viernes, 16 de octubre de 2020

 


LOMAS DE ZAMORA TEMPERLEY

La historia de George Temperley, el inglés que marcó el origen de la ciudad hace 150 años

Llegó a Argentina en 1835 con apenas 15 años, se convirtió en un exitoso empresario y fue el fundador de la localidad de Temperley.

La historia de George Temperley, el inglés que marcó el origen de la ciudad hace 150 años

El 16 de octubre de 1870 tuvo lugar un suceso que se considera "el origen" de Temperley. En esa fecha se produjo el primer loteo de tierras que encaminó el surgimiento esta localidad. El personaje histórico que estuvo al frente de ese acto fue quien le daría nombre a la ciudad: el británico George Allison Temperley.

Muchas veces recorremos las localidades de Lomas de Zamora sin saber por qué se llaman como se llaman. De la misma manera que existió Edward Banfield, gerente del Ferrocarril del Sud cuyo apellido bautizó a esa ciudad, los vecinos deben saber que Temperley también fue una persona de carne y hueso. Se llamaba George, o Jorge para los argentinos. Fue un terrateniente y empresario que nació el 10 de octubre de 1823 en Newcastle, Inglaterra.

¿Cómo fue que sus caminos se cruzaron con los del Conurbano bonaerense? La historia cuenta que George Temperley llegó a Argentina en 1838, cuando tenía 15 años. Como todo inmigrante del siglo XIX, no tardó en poner manos a la obra para construir un nuevo futuro en el país que le abrió las puertas. Y lo logró con creces. En sus primeros años trabajó en un almacén de ramos generales y al cumplir la mayoría de edad se dedicó a la exportación de lanas y frutos y a la importación de ropa.

Firma de George Temperley.

Firma de George Temperley.

Su vida personal también fue bastante activa: antes de los 30 años ya se había casado dos veces. En 1846 contrajo matrimonio con Charlotte Knight y cinco años más tarde con su cuñada Carolyn. En sintonía, su reputación y su poder económico creció cada vez más. Se convirtió en dueño de un negocio de fundición de metales y pasó a la historia como uno de los socios fundadores de la Sociedad Rural Argentina. Entre tanto prestigio, el destino quiso que en 1854 George llegara a una naciente Lomas de Zamora.

En aquel año, George Temperley compró a los hermanos Marenco un campo de 51 hectáreas delimitado por las actuales calles Almirante Brown, Dorrego, Juncal-Lavalle y Eva Perón (ex Pasco). En este lugar construyó una casa quinta al estilo inglés, que fue una de las más lujosas de la época.

Con el correr de los años quedó en evidencia su verdadera intención: quería dividir esa extensa chacra para fundar una nueva ciudad. Es así como llegamos a una fecha clave que hoy se conmemora: el 16 de octubre 1870, George loteó sus tierras y dio el puntapié inicial para escribir la historia de Temperley.

Historia: así era la estación de tren en 1900, año de fallecimiento de George Temperley.

Historia: así era la estación de tren en 1900, año de fallecimiento de George Temperley.

George puso en remate 139 lotes y les dio varios incentivos a los compradores para que construyeran sus viviendas, llegando incluso a donarles materiales. En 1871, un año más tarde de aquel loteo, cumplió su promesa de inaugurar la "Estación Temperley" del primitivo Ferrocarril del Sud, la cual fue fundamental para el desarrollo económico y urbanístico de la ciudad. El camino quedó allanado para fundar formalmente la localidad de Temperley el 1 de febrero de 1893.

A diferencia de otros personajes históricos que no pudieron ser homenajeados en vida, George sí vivió lo suficiente para ver crecer al pueblo que había fundado y bautizado con su apellido. Su vida se apagaría muchos años después con la llegada del nuevo centenario. El 25 de junio de 1900, a los 76 años, Temperley falleció en Buenos Aires. Hoy, en pleno 2020, su legado todavía sigue vivo en estos 150 años de historia de la ciudad.

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domingo, 11 de octubre de 2020

Delicioso recuerdo.

 EL PRIMER TELEVISOR. 

ROBERTO VALERO



Allá por los 60 y pico mi viejo era de escuchar radio y no le gustaba el televisor, lo compró para mi vieja y el nene o sea yo, como en 850 mil cuotas, a mi viejo no le gustaba porque decía que todos los que trabajaban en la tv eran homosexuales, ya en los años 60 era un visionario de lo que es hoy en día, se ve que no estaba desestructurado.

Mi vieja compró una mesita con rueditas, el elevador que mantenía la corriente estable y una plantita de aloe vera abajo. El Philco tenía una perilla que hacía un ruido como trac, trac, trac, cada vez que cambiaba de canal primero el 7 y el 13, luego se agregaron el 11 y el 9. El 2 era un desbole porque había que mover la antena, la señal venía del otro lado del mundo La Plata, de control remoto olvidate; no existía. 

Yo miraba Rin tin tin, Randall el justiciero, Combate, El hombre del rifle, Batman, El avispón verde, los tres chiflados, dibujitos etc, va lo que miraban todos, no había mucho para elegir como ahora con ochocientos canales y Netflix.

Si se llega a romper así como llegó se va decía mi viejo. Lo peor que le podía pasar era que se quemara el tubo, se empezaba a achicar la imagen; si éste tubo de mierda se averiaba había que vender la casa, los que arreglaban tv eran Favaloro, un día se empezó a achicar la imagen, cae el técnico con el ayudante, mi mamá ya había preparado un vasito de jugo y galletitas; era un Rock Star, un médico, saca la madera terciaria de atrás, el tipo pone cara de Karpoff pensando una jugada de ajedrez, lo mira a mí viejo y dice compungido "Es el tubo". Se lo llevaron en el gordini como si fuera un féretro, con sumo cuidado. Nosotros nos quedamos viendo la plantita de aloe vera en la mesita.

Luego volvió y se quedó nomás...

miércoles, 7 de octubre de 2020

FOTOS VIEJAS

Existen días, generalmente domingos, en que no hay mucho que hacer. Claro que con la pandemia todos los días hay poco que hacer, o, más concretamente, nada.
Y entonces es cuando se decide rememorar épocas pasadas mirando viejas fotografías en papel. Sacamos unos miles de álbumes, siempre con la precaución de tener a mano un trapo húmedo para retirar el polvo ancestral (que ojalá pudiera hablar) y que se ha ido juntando.
Preparado todo, se abre la caja de Pandora y  se asoma una a mundos pretéritos, escenarios olvidados y, eso sí, toneladas de sonrisas. En las fotos, todos sonríen. Aunque estén a un paso del suicidio, para la foto, SONRISA. Obligatoria.
Viendo tanto diente rutilante es inevitable preguntarse si reflejaban verdaderamente momentos de felicidad. O, por lo menos, de alegría. ¿Sería porque éramos más jóvenes? ¿Teníamos mucho proyecto por delante? ¿O era pura impostura para la foto?¿Qué pasó con todo aquéllo?
Las reuniones familiares...ahora todos medio alejados y sin ganas ni tiempo para juntarnos, cuanto más lejos mejor. Los cumpleaños, los aniversarios...¿qué pasó con todo eso?
Los amigos con los que, por lo menos, se habla de vez en cuando. Todo parece tan lejano, hasta las ganas de reírse se aquietaron, si acaso alguna sonrisa lateral. Más allá del confinamiento, lo que se acumula son las desilusiones, las reyertas, los rencores, las familias hechas hilachas ... ¿el mundo se ha vuelto gris? Esas ganas de estar reunidos, de tomar algo, de charlar ¿fue un espejismo? ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Eso es indudable si se tiene un hermano detenido-desaparecido, que sonríe en una cara de juventud eterna.
¡Ay, hermanito, cómo te hubiera gustado la vida! Si pudieras charlar, aunque sea cinco minutos con tu hija y con tu nieta. Seguro que te hubieran encantado.
¿Y mis padres? Mi papá, mi Stradivarius, como le decía yo porque, ya viejito, era curvo, refinado y antiguo. 
Mi mamá, con su vestido oscuro de seda con lunares blancos. ¡Le quedaba precioso! Y su sonrisa con dientes de conejo... dulzura. 
Qué amarga les fue la vida a partir de cierta época funesta. Pobrecitos: qué fuertes fueron y cómo la lucharon. Y yo, metida en mis propias batallas, lejos,  no estuve a su lado cuando murieron. Cuánto lo siento.  
La verdad es que las relaciones humanas se van erosionando con el tiempo, se gastan. ¿Algunas se fortalecen? Las penurias le van ganando a los amores por varias cabezas, me parece. ¿O será algo pasajero? El individualismo, el consumismo y los teléfonos se van comiendo las charlas amables, largas y fructíferas. Todo es instantáneo... ya no se escucha con atención y muchísimo menos si uno es mayor.
La palabra de los viejos ha perdido peso, consistencia, interés. Las ganas que hay que tener para escucharlos se han evaporado entre confusas y rápidas opiniones superpuestas y superficiales, sin el tiempo necesario para la reflexión. Todos son datos, estadísticas y palabras al socaire soltadas casi a los gritos. Opiniones fugaces, ligeras, confusas hasta contradictorias. Hay que tener cuidado a quien se elige para conversar a riesgo de pasar un rato con cara de póker y salir huyendo a la primera de cambio o exactamente a la inversa ¿Por qué no? A lo mejor, el que sale huyendo es el OTRO. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Esa impresión da, aunque sea en fotos arqueológicas, donde han quedado perfectamente impresas las ilusiones, los proyectos y las alegrías, en las expresiones.
¡Qué colores intensos los de esas fotos 
desteñidas! ¡Y las de blanco y negro! Divinas. Aunque en éstas la gente no salía sonriendo. ¿Sería que en esa época las fotos eran una cosa seria? Pero si hasta fotografiaban a los muertos. Esos no se reían, pero a buen seguro que ya nada los podía perturbar.
Quizás la felicidad sea contemplar con detenimiento esas "supuestas" felicidades pasadas, llenarlas de un contenido nuevo, cambiar la narración echándoles condimentos morunos, mejorarlas, endulzar el pasado.
Quizás la felicidad es imaginar lo que pudo ser y no fue: otros destinos, otras geografías, otros amigos. Sumergirse conteniendo la respiración en realidades paralelas más placenteras, más amorosas, menos dolorosas, en otra dimensión cuántica. Está muy de moda el tema cuántico y, además, ya lo describió Borges. Y si el maestro lo imaginó, seguro que existe.
Hablando de Borges, en una conversación que tuvo con Sábato comentaban que en sus reuniones se hablaba de literatura y filosofía. Este comentario me recordó que, cuando éramos jóvenes, hablábamos de política. Hoy hablan de películas y modas.
Tengo que llegar a la conclusión, bastante obvia por cierto, que cuántos más años se vive, más océano se atraviesa y ya sabemos, más tormentas también. Cada momento grato agrega la sombra de lo que nos tocará mañana y enturbia inevitablemente el momento grato. 
Esa plenitud y ese placer enorme de las risas compartidas ya pasó y a esta altura, nos queda sólo lo AGRIDULCE. 
En fin, los años no vienen solos. Menos mal que es otoño y cada mañana el césped húmedo, la casa llena de pinturas y la sonrisa de Miguel me reciben... cada mañana. 

jueves, 1 de octubre de 2020

SIN RUMBO. capítulo octavo: Garganta profunda.


Ilustración de Florencia Menéndez: DESPIDOS. 

 - Confesá, cabrona.- soltó Stellita B. con mirada de hielo- Qué momento pasional, ¿no? Para plantarle semejante bocado; fuiste vos la del mordisco, ¿no? 

¿Cómo te diste cuenta?- preguntó muy intrigada la acusada. 

-Muy sencillo: aritmética básica- pero si te digo la verdad, me parece una banalidad. ¿Qué importancia puede tener que hayas mantenido un affaire y que el tipo crepó en pleno acto? 

-Ninguna. Pero no me gusta. No me gusta que todo el mundo sepa que me acosté con él. Podría llegar a los oídos de mi primi. Además, parece que lo hubiera obligado. 

-¿Obligado? ¿Y él se tragó los Viagra porque le metiste un cuchillo en la garganta y lo obligaste? Eso no se lo cree nadie. ¿Vos tenés antecedentes penales?

-Claro. Cómo todo el mundo, pero sólo por tráfico de drogas. 

-¡Ah, pero eso no es nada! Bueno, quédate tranquila... no soy yo quien va a abrir la bocaza. Ser chivata nunca fue mi vocación. Pero alguien se va a dar cuenta, así como me di cuenta yo. 

Se acerca Pily, que había decidido bajar un rato del aerostático y darse una vuelta por la cubierta. 

-¿Qué están conspirando ustedes dos?- preguntó con curiosidad. 

-Parece que viene una tormenta- dijo Stella por decir algo y para desviar la atención. 

-Tormenta es la que tenemos acá. ¿Se aclaró lo del muerto?

La acusada se excusó con la excusa de un súbito dolor de cabeza y se alejó cabizbaja, con el peso de la culpa. Voló antes que la suspicaz psicóloga la pescara en un acto fallido. 

-¿Y a ésta que le pasa? ¿Le duele una muela?-preguntó Pily, sospechando algo. 

-Paranoias, nada importante y si le doliera una muela, ella sabrá mejor que nadie qué hacer. 

-Chicas, viene una tormenta- aventuró Marta V. acercándose al fogón- hay que prepararse y encomendarse a Dios. 

Y Kuky Belack agregó: - ¿A Dios, o a Neptuno? Mejor nos ponemos a jugar al truco, como tantas veces hicimos para furia de las monjas. Y de paso, nos distraemos y no nos damos manija con la tormenta, ¿no?

-¡Pero nada de trampas, eh, que es lo que más las divierte!- añadió Marta P. con su mejor cara de jueza- porque se lo cuento a Mónica que nos va a sacar una muela sin anestesia, como FIANZA, agregó sin poder disimular una risa subrepticia. 

-¡Ehhhhh, sin anestesia noooo!- la doctora Elvirita sabía de lo que hablaba. Víctimas le sobraban en su abultado currículum vitae.

-Aunque sea una epidural- comentaron Marta G. Y Mechi Ll, muy sensatas ellas, muertas de risa. 

-¡No llegaaaa hasta los dientes esa anestesia!¡La peridural es mucho más abajo, de la cintura para abajo!- se divirtió Mónica Bardi, recién llegada, alcanzando a oír el final de la conversación: -A menos que tengas una muela en el monte de Venus-

-¡Siempre tan bruta!- susurraron varias- ¡tanta risa y el temporal nos va a llevar puestos! 

-Sería igual que sin anestesia. Un sacrificio ofrecido como adelanto para cuando vayamos al cielo. Como en la edad media antes del cloroformo: con un litro de ginebra entre pecho y espalda y a aguantar- matizó Maricruz O, mientras arriaba sus banderas políticas al mirar al cielo oscurecerse peligrosamente. La política y el cielo siempre se oscurecen peligrosamente. 

- ¿Sin anestesia?, tienen alma sádica estos galenos. Qué horror. ¿Qué se creen? ¿Que somos plantas?- corearon las ninfas del jardín de las Hespérides Grace M. y Adelina. 

-¿Plantas?- discrepó Estela G., que oficiaba de tercera ninfa y no podía ausentarse de la improvisada reunión: -las plantas también sienten, ¿lo sabían? Por eso hay que hablarles con suavidad y ponerles música. 

- Exactamente, son seres vivos, por si alguien lo ha olvidado -afirmaron al unísono Marta G. y Norma Ragusa. 

-Pero yo me como una lechuga y 20 tomates sin culpas...- se burló Stellita Bottichelli- y una milanesa también- Los que vivimos nos tenemos que alimentar de otros que vivieron. 

-Bruja mala, hereje, que nos vienes con filosofía barata. Te vamos a quemar en la hoguera por comerte las vaquitas y sus hijitos - opinaron las veganas, medio en broma, medio en serio. 

-De acuerdo- afirmó rotunda Stellita- la próxima vez le pido perdón a la merluza, antes de zampármela. Me queda claro. 

En ese momento se acercó corriendo Ana N. --Chicasss, ¡qué se viene una tormenta!¡No es joda!¡Moriremos ahogadas, si no ocurre un milagro!

-Ah, entonces es verdad. ¿Y es muy fuerte?- 

-Bueno, si, pero conservemos la calma- Mirta A. como siempre. -Calma, calma, mi alma. 

Graciela V., con su espíritu solidario y organizativo, empezó a pensar a toda velocidad lo que haría falta a septuagenarias en apuros. Se les iban a volar desde las dentaduras hasta las bombachas. Había que pensar en todo; hasta en el más mínimo de los detalles. 

-¡Marita, largá los pinceles!- gritó Graciela L., la marquesa- ¡Hay que bajar la casita de Estela G. y el globo de las 2 piantadas!

Ana María P. de L., haciendo honor a su apellido, agarró unos prismáticos y oteó el negro horizonte, para formarse una idea de la situación, mientras Betty T. se enfundaba un impermeable, para ayudar en lo que fuera necesario. El peligro hacía aflorar la solidaridad y el espíritu maternal entre ellas.

Llegó el capitán bastante agitado y avisó que se venía una borrasca fuerte y que ya había modificado el rumbo pero que igual nos iba a agarrar de refilón. -Así que a rezar a Monjamon, a Zeus, a Alá y a todos los dioses que tengan a mano, porque falta nos hará. 

La tripulación empezó a guardar todas las cosas de cubierta y las mandó a ponerse bajo techo. ¡A jugar al truco todas ustedes! ¡Y sin vomitar!

-¿Y si mejor nos vamos alos catres de los camarotes con alguno de la tripulación y hacemos movimientos ondulantes ayudados por las olas... para no marearnos? Sólo para no marearnos, claro- sugirió Mónica B. 

-¡Buena idea! Y mejor motivadas con alguna bebida espirituosa- Marita, cuándo no, con una aromática copa de vino gran reserva en la mano- porque si vamos a morir ahogadas, mejor estar beodas y en medio de un orgasmo. 

-A la hoguera dos más-. se oyó por ahí. "Tanta agua no apagará tanto fuego". 

La tormenta fue brutal, el crucero parecía un barquito de papel. Todas nos dábamos valor unas a otras. No estaba como para aventuras románticas en la cama.  Se lloraba, se rezaba, se invocaba y la única que vomitó fue Marita (aunque ya se rumoreaba que estaba embarazada). La orquesta seguía tocando imperturbable, lo cual era peor porque nos recordaba al puto Titanic. Muchas cosas volaron por los aires y las olas parecían montañas. TERRORÍFICO. PÁNICO SIDERAL. Pensando en las familias, a la que ya no volveríamos a ver, sólo se oía rezar y rezar:  "Monjamon. ¡Monjamon, Monjamon, sálvanos del tormentón!" No se sabe cuánto duró aquéllo pero parecieron siglos. En ese tiempo que parecía el último se dijeron cosas horribles y preciosas. Las ateas pedían por favor a Dios que las salvara y las católicas renegaban de él, porque lo consideraban un injusto destino. "En la cancha se ven los pingos" gritó alguien. 

Todas confesaron sus horribles pecados y fue inimaginable los secretos que salieron a la luz.  Por eso cuando alguna sugirió que para ir al cielo directamente habría que conectarse con los SEMENTAL MEN DE LA PRADERA y pedirles perdón antes de morir, todas saltaron como un resorte. 

-¡¡Noooooooo, eso nunca!! Lo llevaremos en nuestra conciencia. Prefiero arder en el infierno...bueno, en el purgatorio, unos pocos siglos... que no es para tanto- gritó Nilda Paz. Pero no supimos bien por qué, ya que, en teoría, ella no tenía que rendirle cuentas a nadie, era una santa y carecía de  primi en el dichoso club.

Un sentimiento de desconfianza se extendió entre esas buenas mujeres. ¿No sería ella la del mordiscón en el muslo del muerto, después de todo? Como en los cuentos policiales, el último de quien se sospecha es el culpable.

Y alguien lo dijo en voz bien alta, ella, la que estaba acostumbrada a tratar con mentirosos: hablamos de Marta P., por supuesto, cuya vida profesional la había llevado de juzgado en juzgado, metiendo en cana a los decentes y a la inversa, como todos los abogados... bueno, casi todos, no se puede generalizar, pero mejor pagarles al final. 

-¡Noooooo, ella no fue!- gritó Stellita Maris, llenando de alivio la carita de Nilda que ya iba adquiriendo un subido tono "Tomatito maduro". 

Instantáneamente todas giraron su mirada hacia Stella Bottichelli (apodo recién adquirido), y ya iban a preguntarle de dónde venía esa tremenda certeza anunciada con tanto grito, cuando una enorme ola las interrumpió e hizo zozobrar el precioso transatlántico. A duras penas alcanzaron los botes salvavidas que, de milagro, albergaron tanto sobrepeso. La mitad de la tripulación murió junto con el capitán, que se hundió con su barco, como corresponde. 

Llegaron agotadas y con 20 kilos menos al Pacífico Sur, a las islas FIJI, donde afortunadamente las atendieron como a marquesas (y no solo a la marquesa). Las flacas como Pily eran esqueletos vivientes y las gordas parecían salidas de un desfile de top models. 

Las islas eran bellísimas y aquéllas pecadoras arrepentidas vieron el cielo abierto para volver a pecar, así que, con una caipiriña en cada mano, decidieron avisar al club SEMENTAL MEN DE LA PRADERA que habían decidido quedarse un tiempo... (indeterminado) y que si querían verlas, que vinieran ellos porque eso era una maravilla y no estaban seguras de no haber muerto todas y estar de verdad en el paraíso celestial. Los primi no contestaron. ¿Estarían ofendidos? 

 Pasados unos cuantos días, estaban todas tomando sol en la playa cuando de repente alguien pensó en voz bien alta: - Y al final, ¿quién fue la del mordiscón en el muslo del muerto? Botti lo sabía, ¿no?

-¡Que lo cuente, que lo cuente!- corearon varias, asediando sin tregua a la susodicha. 

Como toda la evidencia se había hundido: el muerto (con erección y todo), con la marca de los dientes culpables en su muslo, los moldes de yeso y hasta las joyas de la marquesa, se supone que nadie, salvo Stella Maris y la culpable sabían la verdad. 

Pero como Stella Maris tenía una muy buena opinión de sí misma y no se consideraba  una chivata, cerró la cremallera labial y juró que no lo iba a decir ni bajo tortura. Y la otra, la culpable, obviamente, tampoco. 

¿Y el PANÓPTICO? TAMPOCO. Había un pacto de silencio y nadie estaba dispuesto a romperlo. Una mafia latinoamericana. 

Fin del cuento.