jueves, 27 de febrero de 2014

ENGAÑO Y DISCRIMINACIÓN EN LAS OLIMPÍADAS.

Acabo de ver la película de Kaspar Heidelbach, BERLÍN 36, basada en la vida de Gretel Bergmann, una judía alemana que estaba preparada para participar en las olimpíadas
de Berlín en el año 1936. La excluyeron a último momento porque tenía muchas probabilidades de ganar en salto en alto. Pero, si ganaba, ¿cómo hubieran explicado al mundo los nazis que una atleta judía era superior a las atletas arias? No sólo eso, había otra atleta, Marie Ketteler, que, haciéndose pasar por chica, era en realidad un varoncito hecho y derecho al que las propias autoridades alemanas decidieron hacer participar para asegurarse el triunfo.
Bueno, aquí tienen a las dos personas que vivieron esas locas circunstancias. Al final de la película hay una interesante entrevista a Gretel, en su casa de Nueva York, en el año 2009.
Ya había muerto el muchacho "Marie". Podemos inferir de esta historia real llevada al cine que Gretel mantuvo durante muchísimos años el secreto de Marie. Según la película, se estableció una complicidad entre ellos porque ella descubrió, por accidente, el sexo de él, pero no aclara cuándo y cómo se supo posteriormente que él era un varón.
Y según ella misma manifiesta en la entrevista, quiso comunicarse con él, aunque no fue respondida.

domingo, 2 de febrero de 2014

REFLEXIONES DE UNA ODONTÓLOGA EMIGRADA

Va para 30 años que decidí dedicarme por completo a la especialidad que estudié durante 5 años en el Ateneo Argentino de Odontología, en Buenos Aires: la ortodoncia.
Esto lo decidí al llegar a España, porque ya había trabajado como generalista 15 años y a los 40 años de edad ya estaba harta de las reconstrucciones, la periodoncia y la prótesis, aunque la endodoncia me gustaba.
Sabía que a ese paso no tendría una larga vida profesional porque el trabajo como odontólogo general es muy esforzado y genera un gran desgaste físico y psíquico.
A lo largo de estos años debo decir que esta especialidad es FANTÁSTICA, creo que la mejor. Da una gran satisfacción por los extraordinarios logros estéticos, o sea, los pacientes están contentos y yo también.
Duele poquísimo y a algunos nada, según me manifiestan mis pobres víctimas. Cuando molesta están en su casa y al volver al mes siguiente ya ni se acuerdan. El primer mes después de la colocación del aparato te ametrallan a preguntas, suposiciones e hipótesis estrafalarias...al darse cuenta del poco eco que tales requerimientos provocan en mí, aprenden a preguntar cosas lógicas de vez en cuando. Porque, además, todo se les da por escrito en un folleto muy detallado, aunque son contados los que se acuerdan de leerlo.
Esta especialidad carece de urgencias e infecciones...por lo tanto, no es necesario medicar. Algunos se automedican los primeros días, aunque yo no lo recomiendo. Porque la molestia es perfectamente soportable y para que no abusen de los medicamentos, cosa que muchos hacen a diario.
Mis queridos niños y jóvenes aumentan la autoestima de manera ostensible.
La incidencia de caries baja dramáticamente, tanto por la mejor alineación como por la insoportable insistencia con la que mes a mes, durante 2 ó 3 años, los incordio con la correcta higiene; porque son unos cochinillos, todo hay que decirlo.
Tengo maravillosos recuerdos de muchos pacientes a los que ni reconocería si los viera por la calle.
Los he visto crecer, ponerse piercings (cosa que prohíbo pero que ni puñetero caso me hacen), dejarse flequillos debajo de los cuales están ellos, hacerse tatuajes y otras espantosas costumbres que me hacen reír mucho, porque ¿de qué me serviría enfadarme?. Algunos ya vienen a los controles postoperatorios con sus novias/os en vez de con sus omnipresentes madres, con muchas de las cuales hablamos como si fuéramos familia. Muchas veces toca hacer de psicólogo y no de dentista.
Haciendo un balance de los beneficios de la ortodoncia sin duda me inclino por los extraordinarios logros de la ya mencionada higiene oral, ventaja que ni por asomo logran los que no están asediados por los controles mensuales. O sea, que la mejor profilaxis termina siendo la ortodoncia.
Hay un porcentaje ínfimo de pacientes, tanto adultos como niños, que se resisten sistemáticamente a los consejos de cepillado y son los que más llaman mi atención. Esas personas tienen, sin duda, algún tipo de neurosis o bloqueo mental y lo afirmo sin temor a equivocarme, porque su resistencia no es normal. A esos casos se los da por perdidos ya que no se puede obligar a nadie de manera infinita.
Otra neurosis que veo de vez en cuando es el afán exagerado de logros en la estética que, además, no depende enteramente de los dientes, sino de las encías, de la línea de la sonrisa y de las características esqueletales. Algunas damas jóvenes (aunque a veces ellos también), entran como callos y quieren salir como rosas. Imposible. El cuento del patito feo sólo para los cisnes.
Y otras veces son algunas madres las neuróticas que quieren ponerle aparatos a sus hijos a toda costa, aunque yo lo contraindique por variados motivos. El más común es que hay pacientes que, aunque estén preparados clínicamente, no lo están psicológicamente y no van a cooperar. Problemas en puerta. Mejor esperar y/o motivar.
Claro que no cualquiera se enfrenta desarmado a una madre andaluza hiperconvencida y dueña de la verdad.
El conocimiento de esta profesión incluye un gran conocimiento social, dominio de los códigos, del lenguaje corporal y de la adquisición de empatía que lleva muchos más años que la profesión misma. Eso no lo enseñan ni en la facultad de odontología ni en ningún master, porque cada ciudad o comunidad autónoma tiene características diferenciadoras. No es lo mismo trabajar en una gran ciudad que en un pueblo chico, por ejemplo. No es lo mismo una ciudad gallega que una vasca. No es lo mismo una pueblo castellano que uno catalán. Y hablamos del mismo país, (no soy separatista). A mí me costó muchísimo aprender el trato con pacientes locales viniendo de Buenos Aires. Allí si que había un abismo.
Y conozco algunos extranjeros que nunca aprendieron por muchos años que lleven aquí. La adaptación requiere componentes emocionales muy concretos.
Para mí es muy importante, también, el equipo que acompaña. Los compañeros de trabajo son, en general, muy buenos y muchas veces terminamos en amistad, aunque la amistad en estas latitudes sea completamente diferente a lo que en Argentina entendemos por amistad. Eso también lo aprendí.  Claro que yo, con mi todoterreno enfermera, secretaria, jefa de compras y chófer llevo una ventaja incuestionable. Dejemos de lado que es mi hija y que, a veces estamos a punto de homicidio mutuo, lo cual es habitual entre padres e hijos que tienen la desafortunda circunstancia de trabajar juntos.
Es broma.



RECUERDOS REMOTOS

Uno de los recuerdos más remotos que tengo es sobre una epidemia de poliomielitis que hubo en Argentina, allá por los años 50.
De golpe las escuelas, las calesitas (tíovivos) y los parques se cerraron y los niños quedamos confinados al hogar hasta que pasara el peligro. Recuerdo que mi padre no dejaba que lo tocáramos, al volver del trabajo, hasta que no se lavaba y se quitaba la ropa que traía de la calle.
Recuerdo haber preguntado a la viejita María, una gallega que desembarcó a los 15 años en el puerto de Buenos Aires completamente sola y que se quedó en mi familia hasta su muerte, que por qué no podíamos salir a la calle y ella me contestó: "por la parálisis infantil" y yo entendí: "por la parada infantil", lo cual no me aclaró nada de nada y aumentó mi perplejidad, pero, por lo visto, no se hablaba mucho del asunto para no asustarnos a mi hermano y a mí. Al mismo tiempo veía a unos niños vecinos que iban y venían sin problemas y comentaba mi padre: "míralos, seguro que a éstos no les pasa nada". Y no les pasaba nada, claro. Después se supo que en los lugares muy higienizados prendía más la polio, porque se eliminaban bacterias que abrían el camino a los virus .Fué la enfermedad de la gente con dinero. Algo increíble, porque siempre es al revés.
Recuerdo haber oído llorar a mi madre porque mi hermano tenía dolor de garganta y ella pensó que era el primer síntoma de la temida enfermedad, hasta que vino nuestro maravilloso pedíatra y dictaminó que no era. Las caras de alivio de mis padres jamás podré olvidarlas...esos suspiros, esas miradas entre ellos.
También recuerdo que mi padre consiguió, a través de mi tío, que trabajaba en la aduana, 2 preciosos estuches que traían la vacuna Salk...y, que, después de habérnosla inoculado, todo el mundo respiró tranquilo.
¡Pobres mis padres, qué angustia!¡Y cómo nos cuidaban! Qué afortunados fuimos.

HOMER SIMPSON Y LA EDUCACIÓN INFANTIL

Gregorio Luri es un divino que se dedica a la educación y dice cosas que me parecieron inteligentes, originales y fruto de una larga observación de la realidad.
Primero eso tan europeo de elegir el momento oportuno, con casa, muebles y trabajos estables para tener hijos. En principio no parece mal, sino mas bien una señal de responsabilidad pero esos niños programados, según su opinión, crea padres con apetencia de perfección...y ahí es donde empieza el noble propósito a tropezar con la realidad.
Pretender ser padres perfectos llena la pareja de angustia ante algo INALCANZABLE y les roba la ironía. Sí, la ironía.
Cuando no todo es perfecto, o sea, nunca, los angustiados padres se preguntan: "mira lo que he hecho" y no "mira lo que me ha salido", cuando sabemos de sobra que un niño está sujeto a información genética, temperamento propio, u otras variables que los padres no manejan.
Nuestros sabios viejos no estaban continuamente problematizando y, si había que castigar se hacía sin complejos y punto. Pero los padres actuales han perdido esas sabias referencias porque los abuelos, o están lejos o no se consideran sabios.
Afirma este hombre que las mujeres salieron de casa pero los hombres no entraron. La figura paterna está desapareciendo y eso, según él va acrecentando la "cultura adolescente", que ya sabemos de que se alimenta. Tele, computer, videojuegos, etc.......
Más responsabilidad recae entonces en la escuela, pero si los padres siguen desautorizando a los maestros, mal vamos. Los padres notan el estado emocional de los chicos pero los educadores evalúan su comportamiento.
Y lo más cómico: este hombre nos pone un pésimo ejemplo: HOMER SIMPSON, que reconoce que es un desastre, pero que cada día empieza sin tomar como agravios lo pasado. Sin reproches.
Pone de relieve que hay hábitos que no son negociables: un niño debe empezar el día bien dormido y bien alimentado.
Y la guinda: NO CARGAR LAS VIVENCIAS DEL PRESENTE CON LOS AGRAVIOS QUE SE ARRASTRAN DEL PASADO. Él lo considera una señal de inteligencia.
¿Ustedes qué opinan?