viernes, 14 de enero de 2022

DOPAMINA

 


-Hijo, me llevo a la Bombi a la casa de Manolo y Loli, para que sus hijos la conozcan y jueguen con ella. 

Hijo pensativo. Madre perpleja.

-¿No quieres?

-No sé. No estoy seguro. 

-¿Pero por qué? Son niños bastante pequeños. Y bastante buenos. 

-Lo que pasa, mama, es que si no están acostumbrados a los animales, a lo mejor malinterpretan algo de la Bombi y se asustan. Y si se asustan, ella se asusta y ladra, como pasa con la madre de Ana. La madre de Ana es una santa pero nunca convivió con perros ni con gatos y desconoce por completo su comportamiento. Les teme, desconfía de ellos y, por lo visto, la Bombi algo olfatea y por eso le ladra. Lo raro es que es con la única que reacciona así. ¿Loli tiene algún ser vivo en su casa, que no sea el marido o los niños?

-No, ahora que lo dices, tiene unas plantitas en el patio interior. 

-Pero a que tienen un montón de artilugios conectados a Internet.  

- Si, toda clase de ordenadores, etc, etc, eso si. Ni se me hubiera ocurrido este tema... los chicos de esta época son un misterio para mí y más ahora, donde son el ombligo del mundo y los reyes de la casa. La Bombi es demasiado buena y está siempre con adultos que la quieren y la miman. 

-Es que son niños de departamento, de pantallitas, no tienen bichos de ninguna clase y cualquier animalito les puede parecer un dinosaurio. Llévales un móvil nuevo, un videojuego, pero no un perrito, porque no se sabe cómo van a reaccionar, ni ellos ni el animal. Son como de otra especie los niños de hoy. 

Lo dicho: la Bombi a salvo en casita y los niños con su pantallita. 

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A propósito de este tema, leo un artículo de ALVARO BILBAO, neuropsicólogo, en El País del día 9/1/22 y que voy a copiar en parte. Se titula: NO LES DEMOS MÓVILES HASTA LOS 12 AÑOS. 

(...) "Pon a un niño de un año delante de una (pantalla) para ayudarle a comer y no conectará durante toda la comida con la mirada de su madre. Pónsela a un niño de dos y se sentirá frustrado cada vez que coma si ella. El de seis, si tiene consola, perderá el interés por dibujar. El de ocho dejará de mostrar interés por leer libros si puede jugar al Fortnite y el de 10 preferirá mirar su teléfono al salir de la escuela a jugar con sus amigos. No es cuestión de inteligencia, clases sociales o buenas intenciones. Es simplemente cuestión de cómo funciona nuestro cerebro". 

"Cada vez que recibimos un mensaje, salta un anuncio o vemos un nuevo estímulo en redes sociales recibimos una pequeña dosis de dopamina; una descarga de placer que es la base de los circuitos del placer y la motivación humana. Es por eso que estamos tan enganchados a las pantallas. (...provoca adicción). Es la sensación de terminar de ver algo visualmente sorprendente pero necesitar otra dosis más. También tenemos otros circuitos cerebrales, como el circuito de la serotonina, que se activan cuando conversamos cara a cara con un amigo, terminamos una tarea difícil o ayudamos a una persona que nos necesita. La serotonina  produce sensación de conexión, propósito y satisfacción. A diferencia de la dopamina, que puede provocar frenesí, no necesitamos otra dosis de serotonina inmediata porque estas emociones traen consigo una sensación de calma. 

En un mundo cada vez más rápido e incierto nos sorprende el número creciente de casos de depresión infantil y suicidio juvenil, pero la realidad es que nuestros jóvenes intentan agarrarse a la vida a través de estímulos y experiencias digitales que son tan superficiales y efímeros que solo logran arañarla. Retrasar el uso de teléfonos móviles hasta los 12 años de edad puede dar a nuestros niños el tiempo que necesitan para desarrollar un cerebro más resistente; con capacidad de experimentar la profunda sensación de calma y propósito que todos se timos cuando ayudamos a los demás o nos sentimos satisfechos. Y eso... eso tiene un valor incalculable porque es lo que más les va a ayudar a sentirse conectados a la vida y agarrarse a ella cuando lo necesiten".

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