domingo, 31 de julio de 2022

ALGORITMO

 MARTÍN CAPARRÓS

La palabra algoritmo

(...) "El algoritmo por excelencia es el de Google, ultrasecreto, que consigue imponer su orden al mundo: decide qué importa más y qué menos, qué sé debe mostrar y qué esconder, según un conjunto de operaciones que se mantienen en las sombras. (...) 

Y, sin embargo, nada en el origen de la palabra suponía tales fines. Hacía el año 800, cuando los caballeros godos peleaban para conservar sus montañas y Europa era básicamente analfabeta, Bagdad era la capital más floreciente. 

Allí vivió, entonces, un estudioso llegado de esa región de Asia Central que ahora es Uzbekistán: se llamaba Abu Abdallah ibn Mūsā al-Juārizmī y se interesaba por las matemáticas. En Bagdad tuvo acceso a las mejores bibliotecas, las que compilaban el saber grecorromano, indio, persa, chino, gracias a una nueva maravilla técnica: el papel. Allí, entonces, sabios muy diversos consiguieron los mayores avances en medicina, química, ingeniería, física, metalurgia, óptica, astronomía. 

Al-Juārizmī fue, dicen, el primero en usar los números indios- que después llamaríamos arábigos- para sus cálculos. Y fue, también, el que sentó las bases del álgebra, las ecuaciones, la posibilidad de establecer mecanismos generales que sirvieran para cualquier cálculo. (...)

Pero su mejor nóminación es otra, involuntaria. Tres siglos después, cuando Europa empezó a enterarse de esas cosas, alguien tradujo uno de sus libros al latín y lo tituló ALGORITMI DE NUMERO INDORUM. "Algoritmi" era la traducción caprichosa de su nombre al-Juārizmī, y desde entonces los europeos llamaron "algoristas" a esos pioneros que empezaron a usar los nuevos dígitos y el cero, esas cifras que tan nuestras nos parecen. 

Y de ahí la palabra ALGORITMO: la transcripción del nombre de un inmigrante de Asia Central que pudo trabajar en la capital de su época, un centro islámico que desparramó artes y ciencias por su mundo. El algoritmo, tan símbolo del poder occidental capitalista excluyente de estos días, resulta de todo lo contrario: de una sociedad donde tantas cosas se mezclaban, donde el saber no se usaba para hacer fortuna, donde el origen y las creencias no excluían. 

O sea: que las herramientas que permitieron la supremacía californiana son la herencia de un moro uzbeko  que hemos sabido, por supuesto, olvidar. O, dicho en moderno: cancelarlo, ponerlo en su lugar, ponernos en el suyo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario