viernes, 27 de diciembre de 2019

CARTA AL DIARIO "EL PAÍS"

UN CUENTO INVERTIDO CON FINAL FELIZ
David Gómez Olivares. Cazorla (Jaén)
22/12/2019

Érase una vez un cuento invertido, donde los malos triunfaban y los buenos sufrían de la manera más cruel los dictados del poder. Robin Hood robaba a los ricos para dárselo a los pobres. El valiente Robin se enfrentaba en el bosque contra el ejército del Rey y la nobleza para repartir el botín entre quienes más lo necesitaban. Así se forjó la leyenda inglesa de este personaje que ha trascendido a la literatura y al cine por sus valores morales, su gran corazón y la defensa de los más desvalidos.
Mientras, en otro lugar del mundo llamado Madrid, la clase política vendía -regalaba- 3000 viviendas sociales a fondos buitre. Muchos de los inquilinos tuvieron que marcharse de sus viviendas por no poder pagar una subida repentina y salvaje del alquiler o un inalcanzable precio de venta.
Pero en este cuento, la justicia existe: un juez ha declarado nula la venta de esas viviendas sociales a fondos especuladores de ricos accionistas. Robin Hood, el príncipe de los ladrones, intentaba dignificar la vida de los más pobres, mientras la derecha española sigue engañando al pueblo para lucrarse desmantelando la educación, la vivienda, la sanidad o las pensiones.

lunes, 23 de diciembre de 2019

BUENOS AIRES

Por Mónica Bardi
 






Buenos Aires,
Con aires, a veces buenos
Y otras, medio fuleros.
Así y todo
Se te extraña, maldita seas
Como se extraña un dolor de muelas
Que sorpresivamente se calma.
Me haces sufrir
Espasmódicamente, de forma grisácea.
Apareces rutilante en medio de tus calles
Como una puta pasada de moda.
Enamoras a quien te conoce
Y a quien viste nacer, traicionas.

Alardeas de cultura, aún entre cartoneros y linyeras.
Ay, querida ciudad
Tan grande y sinuosa
Que cabe en un tango,
Pletórica de gente lunfardesca
Que chamuya con códigos
Multiétnicos
Irónica hasta el vómito
Tramposa, purpúrea, nublada y
Seductora.
Te amo, querida mía.

Esta poesía y la pintura me han sido inspiradas por una foto de Leonardo Natale. La foto es de la avenida Warnes al 2500, en Paternal.
La reproduzco aquí abajo.





jueves, 19 de diciembre de 2019

POESÍA DE FEDERICO GARCÍA LORCA.

                   
                     MUERTE
        ¡Qué esfuerzo!
         ¡Qué esfuerzo del caballo por ser
         perro!
         ¡Qué esfuerzo del perro por ser
         golondrina!
         ¡Qué esfuerzo de la golondrina por
         ser abeja!
         ¡Qué esfuerzo de la abeja por ser
         caballo!
         Y el caballo,
         ¡Qué flecha aguda exprime de la Rosa!,
         ¡Qué Rosa gris levanta de su belfo!
         Y la Rosa,
         ¡Qué rebaño de luces y alaridos!
         Ata en el vivo azúcar de su tronco.
         Y el azúcar
         ¡Qué puñalitos sueña en su vigilia!
         Y los puñales diminutos
         ¡Qué luna sin establos, qué desnudos,
         Piel eterna y rubor, andan buscando!
         Y yo, por los aleros,
         ¡Qué serafín de llamas busco y soy!
         Pero el arco de yeso,
         ¡qué grande, que invisible, qué
         diminuto!,
         Sin esfuerzo.

domingo, 8 de diciembre de 2019

PULPITIS ABCEDOSA AGUDA

Por Mónica Bardi

Mira que se lo dije: "esa muela, Stellita, te va a traer a mi consultorio arrastrándote entre espinas".

"Stellita, no seas boludita y sacate esa muelita". Repetía tratando de no ser pesada.
Totalmente al dope.
Como es natural, se cumplió el vaticinio y una pulpitis abcedosa aguda, de las que se calman sólo con frío, se desencadenó un día cualquiera.
El cuadro era un poema: Stellita manejando el coche con una mano y en la otra sosteniendo una jarra llena de agua con cubitos de hielo.
Se llenaba la boca con esa bendita agua helada y se le calmaba pero en cuanto pasaban unos segundos el calor de la boca entibiaba el mágico analgésico y volvía el lacerante y pulsátil dolor.
Sonó el timbre insistentemente y salí corriendo a ver que pasaba pero me bastó un vistazo para entender la situación. Hacía ya varios años que era dentista y no necesitaba grandes explicaciones, entre otras cosas porque la paciente tenía la boca como un hámster y una reluciente jarra en la mano derecha.
No recuerdo qué hice exactamente con la sufrida muela pero nunca olvidaré la cara de alivio que puso mi amiga al inyectarle la anestesia.
Cuando todo pasó ambas nos reímos mucho al relacionar esta situación con una película de Mr. Bean, en la cual el cómico inglés ponía a salvo a un pecesito naranja, al que se le había roto la pecera, colocándoselo en su boca llena de agua, mientras encontraba una solución mejor.

Cualquiera que haya visto a Mr. Bean no precisa demasiados detalles de las infinitas vicisitudes por las que pasó el pecesito naranja hasta que fué inevitablemente tragado por el esperpéntico e inolvidable cómico.
Pero ahí no acaba la cosa: sé que no está bien reírse de los muertos aunque en este caso haremos una excepción. Mi ex ya difunto tenía en su lindo departamento de Puerto Real una pecera grande que yo adoraba y cuidaba. Cuando nos conocimos los dos estábamos libres, sin pareja. Mi invasión de su casa de Puerto Real fue en aumento con una ingente cantidad de plantas y pinturas, hasta que me mudé del todo, haciendo un flagrante abandono de mis hijos que se negaban a estudiar y/o trabajar. Como ellos no se independizaban, lo hice yo.
"Pero..pero...¿cómo hiciste?- me preguntó intrigadísima una amiga.
"Bueno, hice una maleta, la llené y me fuí", contesté sin comprender bien el motivo de tanto misterio.
"Nooo, me expresé mal. Quise decir: ¿cómo pudiste?".
Esa es el tipo de preguntas que no tienen respuesta. Hay personas que pueden y personas que no. Yo era de las que podían.
Unos años nuestra pareja funcionó bien, pero como mi ex era bipolar, cuando le dió por beber (decía que por mi falta de cariño) entramos en una crisis que nos llevó a un punto crítico insostenible y como era insostenible, no lo sostuve. Conclusión: armé mis valijas y me largué. Es así de simple: hay gente que puede y otra que no. Yo era de las que podía. Entretanto, mi ex gestionaba (mal, no se dejaba ayudar), como podía, su enfermedad y cada vez que se brotaba adoptaba perritos pequeños para que le hicieran compañía, víctimas inconscientes de lo que el destino les tenía reservado. El tema era que él no los cuidaba, ya que algún espíritu travieso de los que habitan en los fármacos (más alcohol) le había insuflado la peregrina idea de que ellos, los pobrecitos perritos tenían que aprender a buscarse la vida en la comida que encontrarán en la basura, por si llegaban períodos de vacas flacas. 
 Obviamente, los cachorros andaban muertos de hambre...como su dueño, ya que se pulía todo el sueldo con la tarjeta de crédito a los tres días de cobrar.
Pero a lo que iba: a veces dejaba a los cachorros solos en su departamento, los cuales, en una ocasión, se entretuvieron mordisqueando el tubo de desagüe de la preciosa pecera.
Al volver él, encontró todo el piso inundado y los peces muertos o boqueando y no se le ocurrió ponerlos a salvo en un vaso de agua o... en su boca, como Mr. Bearn.
Aunque lo peor estaba por llegar: como él había sido un buen buceador se le ocurrió la insana y terrorífica idea de enseñarle a bucear a uno de los perritos. Para hacerle compañía, claro.

Yo no sé por qué el cachorro no aprendió correctamente las maniobras necesarias de una apnea voluntaria: o él le explicó mal o no era un anfibio, como le pareció a simple vista. (Humor negrísimo) Y para rematarla del todo lo llevó en seguida al veterinario, que lo echó de la consulta indignadísimo al ver al pobre animalito ahogado.
Cuando me lo contó, al encontrármelo por casualidad y recordando mis preciosas plantas totalmente secas en el balcón, le dije las irremediables palabras que lo enfadaban tanto: "Ay, querido mío, tú no sabes cuidar ni animales ni vegetales, imagínate seres humanos".
Y en verdad, tampoco podía cuidar de sí mismo y, cuando me daba cuenta de ello, no podía descargar mi ira contra él por lo que le había hecho al perrito y me la tenía que comer. Sólo un enfermo (que no era mala persona) puede hacer semejante aberración. 
Al revés que Stellita, que sí se sabe cuidar y para terminar esta triste narración con un poco de risa, os cuento que la susodicha se puso, con pegamento, un diente de leche que se le había caído a su nieta Lara, en el espacio recientemente vacío (por un accidente) de un lateral superior. ¡¡Siiii, como lo están leyendo!!
No le dió tiempo de ir a su odontólogo porque fué justo antes de viajar a Europa y, como el dientito de marras le quedó tan bien, allí estuvo más de 10 años y no lo hizo sólo por comodidad, sino por un profundo cariño a un souvenir proveniente de su dulce nietita.
EL VERDADERO AMOR NO TIENE LÍMITES.

sábado, 30 de noviembre de 2019

MATAR AL OLVIDO.

Sé que estás ahí
Lejano en tu cercanía
Porque todos los días
Algo trae a remolque, vívidos recuerdos
Cuando hay lazos indestructibles.
Media vida nos une y
Es tan lindo andar de la mano
A semejante distancia.
Es tan dulce saber
Que en la otra parte del mundo
Alguien guarda imágenes de momentos compartidos.
Qué lindo suponer que una es especial
En algún sentido...
Genera ternura evocar que un océano
Nos uniría, después de tantos años,
Pareciendo que el cielo, el agua, las gaviotas y no Internet
Llevaran mensajes nuestros de ida y de vuelta para que no nos asalte el olvido.

jueves, 28 de noviembre de 2019

MANFRED Y EL AMOR.

Una vez presencié algo que me dejó largo tiempo pensando.
Manfred, mi inolvidable profesor de alemán, ya difunto, me comentó que sus amigos de Alemania creían que él, al vivir en Chiclana (mar y playa), estaría todo el día bajo una sombrilla con un martini en la mano.
Los que vivimos en este clima privilegiado muchas veces llegamos a añorar una nubecita en el horizonte que nos dé una tregua con el prepotente sol, siempre ahí, brillando.
Pero a lo que iba: Manfred contestó enfáticamente que él no vino a vivir aquí, como casi todos los guiris (gringos) por el clima, sino por amor.
Amor a su mujer, que ha nacido en esta tierra.
Cuando él dijo tan redondamente "POR AMOR", algo que no supe definir en el momento, me llamó la atención. Me hizo ruido, como decimos los argentinos.
Manfred era una persona que no hablaba de sus sentimientos (como muchos hombres por estas latitudes) y mucho menos con una alumna. Frenaba prudentemente sus exteriorizaciones, como cuando volvió de enterrar a su madre en Alemania, que suave pero inequívocamente detenía a quien se acercara a darle un pésame.  Y no le gustaba tampoco cuando otras personas hablaban de algo íntimo o doloroso. Esquivaba diplomáticamente el tema.
Pero esta vez no lo esquivó y se llenó, no una, sino dos veces la boca con la palabra "amor". Nada menos.
Pensé: ¿será que cuando no hablamos en nuestra lengua materna nos suena la cosa diferente, sin tanta carga afectiva? ¿Será que el contenido del vocablo tiene menos peso en nuestro cerebro o tiene otras resonancias en la parte emocional, si es en otro idioma?
¿Será como cuando los argentinos que vivimos en España,  decimos "concha", con pudor?
¿O como cuando un español te dice sonriendo "hola, boludo" y recién te conoce? ¿Será como cuando inevitablemente insultamos en nuestra lengua materna?
¿Construimos el lenguaje o el lenguaje nos construye?
Misterios lingüísticos. "Nada hay fuera del texto", dice Jacques Derrida.




miércoles, 27 de noviembre de 2019

RUCA (mapuche): casa

           RUCA
Poesía de Néstor Carlos Hidalgo.

El trasluz de la luna
marca el límite fijo
de mi casa en la bruma.

Un murmullo de inmóvil
sonido de silencio
ruidosamente irrumpe
la fría madrugada.

Voy a tu lecho caliente
a tu desvanecida languidez
de mujer que en sueños besa,
simple y desnuda, como duermes.

El invierno enfría
la corteza rugosa de los Andes
el crepitar del leño
en el hogar amable,

semeja el lento ritmo
de la nieve que cae.

martes, 26 de noviembre de 2019

SIN VUELTA ATRÁS

MARTES 13 DE SEPTIEMBRE DE 1988
Relato extraído de la vida real.
Mónica Bardi.

¡Soy Alejo y hoy es un día muy especial!
Valijas, bolsos y pasaportes.
Buenos Aires-Madrid. Martes 13: temo que se caiga el avión.
"¡Supersticiones!" vocifera mamá, que no perdía la oportunidad de pelearse con lo esotérico.
Mi hermano Camilo y yo rebosamos entusiasmo y expectación pero mi hermana Cuyén llora desesperadamente por tener que alejarse de su noviecito, su primer amor. ¡Como si fuera para tanto!
El barrio, revolucionado. ¡Se van donde hay rey, como en los libros de historia!
Yo me pondría la camiseta de Boca Juniors, pero mi mamá, más loca que nunca (por la inflación, dice) sugirió que ya me podía ir cambiando al Barça. Eso yo nunca lo haría.
Al despedirme de mis amiguitos, con la puerta del coche abierta, me vuelvo y, riéndome, pregunto: "A propósito, ¿cuándo volvemos?"
Mamá me miró fijamente, muy seria y soltó  aquéllas inolvidables palabras: "NO VOLVEMOS".

EL SECRETO DE SUS OJOS.

 Narración de EDUARDO GALEANO.
Durante la dictadura militar uruguaya, en una cárcel llamada LIBERTAD, los presos no podían dibujar ni recibir dibujos que contuvieran mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
Didasko Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas "ideológicas", recibió un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años.
La hija le trajo un dibujo de pájaros y los guardias se lo rompieron a la entrada de la cárcel.
Al domingo siguiente, Milay le trajo un dibujo de árboles. Como los árboles no estaban prohibidos, el dibujo pasó.
El padre le elogió la obra y le preguntó por esos circulitos de colores que aparecían en las copas de los árboles; muchos pequeños círculos entre las ramas.
-¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?
La niña lo hizo callar rápidamente.
-Shhhhh.
Y en secreto le explicó: -Bobo, ¿no ves que son ojos? Los ojos de los pájaros, que te traje a escondidas.

domingo, 24 de noviembre de 2019

LA DECONSTRUCCIÓN.

Cuando una se acerca, humildemente, de refilón, a la filosofía queda profundamente sorprendida por una palabra que encierra un concepto: la DECONSTRUCCIÓN, que fue inicialmente planteada por JACQUES DERRIDA

La deconstrucción no se trata de destruir nada ni de tumbar a martillazos algo, al estilo muro de Berlín sino que se trata más bien de cuestionar lo incuestionable, lo aceptado por todos, lo que parece no tener fisuras ni crear problemas. Lo que solemos llamar "sentido común", el paradigma aceptado por la sociedad de su tiempo.
Allí, justo allí donde la luz de las certezas y las verdades absolutas encandila con su claridad cegadora (que ciega), justo allí apunta la filosofía con su mira telescópica y ¡PUM! aparecen las dudas.
Entonces la deslumbradora evidencia se desnuda y muestra sus recortes, sus bordes, lo que fue acallado, lo que fue excluído.
Aparece lo no calculado, lo imprevisible, lo inclasificable y se abren como un abanico las infinitas interpretaciones.
La deconstrucción es quitar de ese edificio sólido, sus ladrillos, uno por uno y observarlos con una nueva mirada y reformar, si es necesario, todo el edificio.
Algo así sentí cuando cayó la Unión Soviética. ¿Quién fue capaz de pronosticar algo así?
La función de la filosofía, como dice Darío Sztanjszreiber, es la de buscar problemas donde aparentemente no los hay, cuestionar lo establecido y poner en duda TODO. TODO es todo lo que culturalmente nos transmitieron, todo es la forma de sentir, de pensar y de actuar que nos han insuflado por el lugar donde nacimos, por la familia de donde provenimos, por la religión, por los cuentos, por las películas, por la música, por los mitos, por las costumbres, por el paisaje, pero sobre todo por nuestra lengua. Estamos condicionados aunque nos creamos libres; tenemos la gelatina cerebral bien programada.
No carecemos de margen de decisión, por supuesto, pero es más pequeño de lo que nos hicieron creer nuestros padres.
Tenemos un inconsciente lleno de prejuicios, preconceptos y unas emociones perfectamente enmarcados y encajados en un molde previo.
Así que deconstruir de vez en cuando no está nada mal para que las vendas que nos cubren los ojos vayan cayendo. Así, de paso, vemos las veces que el sentido común yerra. No hay posibilidad alguna de calcular lo que va a ocurrir, dice Derrida.
Sin embargo, no deberíamos perder de vista que esa es la "misión" de la filosofía (la de rascarse donde no pica) y que nos puede aportar mucho a nuestra vida diaria si aceptamos que ese camino de entendimiento, innumerables veces está a medio recorrer en la sociedad en la que vivimos porque la deconstrucción está en perpetuo cambio; nunca llega al fondo porque no hay fondo.
Un buen ejemplo es el amor romántico: cuando dejemos de creer en él al estilo Romeo y Julieta, ingenuo y sobrehumano, podremos vivir el amor desnudo (con realismo, desilusiones y eructos) sin ataduras que nos condenan a un romanticismo de cartón piedra; aceptando los vaivenes de una relación sin maripositas en el estómago, pero con constancia, compañerismo y, por qué no decirlo, aguante.
Cuando podamos deconstruir a Romeo y Julieta, a lo mejor hay menos divorcios.
El sentido común, suerte de inteligencia de a pie o sabiduría extendida y aceptada nos acompañaría para la vida corriente; para las decisiones repetidas y habituales que nos será de gran apoyo en el desenvolvimiento de la cotidianeidad...si pensamos de vez en cuando que no hay posibilidad de calcular lo que va a ocurrir.
EL IMPOSIBLE.




Kafka


Un año antes de su muerte, Franz Kafka vivió una experiencia insólita. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando desconsolada: había perdido su muñeca.
Kafka se ofreció a ayudar a buscar la muñeca y se dispuso a reunirse con ella al día siguiente en el mismo lugar.
Incapaz de encontrar a la muñeca compuso una carta “escrita” por la muñeca y se la leyó cuando se reencontraron:
- “Por favor no llores, he salido de viaje para ver el mundo. Te voy a escribir sobre mis aventuras ...“- Este fue el comienzo de muchas cartas.
Cuando él y la niña se reunían, él le leía estas cartas cuidadosamente compuestas de aventuras imaginarias sobre la querida muñeca. La niña fue consolada. Cuando las reuniones llegaron a su fin, Kafka le regaló una muñeca. Ella obviamente la veía diferente de la muñeca original . Una carta adjunta explicó:
-"mis viajes me han cambiado … “ -
Muchos años más tarde, la chica ahora crecida, encontró una carta metida en una grieta desapercibida dentro de la muñeca. En resumen, decía: -" Cada cosa que amas es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente“- .
Kafka y la Muñeca... la omnipresencia de la pérdida.

viernes, 22 de noviembre de 2019

SIEMPRE BORGES.

                           AUSENCIA
                   JORGE LUIS BORGES

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día. 
Tardes que fueron nichos de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta, 
el mar al que se hunde. 

miércoles, 20 de noviembre de 2019

POLÍTICA DE MANUAL

Por Atilio A. Boron)  La tragedia boliviana enseña con elocuencia varias lecciones que nuestros pueblos y las fuerzas sociales y políticas populares deben aprender y grabar en sus conciencias para siempre. Aquí, una breve enumeración, sobre la marcha, y como preludio a un tratamiento más detallado en el futuro.  Primero, que por más que se administre de modo ejemplar la economía como lo hizo el gobierno de Evo, se garantice crecimiento, redistribución, flujo de inversiones y se mejoren todos los indicadores macro y microeconómicos la derecha y el imperialismo jamás van a aceptar a un gobierno que no se ponga al servicio de sus intereses.
Segundo, hay que estudiar los manuales publicados por diversas agencias de EEUU y sus voceros disfrazados de académicos o periodistas para poder percibir a tiempo las señales de la ofensiva. Esos escritos invariablemente resaltan la necesidad de destrozar la reputación del líder popular, lo que en la jerga especializada se llama asesinato del personaje (“character assasination”) calificándolo de ladrón, corrupto, dictador o ignorante. Esta es la tarea confiada a comunicadores sociales, autoproclamados como “periodistas independientes”, que a favor de su control cuasi monopólico de los medios taladran el cerebro de la población con tales difamaciones, acompañadas, en el caso que nos ocupa, por mensajes de odio dirigidos en contra de los pueblos originarios y los pobres en general.
Tercero, cumplido lo anterior llega el turno de la dirigencia política y las elites económicas reclamando “un cambio”, poner fin a “la dictadura” de Evo que, como escribiera hace pocos días el impresentable Vargas Llosa, aquél es un “demagogo que quiere eternizarse en el poder”. Supongo que estará brindando con champagne en Madrid al ver las imágenes de las hordas fascistas saqueando, incendiando, encadenando periodistas a un poste, rapando a una mujer alcalde y pintándola de rojo y destruyendo las actas de la pasada elección para cumplir con el mandato de don Mario y liberar a Bolivia de un maligno demagogo. Menciono su caso porque ha sido y es el inmoral portaestandarte de este ataque vil, de esta felonía sin límites que crucifica liderazgos populares, destruye una democracia e instala el reinado del terror a cargo de bandas de sicarios contratados para escarmentar a un pueblo digno que tuvo la osadía de querer ser libre.
Cuarto: entran en escena las “fuerzas de seguridad”. En este caso estamos hablando de instituciones controladas por numerosas agencias, militares y civiles, del gobierno de Estados Unidos. Estas las entrenan, las arman, hacen ejercicios conjuntos y las educan políticamente. Tuve ocasión de comprobarlo cuando, por invitación de Evo, inauguré un curso sobre “Antiimperialismo” para oficiales superiores de las tres armas. En esa oportunidad quedé azorado por el grado de penetración de las más reaccionarias consignas norteamericanas heredadas de la época de la Guerra Fría y por la indisimulada irritación causada por el hecho que un indígena  fuese presidente de su país. Lo que hicieron esas “fuerzas de seguridad” fue retirarse de escena y dejar el campo libre para la descontrolada actuación de las hordas fascistas -como las que actuaron en Ucrania, en Libia, en Irak, en Siria para derrocar, o tratar de hacerlo en este último caso, a líderes molestos para el imperio- y de ese modo intimidar a la población, a la militancia y a las propias figuras del gobierno. O sea, una nueva figura sociopolítica: golpismo militar “por omisión”, dejando que las bandas reaccionarias, reclutadas y financiadas por la derecha, impongan su ley. Una vez que reina el terror y ante la indefensión del gobierno el desenlace era inevitable.
Quinto, la seguridad y el orden público no debieron haber sido jamás confiadas en Bolivia a instituciones como la policía y el ejército, colonizadas por el imperialismo y sus lacayos de la  derecha autóctona.  Cuándo se lanzó la ofensiva en contra de Evo se optó por una política de apaciguamiento y de no responder a las provocaciones de los fascistas. Esto sirvió para envalentonarlos y acrecentar la apuesta: primero, exigir balotaje; después, fraude y nuevas elecciones; enseguida, elecciones pero sin Evo (como en Brasil, sin Lula); más tarde, renuncia de Evo; finalmente, ante su reluctancia a aceptar el chantaje, sembrar el terror con la complicidad de policías y militares y forzar a Evo a renunciar. De manual, todo de manual. ¿Aprenderemos estas lecciones?

domingo, 17 de noviembre de 2019

ERAN COMO HERMANOS.

Por Mónica Bardi

Me llamo Facundo y tengo ganas hace tiempo de contar esta historia singular.
Mi mamá, que ya murió, era un ser algo estrafalario, mezcla de timidez y desenfado.
Timidez porque había obedecido mandatos paternos y se había casado con un "buen partido": refinado, aunque después se supo que no tenía un mango, con una familia que la miraba torcido porque mamá no era convencional ni pianista, como a ellos les hubiera gustado. Y desenfado porque cada vez que sacaba a pasear su sonrisa, la gente caía rendida a sus pies. Tanto que hasta ahora, después de muerta, sigue teniendo enamorados. Mi mamá siempre nos decía que, si pudiera elegir ahora, no tendría hijos porque no dan más que problemas. Así de cariñosa y prudente era mi mamá.
A mis hermanos y a mí nos costó mucho aceptarla tal como era... tan alocada. "Trastornada" le decía su íntima amiga Stella.  De hecho, la terminamos de aceptar luego de muerta porque heredamos un buen piso. A mi papá le importaban un pimiento sus extravagancias porque pasaba de todo. Pero ahora que mamá se murió, a veces la echamos de menos, sobretodo cuando necesitamos dinero. A mi papá también lo echamos de menos, pero no para pedirle plata porque nunca tenía un rublo.
En cierta ocasión, mi mamá conoció, en su trabajo, a una mujer mucho más joven, histriónica, aristocrática e igual de desequilibrada. De las que se arriesgan. De las que hacen "lo que sea necesario" para alcanzar sus metas. Sólo falta que pregunten "¿a quién hay que matar?". Allí nació una amistad que sortearía años, tormentas y distancias.


Esta joven llamada Melania ya estaba casada y tenía un hijo pequeño.
A veces yo le preguntaba a mi mamá: "¿y tu amiga Melania, por dónde anda?".
-Vaya una a saber. Con algún nuevo marido en algún otro país.
Mi mamá era de esos ejemplares que te cuenta, sin venir a cuento, su vida íntima al completo, con brújula y todo. Muchas veces esas trangresiones me avergonzaban y otras veces, me partía de risa, sobre todo si el auditorio era abundante. A mi mamá mucha gente la quería. No hay más que ver como estaba a tope el tanatorio.
Nunca entendí por qué la familia de mi papá no se divertía con sus narraciones tan escandalosas; como sus colegas, que sí se partían de risa. Claro, sus amigos eran como ella, por eso eran amigos. Estoy convencido que las hermanas de mi papá se habían caído de chicas en un cubo rebosante de almidón  (igual que Obélix con la poción mágica) y quedaron rígidas para siempre. Unas aburridas.
Pero volvamos a Melania y sus tropelías. Tal como supuso mamá, Melania estaba viviendo en Panamá porque se había enamorado de un ingeniero que trabajaba en el canal. Y hacía allá fué, sin pensárselo dos veces. 
Así era ella. Desaparecía con su insolente flacura de niña bien para reaparecer, tiempo después, con un mail, una llamada telefónica o en persona sacudiendo sus pulseras de plata.
Recuerdo la fascinación que ejercía sobre mi hermana pequeña, cuando agitaba teatralmente su pelo corto y describía, agregándole sal y pimienta, sus últimas aventuras (generalmente desventuras), en aquel lejano país. Contaba, entre carcajadas, el sistemático abandono que hacía de sus hijos, fruto de varios padres, que, por otra parte, vivían encantados de la ausencia de la madre porque así hacían lo que les daba la gana. Pero, eso sí, Melania procuraba que no les faltara casa, comida y educación. 
Realmente, cuando se juntaba con mamá, era como un duelo de titanes. Divertidísimo. 
Un día cualquiera, mi mamá conoció a un cartero y carta va, carta viene, terminaron en la cama. Tanta epistolaridad resultó ser erotizante, parece.
-Pero, mamá- le supliqué desesperado, ya que sentía que mi mundo se tambaleaba-¿vas a tirar por la borda tantos años de matrimonio?
-Precisamente- contestó ella mirándose al espejo- recuerda que el matrimonio es la principal causa del divorcio.
Allí me di cuenta que todas las enamoradas bajan de peso, se cambian el peinado y sufren alucinaciones porque ven al objeto de sus deseos como un Adonis perfecto. De esto último en cantidades desbordantes. Mi mamá, que siempre fue un poco artista, aprovechó para sobreactuar y escandalizar al personal, algo que le encantaba.
Total: se divorció de mi padre (que no pareció demasiado afectado, la verdad porque enseguida se consiguió una novia ecuatoriana) y junto con el cartero, que  adoraba a mi mamá, decidieron hacer una gran fiesta para celebrar su nueva pareja.
Se hizo en un lugar divino pero como el catering falló, tuvieron que ponerse muchos invitados a cocinar a marchas forzadas y gastarse un pastón en vajilla desechable. Típico de mi mamá.
Mis hermanos y yo, estábamos, podría decirse, perplejos. Menos mal que mi hermano pequeño puso la música, aunque al final fue una música de mierda que a la única que le gustó fue a la ecuatoriana. Si, ya sé lo que están pensando y la respuesta es si: mi papá fue invitado a la fiesta con su nueva novia, la ecuatoriana. Así era mi mamá.
Lo más lindo de la fiesta fué un violinista que trajo como regalo un compañero de trabajo de mamá y tocó como los dioses.  Además hubo un soberbio espectáculo de tango que fué el obsequio de una gran amiga.
Cuando la veía a mi mamá bailando con el cartero, pensaba: "siempre apuesta y aunque pierda, vuelve a apostar".
En plena fiesta me topé con Melania y empezamos a charlar y a rememorar tiempos idos, luego de tantos años de no vernos. Por una casualidad del destino, no estaba casada con nadie en ese lapso de vida. Ni yo tampoco. Recordamos entre risas infinidad de situaciones pasadas y, a pesar de nuestra diferencia de edad, siempre nos sentimos unidos por el hilo invisible que sostenía mi mamá y su extensa red de amigos, ex-amigos, ex-novios, conocidos, vecinos y colegas de profesión. La red se había agigantado de modo desmesurado con el uso de Internet.
¡Pero si Melania y yo éramos casi como hermanos...como primos!...¿cómo decirlo?
...........................................................................
¡Uy, pinchazo! Y en plena carretera. Melania se quedó tirada y tenía una cita de trabajo importante. Llamó a la grúa para que se llevara el coche y empezó a telefonear a posibles rescatadores, que la alcanzaran a su destino.
Cuando parecía que no había nadie disponible, me llamó a mí, Facundo, y yo enseguida me ofrecí a ayudarla. Y luego del trabajo, la invitaría a cenar, faltaría más. Después de todo éramos casi como hermanos...como primos...¿cómo decirlo?
..............................................................................
-Mamá hubiera sido muy feliz de vernos juntos ¿no, Melania? -dijo Facundo.
-Seguramente- contestó ella con gesto de nostalgia- lástima que haya muerto, la echo de menos. Hasta me parece oír una sonora carcajada suya desde el mas allá. ¿Quién hubiera dicho que de nuestra amistad de más de veinte años, iba yo a terminar liada con su hijo? Y no solo liada, sino emparejada, aunque nunca se sabe cuánto duran estas cosas. 
-¿Sabes lo que me vino a la mente, cuando te vi después de varios años de no vernos, en la fiesta de mamá y el cartero? -preguntó Facundo, haciéndose el interesante.
-Ni idea- contestó ella, dejando a un lado su teléfono móvil.
-Como estabas con ese "amigo" que vino con un perrito, pensé ¡otra vez me la quitaron!
-¡No me digas! ¡Ya me habías echado el ojo, cabroncete!
-No, yo no. Mi inconsciente- explicó él.
- Si, si, claro, ustedes los argentinos lo hacen todo con el inconsciente.
Facundo prosiguió: ¿Y tú? ¿No sentías nada por mí, Melania?
-No- contestó ella agitando sus pulseras y riéndose -nada de nada. Bueno, si, un cariño, casi como a un hermano... como a un primo...¿cómo decirlo?
-Mentirosa. Estabas enamorada de mí desde que era chiquito.
                              FIN

                 

lunes, 11 de noviembre de 2019

MIS ANCESTROS


POESÍA DE CAMILO HIDALGO BARDI


A veces en la química altura
De la lengua de la piedra y el mar
El viento frío me trae los ecos.
En el aire
Un malabar de cimientos
Construyen tu presente...
Susurro egoísta, castillo de cartas
Caótico ajedrez agónico de la mente
Hijo de la razón
Con una estratégica quimera
Renueva, en los matemáticos ojos, la fe
¿Y que será del horizonte marino
Si hago que te caigas,
Jugando con la obra de mis ojos,
Soplando locura a tus cimientos de cartas
En el aire, REALIDAD?
                                        17/4/98
                   Camilo Víctor Hidalgo Bardi.


sábado, 9 de noviembre de 2019

EL MURO QUE CAYÓ POR UN MALENTENDIDO.

A treinta años de la caída del muro de Berlín. (NO CAYÓ, LO TIRARON)


        Pintura de Dimitri Vrubel en el muro de Berlín.(Honecker y Breznev)

En agosto de 1989 se abrió la frontera entre Hungría y Austria por la localidad húngara de Sopron para una "comida campestre de confraternidad" y ya no se volvió a cerrar.
Por allí escaparon muchos alemanes orientales mientras los que se quedaron se manifestaban abiertamente bajo el lema: "WIR SIND DAS VOLK" (Nosotros somos el pueblo).
Cayó el viejo líder de la RDA (República Democrática Alemana), Honecker (el del famoso beso con Breznev) y el nuevo líder, Egon Krenz entró ansioso por acometer las nuevas reformas.
9/11/89: a primera hora de la mañana, tres altos mandos de la Stasi (policía del ministerio del interior) se reunieron con el nuevo funcionario encargado del control de pasaportes, un tal Lauter, para terminar de redactar una novedosa normativa de viajes que permitiría irsalir legalmente a ciudadanos para que no lo hicieran por los países vecinos, como ya ocurría, porque creaba problemas diplomáticos.
Los militares modificaron el texto original agregando que "se podrán realizar viajes privados al extranjero sin condición previa", escribieron y agregaron "las autorizaciones serán concedidas con rapidez..."
Eran plenamente conscientes que aquél proyecto NUNCA SALDRÍA ADELANTE pero lo firmaron de todos modos y se lo dieron al motorista que debía entregarlo al comité central del partido.
Los miembros del comité no notaron las modificaciones del texto original hecho dos días antes.
Alguien preguntó si los soviéticos estaban de acuerdo y otro alguien contestó "si".

Uno de esos miembros, Günter Schabowski, se metió el documento en el bolsillo y se fue a una rueda de prensa internacional.
Cuando los periodistas le preguntaron por la anunciada reglamentación, este hombre sacó el papel de su bolsillo, sin saber exactamente qué contenía y leyó que se había decidido "implementar una regulación que permite a cualquier ciudadano de la RDA a abandonar la RDA por cualquiera de los pasos fronterizos".
Los periodistas se miraron asombrados y preguntaron: "¿a partir de cuándo?"
El hombre volvió a mirar el papel y contestó aquéllo que nadie esperaba: "AB SOFORT" (de inmediato).
Horas más tarde, tras una inquietante espera, se abrió el paso más céntrico de Berlín (Checkpoint Charlie de la Freidrichstrasse) y los eufóricos ciudadanos empezaron a desfilar de Belín este a Berlín oeste.
Un matrimonio, que muy tranquilo iba caminando en ese sentido, se acercó al grupo de periodistas boquiabiertos y con mucha educación les pidió monedas para llamar por teléfono a su primo en Düsseldorf y darle una sorpresa.
Como no llevaban maletas ni bolsos el periodista les preguntó si volverían a su casa y ellos contestaron en tono confidencial: "¡Claro que sí! Esto no se vuelve a cerrar más. Esto se acabó".
Era el 9 de noviembre de 1989.
Dos años más tarde desaparecía la Unión Soviética.

50 AÑOS BAJO TECHO, Capítulo III


Yo, la casa de los Bardi Buclan, que más que casa parecía un barquito en medio de un temporal me había oscurecido, los ventanales ya no dejaban ver el jardín, el césped se había secado y el techo necesitaba urgentemente una cuantas tejas nuevas. ¿Qué había ocurrido? ¿y por qué en la radio se escuchaban tantas marchas militares?
El doctor Bardi y el señorito Mario Aníbal vivían discutiendo por ideas políticas arruinando para siempre los almuerzos de la familia. Parecía que siempre guardaban bronca juntadita para el siguiente almuerzo. El padre desesperaba, viendo venir el peligro, la madre lloraba sin poder argumentar y Mónica planeaba como escapar cuanto antes de ese loquero. Venían chicos de las diferentes corrientes ideológicas (violentas y no violentas) a invitarla a militar, pero ninguno la pudo convencer. Todos estaban en posesión de la VERDAD y ella era demasiado insegura.
Los dos señoritos estaban en la universidad y les iba muy bien en los estudios, pero la sociedad era un hervidero y ya habían comenzado a desaparecer personas de manera inexplicable. Mucha gente creía que era mentira, pero hasta el propio Videla reconoció, años más tarde, en una rueda de prensa en diciembre de 1979, ante un pregunta temeraria del valiente José Ignacio López, que había desaparecidos y los caratuló como "una incógnita sin entidad". Los señoritos se graduaron y empezaron a trabajar. La situación política empeoraba. Los paramilitares y parapoliciales empezaron a formar parte del lenguaje cotidiano. La gente seguía desapareciendo.
Una noche me violaron, si, a mí, la casa de los Bardi, me violaron rompiendo las ventanas del jardín y entrando armados hasta los dientes unos hombres desconocidos. Resulta que nadie de la familia estaba allí y sólo dormían una empleada doméstica y su hija pequeña. No hace falta que detalle el terror y la desesperación que vivieron esas pobres e inocentes personas.
Finalmente esos monstruos se fueron sin dañarlas, no sin antes llevarse varias cosas de valor. Yo creí que se me caería el   reboque de las paredes del pánico que se adueñó de todo, en tiempo y espacio, como una espesa niebla.
Al no hallar lo que buscaban, o sea, a los señoritos, se fueron a la casa de los tíos Menes y MariEsther, ya mayores, buscando lo mismo. Los amenazaron, los asustaron, los interrogaron hasta que el tío Menes, se enfureció y les gritó, sin medir las consecuencias y ante la alarma de su mujer, que si los iban a matar, que lo hicieran ya. Los monstruos lo miraron como si estuviera loco, se rieron y se fueron porque otra vez no encontraron lo que buscaban.
La señorita Mónica ya vivía en el sur, en Villa La Angostura (Neuquén) con su marido y los 3 niños pequeños.
El señorito Mario Aníbal y su esposa, Claudia Istueta y su hijita Selva María,  hacía un tiempo que habían pasado a la clandestinidad y se encontraban con el matrimonio de los viejos Bardi en lugares públicos, poniéndose de acuerdo con complicadas contraseñas.
Una vez que la señorita Mónica y su familia vinieron de visita a Buenos Aires quedaron en verse con Claudia y Selvita (Mario ya no estaba) en una casa segura, pero Mónica, desacostumbrada como estaba a los mecanismos de la clandestinidad, cometió un error al hacer una llamada telefónica, sin imaginarse que ese teléfono podría estar pinchado por los militares. Finalmente no lo estaba, y no pasó nada pero todas los reproches y culpas cayeron sobre ella. Sólo su marido la defendió. Ella nunca olvidó aquél gesto. Así como nunca se pudo perdonar esa tremenda metida de pata. Esa inocente equivocación les podía haber costado la vida a todos.
Todo aquel que fuera joven universitario, por el hecho de ser joven y universitario, era sospechoso de entrada.
Luego desparecieron el señorito (había nacido el 24 de julio de 1949) y su esposa Claudita. La hija Selva fue encontrada muchos años más tarde. Y se vino la noche, la noche sin luna, el espanto, las torturas y el mundial de fútbol, las madres de Plaza de Mayo, la sociedad quebrada y el silencio...y ya no hablo más porque duele demasiado.



sábado, 26 de octubre de 2019

50 AÑOS BAJO TECHO. Capítulo II

Recapitulando, yo, la casa de los Bardi, que soy la que habla, recuerdo a los lectores que, desde mi punto de vista edilicio, el garage, en el que nunca había vivido un coche (aunque un Ford a bigote hubiera sido un puntazo), era un laberinto de curiosidades y el lugar más interesante de la tierra. Mi escondrijo mágico, que, como casi todos los trasteros, guardaba multitud de inutilidades; muebles rotos, disfraces viejos, espejos mágicos, herramientas variadas, álbumes de fotos llenos de gente en blanco y negro que ya nadie recuerda, juguetes abandonados que hablan en raros idiomas y telarañas creativas que podían trastocarse al instante en elaborados encajes con una varita mágica. Y ya sabemos que todos los niños tienen una. Recuerdo claramente cuando los locos bajitos transformaron la vieja silla de ruedas en una alfombra voladora o cuando una lata aplastada pasó a ser una cajita de música y el viejo baúl, un velero. Lo más divertido de ese desván fue cuando los personajes de los libros salieron hechos pequeños hombrecillos que hablaban con voz finita.
Entre tanta cosa, se acomodó María. María era una rata blanca absolutamente domesticada, que respondía a su nombre y que se trepaba por el brazo del doc Bardi (doc era como le decían los amigos), o el tordo odontologista (como le diría Enrique Sampons) y le susurraba vaya uno a saber qué cosas, al oído. "Acá hay de todo, menos dinero", repetía Papón, mote que luego se autoadjudicó para sus nietos el doctor Bardi.
Mi garage tenía un altillo, con una escalera desvencijada, al que había que subir con un frasco lleno de luciérnagas porque ahí arriba no había luz. Con esa luz tan tenue el cocodrilo de plástico te podía morder y el fantasma Benito podía despertar de golpe. ¡Una aventura temeraria eran las excursiones al altillo!
Qué linda es la niñez. Por eso, cuando llegó la adolescencia empezaron los problemas y se acabaron la fantasía y los juegos.
Apenas amaneció ese día yo ya me dí cuenta que algo se cocinaba entre bambalinas porque la señorita Mónica junto con su amiga-compinche Érika iban y venían cotilleando por lo bajo. Cuando eso pasa, ya se sabe: las paredes oyen y yo soy, en su mayor parte, paredes, como todas las casas.
Algo planeaban y pronto supe qué.


Invitaron a dos jóvenes compañeros del colegio secundario (Hugo y Alberto) a charlar en el living (lo que para ellas era una transgresión enorme) aprovechando que los padres y el hermanito de Mónica se iban a una boda. O sea, un pecado mortal. Una burla a la autoridad, para decirlo redondamente. 


Pero hete aquí que, cuando estaban los cuatro muy orondos conversando cada uno en su sillón, los mayores volvieron antes de lo previsto y la señorita Mónica no tuvo mejor idea que esconder velozmente a los chicos en el garage.
Yo, la casa y sus paredes, traté de avisarle que no hiciera eso pidiéndole al gato que maullara al máximo y algo de pintura se cayó por mis nerviosas vibraciones, pero no captaron mi mensaje.
Al entrar don Bardi se dió cuenta de todo en cero coma y con mucha elegancia, echó diplomáticamente a los jóvenes con una suave orden y un gesto inequívoco: "caballeros... fuera", mientras abría la puerta del garage.
Esa inocente travesura quinceañera le costó un disgusto exagerado a los padres pero a las chicas no les pasó nada más allá de una regañina subida de tono porque las muy falsas armaron un teatrillo de lágrimas y arrepentimiento (que, naturalmente, no sentían). Mario Aníbal, el hermanito y único sensato de la familia, dijo luego:"con lo fácil que hubiera sido seguir hablando los cuatro, cada uno en su asiento y abrir tranquilamente la puerta". 
Han pasado más de cuarenta años de ese episodio y uno de esos chicos es Hugo, que sigue viviendo en Témperley y ya no es chico, obviamente. Cada vez que pasa por la vereda, mira mi fachada y, con una sonrisa, recuerda seguramente aquélla noche. La señorita Mónica (que vive ahora en España) y su amigo Hugo son los únicos que siguen vivos y recuerdan esa "aventura", que desborda inocencia por los cuatro costados, pero que en aquél contexto fue un terremoto porque el doctor Bardi tuvo un problema de conciencia, ya que no sabía si contárselo o no a la madre de Érika. Pero así eran esos tiempos antediluvianos. Lo que parecía catastrófico porque toca principios básicos como el respeto hacia los padres y él no mentir pierden toda su fuerza en la época de la postverdad, como le dicen ahora. 


Eso tenemos las casas: las tragedias y las comedias se mueren con los protagonistas o, en parte, pueden quedar enredados en las florcitas de un viejo empapelado, en las raíces del césped o en los recovecos ocultos del garage y ya nadie puede decodificar aquéllo: los ladrillos no hablan, aunque quizás tengan un código propio, oculto entre sus átomos.
A lo mejor, toda la historia de la humanidad vuela como luz hasta lo más recóndito del universo como una sonora carcajada.  Alguien lo definió magistralmente: "las grandes tragedias, pasado el tiempo, son representadas en los desfiles del carnaval". Uno mira hacia el cielo infinito pero quizás "el infinito te devuelve la mirada" con historias propias de otros mundos lejanos que ya no existen. 

Como los disgustos nunca vienen solos, en esos días murió la abuela paterna, Victoria Molfino. Entonces mis suelos se oscurecieron porque todo el mundo iba con la mirada baja.

Lo que agregó tristeza al asunto fue que nadie se dió cuenta que el perrito Riquet, que se quejaba quedamente acurrucado en un rincón, en realidad estaba muy enfermo y murió casi al mismo tiempo que la abuela Victoria.

Como protesta por esa estúpida distracción de la familia, que le costó la vida a nuestro segundo querido perrito, rompí las cañerías de la caldera, originando un trastorno mayúsculo.
Y así fue pasando el tiempo: yo necesitando una buena mano de pintura y la familia un buen psicólogo.
Humanos, demasiado humanos.

martes, 22 de octubre de 2019

50 AÑOS BAJO TECHO. Capítulo I

Soy una casa cómoda, fachada estilo francés, de clase media con pretensiones (como todas las clases medias) pero tengo mi encanto.
Yo me gusto mucho en general, pero si algo me caracteriza y me da un toque especial es el patio central acristalado con impluvium, que le da luz natural a todos los ambientes. "¡Parece una jaula de cristal!" opinaba todo el que la recorría.

Me diseñó Mario Pedro Bardi, el padre de los señoritos, que es dentista pero que se da maña para todo. "Doc" para los amigos, "Stradivarius" para la señorita (porque le decía que era refinado y antiguo) y "tordo odontologista" según Enrique Sampons.
Mi doble entrada da privacidad a la familia porque una puerta distinta accede al consultorio odontológico.
Durante 50 años di techo y protección a la familia Bardi Buclan. ¡En tantos años pasaron tantas cosas!
Hoy sigo de pie, pero no es lo mismo; por eso hablo en tiempo pasado. Una alta reja me aleja de la amabilidad vecinal, aunque digan que así estoy más segura. Las épocas han cambiado, aquéllo era otra vida.
Uno de los pocos que me recuerdan tal como era es un hombre flaco de pelo blanco que a veces pasa por la vereda y me mira. ¡Siempre me mira! Le debo traer recuerdos. Se llama Hugo. Él me conoció hace muchos años y vivió una breve historia entre mis paredes que luego os contaré.
Pero ahora a lo que iba.
El dormitorio principal era una de las mejores partes de mí: un gran ventanal daba al jardín trasero y en su espejo de pie, la señora Rosa, elegantísima con su vestido de raso, se miraba sonriendo satisfecha.
Aunque no ha podido estudiar como hubiese querido al menos se casó con un buen partido. Una historia romántica: el doctor Bardi la salvó de morir ahogada, cuando nadaba en uno de los brazos del delta de El Tigre. Y cayó ¡oh, el destino! en los brazos del tordo odontologista.
Y no estudió porque no pudo: siempre contaba a quien quisiera oírla que ni un solo día había faltado a clases durante la escuela primaria. Era la mejor alumna, la abanderada. Cuando llegó a la edad de la escuela secundaria se vió obligada a trabajar limpiando un banco porque sus padres eran inmigrantes y muy  pobres. Ese escalón que no pudo trepar le dejó una frustración que nunca superó.
La familia de él la aceptaba a regañadientes: porque no era "finoli y acartonada" y, además, su familia era judía.
Pero, bueno, dejemos eso atrás, pensaba Rosa.
Ahora todo parecía perfecto. ¿Perfecto?
Entonces, ¿por qué la joven señora llora a escondidas en el baño? ¿Será porque su hijo menor, el señorito Mario Aníbal tenía dificultades para respirar? ¿Qué cosa lo ahogaba?

Cada semana venía un fisioterapeuta, un señor gordo llamado Formisano, lo acostaba en la mesa de la cocina y lo ayudaba a respirar pausadamente, lo tranquilizaba. Cuando él respiraba, respirábamos todos y yo me llenaba de oxígeno naciente.

Menos mal que al llegar a la adolescencia se curó.
En esos años, cuando los niños son pequeños y la felicidad parece casi poder tocarse, el padre desplegó toda su imaginación y habilidades y construyó (basándose en ilustraciones de Palestina) un belén inmenso con ríos y montañas, para navidades, en mi patio central, que atrajo a todo el barrio. Yo estaba radiante. No todas las casas reciben tantos visitantes de todas las edades.
Otra vez organizó en mi jardín una kermesse inolvidable con pesca de pecesitos de plástico, sapo tragafichas, tiro al blanco y cuartito oscuro del terror con esqueleto verdadero incluído (que el doctor había comprado vaya uno a saber dónde y a quién, pensando quizás en el futuro estudio de sus hijos) al que sacudía convenientemente como si de una marioneta se tratara, aterrorizando alegremente a todo el colegio en una tarde divertidísima.
Con tantas risas las plantas duplicaron su verdor. Hasta un agujero en mi techo que goteaba con la lluvia fué tapado oportunamente con un nido de horneros.
A posteriori el tordo odontologista mandó coser una piscina de lona bastante grande con postes verticales para aguantar la presión del agua, en mi jardín, que, con el griterío de los chiquillos, arruinó las largas y tranquilas siestas veraniegas de los vecinos.
El palo borracho y el paraíso crecieron y se llenaron de flores, como respuesta a tanto jolgorio y tanta agua derramada.
Aunque nada pudo superar el atractivo que produjo en los amigos un pueblo en miniatura lleno de luces, con las vías de un tren eléctrico atravesándolo, que armó en mi garage, en una mesa enorme decorada con infinidad de plantitas y pequeños animales. Eso fué la sensación de los amigos, que venían más por el tren que por ninguno de la familia. Mi garage, que nunca había albergado un coche, aunque sí multitud de cosas más interesantes, se sintió mucho más orgulloso e importante.
Verdaderamente era el doctor Bardi un superdotado en materia de entretenimiento infantil. Seguramente se debía a su alma de niño, ya que disfrutaba cada nueva ocurrencia más que sus propios hijos.
Por eso no se comprende que la señorita Mónica no se conformara del todo con su vida.
Esos dientes espantosos le arruinaron la niñez y fueron alimentando un espíritu acomplejado y rebelde, transmutándose en una niña difícil. (¿Será por eso que al final se hizo ortodoncista?) Para resolver ese tema, su madre Rosa la apoyó totalmente, presionando al padre para que derive a su niña a un ortodoncista. Así y todo, las relaciones madre-hija nunca se enderezaron, aunque los dientes si. Quedaron preciosos. Pero ya sabemos que no es importante ser guapa, sino sentirse guapa y para eso, ya era tarde.
Esta familia bajo mi techo ha resultado ser humana, demasiado humana.

lunes, 14 de octubre de 2019

                   
                      TU SECRETO
¡De todo te olvidas! Anoche dejaste, aquí, sobre el piano, que jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro vedado, de tiernas memorias.

Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido,
y supe, sonriendo, tu pena más honda,
el dulce secreto que no diré a nadie:
a nadie interesa saber que me nombras.

...Ven, llévate el libro, distraída, llena de luz
y de ensueño. Romántica loca...
dejar tus amores, ahí, sobre el piano.
...De todo te olvidas, cabeza de novia!

          EVARISTO CARRIEGO (1883-1912)