domingo, 28 de febrero de 2021

SOBRE MARÍA.

 MARTÍN BARIZO: comentarios sobre el post anterior a éste, titulado MARÍA. 


Del poema: "¿Quién es el mar?"

Del escrito: "¿Por qué nunca supe su apellido?" María es el nombre de una española. Tal vez de todas las españolas. Antes todas las mujeres eran María. María Consuelo, María Elvira, María...etc. María es España como para cualquier hombre fue José. 

María viajó con 15 años. ¿Cuánto puede durar el shock de estar lejos, en otra cultura, sin familiares directos, antes de arrancar con tu propia vida? ¿Qué sabía de las opciones que tenía en su vida? Y uno mismo.¿Qué opciones tenía yo en el 2020 cuando comenzó la pandemia del coronavirus en cualquier parte del mundo? Los billetes guardados (de María, antiguos y caducados) son la herencia, lo que aún nos ata, lo que aún nos recuerda como una foto a nuestras raíces. ¿Quién no atesora un billete o una moneda antigua, extraña? Lejana en el tiempo, nos transporta a otra época, a un viaje o a ciertas personas. María bajó del barco con los 15 años y cambió sus billetes como 50 años después. Lo que tardó en bajar del barco. Mi hermano me dijo, a los dos meses de haber llegado a Madrid (desde Mendoza, Argentina): "Todavía no te bajaste del avión". Y me dió pero tenía razón. 

Los judíos creen que existe sólo una fórmula para trascender: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Yo no creo que sea sólo eso. Gabriel García Márquez dijo: " SOMOS NO LO QUE VIVIMOS, SINO CÓMO LO RECORDAMOS". Y entonces María no murió, se quedó en esa historia de los billetes, en ese cuidado amoroso impagable durante tantos años, se quedó en ese cuadro que le dió identidad, en ese barco traumático de un viaje sólo de ida. María, ese personaje secundario que limpia el piso, que limpia una casa, que cuida los niños, que hace rutinas engorrosas; que es secundario en su propia vida pero dejan un recuerdo imborrable; son los mayordomos de la película "LO QUE QUEDA DEL DÍA". Son los Anthony Hopkins y las Emma Thompson de la vida. Parecen no tener vida privada, no tener opiniones, no tener apellidos, sólo María. Y desde afuera hasta pensamos: "pobres, se perdieron experiencias o se escondieron detrás de los amos o de los años". O tal ves sea que nosotros nos escondemos detrás de un apellido muy importante, de una cuenta bancaria, de una pareja, de algunos hijos, detrás de algún complejo, de algún trabajo, detrás de lo que la sociedad dice que es la Felicidad. ¿Quién es el mar? ¿Quién es María? María somos todos los que nos embarcamos en el barco de la vida en un viaje de ida. Ojalá todos dejemos un recuerdo tan maravilloso y entrañable. En esta época de psicópatas y abusadores sexuales, ¿cuánto valdría una María en casa para cuidar de los nenes? María fue el tesoro de la casa, EL TESORO ESCONDIDO, un puñado de pesetas que yo mismo le hubiera cambiado a australes sin conocerla. Sus comidas, sus abrazos, su mirada, su presencia (omnipresencia) no tuvieron precio, aunque esa pintura de ella seguro que le dió un cachito de Dignidad y Trascendencia. Abrazo. 

viernes, 26 de febrero de 2021

LA GALLEGUITA

            EL MAR (Jorge Luis Borges)

Antes que el sueño (o el terror) tejiera

mitologías y cosmogonías,

antes que el tiempo se aclara en días,

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento 

y antiguo ser que roe los pilares 

de la tierra y es uno y muchos mares 

y abismo y resplandor y azar y viento? 

Quien lo mira lo ve por vez primera, 

siempre. Con el asombro que las cosas 

elementales dejan, las hermosas 

tardes, la luna, el fuego de una hoguera. 

¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día 

ulterior que sucede a la agonía. 

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Cuando María bajó en Buenos Aires, del barco que la traía de Galicia, tenía solo 15 años y había cruzado el mar sin su familia."¿Quién es el mar, quién soy?" se preguntaría ella al igual que Borges. En el puerto la esperaban mi abuela Victoria Molfino y mi abuelo, Pedro Bardi. María iba a trabajar y vivir en la casa de ellos,  como empleada del hogar con cama adentro. Pasaron los años y la humilde galleguita pasó a formar parte de la familia. Ayudó en la crianza de todos mis tíos y de mi papá; era como una cálida y perenne sombra: entrañable y servicial que hablaba poco pero colaboraba en todo. Vivió las alegrías y las tragedias en esa casa del barrio de La Boca. Fue testigo de los logros, las risas y las lágrimas de esa familia que vivía en una casa de madera, pero dónde se tocaba el piano y se hacían pequeñas representaciones teatrales. Pobres pero amantes de la cultura. 

Nunca más se fue: no se casó, no tuvo una vida ajena a los Bardi y en mí quedó la impresión de que a ella el mundo le parecía un lugar en el cual no podía confiar. María cuidó de nuestra familia y nuestra familia cuidó de ella, hasta que la muerte las separó, cuando ella murió muy viejita. Uno de mis únicos recuerdos con ella fue que, siendo yo muy chica, le pregunté que qué pasaba que la calesita estaba cerrada, no íbamos al colegio y estábamos siempre metidos en casa. Ella me contestó, medio en susurros, ya que no se hablaba mucho del tema, para no asustar a los chicos: "Es por la parálisis infantil". Efectivamente, una epidemia de poliomielitis asolaba Argentina. Yo no entendí la palabra "parálisis" pero tuve una aproximación lógica a "algo parado, algo imposibilitado", y tan errada no estaba. La vida se había detenido hasta que la epidemia pasara con la ayuda de las vacunas Sabin y Salk. 

Recuerdo a María como una persona muy bajita, con las piernas anchas y algo aniñada, como si no comprendiera bien las cosas del mundo adulto. Pero también recuerdo su dulzura, su acento gallego y su ingenuidad. No creo haberla visto nunca contrariada o enfadada. En cierta ocasión, siendo ya ella muy viejita y viviendo con mis tíos Menes y Mari Esther en su casa de Lomas de Zamora, ocurrió algo que la pinta de cuerpo entero. 

Muy agitada fue a decirle a mi tía Mari Esther que un desconocido había tocado el timbre y le había dado un montón de billetes que a continuación le mostró a mi sorprendida tía, quien, de un golpe de vista, se dió cuenta que esos enormes billetes españoles debían ser de antes de las guerras carlistas...que ya es decir. Por lo visto, María había escondido durante 50 años (o más) todo ese dinero, por lo que pudiera pasarle en la vida y, a la hora de blanquearlo, no encontró mejor explicación que una fugaz aparición de un anónimo señor que cruzó el Atlántico con ese único propósito. Mi tía disimuló la risa e hizo como que todo estaba dentro de la lógica. Y le preguntó algo imposible, a ver si colaba: "María ¿quieres que vayamos al banco a ver si nos cambian ese dinero por plata argentina?". Ella contestó que nunca había entrado en un banco y que mejor fuera alguien de la familia. Naturalmente nadie fue pero sé que le hicieron creer que habían podido cambiarlo y le dieron unos cuantos australes (la moneda del momento...en Argentina somos muy cambiantes en ese sentido, jeje), que ella volvió a apalancar en algún bolsillo secreto por lo que el futuro le pudiera deparar. Cuando uno ya peina muchas canas llega a hacerse preguntas del tipo de ¿qué sentía María, qué pensaba María? ¿Por qué nunca tuvo amigos? ¿Alguien de mi familia la llevó alguna vez al Centro Gallego?¿Ella supo de la existencia de los miles de españoles inmigrantes con los cuales pudo haber tenido trato? ¿Era algo más que una sirvienta, aunque siempre viviera en las casas de nuestra familia? ¿Tenía miedo de salir del círculo familiar? ¿Tenía algún retraso intelectual o era solo timidez? ¿Sabía leer y escribir? ¿Por qué nunca supe su apellido? ¿Qué sería de su familia, tenía padres, hermanos? ¿Por qué vino a Argentina y sola y en qué año? ¿Alrededor de 1890? ¿Por qué nunca me contó de su vida en la verde Galicia?¿Por qué no me interesé por ella y su vida en otro continente? ¿Sería yo demasiado chica? Me asombra la cantidad de cosas que nunca supe de ella...y ya no queda nadie a quien preguntarle. ¿Se puede vivir una vida entera ignorándolo todo de alguien con quien se convive? ¿Quién es el mar? ¿Qué es María? Aunque en mi casa no vivió nunca y ella ya era viejita cuando yo era muy joven, me entristece lo que de María me perdí y que nunca me transmitieron mis mayores. 

Un día cualquiera que yo estaba en la casa de mis tíos me propuse pintarla al óleo. Yo tendría más o menos la misma edad de ella, cuando llegó a Buenos Aires, unos quince o dieciséis años. La senté en un lindo sillón y la pinté con una gama de marrones y amarillos. Me salió igualita porque tenía facciones muy marcadas, fáciles de lograr: con los pies cruzados y calzados con cómodas zapatillas, su eterno vestido beige y el pelo blanco. Cuando se lo regalé, se emocionó. Nos abrazamos y se llevó la pintura a su dormitorio, que era el de mi abuela cuando vivía. Allí quedó colgado, frente a su cama y me decía que todas las noches, antes de dormirse, la miraba y la miraba... Luego todos fueron muriendo y esa casa se habrá vendido. El heredero era mi primo Carlos Oxenford, que hace unos años, también falleció. 

¿Dónde habrá ido a parar esa pintura? Cómo me gustaría tenerla... así tendría un cachito de María, la galleguita. ¿Estará todo junto en el baúl de los recuerdos, en el reino de nunca jamás? Ya no queda nadie a quien preguntarle. 

martes, 23 de febrero de 2021

EN EL TERRENO DE LA VERGÜENZA

 


AFORISMO 211. Friedrich Nietzsche

Quién quiere desarraigar una idea de la conciencia de los hombres, por lo general no se contenta con refutarla y arrancarle el gusanillo del ilogismo que la roe; al contrario, después de haber matado al gusano, coge el fruto entero y lo echa a la basura para envilecerloa los ojos de los hombres y hacer que les inspire asco. De este modo cree haber descubierto el medio de hacer imposible esa "resurrección al tercer día" a la que con frecuencia están expuestas las ideas que se refutan. Pero se equivoca, porque es precisamente en la basura, es decir, en el terreno de la vergüenza, entre las inmundicias, donde fructifican y echan nuevas raíces las ideas. Por consiguiente, no hemos de menospreciar ni de envilecer lo que tratamos de abolir definitivamente, porque las ideas tienen una vida muy resistente. En este caso hay que obrar con la máxima que dice: "Una refutación no es una refutación". 


sábado, 20 de febrero de 2021

VACUNAS. ROBERTO VALERO.


 Si hoy la producción y logística de distribución de las vacunas parece difícil imaginen 200 años atrás, en 1803 partía de España la expedición que llevó la vacuna de la viruela a América (solo en Europa la viruela acabó con la vida de 60 millones de personas). Se trataba de un viaje que duraría meses, por lo que el primer problema que se presentó fue el de la conservación de la muestra, que tan solo duraba unos pocos días, capitaneados por el médico Francisco Javier Balmis, un grupo de 22 niños coruñeses de entre 8 y 10 años, transportaron en su cuerpo la valiosa vacuna, única manera de transportar la vacuna en esa época. Se trataba de un largo viaje y esta era la única manera de conservar el fluido vacunal en buenas condiciones.  Los niños eran necesarios para conservar el virus vacunal: cada semana se inoculaban dos de ellos con el material obtenido de las pústulas de los vacunados la semana anterior, la expedición de la viruela gozó de gran reconocimiento y valoración en la misma época, sirvió para vacunar a cientos de miles de personas, protegiéndolas contra la viruela. 

El plan era temerario y éticamente más que dudoso. Se eligió a niños porque, a falta de unos análisis que entonces no existían, podía establecerse con seguridad si no habían padecido la viruela. No solo se les contagiaba de una enfermedad mortal, sino que además se les sometía a un viaje marítimo en el que muchos adultos no sobrevivían. Hasta esa época, la enfermedad mataba, desfiguraba o incapacitaba a una parte muy importante de la población, durante siete años los expedicionarios cruzaron océanos, selvas y cordilleras, sufrieron las fatigas del calor y de la enfermedad, lucharon contra rechazos sociales y vencieron trabas administrativas para que la vacuna llegara a todas las poblaciones, fue el primer programa oficial de vacunación masiva realizado en el mundo. Además de proteger a la población contra la viruela, se enseñaba la técnica de la inoculación y la forma de conservar el fluido vacunal, incluso se llegó a fundar hospitales.

Hoy la viruela ya no es una infección activa. Generosas iniciativas como la acabamos de ver, contribuyeron a que esto se hiciese realidad. En 1967, la Organización Mundial de la Salud, inició una campaña para erradicarla en forma definitiva. Esta campaña culminó con éxito diez años más tarde. Así el 8 de mayo de 1980, la Asamblea Mundial de la Salud, declaró a la viruela, formalmente eliminada del mundo. Hoy el virus de la enfermedad, sólo existe en algunos laboratorios constituyéndose ahora en una amenaza del bioterrorismo... pero ese ya es otro tema.

domingo, 14 de febrero de 2021

LA MARTONA.

La primera empresa láctea de Argentina fue fundada por Vicente del Rosario Casares en 1889; se mantuvo como una de las más avanzadas del mundo durante muchas décadas y se llamó La Martona, por Marta, la rolliza hija del estanciero. (Que fue la madre del escritor Bioy Casares)
Y allí estábamos, como muchos domingos, mis padres, mi hermanito Mario Aníbal y yo en LA MARTONA, en la localidad bonaerense de Vicente Casares, cerca de Cañuelas. Un  domingo en la lechería, al sol y en el campo con entera libertad era para nosotros cuatro el mejor de los programas. Espacios libres, grandes mesas y bancos de madera, eucaliptos añosos y un gran caserón antiguo donde se vendían toda clase de exquisiteces que allí mismo elaboraban a partir de la leche de sus propias vacas. Ese precioso lugar se llenaba de familias con ganas de disfrutar. 

Corríamos a campo traviesa, remontábamos barriletes multicolores, veíamos animales, pero no perros o gatos como en casa, sino vacas y cabras; comíamos panqueques con dulce de leche pero no como en casa, sino mucho más ricos. Visitábamos el tambo, donde masticaban parsimoniosamente las vacas de ojos adormilados. 

Pero lo superlativo era que, mi hermanito y yo, solíamos escurrirnos en un lugar prohibido y, por lo mismo, lleno de atractivo: la capilla familiar de los Casares, cerrada hacía años y a la cual accedíamos por una puertecita sin llave, oculta bajo una espesa enredadera con hojas verdes y blancas. Era una típica capilla de campo con un minúsculo campanario, tejado a dos aguas casi sin tejas, porque se habían ido perdiendo y rompiendo, pero con cielorraso; paredes descascaradas que dejaban ver los ladrillos y grandes puertas de madera con rancios dorados de épocas mejores. Zeus y todos sus parientes y amigos semidioses bajaron de sus montañas y allí decidieron quedarse. El Dios católico se había ido a su cielo, donde estaba mucho más cómodo. Esos antiquísimos dioses griegos entraban en nosotros sin que nos diéramos cuenta. De otra manera no se puede explicar el mágico ensimismamiento y misterioso silencio en el cual caíamos mi hermanito Mario y yo al penetrar subrepticiamente allí. Todo tenía que ser con respeto, hasta la transgresión de haber entrado. Iuminados desde afuera por el dios Helios, los vitraux filtraban mil colores de lo estampado en sus vidrieras, acompañados con un fino polvillo inmóvil en los haces de luz, que a veces y sólo a veces, era alterado por las sombras de los árboles de afuera, cuando el dios del viento Eolo los agitaba sin tregua y sin descanso. Un violáceo purpúreo lo teñía todo. Grandes velas cariacontecidas, con antiguas lágrimas solidificadas esperaban pacientemente volver a encenderse. Había algunas pinturas que estaban tan diluídas que sólo se veían borrosos relieves de miradas sospechosas de santos olvidados. Otras veces sólo quedaba la marca impresa en la pared de un cuadro que alguna vez vivió allí. 

La escalerita hacia el coro nos mostraba nuestras propias pisadas yendo y viniendo para poder verlo todo desde lo alto. El abandonado altar con su hermoso cáliz,  respiraba tranquilo por esas largas vacaciones que lo salvaba de sermones repetitivos y dogmáticos curas con cara de velorio. El Cristo crucificado se había ido dejando una cruz desnuda. 

Allí los dioses podían tener sus guerras en paz porque el único Dios verdadero ya no los flagelaba con sus pecados y sus mandamientos, para dejarlos divertirse un rato con la visita de unos niños silenciosos y trangresores. La campana, cuyo mal carácter era legendario, ya que tañía cuando le daba la gana, sonaba de a ratos y de a ratos dormía. Pero lo mejor eran esas pequeñas estatuas de vírgenes y santos que nos seguían con la mirada y que, por lo visto, eran excelentes narradores de historia sagrada. Aunque les encantaba mezclarse secretamente con otras creencias y mitologías, por eso a veces parecían sonreír con picardía. Ya estaban hartos de la misma historia de Moisés y Abraham y las hipnotizaban las tremendas correrías de Ulises por el Mediterráneo.  Resonancias de las bodas, bautizos, misas y funerales ocurridos ahí antaño; reaparecían, según cuentan los vecinos, y campaban a sus anchas por las noches; entre tules, pajaritas y féretros. Risas vaporosas y llantos equívocos flotaban y se iban. Sólo faltaba la novia cadáver... o quién sabe, a lo mejor por allí andaría. Aquéllo era mejor que cualquier cuento fantástico. Hasta nos olvidábamos del dulce de leche, lo cual no es poco decir. 

Cuando volvíamos, exhaustos de tanta aventura, nos dormíamos en el tren entre los cariñosos brazos de papá y mamá. Al día siguiente todo lo anterior me parecía haberlo soñado porque al despertar supe, con una certeza medio borrosa, que había imaginado ese lugar divino al que tantas veces habíamos ido. Me puse el guardapolvo para ir al colegio todavía dudando de la  frontera entre sueño y vigilia. Tanto dudaba que hasta le pregunté a mi hermanito si ayer habíamos ido a la Martona. "Noooo" me dijo con gran sorpresa "fuimos al cine. ¿ya no te acuerdas?"

Todo pareció volver a la normalidad. Nos llevaron al cole, volvimos, comimos, y, ya de noche, nos fuimos a dormir, hasta que, muchas horas más tarde, escuché a mi mamá decir: ¡¡llegó el lechero!!¡A desayunar!

Fui corriendo a recoger esa deliciosa leche cremosa en los típicos envases transparentes de vidrio de la época, que el carro del lechero dejaba en la puerta y yo saboreaba de antemano. La leche de la Martona, espesa y blanquísima, que venía a alimentar nuevos sueños de campos y capillas. 

Y entonces me desperté. Estaba en Cádiz. Me levanté, me miré al espejo y ví la cara de mi mamá. 




sábado, 13 de febrero de 2021

LOS GENIOS HACEN CHISTES ASÍ.

 


Impacientes porque en una conferencia Bioy llegaba tarde, Borges les dijo: "No se preocupen. Hay dos cosas seguras: una, que Bioy Casares siempre llega tarde. Dos:  cuánto más tarde llegue, más seguro que llegará. Si viniera ahora, es posible que nunca llegue". 

jueves, 11 de febrero de 2021

MAINA

 


DECÁLOGO PARA ENTENDER A LA MAINA

(Esto lo escribió mi hija Cuyén. Para quien no lo sabe, mi sobrenombre familiar es, desde hace muchos años, Maina) 5/12/20.

Te la ganas de por vida si la llevas al teatro o a dar un paseo. 

Si la vas a desafiar, piensa bien lo que dirás porque si no, podrías despertar al monstruo.

De buenas formas conseguirás que escale el Everest por ti, pero si la subestimas, para siempre te perderá el respeto. 

Si la ves llorar, siéntate a su lado y acaríciale la espalda. Escúchala, ofrécele un mate y algo con dulce de leche. Empezará a sonreír en menos de lo que canta un gallo. 

Valora tremendamente su libertad. Escucha lo que necesita y no lo que crees tú que ella necesita. Se siente ofendida si le das consejos tontos. 

Nunca le hagas promesas que no puedas cumplir porque la alejarás de ti y ya no volverá a verte de la misma manera. 

Ella es muy "intelectual", si puedes compartir temas interesantes te acompañará hasta el amanecer y si escuchas sus maravillas sentirás cosas grandes...sólo déjate llevar. 

No toques a los suyos o te enseñará los dientes y sacará las uñas. 

Si piensas llevar las riendas de su vida tú solo, sin contar con ella es que no sabes compartir y te pierdes lo mejor: su punto de vista es atinado. 

A veces se distrae con facilidad (está en su mundo), así que si le hablas  y parece que no te oye...es que de verdad NO TE OYE. 


LEONOR DE AQUITANIA


Pintura de Mónica Bardi. Libre interpretación de una mujer excepcional con toda la fuerza, energía e ilusiones siendo muy jovencita. 
 
Soy LEONOR DE AQUITANIA, una de las mujeres más poderosas de Europa en el siglo XII. Ahora estoy viejita por eso me gusta contar mis batallitas, que no fueron pocas, ni pequeñitas. De joven era bella. Culta he sido siempre. Lo que siempre me atrajo más ha sido el arte: la música, la poesía, la pintura. Como a mi abuelo. Mis padres murieron siendo yo muy pequeña. A lo mejor por eso desarrollé un gran carácter y mucha personalidad, lo que me acarreó múltiples problemas con los hombres. En esa época una gallina valía más que una mujer. 

Me casé dos veces. La primera vez con el rey de Francia Luis VII, por lo tanto, pasé a ser reina de Francia. Ser rey de Francia suena muy elegante pero eso no sirvió de mucho en mi matrimonio porque él ya estaba casado con...la Iglesia católica. Era tan piadoso, tan capillita, todo el día rezando, todo el día arrodillado, todo era pecado. ¡Y yo tan ardiente y tan libre! Aquéllo nunca terminó de cuajar, sobre todo las partes íntimas de nuestras respectivas anatomías. 
Igual tuvimos dos hijas pero las murmuraciones supersticiosas de que yo no podría engendrar un varón iban en aumento. ¡Como si fuera culpa mía!
El hijo varón en aquélla época era muy necesario para heredar las tierras y así pasarlas a la misma familia de generación en generación. Mi familia tenía 200.000 km2 al sur de Francia, región llamada antiguamente Aquitania. 
Sigamos mi narración: los problemas con mi marido, el rey Luis, iban en aumento y entonces recurrimos al Papa, quien se avino  a divorciarnos. ¡Por fin, libre como un pájaro! Ay, pero no tanto porque enseguida comprendí que una mujer, por muy poderosa que sea, necesita un marido para tener hijos varones que hereden. 
¿Y ahora qué hago? Pues muy simple: siendo tan hermosa y tan rica enseguida encontraré marido. Buscando, buscando, dí con el heredero del trono inglés: Enrique de Plantagenet. ¡Ohhh, no está nada mal, sería reina de Inglaterra! Sólo había un pequeño obstáculo. Yo tenía 30 años y él solo 18. 
Igual tomé la iniciativa, como siempre y le mandé, ni lerda ni perezosa, una carta de amor. ¡Y respondió! ¡Y vino! ¡Y nos enamoramos y nos casamos!
La vida en común, al principio, fue como un sueño. Alrededor nuestro había poetas, trovadores, bardos y toda clase de artistas ya que éramos unos buenos mecenas. Hasta juglares había que eran los que recitaban y cantaban para el pueblo llano. 
¿Recuerdan que me habían acusado de no poder tener hijos varones? Bueno, pues tuve 5. ¡Cinco! Más 3 chicas y las 2 que había tenido con mi anterior marido sumaban 10. ¡Diez hijos! Así y todo seguí interesándome profundamente de los asuntos de gobierno. 
Eso, con el tiempo, arruinó nuestra pareja porque mi esposo el rey quería que me dedicara a criar hijos. ¡Yo, Leonor de Aquitania, criando mocosos todo el día! ¡Con lo ancho e interesante que es el mundo! ¡Nunca, me niego!
Un aciago dia mi marido se enfureció tanto que me dió una soberana paliza. Después de aquéllo yo agarré a mis hijos y me largué jurando venganza. ¿Qué hacer? Intenté destronar al rey, mi marido, con la complicidad de mis hijos. Pero la jugada me salió mal: el rey perdonó a nuestros hijos y a mí me encerró en un castillo. Encarcelada y confinada. ¿Y ahora qué hago?
Convoqué a todos mis amigos artistas que presurosos vinieron sabiendo que conmigo no les iba a faltar nada. Allí, con mi hija Marie, la primera poetisa de Francia, escribimos el CÓDIGO DEL AMOR. Treinta y un capítulos donde proponíamos los principios del amor verdadero, el amor cortés, el amor con respeto y educación. Allí nació el CORTEJO. 
También hablábamos con parejas con problemas conyugales y tratábamos de resolverlos con el poder de la palabra. La primera terapia de pareja de la humanidad. 
El tiempo pasaba y nuestros poetas nos deleitaban con historias míticas como el rey Arturo y sus caballeros de la tabla redonda. La espada Excálibur que hasta el futuro darán que hablar. Los historiadores de siglos posteriores considerarán toda esta movida como una auténtica revolución cultural. 
Y, de golpe, el factor imponderable: muere mi marido el rey Enrique. Eso significa que mi hijo Ricardo Corazón de León sube el trono de Inglaterra y, gracias a Dios, lo primero que hizo fue liberarme de mi prisión. ¡Qué felicidad, por fin podría descansar de tanto sobresalto!
La fastuosa fiesta de la coronación fue, gracias a mis amigos los artistas, la primera crónica de una boda real, con pelos y señales. 
Pero hete aquí que mi hijo preferido no quería reinar sino guerrear, por eso estaba siempre en alguna de las cruzadas. Y tampoco iba a dejar descendencia para heredar porque era homosexual. ¡Ya decía yo que las chicas no le atraían nada!
De tanto guerrear al final cayó prisionero de los austríacos y yo tuve que hipotecar todos mis bienes para pagar el rescate. Al final lo liberaron pero poco después ¡murió! y la corona de Inglaterra pasó a mi hijo menor, Juan Sin Tierra, que de no tener tierra pasó a ser rey de Inglaterra. 
Estoy agotada y viejita, ya tengo 70 años (moriré a los 82) pero por nada del mundo me perdería la boda de una sobrina en Castilla, la futura España. 
Tuve una vida descomunal y me enorgullece mucho haber sido la primera feminista de la historia y haber fomentado tanto la cultura para volvernos a todos más soñadores. 
Y gracias a eso, el mundo cambió, y yo siento haber sido en parte y de alguna manera, el motor del cambio. 

miércoles, 10 de febrero de 2021

LOS DOS MATES.

   EL HISOPAO



                     ANÓNIMO.

Llegó  el gaucho enamorado a visitar a su china.

Sé apeó rápidamente, ella estaba en la cocina.

Quiso abrazarla y besarla como hace meses no hacía, ella estaba afanosa limpiando con lavandina.

Él  le pidió  un besito, la quiero mucho le dijo, 

Ella le contestó, ¿ha venido  al galope que se le cayó el  barbijo?

Él estaba decidido a declararle su amor, ella le pidió  la mano  y la roció con alcohol.

¿Qué pasa? le dijo el gaucho, ¿es que no me ha extrañao?

Y ella preguntó  al vuelo.. ¿ya se hizo el hisopao?

Él  meneo la cabeza y le pidió  un cimarrón,

Ella le dijo "con gusto" y se encaminó  al fogón. 

Era un gaucho bien puesto, de gran coraje, aguerrido..pero nunca imaginó  lo que traía  el destino.

Había visto muchas cosas y nada lo sorprendía, pero lo que vió en la mesa, lo dejó sin alegría. 

Allí estaba la yerba, la pava, las tortas fritas..

Pero..."2 MATES" había preparao  la muy ladina.

Eustaquio desvió  la vista y herido en lo más profundo..dijo...¿por qué 2 mates Jacinta, si usted y yo somos uno?

La Jacinta contestó: del tema el corona viru, usté ¿no se ha noticiao?

¡¡No venga a salameriarme si no ha sido vacunao !!

El se arrimó a la ventana y miró  al infinito... y pensó... si para mates y besos me pidió mil requisitos.. ¿¿Cuántas cosas pedirá si a la catrera la invito ??

Eustaquio se fue pensando ¡¡¡cómo  nos cambia la vida!!!

Ayer era todo risas, besos y algarabía, y hoy si no da "negativo" ni un triste mate convidan. 

Historia verídica  del Eustaquio y la Jacinta.

JUAN

 


Anoche soñé con Juan... otra vez. Cada tanto ese hombre al que quise tanto (y sigo queriendo a su fantasma), aparece de manera recurrente en circunstancias en que parezco necesitarlo por o para algo. 

En el sueño de anoche yo había logrado desembarazarme de unas cuantas obligaciones y, por lo visto, disponía de unas horas libres en las cuales tenía la idea de pasármelo bien. 

Pero ¿cómo, dónde y con quién?

Estaba caminando por una calle de Buenos Aires llena de gente, era de día, un día luminoso y tibio y pensé en buscar un lugar más privado mientras lo llamaba a Juan. 

El, como por arte de magia, enseguida estuvo a mi lado y empezó a contarme no sé que contratiempos que estaba sufriendo en ese momento; en tono de queja. 

Yo ignoré sus palabras y mirándolo fijamente le dije: "¿sabés por qué te he llamado?" sobreentendiendo que él no tendría ni la más remota idea del asunto. Para mi gran sorpresa me lanzó una mirada fugaz y contestó con gran seguridad, aunque aparentemente sin darle demasiada importancia: "por supuesto". 

Sentí que era sincero y que efectivamente sabía que lo llamaba para que estuviéramos juntos, en pasional intimidad. Ese hombre me encantaba.

Su aspecto era el de siempre, elegante, muy porteño, de unos 50 años largos y que aparentaba menos, siempre bien vestido y con esa expresión ambigua de quién no se decide por la felicidad ni tampoco por la depresión. (Recuerdo las palabras que muchas veces repetía :¿qué es la felicidad? y se quedaba sin respuesta).

No sonríe y no parece seducirle mi invitación, se hace el duro, aunque ambos sabemos que la aceptará gustoso. Por eso vino tan rápido. (Luego de mil encuentros como éste del sueño, me miraba con picardía y preguntaba: ¿comemos o "dormimos"? Para las dos no hay dinero. Y yo contestaba, riéndome: Ayyyy, una come tan seguido, ¿para qué más?)

Entre nosotros, en mi sueño, se respira un clima de confianza, de cantidad de cosas compartidas; como si hubiéramos pasado toda la vida juntos... aunque solo fue media vida. Ambos estamos cómodos, contentos. 

De repente estábamos en una cama, obvio, muy satisfechos, después del sexo y, sin venir a cuento, de manera muy abrupta, sentí una gran agitación y le susurré repetidamente: "¡te quiero, te quiero, te quiero!" Él me miraba con una sonrisa tierna, indecisa. Y yo volvía a la carga con una insistencia perentoria e impulsiva que bordeaba las lágrimas. En ese momento  me desperté en mi casa de Cádiz, sobresaltada y con taquicardia, apenas aceptando que la magia se me escapaba, que no la podía retener, mientras mi Juan se iba diluyendo entre cortinas rumorosas. De a poco me fui calmando...muy de a poco. Una quiere matar al amor...¡pero el amor no se deja! 

Mis amigos Mario y Olivia me regalaron un libro de Félix Palma llamado "El mapa del tiempo" en el que los personajes viajan en el tiempo. ¡Qué oportuno! ¡Si de verdad una pudiera...!

¿Alguna vez Juan ha sido el que imaginé, al que amé, al que odié, el que me acompañó tantos años? ¿Ese Juan será ese recuerdo tan amoroso, tan leal, ése, que cuando me alejaba lo amaba pero cuando me acercaba discutíamos? ¿Y yo, qué habré sido para él? ¿Qué pensaría de esa que le dió el flechazo a primera vista y años más tarde lo hizo sufrir tanto? La que él definía como una mujer "que tenía  ALGO... " y que creía que sólo existía en los libros. Y, en medio de tanta hipnosis, de tanto engaño de la mente, de tanta sugestión, resiste imperturbable al paso del tiempo, ese inasible y fervoroso sentir, que solo se atreve a presentarse en los sueños. Repito: una quiere matar al amor pero él no se deja. Mejor imaginar que el dios griego del amor, Eros, bajó de las montañas, entró en nosotros, y nos habitó un tiempo que nos marcaría para los restos.

En mayo del 2014 murió Juan, que, según cuenta Flavio, su hijo mayor; muy viejito se fué apagando y un día no se despertó. Se fue a las moradas de Edes. 

El mundo me parece extraño sin él aunque hace tanto que nos separamos que su alejamiento ha sido como una lenta desaparición. Una anestesia que suavemente nos lleva al último sueño, aquél en el cual, curiosamente, nos reencontramos. 

En la Odisea le dice Ulises a su madre muerta: "-Madre mía, ¿por qué desapareces cuando quiero abrazarte? En la propia morada de Edes, estrechándonos con nuestros brazos queridos, nos sacaríamos de llanto. ¿Eres, quizás, la imagen que la ilustre Persefonia pone ante mi vista para colmo de mi dolor? Así le dije, y repuso mi madre venerable: -Ay, hijo mío, el más desventurado de los hombres! Persefonia, hija de Zeus, no se burla de ti, sino que es ley de los mortales que ya no viven. Los nervios no sostienen ya las carnes ni los huesos, y la fuerza del ardiente fuego los consume tan pronto como la vida desampara la blanca armazón y el alma vuela como un sueño. Más retorna a la región de la luz y recuerda todas estas cosas para contárselas a Penélope". (...)

Bien, Ulises que se las cuente a Penélope. Yo se las quiero contar a sus hijos y a los míos. 


lunes, 8 de febrero de 2021

POEMA DE DESPEDIDA

 


Este pequeño homenaje me lo escribieron unos buenos amigos, cuando decidí emigrar a España. 

Despedida. Bandín/Ruffa y asociados. (prohibida su reproducción).

TEMPERLEY, AGOSTO 1988

Desde el gélido Sur, hasta el Norte

Desde el cerro al cálido mar

Su figura de blanco se yergue,

hacia el tiempo de la ansiada paz. 


La libreta le dió el permiso,

de las bocas poder arreglar.

Y la muy rebuscada les puso

alambres, plaquetas, brillo artificial. 


Sus pacientes de escasos recursos,

lloran tristes y no por pesar. 

Son sus bocas de dientes picados, 

qué muy pronto ya no sonreirán.

            ESTRIBILLO

Ya te vas, luces nuevas te esperan.


Ya te vas pero quedan aquí:

tu trabajo, tu risa, tu pena

y esas ganas locas de vivir. 


Donde vas se te espera ansiosa

donde vas la doctora serás.

Esas gentes no saben, no pueden, 

en el caso que pronto entrarán.


Consultorios con gritos y amigos,

fandanguillos, muelas por doquier;

y en el medio de copas de vino, 

un paciente pronto a perecer. 


Ya los veo juntando las firmas,

consulados, embajadas también;

y en un triste vagón de segunda

a Barajas te habrán de volver.


Dice el poeta, que tiempo pasado

siempre ha sido mejor y feliz.

Yo no creo en esas palabras,

siempre hay tiempo para construir. 

             ESTRIBILLO


Ya te vas, luces nuevas te esperan

ya te vas pero quedan aquí

tu trabajo, tu risa, tu pena

y esas ganas locas de vivir.


sábado, 6 de febrero de 2021

LA MOSCA DE TROYA.

 


Las hormigas de fuego son unos ejemplares de Sudamérica que se colaron de polizontes en barcos que navegaron hacia el norte. Hay distintas clases y tamaños. Son coloradas y, por lo visto, en Sudamérica estaban controladas por otras especies que les impedían ser excesivamente depredadoras. 

Pero cuando lograron desembarcar en Norteamérica no hallaron enemigos naturales y se extendieron ávidamente y sin control. Destrozaron todo a su paso. Los granjeros observaron desesperados como aquélla especie exótica que nunca habían visto en estas tierras lo arrasaban todo. 

Intentaron con los venenos habituales para hormigas y control de plagas pero todo fue en vano hasta que decidieron recurrir a un científico, quién estudió a fondo sus costumbres y su interacción con otras especies. Descubrió algo sorprendente: había una pequeña mosca a la que le encantaba depositar los huevecillos de futuras moscas en el cuerpo de la hormiga de fuego y que crecían dentro de ella. 

Este huevecillo que la mosca metía en la espalda de la hormiga con sólo un pinchazo empezaba a crecer dentro de la hormiga y ocupaba todo su vientre. Cuando ya no tenía más lugar pero seguía creciendo se desplazaba hasta el enorme cráneo de la hormiga a través de su cuello y seguía creciendo dentro de él. En un momento dado, la cabeza de la hormiga, ya enteramente ocupada por la pupa de la mosca, caía al suelo, vacía de su contenido natural y la hormiga moría decapitada. Luego la mosquita salía por los cuencos de los ojos y maduraba como mosca adulta. 

Habían encontrado una forma de detener la plaga, un enemigo vivo y no un veneno. Pero el problema era ¿cómo harían para meter esas moscas en el hormiguero?

El científico pensó que lo mejor sería traer unos miles de hormigas al laboratorio y en una caja de cristal, dejarlas con unas cuantas moscas. En cuanto las moscas vieron a las hormigas les empezaron a inyectar los huevecillos por sus espaldas. Con todos esos huevecillos en sus cuerpos los granjeros las devolvieron a sus hormigueros de origen, cual caballo de Troya. 

Los huevecillos crecieron y decapitaron a muchísimas hormigas que habían empezado a salir del hormiguero pero como las obreras arrastran a sus muertos de nuevo al hormiguero, eso hicieron  y entonces, las hormigas fueron alterando severamente sus conductas habituales por la presencia de las moscas dentro de sus casas. Desatendieron sus ordenadas costumbres de obreras, dejaron de alimentar a las crías y de construir galerías subterráneas para sus gigantescas ciudades. 

El orden del hormiguero había desaparecido por la presencia de un enemigo natural. Pero entonces apareció un factor inesperado e imponderable: dejó de llover. 

Durante mucho tiempo no llovió y la hormiga resistió, pero la mosca no. Sólo quedaron vivas en los jardines de la gente que regaba artificialmente pero eso fue suficiente para detener la plaga. Así se restableció el equilibrio perdido. 

Ni la mosca exterminó a la hormiga ni las hormigas pudieron devorar todos los cultivos. Aparentemente, esta situación parece duradera y los 3 factores en juego permanecen en equilibrio: la hormiga, la mosca y la lluvia. El tiempo y la evolución tienen ahora la palabra.