domingo, 31 de julio de 2022

ALGORITMO

 MARTÍN CAPARRÓS

La palabra algoritmo

(...) "El algoritmo por excelencia es el de Google, ultrasecreto, que consigue imponer su orden al mundo: decide qué importa más y qué menos, qué sé debe mostrar y qué esconder, según un conjunto de operaciones que se mantienen en las sombras. (...) 

Y, sin embargo, nada en el origen de la palabra suponía tales fines. Hacía el año 800, cuando los caballeros godos peleaban para conservar sus montañas y Europa era básicamente analfabeta, Bagdad era la capital más floreciente. 

Allí vivió, entonces, un estudioso llegado de esa región de Asia Central que ahora es Uzbekistán: se llamaba Abu Abdallah ibn Mūsā al-Juārizmī y se interesaba por las matemáticas. En Bagdad tuvo acceso a las mejores bibliotecas, las que compilaban el saber grecorromano, indio, persa, chino, gracias a una nueva maravilla técnica: el papel. Allí, entonces, sabios muy diversos consiguieron los mayores avances en medicina, química, ingeniería, física, metalurgia, óptica, astronomía. 

Al-Juārizmī fue, dicen, el primero en usar los números indios- que después llamaríamos arábigos- para sus cálculos. Y fue, también, el que sentó las bases del álgebra, las ecuaciones, la posibilidad de establecer mecanismos generales que sirvieran para cualquier cálculo. (...)

Pero su mejor nóminación es otra, involuntaria. Tres siglos después, cuando Europa empezó a enterarse de esas cosas, alguien tradujo uno de sus libros al latín y lo tituló ALGORITMI DE NUMERO INDORUM. "Algoritmi" era la traducción caprichosa de su nombre al-Juārizmī, y desde entonces los europeos llamaron "algoristas" a esos pioneros que empezaron a usar los nuevos dígitos y el cero, esas cifras que tan nuestras nos parecen. 

Y de ahí la palabra ALGORITMO: la transcripción del nombre de un inmigrante de Asia Central que pudo trabajar en la capital de su época, un centro islámico que desparramó artes y ciencias por su mundo. El algoritmo, tan símbolo del poder occidental capitalista excluyente de estos días, resulta de todo lo contrario: de una sociedad donde tantas cosas se mezclaban, donde el saber no se usaba para hacer fortuna, donde el origen y las creencias no excluían. 

O sea: que las herramientas que permitieron la supremacía californiana son la herencia de un moro uzbeko  que hemos sabido, por supuesto, olvidar. O, dicho en moderno: cancelarlo, ponerlo en su lugar, ponernos en el suyo".

domingo, 24 de julio de 2022

PADRE E HIJA

 

DIARIO EL PAÍS  24/7/2022

CARTAS A LA DIRECTORA.  

LAS TAREAS DEL VERANO. Por Fernando García Castro. 

Camino a la playa, voy con mi hija, y nos encontramos con su profesora. Mi hija ha terminado el primer año de primaria. Con clara admiración, le declara que aún no ha comenzado las fichas que recomendó para el verano. La profesora le resta importancia alegando que aún queda tiempo para ello. Efectivamente. Aún no hemos comenzado. Estamos sumidos en buscar conchas y lapas para collares o lo que surja. En bucear con la ilusión de toparnos con una sirena. En esperar que el sol se ponga, a ver si llega el delfín tímido. En buscar cangrejos ermitaños. En observar a los saltamontes que hallamos en el camino. Aún no hemos comenzado con las fichas, pero ya tenemos muy avanzada la "asignatura" de Fantasía, acabando con nota la "excavación en busca de tesoros". También hemos dado un gran paso en el italiano: "Bellissima bambina", le repito todas las mañanas. Ella sonríe. Aún no hemos comenzado con las fichas, lo haremos, no sin antes despedirnos del alien llegado de Saturno (mimo callejero) que ha aterrizado en el paseo marítimo. 

         FRANCISCO GARCÍA CASTRO. ESTEPONA (Málaga).

viernes, 22 de julio de 2022

MES DE JULIO

Por Mónica Bardi


Mes de julio. ¿Invierno, verano? Todo es relativo y depende de la posición del observador. Mes de julio, juventud, colegio, universidad. Hemisferio sur: frío, lluvia, jazmines, dulce de leche, tango, La Plata, Temperley; Tina y Cachila, nuestras queridas perras. En julio es el cumpleaños de papá (18) y también de mi hermano Mario (24). Tiempo pasado impreso en viejas fotos desteñidas de vivencias que se van alejando irremediablemente. Papá, rebautizado el tordo odontologista (lunfardo casero), o  Stradivarius (curvo, elegante y antiguo), flaco fumador hasta que una bronquitis con mucha bronca lo hizo dejar el pucho. 

Papá, ese refugio seguro. Papón, para sus nietos. Carácter fuerte y rígidos principios. Cercano en la niñez, lejano en la adolescencia. Costó cortar el cordón, eso siempre es con dolor. Dolor por ambas partes, necesario para crecer. 

Mario, hermano, Coco para la familia. Su inteligencia asombraba a sus compañeros de la facultad. Reproduzco acá las palabras exactas de un amigo que compartió muchos años de juventud y que, afortunadamente, sigue viviendo hasta la actualidad: "Mario era el tipo más audaz del grupo. Podía tomar riesgos y liderar acciones que otros, sin su liderazgo, no hubiésemos sido capaces de llevar a cabo. Era temerario e idealista, una combinación letal para esos tiempos". Y aquí intervino el azar: ¿ por qué desgraciada carambola le tocó vivir justo esa época de dictadura militar? A él y a tantos otros. 

Siempre repito lo mismo: ¡Cómo te hubiera gustado la vida! Este mes cumplirías 73, hermanito. ¿Tendrías mucho pelo, ondeado y blanco? ¿O escaso y grisáceo? ¿Tendrías barriga o te mantendrías flaco y rugoso? ¿Seguirías con esa semisonrisa indecisa? ¿Dónde te hubiera gustado vivir? Siempre me estoy inventando vidas contigo, viajes contigo, broncas contigo. Mis hijos y tu hija ya superaron al galope la edad en la que te desaparecieron, aunque yo no supero tu ausencia ni ellos tu recuerdo. Me hiciste hija única, inesperadamente, pero el cordón umbilical fraterno nunca se cortó, porque en sueños hablamos. También hablo con Papón, papá. En el mundo de los sueños cualquier cosa puede pasar. 

Mes de julio, ¿verano, invierno? Todo es relativo y depende de la posición del observador. Viento ardiente en el hemisferio norte, sol prepotente, uvas,  incendios, paella, flamenco. Cambiamos el mate por el gazpacho. El inmenso Atlántico devora la playa con frenéticas olas de espuma refrescante. Mis animalitos campan a sus anchas en el jardín de Chiclana mientras yo riego y fabrico arcoiris con el agua de la manguera. 



Mes de julio, Camilo, mi hijo mayor, cumple años. Cumplió 15 inviernos australes allá, en el sur americano y cumplió muchos más en el norte europeo y su verano hispano, cuando ya habíamos emigrado. Ahora peina canas y parece haber mejorado su carácter impulsivo. Sigue luchando por afianzar su situación en Dinamarca y seguro que lo va a lograr. Una flaca rubia es su compañera incondicional. Mes de julio, en nuestra familia, un mes de cumpleaños y conmemoraciones: un mes muy especial. 

“Hay un dicho que es tan común como falso: El pasado, pasado está, creemos. Pero el pasado no pasa nunca, si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, somos la memoria que tenemos”.  

--José Saramago.

Portugal, 1922 - 2010

Premio Nobel de Literatura 1998

martes, 19 de julio de 2022

JORGE DE LA VEGA

El gusanito va paseando

y en el pastito

va dibujando un dibujito

que es igualito al gusanito.

Y el dibujito va paseando

y en el pastito

va gusaneando el gusanito

que es igualito al dibujito.

La luna del río se mira

como una moneda en el cielo rodar,

el pez que en el cielo

va mojando estrellas

titila en el fondo del mar.

Y el gusanito sigue paseando

y al mismo tiempo se va preguntando

si el mundo entero no es

un dibujito del revés.

Un gusanito del derecho

y un dibujito del revés,

un dibujito del derecho

y el mundo entero del revés.

sábado, 16 de julio de 2022

CAMINANDO

 Por Marcelo Alejandro Caparra.

23:25, salgo a caminar por la zona. Me invento un motivo absurdo, finjo no darme cuenta de que un motivo inventado nunca es un motivo (o de que, bien mirado, todos los motivos son absurdos). Hace frío y por lo visto estoy desabrigado. Mejor así. 

Cada día me agrada más el invierno (a mi cuerpo no pero a mí sí). Quizás porque a esta altura todas las estaciones dan más o menos lo mismo, quizás porque envejecer es abolir las rotaciones. Cuando uno es joven se la pasa pulseando, lleva maremotos dentro, huracanes, pero hay un alivio enorme —angélico casi— en la renuncia, o quizás es que uno ya hizo las paces con el viejo animal.   

La palabra postrimería como un mantra.  

En el bar de la calle siete cuatro deliveris putean porque "se largó la lluvia" y yo festejo la relatividad de todos los conceptos, cercanía o lejanía, ¿cuándo estás, dónde estás?  

Me provocan ternura los militantes antifrío, son nihilistas a control remoto, niños prematuramente destetados, peterpanes ciegos de lo que más tarde o temprano sucederá. Se llevan mal con sus propios huesos y no saben (fingen que no saben) que al tiempo le duele también su propia ignominia, el cuentagotas de la muerte siempre salpica y no es posible soportar tanta villanía. El tiempo ya no viene como antes, se le ven las costuras, el ripio, los episodios de relleno, tiene várices y flaccidez mórbida; se pudre, parece un tumor de una extensión incalculable, está podrido de sí. Sé poco pero al menos sé eso: somos tránsito, un vuelo demasiado postergado, un salvavidas que se pinchó. Y sé que todo dura mucho más de lo que debiera. Excepto amarme, excepto perdonarnos. 

Y sin embargo, en los bares de la zona (la lluvia saca a pasear los ecos), el coro gime, redunda la cantinela, "ay llueve, llueve, me mojé todo, me mojé toda", ¿y qué esperabas, marmota? Quedate tranqui que la piel no destiñe, no nos decoloramos, es una de esas cosas que nos sigue para siempre como un perro ilusionado, pero yo que vos me preocuparía por otras tragedias más apremiantes y más densas que la falta o el exceso de melanina. Tu falta de personalidad, por ejemplo, que necesita de los astros y del servicio meteorológico para explicar tanta hojarasca, tanta mediocridad. Los colores invisibles. El adentro de la piel. Es otra la humedad que debería preocuparte. Siempre fue otra la humedad.    

Los bares están llenos de quejumbrosos. Me pregunto qué luna de la ciudad tiene tu llanto.  

Ahora sí se parte el cielo a la mitad pero no importa, estás anudada a otras piernas ahora, tu cuerpo cabe en otro cuerpo, ronroneás en la frazada equivocada, sos Gatúbela de un multiverso ajeno, y te presiento -yo te presiento: esta cartulina mojada que dice yo cuando te nombra y siente- buscando el calor que no pude darte y no te dí, que pude ofrecer y no ofrecí y sin embargo estás (no necesito verte para saberlo), mitad redención, mitad remordimiento, llovés sobre mis pasos como un gps travieso o nube privada, clavo de fuego desparramado, durazno de hielo o dulcísima diablura, en la lluvia helada que se desata ahora y es penitencia del cuerpo en la penitencia de otro cuerpo, temblor hiriente que me das y que no digo en la vuelta del perro que absurdo da vueltas por la zona y va a ninguna parte o acaba siempre en la misma, no lo quieren ni las pulgas, chapotea y se rasca un poco, perro sobre perro, soy alrededor de mí.  

 Marcelo Alejandro Caparra.



lunes, 11 de julio de 2022

GENIOS

 

Raúl Pescaras Castera de Catelluccio

Desde muy chiquito había sido muy inquieto. De esos nenitos a lo mejor un poco intensos, a los que era necesario de vez en cuando pegarles un grito... su madre elegía mandarlo a la calle a que saliera un poco, que recorriera plazas. Todo era mejor que tenerlo adentro, encerrado e insoportable.

Y ahí iba Raulito, corriendo, saltando, pateando, gritando, y riendo. Descargando energías, digamos.

Regresaba a su casa casi a la nochecita, apenas la tarde se había ido y empezaba a oscurecer. Y eso que solo tenía 7 años.

Cuando entró a la primaria, el "problemita" fue trasladado (podríamos decir) a sus maestras...Que, obvio, tampoco lo soportaron. La primaria fue para Raulito una gran colección de retos, de golpes en los nudillos, de chasquidos en la cola con una varita, de horas observando contra una pared, de oprobiosos gorros en cono y orejas de burro que provocaron (claro está) la risa interminable y vergonzante de sus compañeros…El chico era eléctrico en una época (1897) en la que la escuela no estaba preparada precisamente para chicos de este tipo... Era "el loquito Raúl" para sus compañeros. Y también para sus maestros, claro.

Mil y una vez llamaron desde la dirección a su madre Clara, para que les explicara porque su hijo era tan “intenso”. Clara (por toda respuesta) bajaba la cabeza y decía "tiene usted razón, le pido perdón", respuesta la cual permitía al director endilgarle una sarta interminable de pseudo consejos destinados a "encarrilar a ese chico,  educar a esos padres y salvar la integridad de esa familia"...(literal, AGN, A. H. Escolar, libro 78, F. 112 ). Esa pobre madre soportaba todas las quejas que las autoridades derramaban sobre su hijo que, sin embargo, no modificaban nada de sus conductas. Ella simplemente  confiaba en él.

Cierta vez, mientras estaba retando a su hijo por los motivos de siempre y de todos los días, el con la cabeza gacha y los ojos llenos de lágrimas la respondió "Es que no tengo tiempo de ser chico, por eso soy tan apurado". Respuesta por lo menos enigmática para un niño de solo 7 años, en aquellos lejanos tiempos... Cuando termina la primaria a los ponchazos, también a los ponchazos transcurrió su secundaria.

Primero hacerlo entrar al colegio ya que cuando lo fue a anotar, las autoridades le preguntaron "¿pero su familia es acomodada? Porque a este colegio solo vienen los ricos". Y era verdad…porque la educación secundaria en aquellas épocas era definitivamente para “acomodados”, solo para ricos. Y no solo en el colegio que eligió la mamá de Raúl, sino en todos los del país. Claro, y no era esa la situación económica de la familia: Clara era ama de casa y su esposo Alberto era fogonero de locomotoras, así que el dinero precisamente no sobraba, sino más bien todo lo contrario. Sin embargo (gracias a la intermediación de un muy lejano tío que era militar), Raúl pudo ingresar a la secundaria.Y ahí parece ser que aparte de apurado, se hizo abombado. O por lo menos la mayoría de sus profesores lo trataba como tal. A lo mejor, vaya a saber, motivos no les faltaban:

Raúl desarrollo un interés (casi un amor podríamos decir) apasionante por…las abejas. En los recreos, en vez de ir a jugar con sus amigos, se iba hasta las cercanías de un alambrado desde dónde se podían vislumbrar un par de panales, y se pasaba esos 45 minutos observando, suspirando, anotando, riendo y tomándose la cabeza. Un loco. Otra vez, paradojalmente y sin relación con la primaria, lo comenzaron a llamar también "el loco Raúl"...para que no hubieran dudas, parece. No le iba mal en las materias, pero lo que ponía como locos a los profesores es que también le gustaban…las libélulas.

Así que ya no solo eran las abejas, sino también las libélulas. Y también se pasaba horas y horas observando suspirando, anotando, riendo y tomándose la cabeza con sus nuevos descubrimientos sobre el novedoso insecto ¿Descubrimientos? Sí, pero que solo a él le interesaban, y a nadie importaban. Como fuera (tal vez porque no pertenecía a la élite acomodada o ya porque los profesores no lo soportaban), Raúl en tercer año fue expulsado de la escuela. Su padre fue a hablar, su madre casi a implorar. Pero no hubo caso, el “loquito Raúl” fue dejado de lado...hacía ya rato en verdad que se lo querían sacar de encima.

Dos situaciones se dieron al mismo tiempo: Raúl se quedó sin escuela, y a Alberto, su padre, le ofrecieron trabajo cómo maquinista de ferrocarril, pero en España. Pues solo averiguar a través de un familiar lejano si había escuela para Raúl, metieron en un par de valijas las pocas cosas que tenían y partieron hacia allá, a la aventura. Una vez instalados, las finanzas de la familia mejoraron, y nuestro querido Raúl pudo ser incorporado a una escuela que esta vez contuviera sus locuras. Aunque los profesores le seguían diciendo de todo por esa manía que no había abandonado de mirar hacia el cielo y de observar abejas y libélulas, le tuvieron de todas maneras más paciencia que en Argentina. Aunque nunca dejó de ser por allá "Raúl, el Flipao", parece ser que tan loco no estaba: a sus 22 años patentó en Italia su primer invento: el lanzatorpedos. A sus 27 años patentó para España la friolera de 99 inventos más, entre ellos el pistón libre. A sus 29 años (y a pedido de su amigo de aventuras Gustave Eiffel), patentó para Francia su invento máximo: el helicóptero (patente francesa número 533.820). Al contrario de lo que opinaron sus profesores argentinos, parece ser que pasarse horas y horas observando suspirando, anotando, riendo y tomándose la cabeza con descubrimientos sobre abejas y libélulas (al final) no había sido una pérdida de tiempo. Al día de la fecha, el tercer ingreso de divisas a Francia por motivos de canón por patentamientos mundiales, sigue siendo el helicóptero de Raúl Pateras Pescara...($3800 millones de Euros solo en 2019).

Raúl Pateras Pescara de Castelluccio fué abogado, piloto pero también (y antes que nada) un inventor formidable.

Falleció en 1966 en París, justo el mismo año en que Elvis Presley compró su primer auto de colección: el Pateras Pescara Royale. Podría haber sido nuestro, si aquellos profesores no hubieran sido tan ciegos. Ciegos de no reconocer el genio en un niño distinto. 

Solo una muestra, de cómo no cuidamos a los nuestros...

https://cafecito.app/historiasminimas

¡Mil gracias por leer!

viernes, 8 de julio de 2022

BENEFICENCIA

En la entrada de un supermercado vecino hay una delgada viejita siempre pidiendo dinero. Hace años. Debe tener buena salud porque no falta nunca. Pero nunca es nunca. Invierno, verano, calor abrasante o tormentas torrenciales, allí está esa señora mayor como un clavo cumpliendo horario. Igual que en un trabajo... de hecho, es su trabajo. Solo espero que a un inspector con mala entraña no se le ocurra exigirle que se dé de alta en autónomos. Charlando con un vecino me comenta que esa viejita tiene una "abultada cuenta bancaria". A raíz de ese comentario me pongo a pensar:  primero: ¿de dónde sacó mi vecino esa información?¿ No le hubiera caído encima ya Hacienda si eso fuera cierto? Segundo: ¿y qué? ¿No se lo está ganando con esfuerzo? Horas y horas por un salario, lo mismo que todo el mundo. No creo que Hacienda vaya a la quiebra por su falta de aportes. Ya se encargará el banco de informar, en caso de que no haya tenido la buena idea de meter la guita abajo del colchón. 

Es extraordinario cómo la gente opina sin certezas y con malicia, cínicamente. La mujer está ahí, bajo un toldito y con una silla, horas de horas, con una constancia excepcional y, en vez de darle un premio, la critican. Me enerva y me saca de quicio esa mala leche y esa envidia (porque en el fondo no es otra cosa), de esta sociedad. Cuando alguien demuestra una tenacidad y una formalidad fuera de lo común, ya algo les molesta y hay que arrancarle la piel. Será por el contraste de su propia imagen en el espejo del baño: los que la critican no serían capaces de tal sacrificio. Porque otra explicación no le encuentro. 

 Y ahora la otra vertiente: resulta que si yo le doy a esa señora un billete que supere en algo las míseras monedas que suelen soltarle, lo hago por mi propia satisfacción y mi mala conciencia. A ver: destripemos estas palabras. Satisfacción me da porque a cambio recibo una dulce sonrisa desdentada en una expresión normalmente tristona. Es autosatisfacción onanista, según las malas lenguas y comparan eso con fumarse un porro. No me convence: el porro es a solas. Y dicen que dicen que yo lo hago sólo por eso. Sin embargo, ese buen momento es de a dos, la viejita y yo, también viejita, todo hay que decirlo. Las dos estamos contentas. ¿Eso es censurable?

Ahora veamos mi mala conciencia: yo, millonaria no soy pero aunque lo fuera. Se parte de la suposición de que todos los millonarios son unos bichos y todos los pobres unos ángeles. ¡Vaya estupidez! Así que yo lo hago para tranquilizarme con respecto a mi posición de privilegio en el mundo. Mis abuelos maternos eran inmigrantes en Argentina y mi madre, a pesar de ser la mejor alumna del colegio, tuvo que dejar los estudios para limpiar un banco, porque el dinero no llegaba. Las becas no existían. 

Y en cuanto a mi familia paterna, vivían en una casa de madera en un barrio pobre de la Boca, en Buenos Aires. Mi padre estudió su carrera de odontólogo al mismo tiempo que trabajaba en el ferrocarril para mantener a su familia porque mi abuelo paterno murió joven por una intoxicación con pescado. 

Sigamos con mi mala conciencia: contribuí al calentamiento global viajando en aviones y cargando de gasolina el tanque de mi coche, pero espero que haya sido en un porcentaje mínimo. Pagué mis impuestos cuando no pude eludirlos e hice algunas cosas buenas que mi modestia me impide enumerar. Pero algo diré: le cobré caro al que podía pagar por mis servicios profesionales y barato o regalado al que no podía, en una suerte de Robin Hood odontologista justiciero. Y reciclo todo, nada de plásticos al mar. 

Algo sí he tenido en exceso: libros, plantas y parejas, aunque maridos solo dos. Uno de verdad y otro para obtener la residencia en Europa, aunque este último creyó que teníamos un romance o algo así. Vaya en mi descargo que ninguno de esos buenos hombres nadaba en guita y, al final, la que pagaba los platos rotos era yo, una esforzada laburante. Y hasta allí llega mi mala conciencia. 

¿Se han dado cuenta que cada vez que empiezo algo en serio me lo termino tomando a risa? No sé por qué voy siempre encaminada a la comedia. A medida que escribo, más risa me da de mis propias sandeces. ¿Será por eso que escribo?

Bueno, pero a lo que iba: la viejita del supermercado. Si yo beneficio a alguien con unos pocos rublos y eso me brinda un instante de felicidad y ella recibe ese dinero como agua de mayo, la pregunta es: ¿Qué hay de malo en eso? Ya sé que no estoy haciendo la revolución proletaria ni tomando el palacio de invierno... ya lo sé. Pero estoy dando algo y a cambio recibo una sonrisa. ¿No es eso suficiente con lo que tengo a mi alcance?


martes, 5 de julio de 2022

CORRIENDO

 


Por Martín Barizo (Martuchi) 

Se me vienen dos actores a la memoria, Tom Hanks en Forrest Gump que decide correr el personaje y lo hace durante un período de la película, recorriendo kilómetros y kilómetros.

Y Tom Cruise en la mayoría de sus películas se la pasa corriendo. 

Todos vamos corriendo, queremos salir de la niñez, de la primaria, de la secundaria, queremos ser adultos, vamos corriendo saltando todas las etapas que se puedan.

Nuestros teléfonos pueden medir unas centésimas de  segundo, tenemos marcado rápido, incluso acelerador de audios de whatsapp.

¿Hacia dónde vamos corriendo? Comida rápida, sexo rápido, convivencia, hijos separación,  el trabajo acelerado, las vaciones a mil, volver mas estresado que antes de irnos.

Todo lo vivimos, fragmentado, superficialmente, con un toque de la pantalla, con un emoticono, una carita para responder. 

Me encanta el deporte, incluso los deportes como la Fórmula 1 o el motociclismo donde la clave es la velocidad. 

Pero nos hemos olvidado que a cierta velocidad perdemos la capacidad de ver el paisaje. Imagina un recorrido de unos 30 kilómetros.

 Ahora recorre ese paisaje el que tu quieras, caminando. Haz el mismo recorrido en bicicleta, ahora en moto. ¿ y si lo haces en coche?

A mayor velocidad, perdemos capacidad para disfrutar de lo que nos rodea.

"La felicidad me persigue, pero yo soy más rápido" escribió Fernando Savater en uno de sus libros, una sentencia que figuraba pintada en una pared de Madrid.

Yo ignoro muchas cosas, tal vez no sepa casi nada de la vida, puede ser. Pero si algo aprendí fue a detenerme.

A bajar un cambio, por lo menos en alguna parte del día, en alguna parte importante de la semana.

Quiero ser un tipo  analógico , no digital, de la época en que todo va a la velocidad adecuada. 

Cuando era chico, no había teléfonos personales. Quedabas en una plaza y esperabas y nadie se moría por esperar.

Hemos perdido la capacidad de observar. Un atardecer, unas nubes, la luna, las estrellas, los árboles danzar al ritmo del viento.

Soy de los que le gusta ir al cine antes de que se apaguen las luces. Entrar en el ritual de calmarse antes de ver la película. Verla. 

Y tener un buen debate luego de la misma, que dure horas si la película amerita la reflexión.

Los niños no saben esperar a los abuelos que se ponen lentos con los años, están ansiosos. 

Nadie presta atención en clase como antes, la mente se aburre enseguida.

Casi nadie escucha, todos  quieren hablar al mismo tiempo que el otro. 

La gente sufre sola, nadie tiene tiempo de consolar a los otros. El consuelo es por grupos de whatsapp a la distancia.

En Estados Unidos con la excusa de la pandemia tienen sepelios para velar a un muerto sin bajarte del vehículo.

Coche fúnebre, bajas las ventanillas lo miras y sin bajarte despides al muerto, y así todos los vehículos en fila. Un velatorio express.

El que solo quiere correr como forma de vida huye, primero de sí mismo, luego de lo que lo rodea, porque pierde la capacidad de disfrutarlo.

Y sobre todo, no puede y no quiere responder a cosas que yo llamo importantes. ¿Soy feliz? ¿Estoy cumpliendo mis sueños?

Los que van muy rápido, la vida, el Universo o el mismo cuerpo les dan un llamado de atención y los detienen. 

Una multa de exceso de velocidad, un golpe que no te deja caminar con normalidad, un trámite que nos frena.

Todas las encuestas a personas a punto de morir revelan lo mismo a la pregunta ¿Que hubiera cambiado de su vida?

La mayoría respondió lo mismo. "Pasaría más tiempo con mis seres queridos".

Te cuento un secreto: hazlo ahora, llamales por teléfono, pierde el tiempo con tus amigos, cancela tu agenda y ve a visitar a gente entrañable.

Nos vamos a llevar esos buenos momentos. Todo lo demás es ir corriendo.

sábado, 2 de julio de 2022

LA FIRMA

CUENTO CORTO DE MÓNICA BARDI.

La llamó por teléfono la linda madrileña desde el ministerio de educación español y le dió la noticia que sonó como un repiqueteo de castañuelas: "¡¡Ya tienes homologado el título, guapa!!" Así que ahora había que decidirse: emigrar o no emigrar, ésa es la cuestión. Y recordó el viejo adagio: "Dios le da pan al que no tiene dientes". ¿Tendría ella el valor de cambiar de mundo a los 40 años? ¿Tendría ella dientes? A veces los dichos tienen el poder de dar un pequeño empujoncito en el momento justo. 

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Esto si que iba a ser difícil. Un verdadero galimatías. Tenía que lograr que su ex marido firmara los poderes para volar al viejo continente con sus hijos menores de edad. En vista de lo poco y nada que ese hombre había contribuído al sostén familiar y sus fallos reiterados al régimen de visitas, en principio no parecía haber problemas. Un pasota con mayúsculas era el buen hombre. Teóricamente, no pondría obstáculos porque las vidas de su familia no eran asunto suyo. Vibraba en otra onda: ya tenía bastante con ocuparse de sí mismo. Desde muy chico su vida había sido complicada. "Pero acá no estamos para comprender el triste discurrir de su existencia sino para obtener una firma" pensó ella con determinación, fiel a su falta de escrúpulos legendaria, cuando de obtener algo se trataba. Iba reflexionando sobre cada paso que daría, para no tropezar. Sobre él tenía dos certezas: le gustaba el vino (era escabiador, en lunfardo),  y su primer impulso era generoso. Conclusión: con un par de copas vamos bien...pero no más. Y con respecto a lo segundo, había que aprovechar ese "pronto" y no darle tiempo a pensar. O sea, el factor clave era el manejo de los tiempos. Barajando estas posibilidades, elaboró un borrador: 

1°) hablar con un escribano (notario) y tener preparados los poderes.

2°) reservar mesa en el restaurante más cercano a la notaría y que tengan buenos tintos.

3°) tener claras las ideas sobre qué decir y qué no y en qué momentos.

4°) llevar rublos, pasta, plata, guita, cobre, o sea, dinero bastante para pagar todo eso y algún regalito... un libro de poesía, por ejemplo, que a él tanto le gustaban.

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En un primer viaje exploratorio sola a la madre patria iba ella levitando por la Gran Vía de Madrid en estado de gracia. Después de un largo viaje desde Buenos Aires, sus acompañantes optaron por ir al hotel a descansar. Ellos eran un colega de profesión y un "traficante" de psicólogos, (ya que había convenio entre ambos países); que era español de nacimiento y sabía moverse en los ministerios. Ella, en cambio, como ya tenía homologado el título, no tenía esa preocupación así que se zambulló en el Museo del Prado a darse un baño de Goya y Velázquez y luego dió una enorme vuelta en un autobús turístico. ¡Ya habría tiempo de dormir! La acompañaba su sed de una nueva vida, con prometedores proyectos y esperanzas. Ante sí se desplegaba un magnífico abanico auténticamente  hispánico. Las voces a su alrededor estaban llenas de familiaridades, con expresiones diferentes pero comprensibles. El idioma las unía aunque algunos códigos las separaban. El viejo mundo era totalmente nuevo para ella y había que descubrirlo y conquistarlo. Como Colón, pero en sentido contrario y algo más confortable, todo hay que decirlo. Por eso, entre tanta euforia intentaba ignorar esa sorda  preocupación que latía en el fondo: sus hijos ¿cómo se adaptarían a un nuevo país? Y su ex, ¿firmaría para dejarlos viajar? Pero vayamos por partes, acostumbraba decir el descuartizador. "No voy a empañar este momento con esos nubarrones", pensó mientras disfrutaba del frescor de la inmensa fuente de la plaza Colón. 

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Todo iba bien, según lo planeado. Comieron bien y bebieron mejor. La cosa se empezó a torcer cuando el vino pasó de tres copas. El hombre se puso mimoso y le acarició delicadamente una mano, mientras ella, con la otra, vaciaba disimuladamente el resto de la botella en una maceta a sus espaldas. "Oh, oh" pensó, "esto está tomando un rumbo inadecuado". Así que se puso de pie y dijo suavemente "¿vamos?"

El malinterpretó esa palabrita pensando que ya tenía a la paloma en el nido. Pero cuando llegaron a la puerta de la notaría, ella entró muy decidida y él se dejó arrastrar. "¿Dónde estamos?" preguntó extrañado. "Para firmar", susurró ella por toda respuesta. Mientras la escribana leía el poder, el hombre dormitaba, hasta que aquéllo resultó inadmisible y la llamó aparte. "Este tipo está borracho... así no podemos seguir".

"¿Quién te paga?" retrucó la mujer.

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Napoleón escribió de puño y letra en el libro "EL PRÍNCIPE" de Maquiavelo la siguiente frase: "El fin justifica los medios". Yo creo que habría que matizar, pero en fin...

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Muchos años más tarde se desarrolla la siguiente conversación entre ella y sus hijos:

"Vamos a traer a papá a España... seguro que ha cambiado; hablé con él y está muy entusiasmado. Es una segunda oportunidad para que estemos todos otra vez juntos" dijo uno de los hijos. 

Ella se tapó los ojos y se agarró la cara como ante algo irremediable, algo así como la caída de un meteorito. Se quedó muda. "La gente no cambia, solo descansa", pensó en esa frase leída en alguna página de psicología, pero no dijo nada. Sabía la avalancha que se venía encima: problemas y más problemas. Intentó hacerles entender que aquéllo era inviable desde todo punto de vista, sin éxito: los hijos estaban decididos. Y ella, en lo más profundo de su ser, tenía una lucecita trémula de esperanza de que los chicos tuvieran razón, aunque en seguida aclaró: "En mi casa no". "¡¡Nooooo, claro que no!!" casi gritaron ellos al unísono. "Ya le buscaremos algo". 

Pero ¿qué podía hacer? Y recordó el viejo adagio: "Si no puedes vencer a tu enemigo, alíate con él". "Bueno" contestó al cabo "si no hay más remedio, entre todos contribuiremos". Sus hijos sonrieron ilusionados. Poco después llegó él, bajando del avión contento y exultante. Su incuestionable encanto personal siempre creaba un primer efecto cautivador, como le había pasado a ella que, a poco de tratarlo, se enamoró. Era un seductor y, como todos los seductores, peligroso. 

"Para celebrar nuestro reencuentro vamos a tomar algo" dijo el padre y la madre pensó: "ya empezamos, saquemos la billetera". El eterno retorno. Pero ésa es otra historia.