lunes, 4 de abril de 2016

LA NOTA MUSICAL

Había una vez una nota musical que bailoteaba alegremente, muy suelta, en diferentes pentagramas. Iba de aquí para allá y como todavía era muy joven no tenía ninguna idea clara sobre su futuro. Veía que un hombre flaco de pelo blanco pasaba muchísimas horas colocando en montañas de partituras a sus hermanas notas musicales y a sus hermanos, los silencios, en un orden muy específico que brotaba de su imaginación.
Escribía, borraba y volvía a escribir como un poseso. Su pelo blanco cada vez se enmarañaba mas en nudos enredados.  Nada parecía importarle tanto como esos símbolos sonoros que podían aspirarse, olerse y hasta tocarse, pero no oírse...todavía no. Nuestra joven nota musical, que se llamaba sol, se dió cuenta que, al igual que todas las demás, había nacido de él. De alguna manera, era su hija. Casi como esa joven agradable que muy puntual llamaba a comer al anciano y que era sistemáticamente ignorada, tan afanado como estaba él con su trabajo. Hasta que ella, como siempre, le traía un plato humeante a su mesa de trabajo.
Afuera nevaba y los pocos transeúntes apuraban el paso para llegar a sus casas.
La nota musical comprendió que su posición en la partitura era importante, pero también supo que todas sus hermanas notas y sus hermanos silencios eran fundamentales para crear un sonido único.
Aunque en realidad la nota sol nunca se había oído a sí misma y constantemente se preguntaba: "¿cómo sonaré?"
Advertía con asombro como los papeles terminados volaban y se posaban enfrente de esa escalera horizontal compuesta de peldaños blancos y negros que subían y bajaban en vibrantes sonidos.

Hasta que llegó el día tan esperado y por fin el músico compositor la ubicó en uno de esos renglones... ¡y no la borró!
Allí esperó y esperó armada de paciencia y luego de mucha nieve y otros tantos platos humeantes nuestra pequeña sol llegó al piano. El músico pulsó con decisión esas teclas mágicas... a veces con más energía, a veces acariciándolas y cuando llegó su turno sonó entremedio de tantas otras.
¡No supo bien qué pensar!¡ Todo había ocurrido tan rápido!
Suavemente se abrió la puerta de la habitación y la joven hija se quedó muy quieta escuchando en el umbral. Al final exclamó: "¡Papá, esa música es celestial!".
Muchos años más tarde y luego de miles de reproducciones en grandes salas de conciertos y en pequeños discos plateados comprendió que ella, la nota musical y sus hermanos los silencios formaban parte de algo que llegaba al alma de los hombres.

Lo supo al verlos lagrimear, al verlos sonreír con los ojos cerrados apretando la mano de su acompañante y presintió que, por un momento, olvidaban sus problemas.
A pesar de su pequeñez se sintió útil y feliz en esos conciertos que emocionaban y que, luego supo, había llegado a formar parte de la historia de la música.