jueves, 19 de enero de 2023

HUÉRFANOS

 PADRES EN FUGA por Sergio Sinay

Respecto del asesinato de Fernando Báez Sosa hay una cuestión de la que se habló poco y nada, y que viene operando en las tragedias y crímenes que involucran a jóvenes, sea como víctimas o como victimarios. 

La argentina es una sociedad de hijos huérfanos con padres vivos. La peor orfandad. La que deja hijos a la deriva, sin brújula, sin límites orientadores, sin vectores éticos y conductuales, en una eterna inmadurez psíquica. Padres “amigos” de sus hijos que abandonan su función esencial. Que creen que basta con el aporte económico. Que apoyan, justifican y excusan a sus hijos cuando estos transgreden normas, e incumplen deberes. Que, en lugar de asociarse a los docentes responsables de la instrucción de sus hijos, los agreden física o verbalmente. Que se vanaglorian ante sus hijos de sus propios incumplimientos de deberes, de su propia falta de respeto a los semejantes, de sus propias transgresiones. Que remplazan coraje moral por machismo explícito. Que se desentienden de sus hijos con la frase “No sé qué hacer con él (o ella)”. Que avalan el consumo de alcohol en las previas, las permiten en sus propias casas y se justifican con palabras irresponsables como “Prefiero que tome acá y no en otro lado”. Padres convencidos de que su función es complacer a los hijos en lugar de guiarlos o limitarlos saludablemente, porque en muchas ocasiones frustrar a los hijos es amarlos, cuidarlos y darles herramientas para conducirse en la vida. Padres que avalan y fomentan adolescencias eternas, cobijando adultos que no crecen ni maduran jamás. Padres que temen la mala cara o el mal humor de los hijos y para evitarlos no ponen límites ni normas abandonando sus funciones y responsabilidades. Padres que delegan sus funciones indelegables en docentes, funcionarios, dueños de boliches, proveedores de alcohol y droga o niñeras electrónicas (como son los celulares, internet, las redes sociales).

Como Telémaco (el vástago de Ulises), el hijo de hoy espera desesperadamente el regreso de su padre porque en la ausencia de este todo es desorden, crimen y devastación en el reino de Itaca.

(De mi columna “Asesinato y orfandad en Villa Gessell”, publicada en El Día, de La Plata, el 26/1/20)

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