que dormía bajos los arcos del Planetario, donde se guarecía de humedades y penosos olvidos. 

Y casi siempre ante cualquier situación, efectuaba indefectiblemente el mismo gesto: sacaba de alguna parte de sus raídas ropas el globito y le daba un cariñoso beso, la más de las veces con los ojos cerrados. Me enteré también que ya de hacía tiempo un desconsiderado de alma y pobre de corazón (que como sabrán es una calaña que nunca falta en esta vida) lo había bautizado como “el loco del globito”.

Alguna vez le di algo con que soportar sus noches o su estómago. Siempre es poca cosa.

Dos o tres años después, allá por el 93, el interno 47 de la línea 130 le pasó por encima, impiadoso, frente a la Facultad de Derecho. La tapa de Crónica no fue menos cruel: “SE MATÓ EL LOCO DEL GLOBITO”, con sendas e insoportables fotografías en la contratapa.

Al día siguiente (yo en general andaba por la zona), Mauro que me dice:  -“Viste nene quién se murió?? Osvaldito!!”-

Y sabés algo más de él? – le pregunté- “No, nada, que era un fenómeno”. De las escasas oportunidades en las que por aquellas épocas, lo noté sinceramente  triste y apesadumbrado.

Y es así como me enteré de su triste final, tal vez por casualidad (o tal vez no)…..

Pasaron un par de años, menos de dos, las cosas mejoraron y me mejoraron, y algunos amigos me pusieron en contacto con algunas familias “encumbradas”. Tenía yo que armar una tesis y me venía genial. Es por ello que así conocí San Simón, en el partido de Maipú, allá por la primavera de 1995.

La legendaria y antigua estancia de los Alzaga Unzué, en la cual todavía festejaban anualmente todos los nacimientos, casamientos y (por supuesto) los nobles fallecimientos de diversos integrantes de la distinguida familia.

Fui invitado casi fortuitamente no por Rodolfo (claro) sino por su inolvidable hija Agustina, una señora ya muy entrada en años. Digo “fortuita” porque ella no me conocía, pero su esposo Marcos era muy amigo de quien había sido mi primer jefe en el ámbito laboral, y tuvo una época en la cual me veía todos los días y todos los días tenía yo que incluirlo en la agenda de mi empleador, como “un favor”, se podría decir. Es que la esposa de mi jefe no soportaba mucho al para mi tan anciano como genial Marcos González Balcarce, pero esa es otra historia.

Bueno, para no aburrir, estaba yo ahí no por ser parte de nada sino por  trabajar como secretario para uno de los dos tipos que eran considerados por aquellas viejas épocas de mis 30 años, faros de la cultura nacional. Mi jefe tuvo que excusarse de ir, y fui yo. Así de simple.

Si observan la foto que acompaña, el casco principal de San Simón tiene un encanto mágico, rodeado de un parque de ensueño. Y está cimentado sobre una lomada que al frente posee un enorme espejo de agua. Todo lo que se imaginen de un cuento de  Ursula Wölfel, en San Simón es posible.

Imaginen que cuando María Luisa Bemberg buscaba una locación para filmar su película "Mis Mary", vio San Simón y no lo pensó dos veces, quedó enamorada…por lo demás, hasta cuatro generaciones de Álzagas pasaron por acá.

Como fuera, andaba yo boyando de mesa en mesa entre sandwichitos y canapés cuando escucho a la señora Alzaga Unzué decir, con sus lúcidos setenta y tantos años: “Has visto que a Valdito lo atropelló el 130, ese colectivo de Palermo y lo mató? Que desperdicio de niño!”.

Automáticamente en mi mente se me representó la imagen de Mauro Viale, diciendo “Arreglála vos, Osvaldito, sacáme de esta”, y la triste imagen final.

Y resulta que había sido administrador de San Simón, que había poseído vastos campos en Zárate, que fue hijo de franceses, hablaba seis idiomas, y que su prometida (la más linda de Zárate) falleció un día antes del casamiento. Pero que el golpe mortal lo recibió tan solo un año después, ya que Anastasia, su madre (coincidiendo con los preparativos de los festejos del cumpleaños de primogénito Osvaldo) falleció de un síncope de una manera casi bizarra: mientras inflaba los globos del malogrado cumpleaños de su hijo.

Lo otro que le escuché a Agustina decir, fue: “Perdió todo. Imagináte lo mal que quedó, que siempre guardaba un globo que llevaba a todos lados porque decía que lo único importante en su vida era solo ese poquito de aire que quedaba dentro, porque lo había inflado su madre…y no quería perderlo. No supe nada de él por treinta años, hasta que leí su nombre en ese diario. No lo podía creer, che”.

Esa noche cuando llegué a casa, busqué desesperado el diario hasta que lo encontré. 

La foto de Crónica mostraba a una triste marioneta destartalada, destrozada por el impacto. 

Sin embargo, algo era evidente: pese a la atrocidad de la imagen, en su mano derecha sostenía firme un pequeño globo rojo, viejo y apenas inflado, muy apenitas. 

Bueno, eso, en apariencias, la nada misma…

El Príncipe de la Tristeza (o el Dios del Descalabro) se llamaba también Osvaldo Washington Marchand Ortega, y había guardado celosamente un amor, toda su vida. El último suspiro de su madre. No tenía más. Pero eso, lo mantuvo vivo.

Bueno, hoy día ya ni Mauro está, así que solo puedo dejarles este relato, tan corto como desordenado. Intento (y prometo) mejorar.

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Y estamos regresando al redil y se vienen mas historias…

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Pero más gracias por estar.