Mostrando entradas con la etiqueta monica bardi. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta monica bardi. Mostrar todas las entradas

jueves, 11 de septiembre de 2025

LA TELA Y LA VELA

 Cuento corto ilustrado de Mónica Bardi. 

Esas manos sarmentosas, llenas de falanges deformadas, conservaban, sin embargo, gran habilidad y creatividad a la hora de confeccionar ropa. Toda su vida había tejido primorosos escarpines y mantas multicolores. Le encantaba hacerlo mientras veía crecer a sus hijos. Ahora que ya era añeja, como le gustaba autodenominarse, seguía tejiendo. Pero desde que uno de sus hijos había muerto en trágicas circunstancias, esas manos sarmentosas usaban solo agujas. 

La esposa del difunto, Andrea, no era una buena persona. Lo había hecho sufrir y la viejita lo sabía pero callaba. Solo tejía y tejía, pero no lana o hilo, sino pensamientos enhebrados en una trama premeditada. Reflexionaba sobre lo que decía Hegel con respecto al perdón y a la reconciliación pero su tejido incorpóreo no iba por ahí. 

 "Quedó alterada por el sufrimiento”, murmuraban sus familiares y amigos. 

Ella seguía tejiendo sin titubeos, en silencio, y la tela crecía y crecía entre aires y rumores cautelosos formando una ingrávida y recóndita red. Lenta y transparente se extendía cada vez más lejos como si de ondas gravitacionales se tratara, transmitiendo todas las perturbaciones que en ella ocurrían, mientras el filósofo Foucault le susurraba a la anciana que el “ojo por ojo" no era un castigo justo. Pero otra vez, la imperceptible y endiablada  textura no iba por ahí. 

Andrea estaba cocinando rutinariamente y pensando en vaya a saber qué cosas en su cauterizada conciencia. De pronto le pareció que se enredaba en algo y aunque se  sacudió enérgicamente, ya era tarde y se quedó con una sensación de profunda incomodidad. Ella ignoraba que cada movimiento suyo hacía vibrar la tela transparente que enviaba su mensaje etéreo con fidelidad milimétrica a la lejana tejedora. Tampoco sabía Andrea que aquel vínculo era ya indestructible. 

Cuando la policía identificó su cadáver calcinado fue difícil explicar el origen del fuego. La hipótesis más plausible era que una vela encendida se cayó, con algún impulso desconocido, e inició el incendio. Y más difícil fue explicar por qué Andrea, llamativamente, no había podido escapar de las llamas… como si hubiera estado amarrada. 

Solo la tejedora de manos sarmentosas torció el gesto en algo parecido a una amarga sonrisa: el castigo se había cumplido. Al final, Nicolás Maquiavelo le había dado la clave: “cuando se le hace daño a alguien, se debe hacer de tal manera que le sea imposible vengarse”. 




jueves, 17 de julio de 2025

SIESTA

 Cuento corto de Mónica Bardi

Acrílico sobre lienzo (fragmento)

Hacía mucho que ella no lograba caer  desmayada en esas siestas reparadoras que se tienen de joven. No era joven y, ya se sabe, los viejos duermen poco. Pero esa fresca tarde, luego de la ola de calor, lo logró. Se durmió como un bebé. Entonces un sueño mágico empezó a tejer un cuento sublime con absoluta irresponsabilidad.

Soñó y soñó que charlaba con un hombre agradable y sonriente al que, aparentemente, acababa de conocer  aunque se percibía de forma subliminal una fuerte sintonía. Una atracción. 

Había, de fondo, un mar rumoroso y médanos hospitalarios que enmarcaban una apropiada atmósfera de romance en ciernes. La lenta conversación no importaba en absoluto pero sí esa sensación indescifrable de amor naciente, de amalgama afectiva. El flechazo, que le dicen, pero no exactamente. 

Las miradas hablaban por si solas. En unos momentos, se largaban a nadar en cielos nublados acompañando a las gaviotas; en otros momentos caminaban relajadamente sobre aguas frías y serenas; apenas rozándose, mientras esa sugestión sobrenatural aumentaba y multiplicaba una narrativa llena de sobreentendidos: una loca libertad que sólo existe en un territorio soñado. Nunca se le hubiera ocurrido que una ensoñación por si sola sería capaz de verter en su torrente sanguíneo esas endorfinas que reedituaran con enorme nitidez emociones que creía olvidadas. 

Luego de un rato, él comentó que le había entrado agua en un oído y entonces ambos decidieron ir a una farmacia a buscar remedios para la otitis. Pero nada de eso importaba: lo decían como quien dice que va a la verdulería a comprar lechuga. Lo que realmente tenía sentido era ese deleite de seguir haciendo algo juntos. 

Salieron de la farmacia y ella, espontáneamente, se aferró a su brazo. Caminaron y pasearon dichosos en una fascinante travesía sin futuro. Como el flâneur de Baudelaire, el paseante que está siendo parte de algo pero que también está aparte de todo porque nada importa: solo el presente. No había desconfianza ni zonas oscuras: sin conocerse, ya compartían algo glorioso,  una comunicación irrepetible. Y eso, en el sueño, se podía casi tocar con la mano.  

Entonces ella se fue despertando,  sintiendo un bienestar absoluto, segura de haber vivido un amor que alguna vez conoció despierta. Se quedó un largo rato relajada, con los ojos cerrados,  saboreando la efímera excursión onírica. Todavía circulaban en su sangre esos mediadores químicos de la felicidad, porque los sentía, y quiso prolongarlos lo más posible: era como una abundancia venturosa que se vivía con el cuerpo entero. Recordó con extrañeza que no había en el sueño carga erótica ninguna, pero sí mucho más: una gran comunión espiritual con un ser que no se parecía a nadie que ella conociera.  

Mientras tanto, la imagen del tipo divino  se iba desdibujando lentamente sin abandonar la sonrisa, alejándose y dejándola otra vez sola. Si el nocturno de Chopin es lo más parecido que se ha escrito en piano a una despedida sin palabras, esa música acompañaba el despertar de una experiencia inédita. 

Con gran agradecimiento a la vida por tan inesperado regalo y todavía medio conmocionada, se sentó y se aferró al borde de la cama, sonriendo; luego, a sus muletas y, como siempre, ignorando años, dolores y molestias, se fue a hacer la comida para la cena. Pronto llegaría su familia. 

..........................................................................

Dice JORGE ALEMÁN (ensayista argentino): El psicoanálisis no es una ciencia: "se ocupa de todo aquéllo que la ciencia deshecha: los sueños, los lapsus, las pasiones insensatas, el amor en estado de confusión. Pero eso le abre a otra verdad. Permite conocernos a nosotros mismos. Y saber dónde uno está situado con respecto a los lazos sociales".



miércoles, 16 de julio de 2025

HUMANIDAD

 


El Gallego y el Harrier: historia de un disparo, un abrigo y un abrazo

Lo conocí siendo muy joven, cuando aún me temblaban las manos y el alma por rendir las pruebas de ingreso al Curso de Comandos del Ejército Argentino. Aquel día, entre los evaluadores, estaba él: el entonces teniente primero Sergio Fernández, al que todos llamaban simplemente “el Gallego”. Serio, preciso, con esa sobriedad que tienen los que no necesitan levantar la voz para que los escuchen. Todavía no tenía la boina verde, pero ya intuía que estaba frente a alguien que la honraba con cada paso.

Con los años, tuve la fortuna de compartir destino, marchas, cursos y vivencias con él. Era un soldado a toda prueba. Profesional, dedicado, de esos que cuando las cosas se ponían difíciles, caminaban adelante. Un tipo que jamás dejó atrás a un compañero, que siempre estuvo atento a quien aflojaba, no para señalarlo, sino para tenderle la mano y levantarlo.

En mayo del ‘82, en pleno conflicto de Malvinas, al Gallego le tocó vivir una de esas injusticias tácticas que solo entienden los que estuvieron ahí. El 19 de mayo, sabiendo que el desembarco inglés en isla Soledad era inminente, Menéndez y Parada mandaron a casi toda la Compañía de Comandos 601 a isla Gran Malvina, tras detectar “movimientos sospechosos” al norte de Puerto Howard con un radar Rasit. Movimientos que, claro, nunca se confirmaron. “Nos mandaron a correr sombras”, dijo después Sergio. “Éramos la reserva, los que íbamos a morder cuando pisaran tierra. Y nos rifaron.”

Pero el destino no había terminado con él. El mayor Mario Castagneto —jefe de compañía— decidió entonces organizar una Sección de Emboscada Antiaérea. Y no dudó en elegir al mejor: Sergio Fernández, sin lugar a dudas el mejor apuntador de Blow Pipe del país. Había sido jefe del curso de ese sistema entre 1979 y 1982. Conocía ese misil como si lo hubiera parido. El Blow Pipe era un lanzamisiles portátil de fabricación británica, con un alcance de tres kilómetros y una velocidad Mach 1. Una suerte de bazuca moderna, cuyo guiado manual impedía que pudiera ser interferido por contramedidas electrónicas. Pero había un problema. En todo el teatro de operaciones de Malvinas, el Ejército argentino contaba apenas con tres lanzadores y seis proyectiles. En el continente, en cambio, dormían 20 lanzadores y 120 misiles, guardados como si la guerra estuviera en las vitrinas. Castagneto envió al Gallego a Stanley House, la sede del gobierno en Malvinas, para pedir autorización al general Oscar Jofre y traer más armamento. La respuesta fue un portazo sin matices.

—No. Es mucho problema. Nos arreglamos con lo que hay —le respondió el general Jofre.

El Gallego volvió masticando bronca. Pero con lo que tenía, iba a hacer historia. El 21 de mayo, en las primeras horas de luz, se apostó con el capitán Ricardo Frecha y el cabo primero Jorge Martínez en una posición elevada cerca del puesto del Regimiento de Infantería 5, en Puerto Yapeyú. Era una mañana helada. Y fue entonces que lo vieron: un Sea Harrier británico, el cazabombardero más temido por los soldados argentinos, avanzando rasante sobre el agua.

En un primer intento, lo tuvieron a tiro. Frecha autorizó disparar. El avión giró en el último instante y se perdió tras las lomas. Sergio no disparó. Sabía que no era el momento. Había algo en su mirada, en su quietud, que decía que el blanco volvería.

Y volvió. Desde el sur, apareció otra vez. Tal vez era el mismo Harrier. Esta vez, el Gallego no dudó. Lo dejó venir. Lo dejó acercarse. Hasta que lo tuvo al alcance justo. Dijo después: “Lo único que tenía en la cabeza era: ‘¡Hijo de ....., te la voy a poner en el blanco del ojo!’”.

Y disparó.

Un segundo. Dos. Una bola de fuego en el cielo. El Harrier, pilotado por Jeff Glover, se desintegraba sobre el agua helada. Pero antes del impacto total, se abrió un paracaídas. El inglés se había eyectado. El Gallego se quedó mirando en silencio. Dijo luego: “Estaba feliz por haber hecho bolsa al avión, y doblemente feliz porque el inglés se había salvado. Yo no quería matarlo. Quería detenerlo.”

Cayó al agua a unos 1800 metros. El frío podía matarlo en minutos. Los comandos salieron como alma que lleva el diablo. Corrieron, tropezaron, cruzaron campos minados, fusiles al hombro, sin saber si llegarían a tiempo. Y llegaron. Por puro milagro, justo ahí había un bote. El cabo primero Eduardo Ibarra se lanzó al rescate. Lo sacaron. Lo abrigaron. Y en la playa, Sergio le dio su campera de duvet. Le tendió la mano. Lo ayudó a bajar. Lo llevó al puesto de socorro junto al médico Llanos. El piloto, morado por el frío, todavía tuvo el gesto de ofrecer su sangre para un soldado argentino herido.

Al día siguiente, lo evacuaron en helicóptero. Sergio se acercó a despedirlo.

—Soy el que te derribó —le dijo.

—Me place estar vivo —respondió Glover.

—A mí también que lo estés —contestó el Gallego.

Décadas después, en 2016, se reencontraron. Esta vez sin misiles, sin boinas, sin guerra. Fue en el Hotel Alvear. Cuatro horas de desayuno, reconstruyendo aquel día, rindiéndose un abrazo que les debía el tiempo. Y el Gallego, emocionado, dijo: “Ese abrazo fue el que nos teníamos que dar. Si Dios quiso que sobreviviéramos, fue para que seamos mejores”.

Querido lector, si esta historia te llegó, si alguna vez pensaste que un soldado solo dispara, pensalo de nuevo. A veces, también abriga. Porque la dignidad no se mide por el uniforme, sino por lo que hacés cuando todo tiembla.


Foto del escritor: Roberto Arnaiz

Por: Roberto Arnaiz 


(www.robertoarnaiz.com/blog) 

Roberto Arnaiz | Escritor e Historiador

📚 Autor de más de 30 libros.


🌍 Exploro la historia y la cultura para conectar el pasado con el presente. 


✨ Descubre mis libros y contenidos exclusivos en: (www.robertoarnaiz.com)

martes, 8 de julio de 2025

EL ACUANAUTA


 - Luis Alberto Nicolao - De la página de Víctor Pablo Karakachoff.

"Nosotros nadábamos sin antiparras, con agua medio turbia, no sabíamos qué comer ni cómo eliminar la acumulación de ácido láctico: a mí me sacaban morado del agua".

Nicolao nació en Buenos Aires el 28 de junio del año 1944. Es un nadador argentino retirado de la alta competición, especialista en el estilo mariposa, en el que obtuvo dos veces el récord mundial en 100 metros el 24 de abril y el 27 de abril de 1962, único nadador argentino hasta 2009 en haber obtenido un récord mundial homologado. Fue 24 veces campeón sudamericano, una vez campeón nacional de los Estados Unidos en 1965 y obtuvo tres medallas de bronce en los Juegos Panamericanos.

Acaso baste para definirlo una mención que seguramente nadie se atreve a discutir: fue el mas grande nadador argentino de todas las  épocas y quizás el mejor deportista de la década del '60.

Atleta argentino, Nicolao en su dilatado transitar por piletas de todos los rincones de la tierra acumuló una retahila de éxitos asombrosa. Pero ninguno tuvo la tremenda trascendencia del que coronó el 27 de abril de 1962, en el natatorio de Guanabara, en Río de Janeiro, Brasil.

Ese día Luis Alberto Nicolao inscribió su nombre y el de la Argentina en las tablas de records mundiales. Un hecho que la natación local jamás había registrado, ni volvió a hacerlo.

Alentado por un público entusiasta se arrojó a las saladas aguas  por esa circunstancia mucho más aptas para desplazamientos veloces, pues ofrecen menos resistencia— decidido a quebrar el record mundial de los 100 metros estilo mariposa. En 57 segundos ya había cumplido su cometido.

Fue uno de los primados que resistió durante más tiempo el alud de records desatado en el último decenio. Durante cinco años, dos meses y trece días permaneció incólume a todos los embates. En los primeros días de agosto de 1967 un fenómeno de la natación americana, Mark Spitz, desplazó a Nicolao al establecer 56 segundos 3 décimas, en un torneo internacional celebrado en Santa Clara, California.

Sin embargo, no logró opacar la performance del que fuera representante del Club Ateneo de la Juventud, en Buenos Aires.

Escapando a la mediocridad de un medio que difícilmente le permitiera superarse —ya antes lo había hecho su entrenador Alberto Carranza, tentado por ofrecimientos de clubes brasileños y uruguayos— el excepcional mariposista emigró hacia los Estados Unidos de América, donde optó por la beca que le ofreciera la Universidad de Stanford, en California. Allí representó también al Santa Clara Swimming Club, una institución casi mitológica en el concierto de la natación internacional.

Pero jamás olvidó al deporte de su país. Donde fuese necesario, allí estuvo presente para defenderlo. Desde su primera participación internacional, durante el campeonato Sudamericano de Cali, en Colombia en 1960, acaparó 17 títulos sudamericanos, sin contar su participación en los equipos de postas.

Fue olímpico en tres oportunidades:

Roma en 1960, Tokio en 1964 y México en 1968, donde finalizó su trayectoria de nadador.

Con 24 años —una edad inusual en que la mayoría de los nadadores optó por el retiro— acudió en búsqueda de la única satisfacción que no alcanzó una medalla olímpica. Su prueba más fuerte —los 100 metros mariposa— recién se incluyó en el programa olímpico en los Juegos de México» hecho que no le permitió alcanzar antes ese objetivo.

Dispuesto a jugar su última oportunidad, se instaló en la capital azteca con 50 días de antelación para ganarle al fantasma de la altura. Sus posibilidades parecieron fortalecerse tras su actuación en los 100 metros estilo libre, prueba en la que se clasificó para la final. A pesar de ocupar el séptimo puesto (marcó 53,9 segundos) fue un buen indicio ya que esa no era su especialidad.

El domingo 20 de octubre ganó su serie eliminatoria —corrida por la mañana— de los 100 mariposa con relativa facilidad. A las 18.30 de ese mismo día estaba anunciada la semifinal.

Allí comenzó a gestarse un diabólico, absurdo drama que lo dejó sin posibilidades. Cuando el micro oficial que lo transportaba comenzó a atravesar la zona por donde pasaba en ese momento la carrera de maratón debió detenerse.

Fue un largo retraso:

Nicolao llegó a su destino después que la competencia en que debía participar se había efectuado. Todos los reclamos —acaudillados curiosamente por mister Ritter, el delegado norteamericano— fueron desoídos.

En una declaración para la revista "El Gráfico", del 5 de octubre de 1968, Nicolao se quejó: "Le pregunté a Ritter qué había dicho el delegado argentino, Manuel Segura, y me contestó que si estaba, se quedó mudo, que no vio ningún argentino que sacara la cara por mí"...

Fue el pago de un medio deportivo que defendió durante años. Un epílogo injusto a su campaña, pero digno exponente de la mediocridad que alguna vez lo hizo emigrar

Premio Konex de Platino 1980. Jurado Premios Konex 2000 y 2010.

Fue 24 veces Campeón Sudamericano. Campeón Nacional de EE.UU. y Campeón Universitario por la Universidad de Stanford (1965, 1966, 1967 y 1968). Premio Olimpia de Oro 1961.

.....................................................................

Desde luego, no sé donde guardará este señor Luis Alberto Nicolao tantos trofeos: seguro que tiene otra casa para los premios. Es algo asombroso. Casi no tengo palabras para explicar la impresión que me causó al verlo nadar en el club ECA de Témperley en una exhibición. No podía creer lo que veía: alguien volando casi sin tocar el agua. Yo, nadadora, me quedé sin respirar de lo inesperado de la situación; nunca había visto a un campeón mundial de natación en directo. 

Por esa razón incluí un comentario sobre ese día inolvidable en mi novela LA CASA BROTADA; como homenaje a ese superdotado que nos hizo sentir tan orgullosos de ser argentinos. Además, tuve la suerte de poder contactar con el (milagros de Internet) y mandarle mi novelita. Espero que le guste. 

domingo, 22 de junio de 2025

MI NIETO ADRIÁN

Esta es una historia breve y sencilla de un hecho real. Sin pretensiones pero con la intención de captar las características de personalidad tan peculiares que llevan como segunda piel los habitantes de una pequeña ciudad llamada Cádiz, en el sur de España. Como anticipo me siento en la obligación de decir que uno, antes de echarle una bronca a otro, primero debería averiguar algunos datos personales del sujeto en cuestión. Por ejemplo, donde está empadronado. Si contesta Cádiz, ya sabemos algo importante. Y si agrega de padre argentino, mejor punto en boca, ponemos primera y nos vamos. LETAL COMBINACIÓN. 

Contexto: escenario campestre en un día fresco y soleado. Un joven va tranquilamente a tirar un capazo lleno de pastos, de hojas y de ramas, después de haber cortado el césped del jardín de su abuela.  (Aclaración necesaria: el basurero nos tiene dicho que cuando se trate de residuos vegetales los tiremos a un lado porque el container gris está destinado para las bolsas de basura doméstica). Y eso exactamente estaba haciendo el joven en ropas de pijama. 

En ese momento, una señora muy preocupada y con tiempo de sobra por los asuntos sociales del barrio pasa en su coche y ve cómo el joven tira la maleza a un costado del container gris. Automática y velozmente baja la ventanilla queriendo darle una lección al joven, sin saber que se había topado nada menos que con un doctor en argumentos histriónicos e irónicos, ya que dicho chaval es, como dijimos, un arquetípico ejemplar de la zona, hijo de un argentino y de una gaditana y criado en Cádiz. El chico la miró interrogativamente mientras su cerebro elaboraba un lado lógico de la situación. "Esa señora a lo mejor querrá preguntar por alguna dirección", pensó. En ese momento, la señora muy mandona declaró perentoriamente y en voz muy alta, mientras señalaba con el índice de la mano izquierda : "¡Mira, por si no te has dado cuenta, el contenedor tiene 2 agujeritos para tirar la basura!" (Aclaramos desde ya que son dos grandes agujeros y no agujeritos). Y siguió: "¿O eso es mucho trabajo para ti?".

El joven pensó rápidamente: "¿realmente vale la pena explicarle a esta señora desconocida todo ese rollo del contenedor y ponerme a discutir con ella?" Y se contestó a si mismo: "No, no vale la pena. Hace mucho calor".

Decidido el tema en milisegundos a continuación le dijo, desplegando sus ocultos dotes actorales: "¿¡En serio?!, ¡no me lo puedo creer, no me había dado cuenta! Le juro que no los vi... como son tan pequeños. Usted perdone y muchas gracias por la información", derramando pura y falsa inocencia, cuando no algo de metalenguaje tipo "es que soy muy básico, me falta un hervor". Todo aderezado con una media sonrisa  "perdonavidas". A estas alturas es poco creíble que la señora no haya sospechado una intención burlesca por parte del pibe. Pero parece que no. (Hay gente pa'to')

La señora, sin dudarlo y sin haber captado nada todavía, responde muy prepotente y con un gesto teatral: "Es que hay gente a la que no le da la cabeza". 

El joven la mira un instante con piedad y replica suave y muy lentamente: "Muy cierto, definitivamente hay gente así; hay gente a la que no le da la cabeza y es porque tienen retardo sináptico". Le sonríe ahora ampliamente, la mira por encima de las gafas, se da media vuelta y se va tan campante dejando muda y perpleja a la aprendiz de docente en asuntos medioambientales. ¡La pobre! Todavía debe estar dándole vueltas a lo del "retardo sináptico". (Vocablos cosechados de las clases de fisiología de la abuela de Adrián).

Hay un dicho muy popular en Cádiz que describe en pocas palabras esa situación: "Le quiso vender la moto y el pibe acabó robándosela".

El gaditano en cuestión es mi nietecito chiquito de metro ochenta y cinco, 25 años y con rápidas respuestas trimilenarias en cada pata, herencia de la larguísima historia de la ciudad. 

Cuenta la leyenda que a la señora, despues de un moderado período de latencia (o retardo sináptico, si prefieren), en el que por fin se supone que entendió la realidad de la situación, ya no se le ocurrió poner en práctica sus mediocres aptitudes de ecologista en ciernes. ¡Es que no to' er mundo puede ser de Cai!


MIRADAS

Acrílico sobre lienzo, Mónica Bardi

La física cuántica nos dice que si queremos observar a una partícula subatómica, el solo hecho de observarla ya cambia su estado (o posición o situación o algo parecido). Nuestra mirada la mueve. Bueno, no exactamente nuestra mirada sino el medio que usamos para poder verla. Todo lo que se refiere a esas leyes que gobiernan la vida (¿vida?) de las partículas elementales es totalmente antiintuitivo y hay que abrirse la cabeza para llegar a entenderlas a nivel divulgación... y gracias. Pero, de hecho, ese es el "corazón" de la materia. Una teoría dice que en el interior de las partículas habría cuerdas pequeñísimas que contienen información. Como la música, que con 7 notas puede crear infinidad de melodías. Esas cuerdecillas tendrían su propio " sonido" que respondería a información muy concreta, igual que una guitarra. Si 7 notas pueden crear tanta música, con unas pocas cuerdecillas se podría crear elementos que están en la tabla de Mendeleiev. 

Como lo del bosón de Higgs, otro tema  para volvernos majaras. ¿Cómo hizo la tal para ganar masa de la nada? Si yo apenas gano para vivir. 

Pero volvamos a la mirada. Si nos detenemos a pensar cualquier mirada tiene, potencialmente, el poder de cambiar lo que mira. 🤔 

Hay miradas que nos tranquilizan, otras que nos aterran, otras que nos sorprenden, otras inolvidables. Los ojos de un perro, de un gato doméstico; hasta los de una mosca y sus enormes ojos nos interpelan. El poder de una mirada, como el de la palabra, es algo inaprensible. Recuerdo miradas tan elocuentes que cambiaron una decisión casi tomada. 

Lacan fue el primero que usó la palabra "mirada" para referirse a cierta inquietud del sujeto al sentirse observado. El observador y el observado son influidos por ese intercambio.

Así que, nada de depresiones personales  por no entender lo de cierto gato cuántico de Schroedinger encerrado en una caja. Son metáforas, no hay que darles tanta pelota; pocos pueden entender semejante galimatías. Pero a lo que iba: todas las miradas influyen: hay miradas que matan. Y al revés. Lo sé porque de tanto mirar ansiosamente a mi plantita de taco de reina, revivió. ¿O será porque llovió? 

domingo, 20 de abril de 2025

TENER FE ES DE VALIENTES

 


MILAGRO DE PASCUA por Marcos Aycierex 

Llegué a creer que la fe era algo con lo que uno nace o no nace.

Pero yo encontré hace poco un camino a la fe.  No vino por herencia, no fue una revelación ni por cumplir una promesa o una peregrinación, la fui descubriendo, fue como ir caminando por la playa juntando piedritas. Encontrarnos me ha llevado más de medio siglo de espantos y asombros, mi fe tiene más de naturaleza que de teología, más que ver con la experiencia que con la doctrina, más con la gente que con los santos, más con la creación y la libertad que con los dogmas y los templos, e incluye, debo decirlo,  más la duda que las certezas.

Tener fe no es confiar en que las cosas sucederán como queremos, el biribiri de pedir y agradecer, eso es hacer negocios.

No es sentarse a esperar el milagro, es sentirse parte de él.

Tengo fe en ese "algo" que danza, esa fuerza inexplicable que da forma la materia, mantiene erguido el esqueleto y nos habla en ciertos crepúsculos. Mi fe no mueve montañas, de hecho, es bastante frágil, a la medida de mi minúscula presencia en un universo que me excede, pero también me contiene. 

No me siento “espiritual”, soy materia y vacío, hago sombra, soy todo lo que se ve y tambien lo que está más allá de mi cuerpo, soy ese cascarudo bajo la luna y soy el niño de Ga2a que nos mira desde una foto. Si no me siento parte del mundo, ¿cómo voy a hacer algo por él?

No puedo decir mucho más, lo sagrado habla en silencio, la mirada de los caballos, el color granate, la risa de un hijo, no todo lo que existe entra en las palabras. En tiempos de producción y tecnologías, tener fe es de valientes. Darnos cuenta de que un misterio nos contiene nos ayuda a dejar de rumiar laberintos. Pensar en lo que trasciende es una cualidad de nuestra especie, reconozcámonos en ella, volvamos a lo humano.

En cuanto a este hombre que hoy ha sido crucificado y tal vez regrese el domingo de Pascua sepamos que su enseñanza muere en cada golpe que damos a otro y en cada acto de amor resucita, cada uno sabrá...pero es necesario decidir de qué lado queremos estar, después de todo, vos y yo, y  todos,  somos ese amor que damos. Seamos milagro, ahora, siempre.

Marcos Ayciriex

martes, 1 de abril de 2025

CASTRACIÓN

Narración basada en hechos reales. Mónica Bardi. 

Y no quedó más remedio. Todos nos resistimos pero no hubo caso: al gato Tito hubo que hacerle una testiculotomía, o sea, cortarle sus huevecitos, castrarlo. ¡Qué palabritas, mamita mía! La decisión se tomó porque volvía destrozado de sus aventuras nocturnas: gatos, gatas y gates, como se dice ahora, caían bajo su mágico influjo de tipo medio seductor y medio mafioso, como Al Pacino. Vivía entre el amor y el odio, los celos y la competencia; a juzgar por el estado en que retornaba al hogar.  

En la familia se intentó todo para encarrilar a ese felino adolescente pero  sin ningún resultado. El Cuaco, mi ganso ampurdanés, lo regañó severamente, graznando con su trompetilla a todo volumen, yo también pero no graznando sino hablándole dulcemente; mi hija se horrorizó al verlo en ese estado y le gritó, mi nieto le advirtió que sus aventuras siempre habían terminado mal, quizás basándose en su propia experiencia. Pero para Tito toda admonición era inútil porque su conducta era compulsiva. Se veía empujado por fuerzas irresistibles a conquistar el imperio persa, o sea, la casa del vecino: lo deberíamos haber bautizado ALEJANDRO. 

Cuando las heridas en su carita felina adquirieron tintes dramáticos se lo metió en un transportín con destino a un veterinario y adiós a sus posibilidades de dejar descendencia. O quizás ya la dejó y no supimos nada. Es que no cuenta nada el muy boludo: todo en su vida es un misterio, como un vulgar Vito Corleone.

Y ahora la secuencia: para que se le curara la profunda herida de la cara hubo que ponerle ese espantoso collar isabelino para que no se rasque y cortarle las uñas de las patas traseras, impedirle salir al jardín y que se acostumbre al cajón de arena en el baño.

Sufrió mucho pero fue todo lo buen  paciente que pudo: se dejaba desinfectar y poner la crema cicatrizante dos veces por día. Tomaba las pastillas mezcladas con delicatessen para gatos. Por la noche, sin embargo, era cuando venían los problemas. Maullaba agónicamente por los pasillos de la casa pidiendo guerra porque las hormonas restantes todavía tiraban de él, pero nadie le abría la puerta o la ventana hasta que se curara. El gato desesperado, pero hay que entender que Tito está a cargo de un extenso jardín y allí no puede entrar nadie que no sea humano: es mucha responsabilidad para un bicho de año y medio. 



El ganso Cuaco salta las alarmas con su trompetilla aguda al primer ruido raro, pero para más no da el pobre plumífero.

Así que un nuevo sonido salió de la garganta de Tito: un rugido. Sí, un rugido siempre nocturno. Sorpresa general: ¿y ese nuevo ruido teñido de salvajismo? Todo el mundo saltó de la cama, varias puertas de dormitorios se abrieron y otros tantos ojos legañosos miraron al pasillo: allí estaba el guardián nocturno emulando a un león y exigiendo más libertad. Sólo le faltaba una motosierra para destrozar obstáculos, cualesquiera que estos fueran. 

Los días pasaron lo mejor que pudieron, las heridas se fueron curando lentamente y por fin se le pudo sacar el agónico collar gótico, aunque se le volvieron a cortar las uñas de las patas traseras. Como verán, todo es a base de filos, tijeras y bisturíes. De a poco fue cicatrizando, ganando libertades y el jardín recuperó a su panóptico atento y vigilante. Afortunadamente, las hormonas descendieron y su agresividad quedó como de película cómica. Ahora tiene un severo retroceso: un ataque de gatitis, o sea, algo parecido a la mamitis que es el apego a su "madre". Que vengo a ser yo. ¡Tendré que poner una cama de matrimonio, mon Dieu!

jueves, 13 de marzo de 2025

DÉJÀ VU

 Déjà vu por CARLES TÀVEC

Es de pizarrón:

1) Un día antes el gobierno pretende invalidar la adhesión a la marcha de los jubilados: «van a ir barrabravas ligados al narcotráfico y gente de izquierda» —para el gobierno no son ciudadanos con derechos sino marginales—;

2) Después de los disturbios, la prensa con más tiraje de la Argentina titula de la misma manera las notas: «Destrozos, heridos y 124 detenidos en una batalla de barrabravas y militantes contra policías frente al Congreso». Es llamativa la coincidencia;

3) Utilizan una vez más un recurso más antiguo que Aristóteles: introducen en la marcha a miembros de las fuerzas de inseguridad disfrazados de manifestantes con el solo propósito de crear caos y justificar la represión.

En la Plaza Congreso, en Sáenz Peña y Rivadavia, los asistentes estaban armados solamente con celulares o pancartas. Doy fe porque estuve ahí. Ninguna piedra me rozó la cabeza y nadie me empujó ni me agredió. Había personas de muy diferentes edades y ocupaciones que cantaban sus consignas y se manifestaban de manera pacífica, nada más que eso.

El fotoperiodista Pablo Grillo no fue golpeado en la cabeza por una piedra sino por una cápsula de gas lacrimógeno disparada por la policía. La jubilada de 87 años no terminó en el piso inconsciente por un golpe de un barrabrava sino por el empujón de un miembro de las fuerzas de inseguridad.

A mí no me la van a contar.         

La imagen es de propia cosecha.

                    Carles Tàvec

miércoles, 26 de febrero de 2025

DIOS

Pensamientos y aspiraciones. Mónica Bardi

Ya sé que somos como torpes hormiguitas para ti, Dios, pero si por casualidad tu celestial linterna nos hiciera llegar un haz de luz y de golpe nos vieras te darías cuenta de qué gran necesidad tenemos de un "padre" o una "madre". Es igual uno u otra, pero que nos dé la esperanza de tu existencia. No estrictamente para una vida mejor, allá, entre las nubes, tocando la lira. O peor, allá, en el fondo de esas escalofriantes llamas, en el Averno. No, no es eso. 

Solo pido saber que tú existes y que sabes de nuestra existencia. Es un pequeño consuelo, lo sé, pero a mí me haría sentir ¡tan acompañada!

Esta torpe hormiguita se sentiría asistida por una mirada que debería ser bondadosa y comprensiva, quiero creer. Tu sola presencia, aunque vivas distraído por otros temas más importantes, Dios, me haría sentir ¡tan acompañada!

En fin, eso es todo y muchos saludos, estés donde estés y existas o no existas. 

viernes, 31 de enero de 2025

TESLA Y MARTE

 CUANDO EL FINAL SE TRANSFORMÓ EN EL PRINCIPIO

GUSTAVO JASSIN

Había una vez, un chico que no entendía lo que sucedía a su alrededor. Su abuelo, había sido un jerarca nazi y le costaba entender que significaba extender el brazo y adorar a una persona que era como Chaplin, pero, del otro lado, el de los malos. Su familia emigró a Canadá y con un cerebro que competía contra su incapacidad de empatizar con la sociedad, se obsesionó con hacer dinero y mas dinero para que un día, finalmente, pudiera viajar a un planeta como Marte y que ahí, no lo molestaran aquellos que su abuelo decía que eran molestos, como los pobres, los de piel oscura, los judíos, etc. Así fue como tras apostar para que los coches fueran eléctricos, con excusa de ser menos contaminantes, pero, sin advertir que las baterías vencidas, gasificaban y contaminaban mucho mas que la carburación fósil. El hombre había creado el coche eléctrico que ya podía circular por Marte y a la vez, permitía crear una lanzadera mediática.

Era extremadamente inteligente, al punto de poder doblegar al propio presidente de un país muy poderoso a quien puso a disposición toda su estructura mediática para que el mundo pudiera ser grande otra vez, como si alguna vez hubiera sido gigante y diáfano, pero la receta funcionó.

Habían pasado unos años y sus cohetes de carga, permitieron que toda la gente que admiraba al personaje y con sus fortunas que solo apuntaban al materialismo como finitud, encontraron por fin la nueva sociedad marciana, al fin marginada de chusma, pobreza y mediocridad. Convenció a la nueva sociedad para que el planeta se llamara el Planeta Rubio. Al principio, todos estaban excitados , tal si navegaran en un super crucero con mil atracciones, pero, comenzaron las tormentas marcianas y ya no podían salir de los refugios. Ni siquiera podían sacar a pasear sus coches eléctricos  porque serían devorados por repentinos huracanes. Muy rápidamente, percibieron que el encierro los envejecía prematuramente, se les deformaban los rostros que se iban poblando de arrugas. Los huesos no soportaban el propio peso.

Así fue como todos comenzaron a reclamarle al mentor y propietario del planeta Rubio. A cada protesta, el hombre sonreía sardónicamente , bailaba, extendía el brazo como su abuelo nazi y sus carcajadas no se detenían para dar alguna propuesta. Los que creían ser privilegiados, veían a traves de las pantallas y bajo encierro, como en realidad, habían caído en el pozo mas profundo de la locura.

Querían desesperadamente volver a la Tierra. Pero el hombre que no cesaba en sus carcajadas solo se limitaba a decir que era un viaje sin retorno.

Los hielos de los polos habían vuelto a sus magnitudes. Las estaciones , tal si fuera la obra de Vivaldi, volvieron a su armonía. Hacía tiempo que las noticias no hablaban de guerras y catástrofes. Por el contrario, la tendencia de los telediarios era competir en las buenas noticias.

Habían pasado decenas de años desde la oscuridad. Había algo mas, del otro lado del horizonte...la ideología de geometría cartesiana, creada para dividir a la humanidad, se había derretido en su propia ignorancia. La gente se movía, tanto a pie, como en toda clase de vehículos, principalmente con la tecnología magnética y la que reciclaba el vapor. Paradójicamente, su inventor, había sido un hombre llamado Tesla.

miércoles, 8 de enero de 2025

¿QUIÉN TIENE LA CULPA?

TATO BORES

La culpa de todo la tiene el ministro de Economía dijo uno. >>No señor!!! dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo. La culpa de todo la tienen los evasores.

>>Mentiras!!! dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro. La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto.

>>Falso!!! dijeron los de la economía mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo. La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita.

>>Pero, por favor…!!! dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas publicas. La culpa de todo la tienen los de la patria financiera.

>>Calumnias!!! dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días. La culpa de todo la tienen los corruptos que no tienen moral.

>>Se equivoca!!! dijo un corrupto mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba "Haga su propio curro" pero que, en realidad sólo contenía páginas en blanco. La culpa de todo la tiene la burocracia que hace aumentar el gasto público.

>>No es cierto!!! dijo un empleado público mientas con una mano se rascaba el pupo y con la otra el trasero. La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos.

>>Eso es pura maldad!!! dijo un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del Congreso. La culpa de todo la tienen los dueños de la tierra que no nos dejaron nada.

>>Patrañas!!! dijo un terrateniente mientras contaba hectáreas, vacas, ovejas, peones y recordaba antiguos viajes a Francia y añoraba el placer de tirar manteca al techo. La culpa de todo la tienen los comunistas.

>>Perversos!!! dijeron los del politburó local mientras bajaban línea para elaborar el duelo. La culpa de todo la tiene la guerrilla trotskista.

>>Verso!!! dijo un guerrillero mientras armaba un coche-bomba para salvar a la humanidad. La culpa de todo la tienen los fascistas.

>>Malvados!!! dijo un fascista mientras quemaba una parva de libros juntamente con el librero. La culpa de todo la tienen los judíos.

>>Racistas!!! dijo un sionista mientras miraba torcido a un coreano del Once. La culpa de todo la tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa.

>>Blasfemia!!! dijo un obispo mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos al trote. La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el Big Bang y no en Dios.

>>Error!!! dijo un científico mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos tiempo con menos ruido y mucho más barata. La culpa de todo la tienen los padres que no educan a sus hijos.

>>Infamia!!! dijo un padre mientras trataba de recordar cuántos hijos tenía exactamente. La culpa de todo la tienen los ladrones que no nos dejan vivir.

>>Me ofenden!!! dijo un ladrón mientras arrebataba una cadenita a una jubilada y, de paso, la tiraba debajo del tren. La culpa de todo la tiene los policías que tienen el gatillo fácil y la pizza abundante.

>>Minga!!! dijo un policía mientras primero tiraba y después preguntaba. La culpa de todo la tiene la Justicia que permite que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra.

>>Desacato!!! dijo un juez mientras cosía pacientemente un expediente de más de quinientas hojas que luego, a la noche, volvería a descoser. La culpa de todo la tienen los militares que siempre se creyeron los dueños de la verdad y los salvadores de la patria.

>>Negativo!!! dijo un coronel mientras ordenaba a su asistente que fuera preparando buen tiempo para el fin de semana. La culpa de todo la tienen los jóvenes de pelo largo.

>>Ustedes están del coco!!! dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar a la facultad había que saber leer y escribir. La culpa de todo la tienen los ancianos por dejarnos el país que nos dejaron.

>>Embusteros!!! dijo un señor mayor mientras pregonaba que para volver a las viejas buenas épocas nada mejor que una buena guerra mundial. La culpa de todo la tienen los periodistas porque junto con la noticia aprovechan para contrabandear ideas y negocios propios.

>>Censura!!! dijo un periodista mientras, con los dedos cruzados, rezaba por la violación y el asesinato nuestro de cada día. La culpa de todo la tiene el imperialismo.

>>That's not true!!! (Eso no es cierto!!!) dijo un imperialista mientras cargaba en su barco un trozo de territorio con su subsuelo, su espacio aéreo y su gente incluida.

The ones to blame are the sepoy, that allowed us to take even the cat (la culpa la tienen los cipayos que nos permitieron llevarnos hasta el gato).

>>Infundios!!! dijo un cipayo mientras marcaba en un plano las provincias más rentables. La culpa de todo la tiene Magoya.

>>Ridículo!!! dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto.

>>Cobardes!!! dijo Montoto que de esto también sabía un montón. La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces.

>>Paren la mano!!! dije yo mientras me protegía detrás de un buzón. Yo sé quien tiene la culpa de todo. La culpa de todo la tiene El Otro.

>>EL Otro siempre tiene la culpa!!! Eso, eso! exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro!!!

Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto.

Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar:hdp,hdp,hdp; Que flor de guacho que resultó ser El OTRO! 


Tato Bores. Sí, varios años atrás...

domingo, 29 de diciembre de 2024

COSAS QUE ME CUENTAN (7)

 Va a ser difícil hacer una síntesis corta de lo que quiero contaros. Pero lo intentaré porque es una epopeya única y asombrosa. Y, después de todo, éste es mi blog y escribo lo que me da la gana y que me lea el que le da la gana.  

La explicación larga y profundamente interesante la encontrarán en YouTube, en la voz y la imagen de la extraordinaria comunicadora Eva Tobalina, profesora de historia antigua de la Universidad Internacional de La Rioja, España, con el título de "Anábasis de Jenofonte y los 10.000 hoplitas". 

........................................................................ 

Época: 400 años aC. 

Lugar: Imperio Persa. 

Actuales Irán, Irak, Azerbaiyán, Afganistán y partes de Turquía, Siria, Pakistán, el Cáucaso, Asia central, y Arabia. 


Personajes: 1)Jenofonte (431 aC- 354 aC) hoplita (mercenario) ateniense, pero además,  historiador, filósofo y escritor. 

2) Ciro "el joven", (424 aC- 401 aC), persa aqueménida candidato al trono. 

3) Artajerjes II, su hermano, también candidato al trono y enemigo a muerte del anterior.  

4) 10.000 hoplitas, mercenarios griegos con gran experiencia guerrera. 

CONTEXTO: Pasaron las guerras médicas (492-449 aC) y vencieron los griegos a los persas. Pero como los hombres no pueden vivir sin matarse entre sí,  vinieron las guerras del Peloponeso (431-404 aC), guerras civiles entre griegos: Esparta contra Atenas y viceversa. 

Los persas, para no quedarse atrás, también peleaban, matándose entre ellos por cuestiones dinásticas. (Porque total, las mujeres seguían pariendo hombres;  muchos de ellos deseosos de guerra... y así seguimos).

........................................................................

Empecemos de una vez: Ciro "el joven", candidato al poder persa empezó a reclutar mercenarios griegos, los HOPLITAS, que andaban un poco en el paro (desempleo), para cargarse a su hermano Artajerjes II y así hacerse con el trono. Resolutivamente se hacían las cosas en ese tiempo, sin segundas oportunidades. 

Ciro "el joven" reclutó a más de 12000 mercenarios pero con un engaño. Les dijo que sofocarían una revuelta de unos bárbaros, etc, etc, y no dijo nada de una guerra familiar persa por el trono. Como les pagaban muy bien los hoplitas aceptaron. Al fin y al cabo, eran mercenarios. 

Pero hete aquí que, después de mucho andar, los hoplitas sospecharon que algo no iba bien porque cada vez se adentraban más en el corazón del imperio persa y los supuestos bárbaros no aparecían por ningún lado, así que en la ciudad de Cilicia se negaron a seguir. Cilicia está ubicada en la zona costera meridional de la península de Anatolia. 

Entonces Ciro "el joven" duplicó el pago, los llenó de oro, así que los hoplitas aceptaron y continuaron por la costa del río Éufrates hasta que llegaron a Babilonia. Allí, inesperadamente, se toparon con el enorme ejército del hermano de Ciro "el joven", Artajerjes II, mucho más grande que el de ellos, a pesar de lo cual los griegos ganaron la contienda porque combatían mucho mejor. Pero en el fragor de la pelea no se dieron cuenta que a Ciro "el joven" lo habían matado de un flechazo en un ojo, así que todo el esfuerzo había sido en vano porque el heredero había muerto.  Cuando los mensajeros llegaron con la funesta noticia, ya era tarde y los hoplitas quedaron totalmente desorientados. Era el 4 de septiembre del 401 a de C. y la batalla se llamó Cunaxa. 

Había que volver a casa pero ¿cómo? Sus generales habían sido engañados y asesinados... no tenían nada, sus campamentos habían sido devastados, las riquezas robadas y nadie quería ayudarlos porque, a fin de cuentas, eran unos griegos de mierda en tierra ajena.  En estas situaciones desesperadas es cuando puede aparecer un líder, un superdotado lleno de valor, inteligencia y astucia. 

Y apareció: Jenofonte tenía 30 años, había sido discípulo de Sócrates, era historiador y filósofo (insólito que, además, se ganara la vida como mercenario, pienso yo. Pero después lo pienso mejor y me digo: nada ha cambiado), y se dirigió a esa multitud de soldados desanimados, contándoles un sueño que había tenido la noche anterior: soñó que una intensa claridad  había iluminado de forma sublime la casa de su padre en Atenas y que esa era una inequívoca señal del dios Zeus,  indicándoles que prosiguieran su camino de vuelta a Grecia y que contaban con su protección. Totalmente abducidos por ese orador extraordinario, los guerreros retomaron sus menguadas energías y caminaron por la orilla del río Tigris con gran esfuerzo y sin apenas nada que comer, dia tras día; pero allí los pilló el invierno y tenían que atravesar la cordillera del Tauro. 

Con sus túnicas y sus sandalias no podían protegerse de las intensas nevadas y el frío tiritante. Los dedos de los pies se les necrosaban, el hambre los empujaba a comer cualquier cosa para después vomitar (era una bulimia muy distinta de la que conocemos actualmente), las tiras de las sandalias congeladas se les clavaban en la piel, o sea, una tortura. Pero seguían... los que podían, ya que muchos murieron por el camino. 

Además, sabían que el persa les pisaba los talones. Algunos se dejaban morir o pedían que los degollaran para no caer en manos enemigas. Así recorrieron 700 kilómetros y por fin vieron a lo lejos la costa sur del mar Negro. Los que iban adelante empezaron a gritar: "¡MAR, MAR!" y su grito de alegría se fue propagando de la rompiente hacia dentro como el viento que peina al trigo. 

Esa euforia duró poco porque el calvario no había terminado, ya que las colonias griegas que iban encontrando en su camino cerraban sus puertas de solo verlos. Les asustaban tantos guerreros hambrientos y desesperados y temían ser saqueados. Unos pocos samaritanos que vivían en el campo los ayudaban en su agónica supervivencia. 

Increíblemente llegaron a Bizancio, (después llamada Constantinopla y ahora Estambul), donde por fin pudieron reponerse, arribar de a poco al mar Egeo y volver a sus casas. Eran 6000, los otros quedaron por el camino y la travesía duró un año y tres meses. 

IDA Y VUELTA DE LOS HOPLITAS

........................................................................

Lo extraordinario de esta cuestión es que, a pesar de los terribles sufrimientos pasados, casi todos volvieron a incorporarse como mercenarios, incluido Jenofonte quien, años más tarde y ya retirado, empezó a escribir y contar aquélla epopeya a un nivel de detalle inverosímil y casi microscópico. Tanto, que posteriormente fue usada a modo de manual orientativo por Alejandro Magno cuando por fin derrotó al imperio persa. Ese escrito se llama ANÁBASIS. 

Anábasis es una palabra griega que titula obras clásicas de la literatura helénica y que significa "subida, expedición hacia el interior desde la costa". Algo paradójico porque en este caso los hoplitas buscaban las costas del mar Negro y del Egeo, o sea, exactamente al revés, del interior hacia la costa. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero lo que no se ha acabado es la cantidad de reflexiones que nos deja esta épica historia. Entre otras pienso: ¿el hombre no habrá sido "fabricado" para tener una vida acorde con su testosterona, o sea, "peleona"? ¿Y la mujer no hará sido "fabricada" para que no se extinga la especie demasiado pronto a manos de los hombres? Más y más leo de historia y más y más veo que la autodestrucción parece ser el camino de nuestra especie, con notables y excepcionales épocas (y regiones) de paz, construcción y arte, pero con un incierto destino. Porque es muy difícil que una especie tan depredadora e invasora sobreviva por "siempre jamás". 



martes, 17 de diciembre de 2024

ChatGPT

 

30 de noviembre de 2022: nace ChatGPT.

Ella se hará cargo muchas tareas, antes pendientes de nuestro intelecto. Además, será capaz de interpretar una situación y recomendar una decisión. Y nosotros, tan contentos. Hay como una divergencia de caminos:  la neutralización de nuestras posibilidades intelectuales más básicas y, por otro lado, la comodidad del menor esfuerzo: máximos beneficios con las menores pérdidas. 

¿Para qué aprender inglés para traducir un texto si la IA lo hace en 2 minutos? ¿Para qué pintar un cuadro si la tal te la fabrica en un ratito?

Partiendo de esto, podrían nuestros hijos preguntarnos ¿para qué ir al colegio, aprender gramática, ortografía, etc? ¿Para qué tanto esfuerzo?

Aunque el lenguaje que se crea con máquinas sólo reproduce lo que, estadísticamente, ya había sido creado. Ella repite lo que se había programado antes. Más que "generación" es "reproducción". "O sea, es un funcionamiento opuesto a nuestra forma de emplear el lenguaje, porque no se basa en el principio de correlación sino en el de asociación. Esa es la singularidad de nuestra elocución porque nadie piensa de manera idéntica a otra persona" ÉRIC SADIN. "¿Nos damos cuenta que esta forma necrosada está destinada, un día, a ser mayoritoria?"[...]. Ya no podremos ni podemos saber el origen ni la naturaleza de una voz o de una imagen. Se crean imágenes casi en tiempo real. Si queremos perjudicar a alguien no hay más que generar imágenes de ese alguien haciendo algo malo. 

Además, veremos y oiremos solo lo que nos gusta o coincide con nuestras opiniones. "Nuestro interés por las obras de arte, por el genio de la alteridad, decaerá". Imaginemos por un momento que estamos delante de un cuadro de Van Gogh, que, en su época, era arte despreciable. ¿Cómo moldearemos nuestro gusto y nuestro espíritu ante lo nuevo, lo distinto, lo inesperado? Tampoco a mi me gustaba cierta música sinfónica hasta que aprendí a escucharla. 

"En tercer lugar, ahora que la mayoría de los puestos de trabajo están en el sector servicios, precisamente los que movilizan nuestras facultades intelectuales y creativas, ¿cómo no ver el huracán que se avecina?".

"Es vital que, además de preocuparnos por el calentamiento global, también lo hagamos por la glaciación que se cierne sobre nuestras facultades".

Fragmentos comentados de un artículo publicado en EL PAIS, el 1/12/24, por Éric Sadin.

Y para rematarla, Geoffrey E. Hinton, el padrino de la IA dice:



martes, 10 de diciembre de 2024

VILLA CARIÑO

 HUELLAS.

GUSTAVO JASSIN



“El micro espacio  y Villa cariño”

Teníamos una edad que la definiría como “edad Previa”. Las amistades con derecho a roce, el metejón, el noviazgo. Finalmente, es un proceso de rodaje para la proyección y extensión de la especie humana.

Cuando bajo código se establecía la aceptación recíproca, algo que si mal no recuerdo,  se producía con la mirada. Bajo determinadas circunstancias, los ojos se transforman en esos semáforos de fórmula uno en que se está pisando acelerador y embrague a la vez, esperando el pisotón a fondo. Cuando las luces verdes coinciden, brota el efecto mágico del beso y a partir de ahí, el lenguaje mas universal. Se podía decir “estoy metido” que significaba que a partir de ese beso inicial, comenzaba el proceso de fin de casting temporal y a probar esa maravilla del compartir, abriendo paso a paso, las compuertas de la intimidad. En esa edad previa, no era fácil tener espacio para el revolcón .Por si fuera poco, los primeros pasos motorizados se solían hacer en coches tipo Fiat 600 y si ya tenías un Peugeot 404 o 504 es que realmente eras un campeón, afanando el coche al viejo, o tal vez, tenías la suerte que al terminar bachillerato te habían premiado con un buen segunda mano.

Hablando de mano, eso era arte de maniobra y control. En la capital porteña teníamos un par de sitios para aparcar y proceder. Uno de ellos, era Villa Cariño y el otro, el Planetario que tenía la ventaja que los camareros ya estaban entrenados en el tema de la discreción y te llevaban los sándwiches de lomito y bebida. Lo que no recuerdo es si era, antes, o después de la puesta en escena. En esa época era común que lo coches tuvieran palanca de cambios al volante, lo que facilitaba, o mejor dicho, evitaba algunos posteriores incómodos moretones . Por un lado, tener palanca al piso y asiento reclinable era un lujo contradictorio. Al volante y cama, ya era una van King Size. Al menos, por experiencia personal, mujer manda a hombre y el stop era todo un tema muy vinculado a la proyección, o  un carpe diem, o sino, lo que podía ir hacia la etapa siguiente, tal fue mi caso en feliz matrimonio. Que entre un coche y la boda, también teníamos espacios por hora, pero ese es otro tema que también tiene lo suyo.

Esos maravillosos sesenta  fueron quebrándose a partir del 66 derivado en causa  POR ONGAnía (¿a que esta no las pillado, IA?) hizo que  una sociedad , con un gran presidente como fue el Dr.Arturo Illía cayera en un apagón social. Paradójicamente, se encendieron las luces en Villa Cariño y fue que todos los que estaban, en ese momento de entrega al amor, terminaran presos en comisaría. Estoy convencido que esas luces que se encendieron aquella noche, tal oxímoron, apagaron la esencia de la libertad. 

Cuando un hecho, se transforma en código cultural, si se lo anula , se termina atropellando  a la felicidad que de eso trata, el paso por la vida.Que bueno sería que todo el planeta fuera una Villa Cariño, con la propia luz del alma y un poquito..de transgresión:)

sábado, 30 de noviembre de 2024

COSAS QUE ME CUENTAN (6)

 



Mi amiga Cecilia hizo una llamada telefónica pero se equivocó de número y, como consecuencia de ello, entabló unas interesantes conversaciones con un desconocido muy simpático, que se prolongaron durante ¡ocho meses! 

La cuestión iba remontando con tintes cada vez más románticos aunque ella se resistía a dar el paso de conocerse en persona porque temía una desilusión, hasta que ya fue inevitable y quedaron en verse en el Parque del Retiro de Madrid. 

La presunción de mi amiga fue acertada: no hubo flechazo ni nada parecido por ninguna de las dos partes. Al revés: ambos parecieron no gustarse con esa primera mirada. Pero, inesperadamente, allí empezó una gran amistad, que, como casi todas las amistades entre hombre y mujer, terminó en la catrera (cama en argentino). Así que, por lo visto, no hubo Cupido con sus flechas, aunque sí hormonas con su neuroquímica infalible. 

Antes de proseguir con este relato de la vida real he de decir que Cecilia es una mujer con un gran recorrido de vida, en el cual demostró una potente inteligencia natural, sentido común, humor y carácter; todo eso adornado con una inequívoca dignidad como telón de fondo. Una mujer íntegra. Según C. S.  Lewis la integridad sería hacer lo correcto aunque sepas que nadie te está observando. La integridad es entonces una virtud moral fundacional y la base sobre la cual se puede establecer un buen carácter. Por todo eso a Cecilia yo le puse un mote: la marquesa de Sudaquia, ya que ella había nacido en Chile que, como todo el mundo sabe, está en el sur del sur. 

Sus decisiones en una vida muy complicada en dos países, ya que un día decidió emigrar a España, hablan por sí mismas.  

El hombre en cuestión no estaba a su altura. Era buen compañero, atorrante y simpático pero, a la hora de la verdad, se quedaba corto, por así decirlo. Para empezar, no le dijo que estaba casado, aunque su mujer se había largado al Paraguay, su país de origen, hacía muchos meses y el creyó que ya no volvería a España. Mentirijilla de entrada, nomás. 

Así que la marquesa de Sudaquia, creyéndolo sin compromiso, se instaló algunos días por semana en la casa de él, aunque seguía teniendo la suya. Mantuvieron una relación con picantes condimentos de intenso erotismo y divertido compañerismo, aunque los dos reconocían que no estaban enamorados. Pero yo me pregunto: ¿quién necesita amor con tanto compatibilidad?¿Eso no es amor? ¿Faltan las mariposas en el estómago? Uf, no me hagan caso, fue un comentario cínico. Ya pasó. 

Ambos trabajaban mucho pero también disfrutaban de la vida. Hicieron varios viajes por preciosas ciudades españolas mientras la relación se iba fortaleciendo. Ella mejoró la vida de él con sus artes de gran cocinera y mejor organizadora. 

Y ahora viene lo memorable: un día cualquiera alguien golpeó a la puerta y resultó ser la otra. Mejor dicho, la una, o sea, la esposa paraguaya. 

El quedó paralizado, Cecilia también... pero solo unos instantes. Del otro lado de la puerta la otra, es decir la una, la esposa paraguaya, pedía que se le abriera la puerta pero sin demasiada convicción. Algo se imaginaría. Pero claro, no hay que tener altas capacidades para pensar  que hubiera sido prudente y hasta conveniente avisar con antelación  de su llegada. 

Cecilia, con buenos reflejos, se hizo cargo de la situación y abrió la puerta. Los cambios energéticos operados en ese tenso triángulo se pusieron, cómo no, del lado de mi amiga estupenda, quien tomó el mando del turbulento desaguisado. Tal es asi que la marquesa de Sudaquia, o sea Cecilia, luego de un breve intercambio de palabras con los otros dos, dijo rotundamente que ella no se iba de esa casa, con esposa paraguaya o sin ella. Lo más extraordinario del momento es que los otros dos lo creyeron mientras Cecilia supo desde el minuto cero que lo único que quería era darles un escarmiento y no quedarse a vivir. 

Así que, en tono imperativo y marquesal, le ordenó a su querido muchacho que colocara una cerradura en el dormitorio principal porque ella pensaba dormir en el y con él, como lo venía haciendo los últimos meses, pero que quería sentirse segura. El hombre lo hizo prestamente porque era cerrajero de profesión y, además, porque cualquiera le llevaba la contraria a mi amiga. 

Luego el se fue a su trabajo dejando a las dos mujeres solas. Escapó cobarde y  convenientemente. 

Ellas hablaron y hablaron. Al final, mi amiga estupenda, la marquesa de Sudaquia, terminó dándole unos consejos a la otra, la una, la esposa paraguaya, ya que, por lo visto, estaba bastante contrariada por esa inesperada presencia y asumió un innecesario papel de víctima. Cosa que a Cecilia la sublevó,   pero se contuvo porque se dió cuenta que estaba ante un "animal" indefenso. Terminó hablándole de la autoestima y la dignidad de la mujer como quien le habla a una niña pequeña que lloriquea. Para quitarle hierro al asunto le puso música: polkas paraguayas, que con sus hipnóticas arpas tranquilizaron a la mujer desairada. 

Esa noche Cecilia durmió con su amigo, tal como lo había dejado claro desde el principio. Cerró con llave y la "otra" se quedó en el dormitorio de invitados. Al día siguiente Cecilia se marchó tan ricamente dejándolos a ellos dos ajustando cuentas y ya no volvió más, nunca más. 

A partir de ese momento, la marquesa de Sudaquia y él siguieron hablando por teléfono alguna que otra vez pero el encanto se había roto y el paulatino alejamiento fue inevitable, lo cual me recordó unas palabras que un conocido repetía: "cuando se rompe una estatuilla de porcelana se puede restaurar, pero ya no es lo mismo".

Pasados los años el hombre fue comprendiendo que había perdido para siempre a su joya más valiosa. Pero así es la vida, pone a cada uno en su sitio: demasiada mujer para tan poco hombre: después de todo ella era marquesa y él un pobre plebeyo. 


domingo, 24 de noviembre de 2024

LUCHA FEROZ

 


IRENE VALLEJO

La lógica de la competición a ultranza nos exige convertirnos en triunfadores. Mil veces escuchaste la advertencia: quienes te rodean son rivales. Se aprovecharán de ti. Enseña los dientes, jamás te muestres débil. Eres demasiado ingenua, vas con un lirio en la mano. No sabes poner límites. Como si el problema fuera tuyo; como si la bondad fuese una deficiencia de carácter, una insignia de perdedores.

Hace casi veinticinco siglos, el historiador griego Tucídides diseccionó esta contradicción con afilada lucidez: “La mayoría de los hombres prefieren que los llamen listos por ser unos canallas, a que los consideren necios siendo honrados. De esto último, se avergüenzan; de lo otro, se enorgullecen”. Tras siglos de fascinación por el misterio y el imperio del mal, nuestras historias sobre gente bien intencionada se cuentan en clave cursi o remilgada, incluso paródica. Salvo en las monsergas a los niños que incordian —¡pórtate bien!— o agazapada en la sobredosis de almíbar navideño, la bondad tiene una reputación aburrida, insulsa, moralizadora y pusilánime. Se elogia episódicamente, pero se devalúa por sistema. Pese a los disimulos y tapujos ocasionales, nadie se engaña: lo deseable de verdad es el liderazgo arrogante, carismático y con colmillo. Desde las redes sociales a las encuestas electorales, se premia la agresividad. La guerra de todos contra todos es ortodoxia, la victoria sobre el prójimo es la medida de todas las cosas, la evolución nace de una lucha feroz por la supervivencia. Sin embargo, incluso Charles Darwin reconoció que la empatía hacia los demás es tan instintiva como el egoísmo. Durante una tertulia televisada hace décadas, nuestra poeta de guardia, Gloria Fuertes, inmune al sarcasmo de sus compañeros de programa, declaró con voz ronca y total convicción: “A mí solo me erotiza la gente buena”. Curiosamente, tanto la palabra “bonito” como “bello” son, en su raíz latina, diminutivos de “bueno”, como si en otro tiempo el magnetismo que proclamaba la escritora hubiera sido una evidencia. Hoy, el término latino bonus alude a un incentivo económico: nuestro mundo prefiere el lujo a la lujuria. Solo en su acepción dineraria parece alcanzar la bondad su perdido prestigio.

En esta época zarandeada por la incertidumbre, la avalancha de pronósticos apocalípticos y los diagnósticos fatalistas nos empujan a fijarnos mejor en lo peor. Sin embargo, a nuestro alrededor, mucha gente es buena a diario, sin que nadie parezca advertirlo o agradecerlo. La teoría de la competencia descarnada desacredita aquello que hace funcionar el mundo: los cuidados gratuitos a hijos, ancianos y enfermos. Las personas que se esmeran en sus quehaceres y sus trabajos. Las pequeñas virtudes escondidas, fuera de los focos. El filósofo romano Séneca, asmático desde la infancia en su Corduba natal, vivió marcado por una salud débil y la necesidad constante de asistencia para afrontar sus achaques. En una carta evocaba: “Todas las incomodidades del cuerpo, todas sus angustias y borrascas han pasado por mí”. Consciente de que la enfermedad y la debilidad forman parte de nuestras vidas, escribió que el sabio quiere amigos no por interés propio, sino para colmar el deseo de ayudar al prójimo, porque la colaboración es sanadora. “Nadie tiene una vida feliz si lo vuelca todo en sus fines”. En sus famosas Epístolas a Lucilio describió la convivencia como una arquitectura del cuidado: “La sociedad se parece a una bóveda, que se desplomaría si unas piedras no sujetaran a otras, y solo se sostiene por el apoyo mutuo”. No somos islas, sino hilos entretejidos. La bondad asusta porque nos vuelve conscientes de la vulnerabilidad ajena, y de la propia. No queremos afrontar la fragilidad acechante de nuestros cuerpos. Preferimos el ideal de suficiencia, menos promiscuo, que promete fortaleza e independencia, al precio de aislarnos. Por eso, nos obsesionamos con encontrar la seguridad en el éxito y, en esa carrera despiadada, negamos la alegría y el disfrute de los actos generosos. Reprimimos nuestros instintos, nos refrenamos. En un océano de islas amuralladas, sin tacto ni contacto, la bondad acabará por ser nuestro placer prohibido.


Irene Vallejo

viernes, 15 de noviembre de 2024

Y LA CORRIENTE DEL AGUA...

 Poesía de María Jesús Zaldívar Navarro


Y la corriente del agua 

atraída por la luna…

Arrastra la vida

hacia otros horizontes.

Donde un  aire misterioso…

Hace sonar los violines,

que abren la noche, 

a  un amanecer inédito

alimentado por curiosas pupilas.

Que maravilladas, miran…

Todo lo recién nacido.

Todo lo recién creado.

Todo lo recién iluminado.


María Jesús Zaldívar Navarro

21/9/2021

domingo, 3 de noviembre de 2024

CHELA

 


UN ADIÓS A CHELA

Recuerdos de Mónica Bardi.

Acrílico sobre lienzo. 

Nuestras mascotas, según avanza el milenio, van agigantando su importancia en nuestras vidas. Yo no sé si será por el individualismo in-humano, que también se va agigantando y nos trae como consecuencia ese discurso que podríamos resumir en estas pocas palabras: "apártate de mi, colega". Ese alejamiento afectivo se va extendiendo en la sociedad. Por miedo al otro, por desconfianza, por ausencia de compromiso, por falta de empatía (palabra muy usada pero poco aplicada en la práctica) y por todo esto y mucho mas es que nos acercamos tanto a los bichos y tratamos de entenderlos aunque no hagamos el mismo esfuerzo para entender a un vecino, a un pariente o a un amigo o a un inmigrante. Ellos, los bichos, son más incondicionales, más confiables y más perdonables. Después de todo, si no nos entendemos es porque son eso, bichos. 

Si mi gato me araña es porque es un felino y ellos se expresan así, si mi ganso me muerde es porque es un ánsar y me está pidiendo conversación, si mi perro se sube al sofá es porque no le he enseñado quién es el jefe de la manada y porque allí está más calentito; si mi loro canta la marcha peronista es porque yo misma se la enseñé... en fin... que para la conducta de ellos siempre hay una excusa o una explicación. 

No saben lo que es el rencor pero saben lo que es el amor. Pase lo que pase, ellos nos siguen amando. La negociación entre ellos y nosotros se basa en agua, comida suficiente y gestión apropiada de sus excrementos y, aunque eso faltara, tampoco pasa nada. Nos siguen amando. 

Chela era de las que amaban incondicionalmente. Con mala salud, recibió todos los cuidados y mimos imaginables. A cambio, nos brindó años de miradas acariciantes. Agradeció sus largos paseos con Camilo por Algeciras. Vivió extensos períodos de ternura con Magnolia y sus hijos. Si la regañaban por algo, aceptaba dócilmente el rapapolvo.  Se adaptó como pudo a convivir un tiempo con gatos y jardín en casa ajena y para todo tenía esa mirada conmovedora, como de agradecimiento. 

Tu ausencia pesa como plomo fundido, Chelita, y tu amor dió ejemplo como factor de unión, de acercamiento. "No hay tiempo tan breve en la vida para riñas ni para disculpas ni rendición de cuentas, solo hay tiempo para amar apenas un instante". MARK TWAIN. 

Con verdadero cariño he hecho la pinturita que encabeza este escrito en su memoria, tratando de recrear su mirada brillante y anhelante, de una foto que yo misma tomé, porque todo lo demás que pueda decir de ella está de más. Hasta siempre, Chela, quedarás en nuestro recuerdo mientras vivamos y, a lo mejor, dentro de muchos, muchos años alguien que se tope con tu retrato,  preguntará: "¿y esta perrita quién es?" Y Chela moverá el rabo allí donde se encuentre. 

lunes, 28 de octubre de 2024

PAMPA HÚMEDA

 Relato de Mónica Bardi. 


En la pampa húmeda argentina convivían en relativa amable vecindad un pino y un damasco. Digamos que no siempre estaban en su mejor momento pero, eso sí, condenados a aguantarse. 



El pino se burlaba del damasco cuando éste perdía sus hojas al llegar el otoño. "Yo soy perenne" se vanagloriaba. "En cambio, tú eres caduco".  

El damasco, con sus ramas desnudas, aguantaba estoicamente y pensaba en el viejo adagio: "ten paciencia y verás pasar el cadáver de tu enemigo". Pero luego reflexionaba un poco más y se decía: "Que malo soy. Yo a éste le tengo que devolver una sonrisa para demostrarle que, a pesar de que muchas veces las convivencias son complicadas, hay que poner buena voluntad, tolerancia y buen humor. Tengo que dar ejemplo. Después de todo, yo tengo flores y frutos y este pobre no pasa de la gama de los verdes".

Y así pasaban los años y las estaciones. El pino, ya enorme, volvía a burlarse del damasco, que lo retrucaba sin palabras con su despliegue de colores. Aquél  disimulaba ese contratiempo mientras se dejaba acariciar por la brisa de poniente. 

Un crudo día de invierno, estaba el damasco desnudo y el pino más verde que nunca. 

Pero, en esta ocasión, el damasco tenía información privilegiada y, apenas el otro empezó a jactarse, lo interrumpió y se manifestó con solvencia: "Han venido unos rubios anglosajones a hacer unas prospecciones".

"Si", contestó el pino, mientras trataba de arañar una nube, "los he visto. ¿Y qué?".

"Que van a desviar el arroyo que nos nutre y del cual dependemos tú, yo y muchas especies más, porque necesitan el agua para fabricaciones militares". 

"¿Y qué?"

"Que disfrutemos los que nos queda de vida, seamos amables y compañeros, tratemos de apreciar ese cielo y este suelo, porque en unos pocos años tú serás tan caduco como yo, y peor". 

"No te entiendo", dijo el pino con incredulidad impostada porque, en realidad, sí entendía. 

"Los dos moriremos, colega, nos moriremos de pura caducidad irreversible por sequía, porque allí donde llega el sapiens, llega el asfalto y el cemento y nosotros estorbamos", remató dramáticamente el damasco. 

Lloró el pino pensando en su amargo destino, pero la diosa de la lluvia, que casualmente endaba de paseo, lo oyó y, deseosa de hacer justicia, lanzó una terrible tormenta que creó un lago enorme donde antes había un idílico prado. Entonces, a pesar de las buenas intenciones de la diosa, murieron todos los que allí moraban, ahogados por una  crisis hídrica que posteriormente dió paso a ondulantes peces, algas, juncos y caracoles secándose al sol. 

Pasaron los años y el bello lago fue descubierto por el hombre, que lo rodeó de hoteles de lujo. Los dioses ya no existían y el sapiens disfrutó de los placeres sin cortapisas hasta que la laguna se contaminó con los deshechos hoteleros y se acabó la fiesta. Años más tarde unos escuálidos arbolitos recomenzaron la tarea de regenerar un bosquecillo con el pequeño arroyo que quedó del antiguo lago. Eran un pino y un damasco. "Aún hay sol en las bardas" dijo Cervantes, poniendo palabras a la esperanza.