viernes, 27 de enero de 2023

CRIMINAL

 Plaza Alta, Algeciras

CAMILO

Ayer me crucé con la muerte. Ayer, casi vi a un moro apuñalando a un cura hasta la muerte… Me libré de ver al pobre padre, trastabillando de espaldas y defendiéndose, hasta finalmente caer en la Plaza Alta, con el cuerpo y cabeza abiertos, delante de todo el mundo…

Un poco antes yo caminaba con mi perro, en Algeciras, por detrás de la Iglesia, cuando escuché golpes y vi a dos moros en una cuesta, peleándose. Uno muy frío, despiadado y ganando; el otro, con la cara ya marcada y con el miedo en los ojos, pero aún peleando. La gente separando… yo seguí mi camino pensando: mira, dos moros peleando.

…Al ratito a la vuelta, pude ver en las caras otro tipo de miedo. Un miedo seco e inquisitivo. Algo mucho más instintivo. Como si tuviesen un miedo que fuera capaz de defenderse. Sabían algo que yo no sabía. 

…El moro frío que iba ganando, al parecer después de esta pelea, subió la cuesta hasta llegar a la iglesia, que a esa hora estaba llena de niños, de abuelas y madres. Entró en ella al grito de Alá es grande y se encaró con el cura. Éste se defendió y corrió. El moro lo cogió ya en la calle que da a la plaza y con una enorme espada curvada, mora, durante muchos metros, lo cortó y apuñaló… luego simplemente se marchó caminando por el centro de la plaza con la espada sangrando en la mano y sin prisas, hasta que la policía lo encontró. Pero, por lo visto, era al segundo que mataba, pues antes de eso y de camino a la iglesia, pasó por una capilla que hay en el barrio de San Isidro. Ahí agarró al ayudante del cura y en el cuello lo apuñaló… una discusión teológica que en un principio tuvieron los tres fue, en realidad, todo lo que pasó. 

Al final y por suerte, sólo uno murió. 

Hoy amaneció, claro y soleado. El pueblo aún tenso y desconfiado sigue buscando. No sé muy bien qué, pero todos buscan… en los ojos, en la caras de la calle. También puedo ver que algunos buscarán venganza. Algunos otros, los menos, buscarán un entendimiento.

Hermano, sólo decir que loquitos hay en todas partes y que si me preguntas, tanto los moros como los cristianos, con su guerra de fe pueden irse al cuerno ellos solitos…que se pudran en ese maldito cielo, al que ellos llaman Paraíso y al que yo llamo simplemente (y te lo digo al oído): Humano Humo del Odio. Himno de un fanático creyente: Infierno.

jueves, 26 de enero de 2023

AQUEL BELLO PARIENTE DE LOS PÁJAROS 

Cesar Calvo 🇵🇪

(1940-2000)

Iquitos, Perú


Aquel bello pariente de los pájaros

que escondía su sombra de la lluvia

mientras tú dirigías sobre ardientes 

cuadernos el vuelo de su mano.

El niño que subía

por el estambre rojo del verano

para contarte ríos de perfume,

cabellos rubios y país de nardos.

Tu niño preferido -¡si lo vieras!-

es el alma de un ciego que pena entre los cactus.

Es hoy el otro, el sin reír, el pálido,

rabioso jardinero de otoños enterrados.

¿Y sabiendo esto lo quisiste tanto?

¿Lo acostumbraste al mar, al sol, al viento, para que hoy ande respirando asfixias en un pozo de náufragos?

¿Para esta pobre condición de niebla defendiste su luz de enamorado?

Poesía, no quiero este camino que me lleva a pisar sangre en el prado cuando la luna dice que es rocío y cuando mi alma jura que es espanto.

Poesía, no quiero este destino.

Llévate tus sandalias.

¡Devuélveme mis manos!

El final de la historia lo dirán las estrellas

y las hojas que cubren mi sueño sepultado.

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martes, 24 de enero de 2023

LA PERRITA

UNA HISTORIA REAL. Mónica Bardi. 

Nos la encasquetaron, o sea, nos la encajaron. No es nuestra. Llegó sin pedir permiso dentro de un transportín, a bordo de una furgoneta de mudanzas junto con otro montón de cosas. Devolverla hubiera generado complicaciones vecinales, así que la aceptamos. Es una perrita en estado miserable, viejísima, enfermita, pequeñísima, abandonadísima y muy fea. Pero ahora viene lo bueno: huele fatal. Si, eso mismo, emite unas emanaciones muy desagradables. Primero: imposible dejarla entrar en la casa. Segundo: Francia. (Uy, perdón, se me chisporroteó, es la costumbre futbolera de cuando Argentina ganó el último mundial)

Segundo: -hay que bañarla- dice alguien con buena voluntad y gran cariño hacia los animales.

La bañamos pero el problema subsiste aunque algo amortiguado. Menos moléculas apestosas  llegan a nuestras pituitarias.

Con el paso de los días vimos que nunca ladra, no molesta, es obediente y duerme en su transportín; su lugar es un cuarto de baño que hay al lado de la piscina, afuera, bien resguardada del frío y la lluvia. Con el paso de los días también notamos lo inteligente y sensible que es. Pero, lo dicho, la pestilencia puede con nosotros. 

El veterinario opina que debe tener una enfermedad de la piel, pero nunca la vió. Yo le pregunté al pasar. No es nuestro animalito pero ya la llevaremos. Un amigo opina que es de la boca porque la tiene siempre mojada pero si es de la boca eso no le impide comer como lima nueva. Le encanta todo lo que sea comestible aunque la mortadela en particular la enloquece y después de dar buena cuenta de su ración, se marcha tan campante a echarse una siesta bajo el espléndido sol andaluz de invierno. Como no había dinero para el veterinario la volvimos a bañar, le cortamos unos pelos enmarañados, la peinamos y le cepillamos los dientes. Ella se deja hacer todo. Es muy dócil. Nunca he visto un animalito tan bueno y fácil de llevar. 

Algo mejoró con el segundo baño, pero poco. Nos vamos encariñando con ella y ya la hemos aceptado a pesar de su fragancia repelente. Uno sabe que está cerca por el olor, pobrecita. Necesita y acepta las caricias y la compañía, por eso muchas veces me voy a leer afuera con frío y todo, para que ella se tumbe a mi lado. Las dos viejitas juntas. Hace sus necesidades en el jardín y no da ningún problema. Ya nos acostumbramos a que, de vez en cuando, tiene algo así como convulsiones aunque en seguida se repone. Continuamente trata de colarse en la cocina por cualquier hueco; a la mínima distracción intenta meterse en la casa. Un día muy frío se acurrucó en la cesta de la ropa para lavar y allí se quedó dormida sin que nadie se diera cuenta. Diariamente le cambio el papel de periódico que le pongo como colchoncito y la ropa vieja bien abrigada y limpia dentro del transportín. Los días de sol pongo el transportín fuera, así puede dormir la siesta más calentita, oyéndonos a los de la casa ir y venir y sentirse acompañada. 

Pero tenemos un problema. Nuestra casa acoge personajes variopintos, no lo podemos evitar. (Y si no, vean al ganso y a la gata). Bueno, a lo que iba: el problema es que una señora que vive en casa no soporta a la perrita. Su presencia la enferma y sus tremendas migrañas son por ese olor insoportable, afirma con vehemencia. Desde ese momento nos ocupamos con mucho cuidado de que no entre en la casa. Hay que adaptarse y respetar a los demás. Y más si son personas mayores. Los viejitos tenemos muchas manías y todo nuestro pasado cargado sobre nuestras espaldas. No es fácil llegar a viejo. 

Van pasando los días y ya todos, de a poco, nos adaptamos a las nuevas costumbres con el cánido fragante. Le compramos un perfume en aerosol pero de poco sirve. Es algo triste comprobar de qué manera el pestazo que despide un ser vivo condiciona fuertemente la manera en que uno se relaciona con él. La deberíamos apodar DOÑA FÉTIDA DEL ALMA PURA, o quizás más irónicamente, LA DEL PERFUME PRODIGIOSO. 

Con las ganas que tenemos de llevarla a pasear en una cesta, de tenerla en brazos y ver la tele con ella al lado. Pero no podemos. Huele fatal. A los que parece no importarle en absoluto es a la gata y al ganso porque andan siempre acompañándose. Son un trío curioso de diferentes especies, que nos pueden dar lecciones de convivencia. Es una verdadera gozada ver a los tres que salen de sus respectivos hábitats para recibirnos con entusiasmo al atravesar la furgoneta el portón de entrada. Y los tres vinieron de afuera: el ganso aterrizó en el jardín hace tres años (o mas) y ya no se fue. La gata apareció de la calle cuando la otra gata se fue y la perrita es de nuestro vecino. Todos ellos nos adoptaron a Miguel y a mi. 

Siguen pasando los días y la señora que vive en casa va de mal en peor. Ya se ofreció a pagar la eutanasia, si hace falta, aunque nosotros preferiríamos que la perrita muera cuando le toque porque no parece estar sufriendo. Evidentemente, todos los tremendos males de esta venerable señora no van a ser por ese penetrante aroma "de jazmines" porque, además, el olor es bastante lejano, ya que el jardín es grande, la perrita está fuera y ellas dos nunca están cerca. Pero así son las cosas: el vaho parece atravesar diversos universos cuánticos y llegar a ella, e indefectiblemente, la enferman, según afirma con un convencimiento absoluto. Sabemos hace ya muchos años que las enfermedades psicosomáticas son una realidad, todo sea dicho. En estos casos es cuando se ponen a prueba la tolerancia y la paciencia de los que convivimos. Además, admitamos que se necesita mucho amor para aguantar tanto olor.

Hoy domingo me levanté temprano para ir a caminar. Es un día frío con bastante viento pero con un sol espectacular. Ayer notamos que la perrita había empeorado mucho. Apenas podía caminar, no comía ni bebía (signos inequívocos) y a veces se tumbaba para, al instante siguiente, volver a caminar tambaleante y sin rumbo fijo. Nos dimos cuenta que estaba ya muy cerca de la muerte, en fase terminal. Seguimos sin veterinario. Pero esto se acabó: el lunes la llevo sin falta, aunque sea para aplicarle la eutanasia o no; lo que indique el veterinario.  

Como iba diciendo, me levanté temprano y lo primero que hago siempre es ir a ver a la perrita a su transportín-cama. Cual no sería mi sorpresa al no verla allí. Busqué y busqué pero no la vi por ningún lado. Además, ya no estaba su olor. ¡Pero si casi no podía caminar! ¿Dónde se metió? Reviso cochera, trastero, porches y nada. Plantas, macetas, lagunita del ganso y nada. Miguel completó la búsqueda por las afueras, en el contenedor de basura, debajo del coche, detrás de los geranios, dentro de la casa, debajo de las camas y... nada. Cada rincón fue registrado. LA PERRITA HABÍA DESAPARECIDO y no había junta militar argentina a la vista, tan apegados ellos a las desapariciones. ¿Qué había pasado? ¿Quién se iba a llevar a ese animalito tan poco atractivo? ¿Dónde estaría, viva o muerta? El Cuaco y la Tita no ayudaban y seguían con su vida. Algo deberíamos aprender de ellos. 

Barajando todas las hipótesis a nuestro alcance tuvimos que rendirnos a la evidencia: una pareja de búhos reales que siempre andan por el barrio a la caza de pequeños ejemplares se la debe haber llevado, así como una vez casi se lleva a un gato. Muerta o viva, no sabemos. Y eso es lo que nos apena tanto: no saberlo, la puta incertidumbre. Esperábamos que muriera tranquila y abrigada, sin sufrir. O con la inyección  del veterinario, también sin sufrir. Pero no entre las afiladas garras de un depredador. A Miguel y a mi nos ha dejado un desasosiego desconcertante. ¿Por qué nos afecta tanto? Porque ese frágil y resignado animalito nos evoca la vejez, la soledad, la desprotección, la enfermedad, la indiferencia ajena y múltiples males que acechan siempre a la vuelta de la esquina. Todos los seres vivos estamos expuestos al abandono, desde un árbol sin el agua necesaria hasta un "sin techo". Todos los seres vivos somos vulnerables y, en el fondo, estamos trágicamente solos, aunque nos pongamos perfume y seamos guapos. Pero lo que realmente desespera es la DESAPARICIÓN. La ausencia de un  cuerpo para aceptar la muerte genera una suerte de espera infinita, sin atenuantes ni remedios; algo devastador que nos deja sin respuestas. La muerte sin cuerpo presente los hace más presentes que nunca. 

sábado, 21 de enero de 2023

SUSANITA

 La viejita pizpireta.

El comandante Eduardo Valentini estaba allá por 1986 al mando del Fokker F 27 presidencial, al que también se conocía por Tango 03. Era un turbohélice que habia servido ya a varios presidentes, y en ese instante se encontraba bajo la órbita de Raúl Alfonsín. Valentini, un comandante con casi 2000 hs de vuelo, estaba sobradamente capacitado para volar esa nave. Y ninguna tuerca se ajustaba sin darle un parte detallado. Sus subordinados estaban orgullosos de él, y también tenían claro que era un personaje super exigente: sabían separar perfectamente al Eduardo bonachón que contaba chistes cordobeses en los asados y hacía las delicias de todos, del Comandante Valentini que podía aplicar una semana de suspensión (o hasta el despido directo y sin contemplaciones) si no se cumplía con una simple orden de su boca. Por eso seguro no extrañó que cuando ese lunes desde Presidencia le avisaron que el jueves debía ir a buscar al presidente a El Plumerillo en Mendoza y trasladarlo a Aeroparque, Eduardo Valentini caminara las seis cuadras que separaban el Casino de Oficiales de la 1° Brigada Aérea del Palomar del geriátrico "Buenos Vientos", para hablar con su amigo Blas (dueño del mismo) para que arreglara juntar a unos veinte o treinta viejitos para que disfrutaran el viaje, alguna comidita en Mendoza pagada por viáticos de la Fuerza Aérea y el regreso seguro matizado con alguna anécdota de boca misma del presidente Alfonsín, que le encantaban estas cosas...

A Blas (también ex piloto aerocomercial) la idea le pareció genial y le agradeció casi una docena de veces a su amigo la estupenda propuesta. Así que, rápidamente comenzó a organizar la salida. Los ancianitos recibieron la noticia como un regalo a un chico en Navidad. Automáticamente se sintieron parte de una gran aventura. Todos dijeron que sí, sin distinciones de ningún tipo. Una de las más aceleradas era Susanita, qué empezó a dar pequeños saltitos de alegría de acá para allá...

-"Ay qué lindo volver a volar, que emoción, chicas...", dijo a sus amigas la coqueta viejecita. Mientras seguía saltando, claro. Si no fue la primera, habrá sido la segunda en anotarse, pero ahí estaba, presente. Lo volvió loco a Blas con preguntas, deleitó asimismo a todas las enfermeras con sus anécdotas sobre viajes y, por supuesto, cuándo llegó el día del vuelo (partiendo desde la 1ra Brigada Aérea, donde se guardaban los aviones presidenciales) se sacó como veinte fotos con el comandante Valentini y con el copiloto Leonardo Sosa. A Valentini le causó mucha gracia esa diminuta viejecita tan despierta, tan pizpireta y colorida y que no veía la hora de subir la escalera que la depositara en el asiento del avión. De "su" avión. Se podría decir que estaba realmente emocionada con este vuelo. En esos veinte minutos que la anciana estuvo junto a él, le contó como diez anécdotas distintas: desde "cuando yo volé a Europa" hasta "cuándo viajé al África", todos tópicos del mismo estilo...

Si algo le llamó la atención de esa viejita más que nada fue una pregunta que le hizo como al pasar: -"Y cuántas horas de vuelo tiene su primer oficial?" Lo de "cuántas horas de vuelo?" podía pasar como pura curiosidad de parte de alguien qué le gustaba la aviación. Pero un poco le llamó la atención cuándo se dirigió a su copiloto como "primer oficial" ya que esa era la denominación técnica correcta de su asistente. Evidentemente, Susanita gustaba de los aviones en serio.

Llegada la hora de partir, los bullangueros viejos subieron la escalerilla casi corriendo a buscar sus asientos. Saltando de a dos escalones, claro, Susanita. El vuelo trascendió sin sobresaltos en una mañana absolutamente azul de abril. Llegar al Plumerillo fue una fiesta. El avión más divertido de todos. Tan divertido fue que Valentini no solo que pagó de su bolsillo una comilona para todos los viejos en su bodega preferida, sino que (junto a su primer oficial), también almorzó con ellos. Los viejos comieron de todo, cono lima nueva que no aparentaba sus avanzadas edades. Hubo quienes pidieron vino. Valentini y Sosa, de común acuerdo, abordaron y atracaron sin culpas un par de cazuelas de mariscos. Eso sí: sin alcohol. La vuelta con el Presidente debía ser derechita y sin banquinazos hasta Aeroparque.

Se terminó lo que se daba, y todos se aprontaron a hacer una pequeña recorrida por la ciudad mientras los oficiales regresaban al avión a chequear instrumentos, con tiempo y tranquilidad, para emprender el regreso... El comandante Valentini recibió la noticia de que Alfonsín al final no volvía en el Fokker, sino en auto ya que habia decidido con sus funcionarios visitar localidades intermedias, lo cual no lo sorprendió, el presidente era de hacer esas cosas medio intempestivas. El regreso a las 20 hs se adelantó a las 18, así que envió a Sosa a la ciudad (no había todavía celulares) para rejuntar al alegre grupete. Sosa les informó las buenas nuevas, y fueron buenas en serio, ya que los ancianos deseaban nuevamente afrontar la aventura del viaje en avión. Volvieron charlatanes y divertidos. Susanita, como ya sabemos, tan despierta, pizpireta y colorida como siempre, se destacaba por sobre los demás gracias a (ya sabemos también) sus pequeños saltitos de alegría...

18:15 ya estaban todos sentados con sus cinturones abrochados y la bandejita de comida plegada, prestos al despegue. Valentini y Sosa habían decidido no cerrar la puerta de la cabina de control así que sus voces de chequeos previos podrían ser escuchadas claramente por los venerables pasajeros. A las 18:20 estaban sobrevolando El Plumerillo con destino (ya que no traían a Alfonsín) a la 1ra Brigada Aérea. Alejados de toda preocupación, los añosos bullangueros parecían niños un poco descontrolados. Ya ubicados en los 10.000 metros de altura y a unos 900 km por hora de velocidad, sucedió (sin embargo) lo inesperado... Valentini y Sosa comenzaron a sentirse mal. Pero mal en serio. Dolor de cabeza, de estómago, de cuerpo y vómitos por todos lados. Luego se sabría que los mariscos de las cazuelas estaban en mal estado. El comandante Valentini directamente pasó el mando a Sosa, y se acostó retorciéndose en el piso de la cabina. Sosa con un color de piel que parecía gris claro gracias a la intoxicación, se mantenía en su asiento pero con un dolor de cabeza que no veía y vomitando cada dos por tres en las típicas bolsas de vuelo. No había otra: el oficial principal Leonardo Sosa era la única diferencia entre la vida y la muerte. De haber caído él, también se hubiera desplomado el avión. Las alertas fueron disparadas a la torre de control. Leonardo Sosa informa que no podía ver y que realmente no sabía cómo iba a ser la aproximación al aeroparque en control manual, una vez desactivado el vuelo por instrumentos. Todos se estaban volviendo un poco locos. Muy locos, en realidad. Las dos azafatas no pudieron evitar sus gestos de preocupación y le ordenaron al pasaje qué se abrocharan los cinturones y los instruyeron sobre la posición de impacto que deberían de tomar al momento del aterrizaje forzoso. Si hubiera aterrizaje, claro. Susanita (siempre Susanita) pregunto: -"díganos la verdad señorita: los dos pilotos están bien?"

-"No señora, pero estamos al mando del copiloto así que todo va a terminar de la mejor forma. Ud no se preocupe" La voz sumamente preocupada de un anciano al fondo de la última fila de asientos, se hizo escuchar:

-"Susanita... andá vos"

Todo se dieron vuelta y miraron fijamente a la pizpireta anciana. Había una emergencia. Las azafatas, azoradas, también clavaron su vista en la pizpireta abuela. Ir adónde? La pregunta de Susanita fue bastante directa:

-"El primer oficial puede todavía realizar funciones como copiloto?"

-"Sí, entiendo que sí..."

Acto seguido y con unas confundidísimas azafatas que no sabían cómo reaccionar, la pizpireta Susanita pasó raudamente al lado de ellas con destino a la cabina de mando, sin atinar en ningún momento a detenerla. El avión estaba estable gracias a ese bendito invento del piloto automático. Lo complicado iba a ser aterrizar.

-"Usted puede hacer lo suyo, oficial?"

-"Sí señora no se preocupe yo me arreglo. Vaya a asegurarse a su asiento..." En apariencia desentendida, Susanita tomó su lugar en el asiento del piloto.

Y a continuación, la boca de esa pizpireta ancianita emitió (como una posesión casi instantánea) una precisa orden con una segura y gélida voz de mando que no admitía dudas:

-"Cállese Sosa! aprovechemos el tiempo y deme las coordenadas..."

Entonces Susanita activó la radio y se comunicó con la torre de control. La siguiente comunicación (histórica, registrada en los archivos de Aeroparque y de la ANAC) debería formar parte, algún día, de un buen libro:

-"Informo unidad en problemas técnicos. Inicio viraje por izquierda rumbo dos-siete-cero, autorizar 150km ILS pista dos-cuatro Palomar, mantengo dos mil quinientos pies hasta establecido. Fokker Tango 03. Cambio."

-"Aquí torre de control Palomar. Autorizado 150km ILS pista dos-cuatro. Solicito informe T03 nombre comandante a cargo. Cambio.

-Hola chicos. Soy Susanita Ferrari. Bueno, hace 23 años que no vuelo y no sé si me acuerdo del protocolo. Acá les estoy dando una mano a los muchachos, cualquier cosa en que me puedan ayudar, les voy a agradecer.

-"......................"

-"Chicos? Torre de control Palomar? Están ahí?"

"Señora, informados del inconveniente técnico a bordo, desplegamos en pista los sistemas de contingencia según protocolo. Ud será la señora Susana Ferrari de Billinghurst? Cambio.

-"Así es chicos! Me sorprende que alguien se acuerde del nombre de esta vieja jajajaja". Cambio.

-"Si señora, como no vamos a recordarla. Comandante, la unidad y el personal a bordo queda enteramente a su cargo hasta los 150km ILS. Esperamos sus órdenes para tomar el control final y conducirla a pista dos-cuatro Palomar. De parte de la torre Palomar, Ezeiza y Don Torcuato, es un honor que esté Ud ahí. Cambio y fuera.

Susanita, tan despierta, colorida y pizpireta como siempre, estaba esta vez sin saltar pero ingeniándoselas para llegar con sus pequeños pies a los mandos del piso del Fokker F-27 Friendship, tan cortita como era. Eso sí, una sonrisa de oreja a oreja cruzaba su pícaro rostro. Su vuelo duró tan solo 38 minutos, logrando colocar el Fokker a los 2500 pies prometidos, a 150 km de distancia en línea recta a la pista dos-cuatro de la 1ra Brigada Aérea. Ya solo había que descender plácidamente. Justo en ese momento, Valentini se recompuso un poco, lo suficiente como para decirle a Susanita, con una mezcla de asombro y admiración:

-"Comandante, me permitiría Ud tomar su mando para aterrizar la nave?"

-"Por supuesto Comandante! Un honor me haya permitido volar a este amigo. Ah Eduardo otra cosa: Sosita ya está para que le dé un empujoncito para capitán, eh? Sin él, yo no podría haber ido muy lejos!"

-"Como no señora, como no..."

Susanita entregó el mando bajando de un saltito del asiento del capitán, tan despierta, pizpireta y colorida como siempre. 

Podría haber aterrizado tranquilamente, pero lo consideró innecesario, si ya había un comandante como Valentini.

La sobrecargo le cedió admirada su asiento dentro de la cabina de vuelo. Su mandíbula había rebotado varias veces contra el suelo de la sorpresa y (como cortesía a la anciana) le preguntó si necesitaba algo. La respuesta de Susanita, hizo que la azafata rebotara una vez más su mandíbula:

-"Si hija...podrá ser un tecito?"

La Comandante Susana Ferrari de Billinghurst fue la primera mujer piloto aerocomercial de la Argentina. Su brevet es de 1937. 

Para ser considerada comandante tuvo que acreditar 4000 horas de vuelo, cuando a sus congéneres masculinos se le exigían solo 2000. Fue la primera que se animó a cruzar en vuelo nocturno la Cordillera de los Andes, inaugurando una banda horaria impensada a nivel mundial, la cual permitió a su vez abaratar costos al viajero.

Y quien tuvo la idea de inaugurar el tramo Buenos Aires- Montevideo. Sin salir de su admiración, el agradecido Comandante Eduardo Valentini se encargó personalmente de que se le acreditara oficialmente a Susanita el tiempo de aire de ese último vuelo. La foja oficial profesional de Susanita registra (al día de hoy) 8.117 horas de vuelo....con 38 minutos!

Hasta el 13 de Agosto de 1999, ella siguió siendo tan despierta, pizpireta y colorida como siempre.

Del muro de Guillermo Martinié

jueves, 19 de enero de 2023

HUÉRFANOS

 PADRES EN FUGA por Sergio Sinay

Respecto del asesinato de Fernando Báez Sosa hay una cuestión de la que se habló poco y nada, y que viene operando en las tragedias y crímenes que involucran a jóvenes, sea como víctimas o como victimarios. 

La argentina es una sociedad de hijos huérfanos con padres vivos. La peor orfandad. La que deja hijos a la deriva, sin brújula, sin límites orientadores, sin vectores éticos y conductuales, en una eterna inmadurez psíquica. Padres “amigos” de sus hijos que abandonan su función esencial. Que creen que basta con el aporte económico. Que apoyan, justifican y excusan a sus hijos cuando estos transgreden normas, e incumplen deberes. Que, en lugar de asociarse a los docentes responsables de la instrucción de sus hijos, los agreden física o verbalmente. Que se vanaglorian ante sus hijos de sus propios incumplimientos de deberes, de su propia falta de respeto a los semejantes, de sus propias transgresiones. Que remplazan coraje moral por machismo explícito. Que se desentienden de sus hijos con la frase “No sé qué hacer con él (o ella)”. Que avalan el consumo de alcohol en las previas, las permiten en sus propias casas y se justifican con palabras irresponsables como “Prefiero que tome acá y no en otro lado”. Padres convencidos de que su función es complacer a los hijos en lugar de guiarlos o limitarlos saludablemente, porque en muchas ocasiones frustrar a los hijos es amarlos, cuidarlos y darles herramientas para conducirse en la vida. Padres que avalan y fomentan adolescencias eternas, cobijando adultos que no crecen ni maduran jamás. Padres que temen la mala cara o el mal humor de los hijos y para evitarlos no ponen límites ni normas abandonando sus funciones y responsabilidades. Padres que delegan sus funciones indelegables en docentes, funcionarios, dueños de boliches, proveedores de alcohol y droga o niñeras electrónicas (como son los celulares, internet, las redes sociales).

Como Telémaco (el vástago de Ulises), el hijo de hoy espera desesperadamente el regreso de su padre porque en la ausencia de este todo es desorden, crimen y devastación en el reino de Itaca.

(De mi columna “Asesinato y orfandad en Villa Gessell”, publicada en El Día, de La Plata, el 26/1/20)

miércoles, 18 de enero de 2023

TRINEOS Y PERROS

 Knud RASMUSSEN-Una vida entre esquimales (Extraído de la página de Jorge González)

Hijo de un danés y de una indígena groenlandesa del Oeste de Kmud,  Rasmussen logró reunir varias cualidades que lo convirtieron en un virtuoso del trineo tirado por dos perros. Dominaba la lengua esquimal a la perfección, al igual que la técnica de los trineos. Rasmussen nació en 1879. Su primera incursión al interior helado, la realizó en 1911 hasta el fiordo de Danmark, cubriendo junto con otros tres hombres, un promedio de 65 km diarios y un total de 1250 en 16 días. En aquella incursión, casi simultáneamente con la expedición danesa de Mylius-Erichsen descubrió  la inexistencia del canal de Peary. Seis años más tarde, junto al explorador Koch, Rasmussen cruzó el extremo Norte de Groenlandia. Esta fue su cuarta expedición polar, en la que vivió un durísimo regreso y tras la cual preparó lo que puede llamarse el sueño de su vida: una visita en un solo viaje a todas las tribus esquimales existentes entre el mar de Baffin y el estrecho de Bering, en América del Norte  para rescatar de estos pueblos sus tradiciones, que se hallaban en trance de desaparecer. Partió el 7 de setiembre de 1921 a bordo de una escuna que se llamaba "Roi de la mer". Varios días después, en la entrada occidental de la bahía de Hudson, comenzó a construir su casa de invierno, desde la que partió con su trineo en busca de las tribus. Se encontró con los nómadas Iglulik y prosiguió en el mes de enero abriéndose paso con una temperatura de 50º bajo cero. Aprendió fantásticas técnicas de trineo al lado de los esquimales y recorrió las Barren Grounds, en donde halló a los Caribú, pueblo cuya vida estaba supeditada a la caza del reno. Invernó por segunda vez en aquella casa que había construido y bautizado "El Fuelle", en la isla de los Daneses, y decidió explorar el Oeste. Pasó el istmo de Ray, el de Boothia, la costa Este del Rey Guillermo, la bahía de Elliot, el río Back y la península Adelaida y alcanzó la región de los belicosos esquimales del Lobo Marino. Allí fue aceptado por la tribu y estuvo hasta la primavera de 1924, fecha en la que emprendió rumbo al delta del Mackenzie y la frontera de Alaska. El 31 de agosto Rasmussen alcanzó Koztzebue. En Nome halló uno de los últimos chamanes que todavía predicaba a "Sila, el Gran Espíritu Creador del mundo", para los esquimales. Rasmussen se sentía extasiado y así lo expresaba: "El alto acantilado en el que permanezco en pie; el aire puro que me rodea, me ofrecen una visión lejana y contemplo el rastro de nuestros trineos sobre la nieve blanca, más allá del horizonte, a través de las habitaciones más septentrionales del hombre. Veo las reducidas viviendas que dan sentido a mi viaje... y, por ello, bendigo de todo corazón al destino que me hizo venir al mundo en una época en la que el trineo tirado por perros no pertenece todavía al pasado". Con el objeto de completar su circunvalación, Rasmussen cruzó en barco el estrecho de Bering y visitó la tribu de Cabo Oriental. El gran explorador danés murió en 1933 y dejó a sus espaldas el gran viaje que llamó "Quinta Expedición de Thule", uno de los de más larga extensión llevado a cabo con un trineo tirado por perros.

domingo, 15 de enero de 2023

DESIGUALDAD

 


GENOMA DE LA DESIGUALDAD

Es extraordinario lo que puede dar de sí el estudio de la genética humana: aspectos inesperados aparecen allí cuando a alguien se le ocurre asociar los genes a otras disciplinas, aparentemente alejadas. 

El filósofo Walter Benjamin no pudo imaginar que sus palabras algún día tendrían un tinte profético: "Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres". 

Carles Lalueza-Fox es un científico del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona y especialista en paleogenética, es decir, la genética de la antigüedad y fue a él al que se le ocurrió asociar diferentes disciplinas para el estudio de las capas sucesivas de nuestros ancestros genómicos. Su original enfoque interdisiplinar incluye la genética, la arqueología, la antropología y la lingüística. 

Todos hemos oído nombres de conquistadores y batallas pero nunca se menciona al pueblo llano que, además, es el más numeroso. Parece claro que los hombres poderosos del pasado pudieron tener más descendencia, con diferentes mujeres, que sus contemporáneos pobres porque estaban bien alimentados y tenían más posibilidades de viajar. El pueblo llano moría más joven y, por lo tanto, tenían menos hijos cuyas probabilidades de sobrevivir eran bajas. 

Todos estos patrones de desigualdad dejaron marcas genéticas que, increíblemente, se pueden encontrar en el estudio genómico de poblaciones antiguas y modernas. 

Carles Lalueza-Fox afirma: "Siempre que analizo  un nuevo estudio genético descubro nuevas pruebas de desigualdad y discriminación en diferentes épocas". 

"De estas observaciones surgió un buen número de ideas desconcertantes. Para mencionar solo unas pocas: aquéllos que se beneficiaron de la desigualdad en el pasado, gracias a lo cual tuvieron más descendencia, tienen más probabilidad de ser nuestros antepasados genéticos, y si los  hombres ricos se podían aparear con diferentes mujeres, y éste era un patrón común, está claro que las mujeres contribuyeron más que los hombres a la diversidad genética humana moderna".

Y ahora, la guinda del pastel con esta última frase del científico: "dije que la desigualdad influiría de forma diferencial en la mortalidad causada por la actual pandemia del covid-19 y, unas semanas después, mi corazonada se confirmó. La desigualdad está integrada en nuestros genomas, pero también proyecta una larga sombra sobre el futuro de la sociedad. Tendremos que decidir, más pronto que tarde, como queremos afrontarlo". 

Este escrito es un extracto comentado sobre un artículo publicado en el diario El País del domingo 8 de enero de 2023. 


viernes, 13 de enero de 2023

ESTIÉRCOL

 CADA PERSONA TIENE SU ESTIÉRCOL PRIVADO. Manuel Vicent

Odio a los que gritan “¡al ladrón, al ladrón!” cuando ven correr al raterito. Odio a todos los delatores y arrepentidos. Odio a los mayordomos fieles, a la criada que cuenta las intimidades de su señora, a los amantes que presumen de sus hazañas amorosas, a la mujer que llama a su amiga para decirle que su marido la engaña, a los periodistas que se alimentan de delaciones, a los policías que deben su prestigio a los confidentes, a todos los que prosperan de la basura de los demás. Cada persona tiene su estiércol privado. Ése es su primer derecho. Odio a todos los que arraigan en este estiércol ajeno porque mi miseria constituye su fortaleza. Odio a la CIA y a las fuentes generalmente bien informadas, a las madres que atribuyen una paternidad rentable, a los financieros despechados que se vengan con informes venenosos, a los que después de soplar la noticia ruegan que no se publique su nombre. Todas las noches oigo pasar el camión de la basura. De los desperdicios que uno deja en el portal vive mucha gente. En las afueras de la ciudad hay basureros humeantes donde fermenta eso que usted ha desechado, y por esas colinas de inmundicia uno puede ver a furtivos escarbando todos los días. Es un vertedero público. A todos nos pertenece. Pero existe también en cada persona un basurero íntimo en el que uno va acumulando todas sus debilidades privadas. No hay derecho más natural que poder cultivar algunas flores en esa mierda sin que ningún furtivo pueda pisarlas. Mucha gente vive de las flaquezas del prójimo. Un desliz que cometas será un tesoro para otro. Odio a todos los censores, confesores, moralistas. Odio a los negociantes de escándalos, a los que presumen de saber de qué pie renguea cada uno. ¿Ha habido en la historia algún caso de delación que haya servido para algo noble? Odio a los que sin ser policías detienen al ladronzuelo que huía. Mi propia miseria, el estiércol privado, es lo que amo sobre todas las cosas.     


Manuel Vicent  


miércoles, 11 de enero de 2023

CARTA

 



Carta a María Teresa de JUAN GONZALO ROSE GROS

Para ti debo ser, pequeña hermana,

el hombre malo que hace llorar a mamá.

Yo me interrogo ahora

¿por qué no he amado sólo

las rosas repentinas,

las mareas de junio,

las lunas sobre el mar?

¿Por qué he debido amar

la rosa y la justicia

el mar y la justicia,

la justicia y la luz?

Fui un niño como todos.

También mi infancia

la atravezaba un río

y tenía una hora misteriosa

en la cual las palomas

a mi alma obedecían.

Pero me preguntaba

¿por qué en mi calle

la alegría es un viento

fugaz e inesperado?,

¿Por qué no siembran trigo

también sobre mi pecho,

si aquí en mi corazón,

todas las noches

se desbordan los ríos?

Por eso fue la noche

el rostro de mi madre,

astro de cera y llanto

en el cielo apagado de mi celda;

por eso me negaron

el Perú en mi desvelo,

y vanamente grito:

devolvedme mi patria,

devolvedme mi escuela de palomas,

mi casa frente al mar,

devolvedme su calle más pequeña;

su lámpara más rota,

su más ciego lugar.

A pesar de todo esto,

para ti debo ser, pequeña hermana,

el fantasma que vuelca

la sal sobre la mesa,

el mal hado que rompe

las puntas de los días:

y es que a ti te hace daño

ver llorar a mamá.

Mas una tarde, hermana,

te han de herir en la calle

los juguetes ajenos;

la risa de los pobres

ceñirá tu cintura

y andando de puntillas

llegará tu perdón.

Cuando esa hora suene

es que amarás las rosas,

las mareas de junio,

el jardín de diciembre

donde los niños van;

es que amarás mis sueños

y mis cosas,

¡Sabrás por qué se rompe

fácilmente

por la mitad el pan!

Cuando esa hora suene

y se empadrine en mi padre mi orfandad,

iremos de la mano

por las calles de Lima,

en trinidad de gozo:

la risa de mamá.

jueves, 5 de enero de 2023

ESCLAVOS

Cuento de Mónica Bardi

Corría el año 1859 en EEUU y parece que no había escapatoria para el esclavo negro. Samuel ya empezaba a peinar canas y soñaba, tanto dormido como despierto, con volver a la zona libre de esclavitud, en New York, de donde fue secuestrado siendo joven y vendido por unos traficantes como mercancía a otros desgraciados que lo maltrataban. Ya había recibido severos castigos por defender a otra esclava.

Trabajaba de sol a sol en las plantaciones de algodón en Kentucky. Ni siquiera podía leer algo, que tanto le gustaba, en algún minuto libre, para evadirse de esa vida miserable y dejar volar su imaginación a destinos más hospitalarios. Estaba rigurosamente prohibido que los esclavos supieran leer y escribir. Los patrones temían y desconfiaban de esa libertad mental, de ese viaje individual y silencioso que podía proporcionar la lectura. Además, recelaban de esos esclavos que eventualmente podrían  escribir a alguien de zonas libres de esclavitud para pedir ayuda. Por ejemplo, a su familia. Así que Samuel escondía celosamente ese valioso conocimiento aprendido precozmente en el cálido hogar donde había nacido. Dominaba el inglés y el español, hablado y escrito. Temblaba de sólo imaginar los brutales latigazos que recibiría si lo pescaban in fraganti, así que simulaba ser analfabeto, incluso ante los demás esclavos. No podía fiarse de nadie. 

Un día cualquiera, sin embargo, algo inesperado lo impulsó a escapar. Había encontrado tirado un resto de papel de periódico donde se enteró que se estaba gestando una ley en contra de la esclavitud y eso lo animó. Pensó que una vida así no valía la pena de ser vivida y quizás por eso empezó a preparar su fuga. El riesgo que correría sería inmenso porque muchos kilómetros lo separaban de la zona libre. Tenia que remontar el río Kentucky, luego el río Ohio y encontrar por allí lo que llamaban el "ferrocarril subterráneo" que no era ferrocarril ni era subterráneo, aunque así se denominaba coloquialmente a una larga red clandestina de personas, que, a la manera de eslabones formaban una cadena solidaria hacia la libertad. También los llamaban "carriles" y conducían a estados no esclavistas o a Canadá. Esos seres generosos ayudaban a esos pobres desgraciados sin suerte proporcionándoles refugio, escondite, comida y orientación en ese trayecto desesperado, aún sabiendo que estaba penado por la ley. La heroína más conocida de esta red fue una temeraria mujer negra llamada HARRIET TUBMAN que había escapado en 1849 de la plantación hacia Filadelfia. Ella había sufrido terribles daños y vejaciones de su patrón que la habían llevado al borde de la muerte. No obstante, ya libre, con un espíritu más combativo que nunca y encima con un alto precio por su cabeza; había vuelto en numerosas ocasiones a rescatar a más gente, entre ellos a sus padres. Nunca la pillaron. 

Si él pudiera contactar con alguien de esa red... era difícil. No podía confiar en nadie pero la historia de Harriet lo envalentonaba. Por fin, un día Samuel se decidió. Esperó la noche y con el sigilo de un gato se largó a correr a la vera del río que había oído que lo podía acercar al "ferrocarril subterráneo".

                 Harriet Tubman

                             CAPÍTULO II

En el Egipto de los faraones los esclavos eran considerados subhumanos, es decir, no personas, sino cosas y podían hacer con ellos lo que quisieran, incluso matarlos, como quien rompe un jarrón. 

Esta espantosa situación cambió radicalmente en el mundo grecolatino, donde las leyes de Petronio y Cornelia prohibían matar a un esclavo. Incluso los tratos brutales no estaban bien vistos. 

Había varias categorías de esclavos: públicos, que trabajaban sin remuneración como policías, conserjes, secretarias, etc. pero también estaban los privados o domésticos, encargados de la enseñanza secundaria (ludimagister) a los hijos de las familias ricas. A esta última categoría pertenecía Flavio, el otro personaje de esta historia. Procedente de la antigua Grecia, su amo patricio consideraba que tenía mayor y mejor educación que la suya propia. El pobre Flavio, aunque había nacido libre, adquirió la condición de esclavo porque, además de haber contraído deudas que no podía pagar, era prisionero de guerra. 

Los hombres libres y ricos valoraban la cultura aunque miraban con malos ojos la docencia, propia de "seres inferiores" o sofistas, tramposos que se conocían todos los trucos de la retórica para ganar una discusión. Flavio no vivía mal si se portaba bien y obedecía sin chistar todo lo que se le ordenara, aunque mayormente estaba sumergido en sus obligaciones de docente. Hablaba, leía y escribía con fluidez griego y latín. Dominaba la filosofía, la poesía y la música y tenía la suerte de que sus alumnos parecían esponjas y por todo se interesaban. Un día cualquiera consiguió permiso para dar un paseo y salió de la casa del amo, en la calle romana de Cardo Maximus con la idea de reflexionar sobre ciertas cuestiones aristotélicas que lo traían de cabeza como el "estado contemplativo", mientras miraba correr las aguas del río Tíber. 

              CAPÍTULO III

¡Ya lo habían visto! ¡Los cazadores de esclavos habían visto a Samuel! ¡Horror! Enloquecido, el negro se lanzó al río a una muerte segura en sus aguas caudalosas. No obstante, logró aferrarse a una ramas podridas que lo hacían retroceder más que avanzar, por el sentido de la corriente. Aún así, a unos pocos kilómetros logró llegar a la orilla opuesta, totalmente extenuado. Al ponerse de pie con gran dificultad quedó perplejo con un inesperado paisaje. Hipnotizado como un zombie, miraba en derredor sin comprender nada. "¿Habría muerto y éste era el otro mundo?" se preguntaba. El entorno salvaje del que había salido dejó paso a una ciudad populosa con aires de antigüedad. ¿Qué era aquéllo?

Superado el primer trance de la delirante situación intentó encajar lo que estaba viendo en un marco racional. Después de todo, era un hombre culto. Y entre muchas otras personas vio a un paseante totalmente absorto en sus pensamientos y, como le pareció inofensivo, se acercó y le balbuceó algo con profunda humildad.  El hombre, sorprendido, salió de su burbuja y le contestó en un idioma desconocido, más sobresaltado por sus extrañas ropas que por su aspecto mojado y miserable. Los dos se miraron durante unos momentos con cierta tensión y luego, como autómatas, retomaron el camino juntos, sin entender nada, confiando solo en sus miradas piadosas y en sus instintos. Después de todo, ambos eran sobrevivientes. 

Fue muy difícil para Samuel y Flavio llegar a comunicarse. El docente pudo ir hilvanando algo gracias a su enorme conocimiento del latín y Samuel se arregló bastante bien con gestos y su dominio del inglés y español. Eran lenguas hermanas, después de todo. 

Flavio le buscó un escondite a Samuel y le trajo comida y ropa, profundamente conmovido cuando vio la espalda del náufrago con las terribles cicatrices de los latigazos. Los dos entendieron que ambos eran esclavos pero que por algún salto mágico ininteligible, se habían encontrado en diferentes épocas y continentes. Pasados unos pocos días de práctica ya podían mantener una conversación sencilla. 

-¿Entonces tú eres maestro? ¿Y puedes ser maestro siendo esclavo?- preguntó Samuel, el norteamericano, muy extrañado.

-Si, no me pagan pero me gusta lo que hago. La mayoría de los docentes romanos somos esclavos- contestó Flavio, acompañándose de gestos para ser comprendido.- Me considero un ser privilegiado, vivo con bastante comodidad; mis alumnos son inteligentes y respetuosos y aunque no pueda tener casa ni familia propia, me conformo. Millones de hombres, mujeres y niños están mucho peor que yo.  

-Ya lo creo, pero no puedes tener familia.¡Qué pena! Por lo menos puedes leer poesía, filosofía; lo que quieras. Un gran consuelo- dijo Samuel, pensativo mientras rebobinaba la palabra "romanos". Y continuó: -En cambio, yo tenía mujer e hijos en la zona libre de esclavitud hasta que me secuestraron hace 12 años y ahora, como esclavo, no puedo verlos ni comunicarme con ellos. Creerán que estoy muerto. Ni una simple carta les puedo escribir y por eso me escapé.  

- ¿Existen zonas sin esclavitud? Increíble. Pero eso no puede ser: ¿quién hace todo el trabajo?- se extrañó Flavio. 

- Por ley la esclavitud está prohibida en muchos lugares del mundo. Y el trabajo lo hacen personas a las que se les paga. Pero a lo que iba: mis amos, personas muy crueles, jamás deben saber que yo puedo leer y escribir. Es mi gran secreto; si se enteraran, me ahorcarían. Sospecharían de inmediato que podría escribir a mi familia y ellos mandarían un abogado para rescatarme. 

-¿Abogado?

-Si, letrados que defienden a los acusados de algún delito. Concretando: decidí escaparme pero lo que no logro entender es qué misterioso encantamiento me ha traído hasta aquí.  

- Yo tampoco lo entiendo. Algún dios pudo haberte traído. Los dioses son caprichosos. ¿Y de qué siglo dices que eres?

-XIX... después de Cristo, naturalmente.

- ¿XIX? ¡Qué barbaridad! ¿Qué has dicho... después de Cristo? ¿Quién es Cristo?

Samuel se quedó sin habla. Ese hombre era de la época de antes de Cristo. Apenas balbuceó: "Jesucristo". 

Flavio asintió pero sin tener ni idea de quién podría ser ese señor Cristo Jesucristo. "Seguramente un emperador", pensó, siempre dando por sentado que el imperio romano era eterno. "Para que lo usen como punto de referencia, habrá sido muy importante". Y viendo a Samuel tan profundamente interesado en la lectoescritura, le explicó  minuciosamente que su trabajo como educador era transmitir lo escrito por escritores ya muertos que utilizaban su voz, (la suya y la de los otros esclavos lectores), para contar en voz alta lo escrito. Ellos eran meros transmisores, los encarnaban, ya que el escriba se había apoderado de sus cuerdas vocales temporalmente. El espíritu del escribiente había entrado en ellos, sus sirvientes. 

-¿Eso creen? ¿de verdad lo creen? ¿Que el alma del que escribió entró en vuestro cuerpo? ¿Cómo si resucitara? - preguntó incrédulo Samuel.

-Eso es asi, indudablemente. No lo creemos, lo sabemos con certeza-. afirmó rotundo Flavio- ¿y dónde dices que vives?

-En Norteamérica. 

- ¿Norte... qué? No he oído nunca esa tierra. ¿Queda por Hispania, yendo a poniente?

- ¿España? Bueno, para ese lado queda, pero mucho más al oeste, cruzando el océano Atlántico. 

- ¿Atlántico, dices? No conozco ese mar. El mundo termina en las columnas de Hércules. Más al oeste no hay más que agua y luego, la nada. "Non plus ultra". 

Las certezas inapelables de Flavio alejaron a Samuel de cualquier intento de descripción de la historia posterior al imperio romano. Viendo la imposibilidad de contarle la fantástica epopeya del descubrimiento de América y el océano Pacífico por los españoles, optó por cambiar de tema y preguntó cómo se llamaba ese río y esa ciudad donde se encontraban ahora. "El río es Tíber, el emperador es Tiberio y la ciudad es Roma" explicó orgulloso Flavio y a continuación se explayó un poco en describir su presente ante la mirada maravillada del negro, que obnubilado, pensaba: "estoy en el imperio romano... Tiberio... claro... antes de Cristo... no lo puedo creer, este es un sueño del cual no quiero despertar. Tanto que leí sobre el imperio romano y sus inmensas conquistas, sus calzadas y sus acueductos, con todo el Mediterráneo a sus pies". 

     


                         CAPÍTULO IV

Pasaron muchos días en los cuales los dos esclavos estrecharon su amistad y se narraron sus vivencias saltando de sorpresa en sorpresa por sus descripciones de cosmogonías tan distintas. 

Pero ya no había manera de seguir ocultando a Samuel de las autoridades romanas. Así que Flavio, compadecido y temeroso por el futuro, sugirió ir al Templo de la Concordia a pedirle a sus dioses públicos (también había privados) una ayuda urgente para su amigo venido del futuro. Se dirigió a Júpiter, principal deidad de la mitología romana, padre de dioses y de hombres; a su esposa Juno, y a Minerva, la diosa de la sabiduría y les suplicó que  devolvieran a Samuel a su tiempo y a su espacio. Espantado, éste rogó que no lo regresaran al mismo lugar porque su vida corría peligro, pero luego se dió cuenta que no podía pedir tanto. Callado, dejó hacer al otro, que sabía mucho más que el sobre conversaciones con dioses.  

-"Confía en mis dioses" afirmó el maestro, "ellos nos hicieron dueños del mundo. Nuestra polis replica una energía cósmica. A propósito, ¿cuáles son tus dioses? Ni los has nombrado". 

"Somos monoteístas. Tenemos uno solo". 

"¿Uno? ¿Solo uno? ¿Y con eso alcanza?".

"Mucho me temo que no", respondió apesadumbrado Samuel.

"Logice". declaró triunfante Flavio. Y le explicó a Samuel que las ofrendas eran como un pacto contractual. Si los dioses no les hacían caso, él no les rendiría más culto y punto final. "Casi como un contrato comercial. ¡Qué asombroso!" pensó Samuel y recordó a su único dios verdadero, ése que nunca le había ayudado en todos estos años, por mucho que le rezara. "Quizás me iría mejor con estos dioses" razonó con ironía, casi riéndose de sus propios pensamientos. 

Júpiter sumió a Samuel en un profundo sueño, mientras Juno lo acunaba y Minerva le susurraba al oído vaya a saber que cosas en latín. Despertó, en brazos de unos pescadores, justo antes de ahogarse, en el río Hudson, en el estado de Nueva York, a salvo ya de los esclavistas. 

                 CAPÍTULO V

Nunca contó a nadie como había logrado llegar hasta ahí y que había ocurrido en ese mágico salto cuántico. Si hasta él mismo dudaba que todo no hubiera sido más que un sueño del otro mundo. Como Borges, "acaso sueño haber soñado". Sus tres hijos, ya crecidos, se habían acostumbrado a esos extraños trances místicos en los que parecía caer su padre de cuando en cuando, nombrando y agradeciendo a tres remotos dioses paganos y a un hombre llamado Flavio, cuyos nombres sonaban a historias milenarias y al reino de la fantasía. Los hijos pensaban que serían secuelas psíquicas por tanto sufrimiento no superado de su etapa de vida como esclavo. 
Muchos años después, y ya muy, muy viejito, Samuel le contó todo lo sucedido, hasta en sus más mínimos detalles, a su nieta menor Pamela. La memoria había mantenido intacto ese tesoro y su nietita era la primera persona en la que confiaba. Ella le creyó absolutamente todo mientras lo escuchaba con respeto y veneración en sus redondos ojos negros. Todavía era pequeña, podía seguir creyendo.

FIN





lunes, 2 de enero de 2023

UN VIAJE ANUAL

 

ISABEL SÁNCHEZ GONZÁLEZ

Me imagino a la Navidad desde donde esté, haciendo la maleta para llegar a tiempo el 24 a todas las casas del mundo. 

No tiene cara de estar muy contenta la Navidad. Son muchos años de cargar con las culpas de los que no les gusta, la odian, echan de menos a alguien, pasan hambre, acaban hasta los ojos de comer y hasta se monta más de una bronca de esas que hacen llorar a los abuelos. 

Que culpa tiene la navidad de que las cosas sigan así después de más de 2000 años...

Ella va donde le dicen. Es su trabajo. Haya luces o no, regalos o desencanto, guerras o paz, hambre o miseria.

Donde le dicen... 

Navidad ha acabado de hacer la maleta. Lo de siempre. Al fin y al cabo no se trata de vestirse de fiesta y poner cara de amor, dulce amor... Se trata de llegar el 24, hacer como que no pasa nada y dejar el 25 que todos queden con la conciencia tranquila de que se ha hecho lo que se ha podido. Mejor o peor. 

Ahora queda coger su maleta y marcharse de vuelta. Volver sin pensar en niños sin Papa Noel, ni familias sin comer, ni camas de cartón en los túneles, ni estruendo entre países. Volver a su letargo hasta el año que viene. 

Si no se olvidan de ella...


domingo, 1 de enero de 2023

DIOS

 

                Foto de Oscar Larco


PROSA DE FERNANDO PESSOA

No creo en Dios porque nunca lo vi. 

Si él quisiera que yo creyera en él, 

sin duda vendría a hablar conmigo 

y entraría por mi puerta 

diciéndome, ¡Aquí estoy! 

(Esto es tal vez ridículo a los oídos 

de quien, por no saber qué es mirar las cosas, 

no comprende a quien habla de ellas 

con un modo de hablar que a reparar en ellas enseña.) 

Pero si Dios es las flores, los árboles, 

los montes y sol y la luz de luna, 

entonces creo en él, 

entonces creo en él a toda hora

y mi vida es toda una oración y una misa, 

y una comunión con los ojos y por los oídos. 

Pero si Dios es los árboles y las flores 

y los montes y la luz de luna y el sol, 

¿Para qué llamarlo Dios? 

Lo llamo flores y árboles y montes y sol y luz de luna; 

porque si él se hizo, para que yo lo vea, 

sol y luz de luna y flores y árboles y montes, 

si él se me aparece como siendo árboles y montes 

y luz de luna y sol y flores, 

es que quiere que lo conozca 

como árboles y montes y flores y luz de luna y sol. 

Y por eso yo le obedezco, 

(¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?), 

le obedezco viviendo, espontáneamente, 

como quien abre los ojos y ve, 

y lo llamo luz de luna y sol y flores y árboles y montes, 

y lo amo sin pensar en él, 

y lo pienso viendo y oyendo, 

y ando con él a toda hora.