lunes, 31 de enero de 2022

PESSOA, POESÍA, PERSONA

 


Les dedico este hermoso poema del poeta portugués Fernando Pessoa.

_"Mis amigos son todos así:  Mitad locura, otra mitad santidad. No los escojo por la piel sino por la pupila, que ha de tener un brillo cuestionador y una tonalidad inquietante._

_Escojo a mis amigos por la cara lavada y el alma expuesta. No quiero sólo el hombro o el regazo, quiero también su mayor alegría._

_El amigo que no sabe reír conmigo, no sabe sufrir conmigo._

 _Mis amigos son todos así:  Mitad bromas, mitad seriedad. No quiero risas previsibles, ni llantos piadosos. Quiero amigos serios de esos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero que luchan para que la fantasía no desaparezca._

_No quiero amigos adultos ni comunes. Los quiero mitad infancia y mitad vejez. Niños para que no se olviden del valor del viento en el rostro, y ancianos para que nunca tengan prisa._

_Tengo amigos para saber mejor quién soy yo, pues viéndolos locos, bromistas y serios, niños y ancianos nunca me olvidaré de que la normalidad es una ilusión estéril._

La vida de este extraordinario poeta fue corta. Se lo suele conocer como el poeta de los heterónimos. Un heterónimo es un nombre ficticio inventado por un escritor y que posee una personalidad fingida. PESSOA tenía 72 personajes imaginados que hacían, por lo general, todo tipo de tropelías. Uno de ellos, Ricardo Reis, en La Oda contar que otrora, cuando Persia, dos jugadores de ajedrez prosiguen la partida imperturbables, sabiendo que la destrucción y la muerte campan por su ciudad, que el enemigo invadió. Y sentencia este heterónimo epicureísta: 

"Cuando el rey blanco está en peligro 

¿Qué importan la carne y el hueso 

de las hermanas, de las madres y los niños? 

Cuando la torre no cubre la retirada de la reina blanca, 

la sangre poco importa".  




sábado, 29 de enero de 2022

LA FRASE

 


"Mejor que perdonar, es sanar la imaginaria herida, que el imaginario agravio abrió en el herido ego, del aparente yo".

Aldous Huxley

jueves, 27 de enero de 2022

ACIERTOS

 


RECUERDOS
                             Mónica Bardi. 

Mi papá, Mario Pedro Bardi, era como el oráculo de Delfos, un tipo pronosticador, aunque eso se comprueba muchos años más tarde, cuando algunas profecías se cumplen. Era medio lince para ciertas cuestiones, aunque desde luego no para los negocios, porque no era lo que se dice "un tipo rentable". Y gracias que mantenía a su familia muy dignamente.  

Nosotros cuatro, que dependíamos enteramente de él, no entendíamos por qué los demás se iban de vacaciones y nosotros no. Los demás tenían auto y nosotros no. 

Siendo familia nuclear de un buen odontólogo, podríamos estar más holgados económicamente, pero no. Mi mamá repetía que él no sabía cobrar y tenía razón. En fin, muy agradecidos estamos que nos pagó la carrera a mi hermano Mario Aníbal (médico desaparecido muy joven) y a mí. No todos pudieron gozar de ese privilegio porque, aunque la universidad era (y es) gratuita había que llegar a ella, comer afuera y pagar fotocopias. En mi caso, mucho peor porque yo tenía que comprar materiales dentales, siempre caros. 

Pero volvamos a lo que íbamos: cuando mi medio primo Carlos (Carlitos) Oxenford, tan lindo, tan rubio y tan inteligente decidía, a sus 6 ó 7 años, si ir o no a su casa de veraneo de Cañuelas, porque sus padres se lo preguntaban, mi papá se reafirmaba una y otra vez, en que eso no podía ser. Que un alma cándida de esa edad no puede decidir prácticamente nada. Sus padres deciden por él. Naturalmente que a mi hermanito Mario y a mí, casi de la misma edad que Carlitos, nos parecía el no va más de la democracia representativa que a esa edad se pudiera manejar la vida de los padres, algo con lo que nosotros no podíamos ni soñar. Menos mal. MENOS MAL. 

El hecho es que Carlitos era sobreprotegido por su mamá, una buenaza. Y su papá, el querido Fito, poco podía hacer contra eso porque trabajaba muchas horas fuera de casa. El lindo pibe empezó abogacía y lo dejó, aunque sacaba buenas notas. Pero no tenía ganas de estudiar, no se le había educado la voluntad. El  siguiente round fue irse a EEUU a rendirle pleitesía al gurú Maharaj ji y volvió, lleno de verdades absolutas y con los bolsillos vacíos de los dólares que le había dado su padre Fito, el buenazo. 

Luego, su padre Fito, viendo el panorama, le puso una venta de galletitas surtidas al lado de la estación de Témperley (un lugar infalible comercialmente hablando) pero Carlitos se fundió porque no tenía ganas de cumplir horario. Estaba siempre cerrada. Allí quedó claro que la sobreprotección en una persona predispuesta, conduce al desastre, tal como insistía mi papá. 

La cosa iba de mal en peor y no se sabía dónde terminaba la comodidad de haber sido criado entre algodones y empezaba lo psiquiátrico. Carisma no le faltaba y charlar con él era un verdadero placer pero luego se veía la forma en que vivía y daba pena y asco. Porque cuando sus padres murieron y él quedó solo en la casa, nadie limpiaba y los gatos campaban a sus anchas. Un día hubo un incendio en la cocina que se pudo apagar a tiempo y así quedó, en el más absoluto abandono con las paredes carbonizadas. Hace unos cuantos años murió el pobre Carlitos, solo, y antes que él murió su tía Mari Esther, con todo el dolor de ese sobrino adorado y desencaminado, que tanto la decepcionó. 

Pero sigamos con el oráculo de Delfos. 

Cuando Ronald Reagan y Margaret Thatcher  gobernaban occidente, Mario, mi padre,  opinó que era peligroso que las grandes corporaciones multinacionales quedaran fuera de los frenos jurídicos y administrativos de las autoridades de un país. Al oír esas palabras di un respingo y pensé: "¿Mi papá se volvió comunista?". Sólo la izquierda opinaba así y él no estaba de ese lado de la vereda. Nunca estuvo ni nunca estaría, pero sin embargo le pareció una receta peligrosa la del dúo dinámico anglo-norteamericano. El tiempo ha tenido la palabra y a muy largo plazo hemos vivido y seguimos viviendo los coletazos de un capitalismo desbocado: los PARAÍSOS FISCALES nacieron gracias a esa política y el lema electoral de Ronald Reagan en 1980, "Make America great again", le funcionó muy bien a Donald Trump casi 40 años después. 

El tordo odontologista (hablando coloquialmente) Mario Bardi, el oráculo, acertó de pleno en otra circunstancia: cuando el presidente Menem dijo que los que no pudieran pagar el impuesto inmobiliario de su casa, no lo hicieran, mi papá no le creyó. Yo misma recuerdo haberle dicho que si el presi lo había hecho público, no lo pagara. Que seguramente después harían una moratoria o una prórroga o cuotas sin intereses o algo así. Pero mi papá no lo creyó y pagó. Menos mal. MENOS MAL porque después se fue todo al garete y muchos perdieron sus casas por no haber pagado. 

Y ese era mi papá, con sus aciertos (y, por qué no decirlo, sus desaciertos, aunque hoy no hablamos de ellos). Igual que el resto de la humanidad que vive equivocándose porque para vivir no hay libro de instrucciones. Aunque me complace enormemente poner de relieve estas circunstancias en las cuales supo mi padre evaluar y plantear hipótesis correctas en grandes y pequeños temas que luego resultaron tal como él los había predicho y que, en gran parte, condicionó lo que vendría después. 

Y por último, para no aburrir al personal, recuerdo cuando yo le pregunté a mi papá: "¿Por que compraste la casa en Témperley y no en el norte que es más elegante?" 

Él me contestó sonriente y seguro de sí mismo: "Porque acá existe un nudo ferroviario importante que conduce a lugares divergentes y así tu hermano y vos tendrán universidades equidistantes (Buenos Aires y La Plata) y podrán elegir". Gracias a esa decisión yo pude hacer el curso de ingreso de verano en La Plata y adelantar un año para recibirme. Un año no parece mucho pero ese año extra, una vez recibida,  lo aproveché para obtener algo de práctica y reflexionar junto con mi marido Néstor sobre la posibilidad de irnos al interior porque las capitales se habían vuelto peligrosas con los militares en el poder. ¡Y ya teníamos un hijo, Camilo! En el '74 nos fuimos. Creo que esa decisión nos pudo haber salvado de ser desaparecidos... como tantos otros. En el año 1977 se chuparon a mi hermano y a mi cuñada y entraron por la fuerza en la casa de mis padres y de mis tíos buscándome, aunque yo nunca milité en ningún partido político ni estuve en ninguna organización armada. Como nosotros ya vivíamos en la remota Villa La Angostura, en la lejana Neuquén, solo nos vino a hacer preguntas incómodas y peligrosas un policía de fronteras, o sea, un oficial de gendarmería.  Lo hizo como amigo, tomando un café en mi casa, porque él jugaba al fútbol con mi marido y nos conocía muy bien, así que allí quedó todo y pudimos seguir con nuestras vidas y la de nuestros hijos. 

                       THE END (que antigüedad)

domingo, 23 de enero de 2022

SER JUDÍO CON FRANCO

 RAFAEL CANSINOS-ASSÉNS:  ESCRITOR, POETA Y EL GENIAL TRADUCTOR DE LA EDITORIAL AGUILAR, SU SINO FATAL Y SU AMISTAD CON BORGES.

PEDRO ARRIOLA.

Hace poco llegó a mis manos el libro "BORGES, biografía verbal" escrito por quien fuera su amigo, discípulo y directo colaborador, Roberto Alifano. El libro recoge testimonios personales del célebre escritor argentino, sazonados con datos históricos hasta hoy poco conocidos. 

Jorge Luis Borges siempre reconoció a Rafael Cansinos-Asséns como su entrañable maestro. Incluso llegó a decir que el mayor acontecimiento de su vida fue su amistad con Cansinos. "Ese erudito fabuloso que podía saludar a las estrellas en catorce idiomas diferentes".

Agrega Borges: "Cansinos-Asséns vivía solo para la literatura, sin preocuparse para nada del dinero ni de la fama. Yo lo recuerdo también como un excelente poeta. Antes de conocerlo, había leído un poema suyo dedicado al mar, que me parecía muy bueno. Tímidamente lo felicité. Y me contestó: 'Sí, cómo me gustaría ver el mar antes de morir'. De manera que él había escrito ese poema y nunca había visto el mar". 

Borges le reconoce genio a Cansinos y afirma que era el mejor lector que llegó a conocer. "Una vez fui a visitarlo a su casa y me llevó a su biblioteca; yo debería decir más bien que toda su casa era una gran biblioteca. Allí había libros en todos los idiomas del mundo. Era como meterse en una gran selva. Como carecía de dinero para proveerse de estanterías, los libros estaban apilados hasta el techo, lo cual obligaba a buscar el camino entre aquellas verticales columnas. Yo sentía la sensación, cuando estaba con Cansinos, que encerraba todo el pasado de Europa...algo así como el símbolo de toda la cultura Occidental y Oriental".

Y sobre el Cansinos traductor, Borges dice: "Era el traductor más fabuloso que yo conocí. Él hizo una traducción directa del árabe de Las Mil y Una Noches, que es muy libre si la comparamos con la de Lane y Burton, pero mucho más grata de leer. Tradujo del griego Las Meditaciones de Marco Aurelio, El Comedor de Opio de De Quincey, las novelas de Barbusse, Las Vidas Imaginarias de Marcel Schowb, y luego emprendería una tarea casi titánica: la traducción de las obras completas de Goethe y Dostoievski".

Evocar a Cansinos era para Borges otro motivo de felicidad. Era mucho lo que le debía a su maestro. Esa gratitud la expresó toda vez que tuvo oportunidad de hacerlo: "Yo le debo muchas cosas; entre ellas supo transmitirme su amor por la literatura. Además estimulaba mis lecturas. Me consideraba especialmente por el conocimiento que yo tenía de los clásicos y de la literatura inglesa y escandinava". 

La  infinita gratitud de Borges hacia Cansinos quedaría luego eternizada en un poema que compuso especialmente para él:


"RAFAEL CANSINOS-ASSÉNS

La imagen de aquel pueblo lapidado

y execrado, inmortal en su agonía,

en las negras vigilias lo atraía

con una suerte de terror sagrado.

Bebió como quien bebe un hondo vino

los Psalmos y el Cantar de la Escritura.

Y sintió que era suya esa dulzura

y sintió que era suyo aquel destino.

Lo llamaba Israel. Íntimamente

la oye Cansinos como la oye el profeta

en la secreta cumbre, la secreta

voz del señor desde la zarza ardiente. 

Acompáñeme siempre su memoria; 

las otras cosas las dirá la gloria".

Don Rafael Cansinos-Asséns nació en 1882 y murió en 1964. Pobre y olvidado. Él, hasta 1936 fue un reconocido y respetado escritor, poeta y vital animador de la vida literaria madrileña. De su pluma salieron libros fundamentales como "El candelabro de los siete brazos", "La novela de un literato" o "Bohemia", entre muchas otras obras. Pero su sino fatal comenzó con el triunfo del nefasto franquismo, en España. Sus orígenes judíos y su declarado y asumido judaísmo le valieron el desprecio, la marginación y el sometimiento al ostracismo forzado por parte de Franco y sus esbirros. Es allí donde entra a tallar don Manuel Aguilar y su histórica Editorial Aguilar. 

Cansinos traduce para Aguilar muchas de las obras reconocidas del pensamiento y la literatura universales. Su dominio perfecto, y a nivel literario, del inglés, francés, ruso, alemán, árabe, griego, hebreo, etc, etc, hizo posible que se editaran en español las obras  de los grandes escritores de todos los tiempos. 

De no haber sido por el trabajo de traductor que le dio don Manuel Aguilar, no solo no tendríamos sus traducciones históricas sino don Rafael Cansinos-Asséns habría perecido en la miseria. Ni con su muerte lo dejaron tranquilo. Carlos Arias Navarro, el criminal y sanguinario chacal de Franco y  quien fuera su jefe de gobierno, hizo expropiar la casa que fuera de Cansinos y echaron a la calle a su viuda y sus dos hijos. 

Hoy, a 54 años de su muerte, la España que lo trató como cruel madrastra, intenta corregir tanto abuso. Hay ya esfuerzos por reivindicar su valiosa obra y colocarlo en el lugar que nunca debió escamoteársele. Borges fue siempre la voz en el desierto que defendió, con devoción, la memoria y obra de su maestro. 

PEDRO ARRIOLA. 


Como dato curioso, agrego que a su familia pertenecía Margarita Carmen Cansino, más conocida como Rita Hayworth, la cual, que sepamos, no sufrió ninguna persecución por sus orígenes judíos. Y menos en EEUU. 


viernes, 21 de enero de 2022

SATORI

 27/11/07. ROSA MONTERO

EL VALOR DE LO SAGRADO (Diario El País)



El otro día vi por casualidad en televisión los diez últimos minutos de Kundun, la película que el gran Martin Scorsese hizo sobre el Dalai Lama en 1997. Creo recordar que, en su momento, el film recibió un vapuleo considerable de la crítica; esos minutos finales, los únicos que conozco de la cinta, me parecieron conmovedores. Tenían algo muy bello e hipnotizante y constituían una rareza cinematográfica. Recordaban más una oración, un poema visual a lo sagrado, que una película convencional. Tal vez todo un film así, si es que el resto es así, resulte excesivo, y de ahí las críticas. O tal vez Scorsese se enfrentara a un doble dogmatismo: por un lado, el de cierta izquierda maoísta, mucho más berroqueña hace diez años, que detesta al Dalai por su oposición a la invasora China; y, por otro, el de aquellos racionalistas tan extremados que no pueden soportar nada que tenga que ver con lo espiritual.

Yo no soy creyente. No me cabe un Dios en la cabeza, y mucho menos si pensamos en dioses antropomórficos. La verdad, no soy capaz de aceptar intelectualmente algo así: lo veo como creer en las hadas. Además la historia demuestra que los jerarcas de las diversas religiones suelen abusar de su poder y cometer todo tipo de tropelías; desde ese punto de vista soy bastante anticlerical, y pienso que, en efecto, la religión puede ser usada como el opio del pueblo. Claro que hay muchos otros opiáceos: el dogmatismo marxista, por ejemplo, también ha adormecido y embrutecido a las masas. El problema, en realidad, es el fanatismo. Eso es lo que te lamina las neuronas.

Pero el que no crea en ninguna divinidad no implica que no sea capaz de escuchar el latido del misterio de la existencia. La vida es un enigma colosal, y los seres humanos, encerrados en la menudencia de nuestra individualidad, nos sentimos abrumados y hechizados por la enormidad de lo que nunca sabremos. Y esa enormidad es lo sagrado. O sea, una realidad que nos trasciende, que es muchísimo más grande que nuestra pequeña vida y nuestra pequeña muerte. No podemos soportar la idea de morir, siempre tan pronto, siempre tan insensatamente, e intentamos ir más allá de nuestro corto tiempo y de nuestra ignorancia.

De esa ansia de perdurar y entender nacen las religiones, pero también las obras de arte, las sinfonías, las novelas, la teoría de la relatividad, la física cuántica, la fenomenología, la observación de los planetas en la helada y oscura inmensidad del cosmos. No creo que haya en los humanos un sentimiento más extendido, más básico y primario que el del impulso espiritual, que es esa necesidad de salir de nosotros mismos, de unirnos al resto de los humanos, de dar sentido de algún modo al sinsentido de la existencia, de vernos formar parte de un marco mayor que nos consuele de nuestra insoportable pequeñez. Ya digo, es un rasgo primordial en las personas, y muchos de los que aparentemente rechazan todo lo que tenga que ver con "lo espiritual" no se dan cuenta de hasta qué punto también están siendo movilizados por ese sentimiento. El marxismo, por ejemplo, es otra de las respuestas a esa necesidad humana de trascendencia; y cuando un izquierdista fervientemente materialista se conmueve viendo una manifestación de marxistas puño en alto, está experimentando una emoción religiosa, de religare, unir, al sentirse hermanado con los demás seres del planeta en un proyecto colosal, en el sueño de la construcción de un paraíso en la Tierra. Eso, por mucho que le fastidie la palabra, es una conmoción puramente espiritual.

Todos, creyentes o no, ricos o pobres, intelectuales o analfabetos, tenemos esa capacidad para sentirnos rozados por el ala oscura de lo sagrado. Es decir, por la turbación y el embeleso del misterio esencial. Los japoneses lo llaman satori, los psicoanalistas hablan de momentos oceánicos. Puede suceder en un atardecer tranquilo y hermoso, o tal vez, como a mí me ha pasado alguna vez, contemplando los ojos aterradoramente humanos de un gorila. Sabes de lo que hablo: de ese instante en el que todo parece encajar y te sientes formar parte del mundo, del tiempo, del todo. Y la vida palpita dentro de ti, monumental y quieta.


Fuente: espiritualidad y política.

jueves, 20 de enero de 2022

CÉSAR Y GEORGETTE

 Los heraldos negros. (1918) CÉSAR VALLEJO


Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, 

la resaca de todo lo sufrido 

se empozara en el alma... ¡Yo no sé! 

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras 

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. 

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; 

o los heraldos negros que nos manda la Muerte. 

Son las caídas hondas de los Cristos del alma 

de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones 

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. 

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como 

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; 

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido 

se empoza, como charco de culpa, en la mirada. 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!


César Vallejo (Perú 1892 - Francia 1938)

Y ahora, como viene siendo mi costumbre, algo notable de su biografía: César Vallejo fue un poeta y escritor peruano. Es considerado uno de los mayores innovadores de la poesía universal en lengua española del siglo XX y el.máximo exponente de las letras en el Perú. Suena antiguo hablar de amores incondicionales y así debe ser porque más bien ya entra en el territorio de los psicólogos, pero esa clase de amor fue la que vivieron César Vallejo y Georgette Phlippart. Un peruano talentoso y una francesa culta de París. Ese amor pasó por encima de xenofobias, clases sociales y diferencias ideológicas. El mutuo amor pudo con todo. 

Pocas veces se ha descripto un flechazo de una manera tan elocuente. Cuenta ella: "Vallejo quitándose el sombrero y veo una gran luminosidad blanco-azul alrededor de su cabeza". Y cuenta él que ninguna mujer había encandilado desmesuradamente su corazón y escribe: "¡Señores! Hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. Ruego a todos dejarme libre un momento, para saborear está emoción formidable, espontánea y reciente de la vida, que hoy, por primera vez me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas". Y escribe: "mi niña adorada, vengo de decirte adiós y mi corazón palpita aún con inefable dicha. Me has hecho feliz esta noche como no lo he sido nunca".  

 En un principio la madre la desterró a Bretaña para alejarla de un candidato poco conveniente. Al morir la madre, ella volvió y ya no se separó más del poeta. Tras una convivencia de 6 años se casan por lo civil el 11 de octubre de 1934. Georgette adhirió a los ideales marxistas de él y hasta puso su herencia a disposición de la causa. Por tales hechos, ambos sufrieron las consecuencias con destierro y pobreza. No tuvieron hijos porque Vallejo lo consideraba una imprudencia siendo ambos militantes y estando muchas veces en peligro sus vidas.  Lamentablemente Vallejo muere joven el 15 de abril de 1938 y Georgette recuerda ese momento: "Cuando él murió estuve ciega durante 4 horas. Estuve loca". Tenía solo 30 años y, a partir de ahí, se dedica a difundir la obra de Vallejo. Nunca volvió a casarse. Y escribe: "quedé casada con él, nunca me interesó otro hombre, a tal punto que me dormía como agarrada de su mano y no tenía la sensación de muerte". 

Y escribe: EN AQUEL CUARTO 

"En aquel cuarto 

donde estábamos solo nosotros 

sólo nosotros y solo dos 

Contra tantos 

En nuestro cuarto de aurora 

pesaba un silencio 

más fuerte que todo el ruido del mundo 

y de los malos". 

Como ocurre siempre con un amor rompedor y a la vez indestructible hubo muchas voces en contra opinando sin la menos prudencia. Dichas voces parecen inapropiadas en bocas talentosas, pero así fue: Pablo Neruda opinaba que ella era "antipática y tirana malgeniada" y que apenas lo dejaba a César salir con sus amigos. Vargas Llosa dice que él le tenía miedo, etc... para qué abundar en estas maledicencias. Todo esto tiene sospechosos ecos de la nunca mal ponderada ENVIDIA, ya que cuando un amor resplandece demasiado suele despertar ese tipo de emociones. ¡Qué más da! Sólo ellos conocieron ese fuego maravilloso e incondicional destinado a unos pocos afortunados. 







miércoles, 19 de enero de 2022

EINSTEIN

 CUANDO ALBERT EINSTEIN ESTUVO VIVIENDO EN LLAVALLOL



POSTEO OSCAR HORACIO ÁVILA

Albert Einstein estuvo en nuestro país, invitado por la Asociación Hebraica y la Universidad de Buenos Aires para dictar una serie de conferencias. Arribó al puerto de Buenos Aires a bordo del Cap. Polonio, un buque de bandera alemana la mañana del 25 de marzo de 1925. Gobernaba un país próspero Marcelo T. de Alvear.

Einstein ya era un científico consagrado. Había obtenido el Premio Nobel de Física en 1921 y su presencia en Argentina causaba gran expectativa. Se alojó en la lujosa residencia que Bruno Wassermann, un comerciante judío alemán poseía en la esquina de Zabala y Villanueva, en el barrio de Belgrano.

Como era de esperar, fue saturado por homenajes, banquetes, visitas, recorridos por la ciudad, entrevistas periodísticas –hasta tuvo su bautismo de vuelo en un Junker- además de las conferencias que brindó en francés a los asistentes ávidos de conocer más sobre la famosa teoría de la Relatividad.

Las conferencias se transformaban en charlas, ya que el científico había solicitado se le interrumpiese ante la menor duda. En el salón de actos del Colegio Nacional de Buenos Aires brindó la mayoría de ellas y otras las dio en las universidades de La Plata y de Córdoba, siempre ante una multitud de estudiantes.

Eran escasas las horas del día en que el científico podía disfrutar de tranquilidad. Donde halló la paz que buscaba fue en la quinta que los Wassermann poseían en la localidad de Llavallol, en el sur del Conurbano, por entonces un caserío con calles de tierra y mucho verde. Los Wassermann tenían su casa de descanso en la calle Moldes y Néstor de la Peña. 

No estuvo más de una semana descansando en este lugar, pero le alcanzó para recorrer la reserva de Santa Catalina, considerada una de las primeras colonias agrícolas que tuvo el país, formada por escoceses en 1825. Y, tal vez, disfrutando de su anonimato, era posible verlo sobre el puente peatonal de madera, cercano a la estación del ferrocarril, contemplando el paisaje. Se lo recuerda como una persona afable, tranquila, siempre de buen humor. También se hizo del tiempo para visitar la catedral de Lomas de Zamora, la escuela aledaña y Adrogué.

Dijo sentirse tan relajado en Llavallol que estuvo trabajando en una idea sobre la conexión entre la gravitación y el electromagnetismo. Poco duró la paz ya que los actos y visitas continuaron, con viaje a Córdoba incluido, donde visitó el Hotel Eden, en La Falda, propiedad de los Eichhorn, quienes fueron aportantes claves a la campaña de Adolf Hitler al poder.

Einstein dejó el país el 23 de abril. En La Plata se negó a cobrar por las conferencias que dio pero, ante la insistencia de sus anfitriones, aceptó la mitad. Su visita a la Argentina no había pasado desapercibida. Hasta se dio el lujo de escribir una columna en el diario La Prensa, donde ahondó en el concepto de una "pan Europa", con lo que se adelantaba casi ochenta años a la conformación de la Comunidad Europea. Un genio en todo sentido.


Posteo Oscar Horacio Ávila

lunes, 17 de enero de 2022

UN LOCO

 EL PADRE, LA MADRE, EL HIJO, LA HIJA

JEAN ARP


El padre se ha colgado

en el lugar del péndulo.

La madre está muda.

La hija está muda.

El hijo está mudo.

Los tres siguen

el tic tac del padre.


La madre es aire.

El padre vuela a través de la madre.

El hijo es uno de los cuervos

de la plaza San Marcos de Venecia.

La hija es una paloma mensajera.


La hija es dulce.

El padre come a la hija.

La madre corta al padre en dos

come una mitad

y ofrece la otra a su hijo.


El hijo es una coma.

La hija no tiene cola ni cabeza.

La madre es un huevo espoleado.

De la boca del padre

penden colas de palabras.


El hijo es una pala rota.

Por eso el padre se ve obligado

a trabajar la tierra

con la lengua.

La madre sigue el ejemplo de Cristóbal Colón.

Camina sobre sus manos desnudas

y atrapa con sus pies desnudos

un huevo de aire tras otro.

La hija repara el desgaste de un eco.


La madre es un cielo gris

y abajo muy abajo se arrastra

un padre de papel secante

cubierto de manchas de tinta,

El hijo es una nube.

Cuando llora llueve.

La hija es una lágrima imberbe.

                                                      Jean Arp 


JEAN ARP fue un escultor, poeta y pintor francoalemán y uno de los fundadores del movimiento conocido como DADAÍSMO. Vivió entre el surrealismo y el arte moderno. En 1915 se mudó a Suiza para aprovechar su neutralidad y no ir a la gran guerra.Y ahora una anécdota loca y divertida. Arp contó cómo, cuando le notificaron que debía presentarse a la embajada alemana, evitó ser reclutado para el ejército. Tomó todo el papeleo que le dieron y, en el primer espacio, escribió la fecha. Después puso la misma fecha en todo el resto de los espacios en blanco, luego trazó una línea y cuidadosamente los sumó. Entonces se quitó toda la ropa y desnudo marchó con los papeles en la mano. Le dijeron que se volviera a casa. Pensaron que estaba loco. 


domingo, 16 de enero de 2022

FUE SIN QUERER

 NO QUERER JODER A NADIE.



Cuento anónimo. 

Quería lo imposible: no joder a nadie.

Entonces andaba por la vida vainilleando, siempre con opiniones velcro que se adherían con facilidad a las de cualquier otro.

Le desesperaba la idea de confrontar.

Pero por más que hasta su ropa era indestacable, de vez en cuando, se cruzaba en la mirada de alguien.

A veces era algo que hacía.

A veces, algo que decía.

Y otras veces era apenas su cara.

Entrar en la órbita del malhumor de otro.

Demorar dos segundos en acelerar el auto cuando el semáforo cambió de luz.

Había tantos, tantos motivos para joderle a alguien más.

Demasiados.

Entonces un día lo decidió.

Vendió todo lo que tenía a un precio razonable.

Compró lo necesario y se marchó hasta la mitad de la nada.

Ahí construyó un refugio, plantó verduras, crió conejos, recolectó agua de la lluvia.

Supuso que a los conejos les jodía ser asesinados, cocinados, masticados, cagados.

Los dejó en libertad.

Se preguntó si a las verduras les jodía ser arrancadas, cortadas, cocinadas, masticadas, cagadas.

Vivió de agua y aire.

Murió al poco tiempo.

Murió sonriendo.

Creyendo que lo había logrado.

Creyendo que había logrado no joder a nadie nunca.


Cientos cincuenta y nueve años pasaron hasta que el empresario dijo: “Mierda.”

El empresario había invertido demasiado en la construcción de ese rascacielos.

Crédito suyo.

Crédito de otra gente.

Gente peligrosa.

Miró a la ciudad que se esparcía alrededor, buscando que alguien en la multitud, hombre, mujer, robot, alguien, fuera quien fuera, lo mirara con compasión.

Las rodillas le temblaban.

Volvió a mirar al esqueleto semi desenterrado.

“Vamos a tener que cancelar la construcción,” dijo la intendente. “Los análisis dicen que es de hace siglos. Declaramos al predio como sitio arqueológico.”

“Mierda,” dijo el empresario, con la mirada perdida en los huesos desparramados entre el barro y el cielo.

Ese fue el récord de no joder a nadie.

Pero todos tarde o temprano terminamos haciéndolo.

Vivir es joder.

Y quien no lo crea así, que se joda.

MALTRATO

 Episodio del enemigo, Jorge Luis Borges.


Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con un torpe bastón que en sus viejas manos no podía ser un arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el hombre se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero solo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde.

Me incliné sobre él para que me oyera.

-Uno cree que los años pasan para uno -le dije-, pero pasan también para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido.

Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver.

Me dijo entonces con voz firme:

-Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Le tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso.

Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían salvarme. Atiné a decir:

-En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.

-Precisamente porque ya no soy aquel niño -me replicó- tengo que matarlo. No se trata de una venganza, sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada.

-Puedo hacer una cosa -le contesté.

-¿Cuál? -me preguntó.

-Despertarme.

Y así lo hice.

viernes, 14 de enero de 2022

DOPAMINA

 


-Hijo, me llevo a la Bombi a la casa de Manolo y Loli, para que sus hijos la conozcan y jueguen con ella. 

Hijo pensativo. Madre perpleja.

-¿No quieres?

-No sé. No estoy seguro. 

-¿Pero por qué? Son niños bastante pequeños. Y bastante buenos. 

-Lo que pasa, mama, es que si no están acostumbrados a los animales, a lo mejor malinterpretan algo de la Bombi y se asustan. Y si se asustan, ella se asusta y ladra, como pasa con la madre de Ana. La madre de Ana es una santa pero nunca convivió con perros ni con gatos y desconoce por completo su comportamiento. Les teme, desconfía de ellos y, por lo visto, la Bombi algo olfatea y por eso le ladra. Lo raro es que es con la única que reacciona así. ¿Loli tiene algún ser vivo en su casa, que no sea el marido o los niños?

-No, ahora que lo dices, tiene unas plantitas en el patio interior. 

-Pero a que tienen un montón de artilugios conectados a Internet.  

- Si, toda clase de ordenadores, etc, etc, eso si. Ni se me hubiera ocurrido este tema... los chicos de esta época son un misterio para mí y más ahora, donde son el ombligo del mundo y los reyes de la casa. La Bombi es demasiado buena y está siempre con adultos que la quieren y la miman. 

-Es que son niños de departamento, de pantallitas, no tienen bichos de ninguna clase y cualquier animalito les puede parecer un dinosaurio. Llévales un móvil nuevo, un videojuego, pero no un perrito, porque no se sabe cómo van a reaccionar, ni ellos ni el animal. Son como de otra especie los niños de hoy. 

Lo dicho: la Bombi a salvo en casita y los niños con su pantallita. 

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A propósito de este tema, leo un artículo de ALVARO BILBAO, neuropsicólogo, en El País del día 9/1/22 y que voy a copiar en parte. Se titula: NO LES DEMOS MÓVILES HASTA LOS 12 AÑOS. 

(...) "Pon a un niño de un año delante de una (pantalla) para ayudarle a comer y no conectará durante toda la comida con la mirada de su madre. Pónsela a un niño de dos y se sentirá frustrado cada vez que coma si ella. El de seis, si tiene consola, perderá el interés por dibujar. El de ocho dejará de mostrar interés por leer libros si puede jugar al Fortnite y el de 10 preferirá mirar su teléfono al salir de la escuela a jugar con sus amigos. No es cuestión de inteligencia, clases sociales o buenas intenciones. Es simplemente cuestión de cómo funciona nuestro cerebro". 

"Cada vez que recibimos un mensaje, salta un anuncio o vemos un nuevo estímulo en redes sociales recibimos una pequeña dosis de dopamina; una descarga de placer que es la base de los circuitos del placer y la motivación humana. Es por eso que estamos tan enganchados a las pantallas. (...provoca adicción). Es la sensación de terminar de ver algo visualmente sorprendente pero necesitar otra dosis más. También tenemos otros circuitos cerebrales, como el circuito de la serotonina, que se activan cuando conversamos cara a cara con un amigo, terminamos una tarea difícil o ayudamos a una persona que nos necesita. La serotonina  produce sensación de conexión, propósito y satisfacción. A diferencia de la dopamina, que puede provocar frenesí, no necesitamos otra dosis de serotonina inmediata porque estas emociones traen consigo una sensación de calma. 

En un mundo cada vez más rápido e incierto nos sorprende el número creciente de casos de depresión infantil y suicidio juvenil, pero la realidad es que nuestros jóvenes intentan agarrarse a la vida a través de estímulos y experiencias digitales que son tan superficiales y efímeros que solo logran arañarla. Retrasar el uso de teléfonos móviles hasta los 12 años de edad puede dar a nuestros niños el tiempo que necesitan para desarrollar un cerebro más resistente; con capacidad de experimentar la profunda sensación de calma y propósito que todos se timos cuando ayudamos a los demás o nos sentimos satisfechos. Y eso... eso tiene un valor incalculable porque es lo que más les va a ayudar a sentirse conectados a la vida y agarrarse a ella cuando lo necesiten".

lunes, 10 de enero de 2022

LENTITUD

 ¿Sabías que? La copulación de Almiro…



Según el mito, Almiro fue expulsado de los cielos y la tierra, y no queriendo refugiarse en el ultramundo, se ocultó durante mil años en cuevas de lo que ahora llamamos El Caribe…

Almiro no conseguía pareja, y nunca lograba conseguir criatura para satisfacer su intensa lujuria…

Almiro decidió buscar el animal más lento de la especie más lenta, y consiguió una tortuga, y la forzó a cien noches de coito repetido sin descanso ni pausa.

La tortuga entonces trajo al mundo a un humano, que nació de un huevo, pero conservaba su espíritu animal y la lentitud de la tortuga.

Así surgieron los trabajadores del Poder Judicial, La Municipalidad, los funcionarios y la gente de servicio al cliente. 🤷🏻‍♀️

viernes, 7 de enero de 2022

PADRE

 LA JIRAFA AMARILLA

Moisés Saucedo Jiménez

               


Le daba palmaditas constantemente, el dibujo de la jirafa colgaba del espejo  retrovisor de su coche. Llevaba algunos años ahí y a veces la tomaba con él. Al principio le encantaba cómo daba vueltas la jirafa amarilla de papel con corazoncitos rojos que su hijita con tanto amor le había regalado. Aquel dibujo, plastificado ya, le ahogaba la visibilidad.

En cada semáforo la miraba y recordaba, en unos destellos de amor,  los cuatro años casi enteros vividos para ella. Pero ahora no soportaba aquella pesadilla colgante y aún así no la quería quitar.

Desde que su pequeñita tuvo que irse con otro padre, sólo el hecho de coger el coche le volvía loco.

Aquello tenía que terminar cuanto antes pero no sabía cómo acabaría. La jirafita era lo más bonito de su selva pero le ahogaba, le quitaba la visibilidad y le iba quitando la vida, pero jamás lo descolgaría del espejo retrovisor de su coche.

martes, 4 de enero de 2022

ALUCINACIONES

 #Habíaunavezunafábrica por MAURICIO KOCH





Había una vez una fábrica que no producía nada. Estaba en el centro de un pueblo y brillaba por su ausencia de trabajadores. Era la única fábrica que había y estaba abandonada desde hacía muchos años, tantos que las nuevas generaciones dudaban que alguna vez hubiese funcionado. Aun así, todos la llamaban la fábrica. Había ancianos que afirmaban que sí había funcionado, y contaban grandezas de esa época, hablaban de centenares de obreros entrando y saliendo con sus atados de ropa y sus viandas en turnos rotativos e incesantes; humo de chimeneas, cintas transportadoras, órdenes que se daban y se recibían, camiones que llegaban con materia prima y otros que salían con el producto terminado para distribuir en todo el país y hasta en el mundo. Pero los más jóvenes no creen esas leyendas. Yo, que ya tengo unas décadas, nunca la vi en marcha y no creo las historias que me cuenta mi padre, tiendo más bien a creer que él tampoco la vio funcionar y sólo me cuenta lo que a su vez le contaba su padre. A veces me pregunto qué idea de futuro puede tener alguien que creció en un lugar en el que hay una sola fábrica y esa fábrica está cerrada desde que tiene memoria. Y como es una pregunta retórica que en realidad debería hacerme a mí mismo y me asusta la respuesta, rasco en el fondo de mí hasta rescatar una pizca de fe, y aunque sigo sin creer que la fábrica haya funcionado ni vaya a funcionar, repito como un mantra día y noche "Me parece escuchar motores, como el rumor lejano de una fábrica en marcha".

Mauricio Koch

lunes, 3 de enero de 2022

LUZ

 Amanecer, Jorge Luis Borges


En la honda noche universal

que apenas contradicen los faroles

una racha perdida

ha ofendido las calles taciturnas

como presentimiento tembloroso

del amanecer horrible que ronda

los arrabales desmantelados del mundo.

Curioso de la sombra

y acobardado por la amenaza del alba

reviví la tremenda conjetura

de Schopenhauer y de Berkeley

que declara que el mundo

es una actividad de la mente,

un sueño de las almas,

sin base ni propósito ni volumen.

Y ya que las ideas

no son eternas como el mármol

sino inmortales como un bosque o un río,

la doctrina anterior

asumió otra forma en el alba

y la superstición de esa hora

cuando la luz como una enredadera

va a implicar las paredes de la sombra,

doblegó mi razón

y trazó el capricho siguiente:

Si están ajenas de sustancia las cosas

y si esta numerosa Buenos Aires

no es más que un sueño

que erigen en compartida magia las almas,

hay un instante

en que peligra desaforadamente su ser

y es el instante estremecido del alba,

cuando son pocos los que sueñan el mundo

y sólo algunos trasnochadores conservan,

cenicienta y apenas bosquejada,

la imagen de las calles

que definirán después con los otros.

¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida

corre peligro de quebranto,

hora en que le sería fácil a Dios

matar del todo Su obra!


Pero de nuevo el mundo se ha salvado.

La luz discurre inventando sucios colores

y con algún remordimiento

de mi complicidad en el resurgimiento del día

solicito mi casa,

atónita y glacial en la luz blanca,

mientras un pájaro detiene el silencio

y la noche gastada

se ha quedado en los ojos de los ciegos.

                                      JORGE LUIS BORGES