miércoles, 29 de mayo de 2019

BEBÉS RICOS, BEBÉS POBRES.

(....) "Nosotros nos alegramos de que el príncipe Enrique y su esposa, Meghan, hayan sido padres, no somos alimañas.
Ahora bien, se trata de una alegría extraña cuando vivimos en un mundo en el que el capitalismo financiero prohíbe tener hijos a nuestros jóvenes. La procreación, en fin, empieza a ser un asunto de ricos que exhiben sin pudor ese privilegio, como queda registrado en la imagen.
Y si entre nosotros no nacen, en otros ámbitos mueren al poco de hacerlo, también por influencia de la globalización financiera. No se ha hecho el cálculo de cuántos bebés pobres tienen que morir para que sobreviva uno millonario, pero hay relación entre una cosa y otra. No lo duden". JUAN JOSÉ MILLÁS.

LAS CONSECUENCIAS DEL PASADO


domingo, 26 de mayo de 2019

LOS FILÓSOFOS Y LA POLÍTICA

"Acostumbrados como estamos a los políticos profesionales que no han tenido ningún oficio con anterioridad o a quienes utilizan la política como trampolín para lanzar o recrear sus carreras profesionales, hay que celebrar sobremanera la designación de Manuel Cruz como presidente del Senado.
Ese itinerario es el que mejor se compadece con un espíritu de servicio público: alguien que abandona su quehacer habitual, donde por otra parte ha descollado y se siente a gusto, por un compromiso político que le hace dedicar unos años a la primera línea política, como serían también los casos de Manuela Carmena y Ángel Gabilondo. Como decía Weber, conviene distinguir el vivir de la política del vivir para la política.
Platón entendió que la política era una cosa demasiado importante para dejarla en manos de cualquiera y por eso creyó que los filósofos deberían gobernar o los gobernantes filosofar.
El nuevo presidente del Senado ejemplifica lo que Kant denominó político moral, que no debe ser confundido con el moralismo político. El primero declinará su responsabilidad política con sus convicciones y el segundo solo adaptará estas a su conveniencia instrumentalizando la ética como un mero barniz para camuflar sus tropelías".
                         ROBERTO RODRÍGUEZ ARAMAYO, MADRID.

domingo, 19 de mayo de 2019

ANA Y EL TIGRE

Mi amiga Ana era muy chica y siempre iba a la casa de una amiguita vecina, a divertirse. Se llevaban muy bien. Lo que más les gustaba a ambas era tumbarse sobre la alfombra de piel de tigre a desparramar sus juguetes y allí pasarse las horas, riendo y jugando, mientras el animal las observaba con ojos vidriosos. 
Entretanto, en la casa de Ana las cosas no eran fáciles... digamos que no era precisamente un "hogar hollywoodense". Se comprende que ella buscara rincones más acogedores. Cierta tarde fué, según la costumbre, a jugar a la casa de su vecina. 
Aparentemente todo iba bien, pero en cierto momento Ana, sin razón aparente, se puso a llorar. 
Gemía y moqueaba a lo grande.
Escuchando tamaño desconsuelo, la madre de su amiga se alarmó y preguntó que qué pasaba. Entre hipos y lágrimas, Ana fué capaz de explicar que el tigre la había 
mordido. Y lo repetía machaconamente. "¡Ese tigre me mordió!", gritaba señalando al responsable de sus desgracias con su dedito índice. Todos los argumentos adultos para demostrar  lo irracional de aquélla posibilidad chocaban repetidamente contra esa catarata de pena. Finalmente la acompañó de vuelta a su casa y allí se enteró que esa misma mañana, el papá de Ana había dejado el hogar familiar. 

Aquí la tenemos muchos años después, bella y feliz y afirma, una vez más, que el tigre la mordió. Cicatriz no le quedó pero yo le creo.                                                           

sábado, 18 de mayo de 2019

NUESTRO QUERIDO EDUARDO

Cuando yo era pequeña venían a mi casa de Témperley personas de lo más variopintas. Los divinos amigos de papá (de los cuales yo me enamoraba por turno), que jugaban al póker puntualmente una vez al mes por monedas, pero que se lo tomaban tan en serio como si apostaran una fortuna. Me encantaba el olor de los naipes, las copas de vino y las caras de disimulo cuando las cartas venían cargadas. Allí aprendí ese juego tan mentiroso, mirando y observando.
Algo raro era que cuando ellos venían, nunca estaba Eduardo.
Periódicamente, nos visitaban unas viejitas desvencijadas con excéntricos sombreros,  que leían el futuro en las hojas del té. Aquéllo me fascinaba, aunque por mucho que mirara las hojitas de marras, no entendía nada, y precisamente por eso, más me fascinaba.
También venía un matrimonio asimétrico muy simpático. Al principio charlaban los dos, pero ella, que se creía Rita Hayworth (bajando majestuosamente por una escalera de mármol existente sólo en su imaginación), terminaba cansando a su marido con su voz aguda incesante y sistemáticamente se quedaba dormido en la silla, ladeando su cabeza como un muñeco desarticulado y provocando nuestras risas mal disimuladas.
Recuerdo esa época con enorme felicidad, trotando mi hermanito y yo entre toda esa gente un tanto extravagante.  El tapete verde, los juegos de porcelana inglesa, los vestidos  femeninos y los señores encorbatados, todo aderezado con risas y bebidas.
 Las luces difuminadas de las lámparas de pie pintaban cálidamente  el ambiente nocturno, las cortinas y los manteles componían una sinfonía entre elegante y pretenciosa, de una clase media en alza (las clases medias siempre están bajando o subiendo en nuestras inestables sociedades), en un suburbano seguro (casi no había delincuencia), prolijo y modestamente ajardinado.
Pero sin duda lo más peculiar en ese decorado era Eduardo Vallejos.
Él estaba en mi familia desde que tengo memoria. Será por eso que sus rarezas me parecían tan naturales como ver crecer a los geranios.
Eduardo era refinado, le gustaba mucho la lectura, siempre iba vestido con elegancia y hacía gala de prudencia y discreción. Muchos, muchos años más tarde,comprendí su profundo y original sentido del humor y muchas alternativas de su vida, que explicaban en parte, su inusual comportamiento. Tenía un pequeño departamento, en el centro de Buenos Aires, donde vivía con su madre que estaba decorado con exquisitez, lleno de detalles de buen gusto.
Mi padre y él eran compañeros de trabajo en el ferrocarril como empleados administrativos.
La foto de mi papá en un portrarretratos de plata en su mesita de noche me pareció de lo más normal... sólo mi mamá sonrió brevemente y nos miró de reojo a mi hermano y a mí. Mi papá estaba oportunamente distraído.
Pero lo que verdaderamente llamaba la atención era la forma en que resolvía Eduardo su inaceptable calvicie. Vaya a saber con que clase de betún (como decía mi papá) se pintaba este buen hombre el contorno del nacimiento del pelo y seguía rellenándolo con pintura hasta llegar al pelo real.
Cuando ocasionalmente íbamos todos en tren sentados, la gente de pie le miraba la cabeza con intensa curiosidad y muchas veces se reían. Mis padres ignoraban olímpicamente esas burlas y demostraban  un súbito interés por el paisaje exterior.
Mi hermanito Mario y yo lo vivíamos con naturalidad.
Cuando a mi papá lo obligaron a prejubilarse por no querer ponerse el brazalete negro de duelo por la muerte de Eva Perón (porque él afirmaba que sólo se lo ponía por sus familiares), Eduardo Vallejos vendió su departamento y se mudó con su madre anciana a un chalet enfrente de mi casa en la calle Cangallo, en Témperley y también se jubiló un tiempo más tarde.
Así que nos veíamos casi diariamente. A veces, cuando mis padres salían, él se quedaba a cuidarnos.
Muchos años más tarde, mi mamá, en esas tardes de confidencia que a veces teníamos, me contó en voz baja y con media sonrisa lo siguiente: "Eduardo está enamorado de tu papá desde que se conocen. La verdad es que a mí no me importa porque él nunca podrá ser mujer y a tu papá le gustan las mujeres. Además, Eduardo es muy bueno y desde que murió su madre, está muy solo. Sólo nos tiene a nosotros".
Creo que ese inesperado comentario, aparte de sorprenderme mucho cuando lo escuché, me dejó algún tipo de enseñanza con respecto a la tolerancia y al pensamiento no hegemónico.
Todavía recuerdo nítidamente ir caminando con Eduardo, muchos años después, por la estación de Témperley cuando un comentario irónico suyo me provocó una explosión de risa. Allí logré verlo por primera vez como realmente era y sentí una profunda cercanía hacia él, como nunca había sentido. Y creo que él también.
Me aferré cariñosamente a su brazo y seguimos caminando y charlando.
Pocos años después, estando yo ya en la universidad, murió solito en su casa, sin molestar, como siempre. Guardo un recuerdo entrañable de Eduardo... ojalá hubiera sabido disfrutarlo más.


lunes, 13 de mayo de 2019

¡OHHHHH, L' AMOUR!

"El amor es el estado en el que el hombre se encuentra más propenso a ver las cosas como NO SON".
                            Friedrich Nietzsche

martes, 7 de mayo de 2019

PARA UNA NIÑA LLAMADA LATINA.

A UNA NIÑA LLAMADA LATINA
Poesía de Néstor Hidalgo.
               CHARADA
Esas lunas presas que tienes por mejillas
Robadas de una zamba
Al buen indio Chaveró
Salieron desde el vientre
A encandilar el Tucman.

Tu abuelo anduvo allí
Rastreando un imposible
Cometa alto, veloz
Donde las paltas maduran.

Desde la inocencia iluminas el mundo
En tus claritos ojos diáfanos
Como el agua de una vertiente miski
Juegan todos los sueños,
Entre las madrugadas y los atardeceres. 

Un concierto de guitarras baja desde el '55
Deja la alta vereda
Se enanca por tu nombre
Como diría el Armando
¡¡Vamos, Latina, vamos!! Nos esperan.

HEROÍSMO Y ANTROPOLOGÍA.

Esta preciosa mujer italiana llamada DACIA MARAINI, poeta,ensayista y guionista de cine dice: "antes las mujeres se callaban, no hacía falta matarlas".
"En Italia, la mayoría de la clase política cree que cualquiera puede ser político o banquero, basta con que seas honesto. No es así. Hace falta ser competente. Yo no voy a un médico que no ha estudiado. En este momento hay una deslegitimación de la preparación".
Y luego cuenta algo alucinante. Entre los 7 y los 9 años ella y su familia estuvieron en un campo de concentración japonés y allí no les daban nada de comer. Estaban debilitadísimos. Entonces el padre se cortó un dedo con un hacha y se lo tiró a un guardia. ¿Y para qué lo hizo? Según la tradición samurai ese dedo cortado les creaba a los japoneses una deuda, una obligación hacia el mutilado.
Al cabo de unos días, uno de los guardias apareció con una cabra, que, con su escasa leche, les salvó la vida.
"Estábamos ya tan debilitados que yo caminaba a cuatro patas, no me tenía en pie. La leche de cabra llegó seis meses antes del fin de la guerra, pero fue fundamental. Mi padre arriesgó su vida, con la sangre que perdió. Pero ¿ves? la antropología le sirvió para algo".

jueves, 2 de mayo de 2019

OTRA DE FILÓSOFOS.

Tras oír que Platón definía al hombre como "un animal de dos patas sin plumas", el filósofo Diógenes le envió a la academia, un GALLO DESPLUMADO, con un comentario: "Aquí está el hombre de Platón".
Éste, entonces, de vio obligado a añadir a su definición: "...con uñas anchas y planas".

GENIOS DISTRAÍDOS.

Wittgenstein (filósofo alemán) y una colega se encontraban en la estación de tren de Cambridge, esperando.
Empezaron a discutir un problema filosófico. Vino el tren, seguían discutiendo.
Paró el tren, seguían discutiendo.
Arrancó el tren y de golpe, Wittgenstein corrió tras él y se subió, justo a tiempo.
La colega se quedó muy cariacontecida pero un mozo del andén la consoló: "no se preocupe usted, en 10 minutos llega el próximo".
A lo que ella contestó: "usted no entiende, él había venido a despedirme".
Cosas de filósofos.