domingo, 9 de octubre de 2022

TATUAJES

Antes solo estábamos estampados en gente chunga pero la vida da muchas vueltas y resulta que nos hemos puesto de moda. Más todavía: nos hemos globalizado, para estar a tono con los tiempos. Hasta un presidente, Gabriel Boric, el chileno, muestra orgulloso su piel magallanesca. 

En unos lugares estamos sujetos a diversas interpretaciones, por ejemplo, en Japón nos asocian a una mafia peligrosa llamada Yakuza pero en otros lugares somos hasta tiernos y cariñosos. Antes constituíamos una familia exigua, por decirlo con gracia, o sea, una  minúscula parentela. ¿O seríamos un clan, una tribu? Qué se yo. Pero ahora vamos por ahí haciendo alarde de superpoblación. Somos muchísimos. Quien más, quien menos, nos lleva pegados a su piel. La gente mayor nos rechaza, en general, y muchos hablan mal de nosotros, pero los jóvenes casi siempre caen en nuestras redes de seducción y en la parte más insólita de su anatomía vamos desplegando nuestra estética ligada a la "modernidad". Yo lo veo lógico: algún día tenía que llegar nuestro momento de gloria. Ahora nos hemos elevado a la categoría de arte como el tango y el flamenco en el siglo pasado. Hace milenios servíamos para escribir en las pieles de animales, en los pergaminos. Todo llega, todo llega, pero yo no dejo de preguntarme porqué. ¿Por qué si éramos algo marginal y propio de gente de los muelles ahora nos paseamos por elegantes jardines? ¿Qué pasó, qué cambió? Dicen los que saben que el mundo vertiginoso en el que vivimos, la inseguridad, alguna guerra por aquí y por allá, los divorcios, las democracias enclenques y los infames aparatitos como éste en el que estoy escribiendo ahora, han precipitado la vida de los jóvenes a ideas de precariedad y provisionalidad por todos lados. Se sienten como en una montaña rusa. ¿No será que nosotros, los tatuajes, siendo  indelebles, allí estaremos pase lo que pase? ¿Les daremos cierta seguridad, cierto grado de inalterabilidad y permanencia que la vida moderna no les da? ¿Tendremos ese fuerte valor simbólico, esa incondicionalidad,  independientemente de nuestro diseño? ¿Qué diría Sigmund Freud y/o algunos de sus millones de sucesores de esta llamativa tendencia? ¿Cuál es la profunda motivación que empuja a tantos jóvenes a tatuarse cada vez más? ¿Es sólo para tener esa sensación de pertenencia a un grupo? Mi familia tatoo ha ido creciendo a un ritmo geométrico en estos últimos 20 años. Los dibujos  pasaron de un nombre amado y discretas enredaderas abrazadas a tobillos a exuberantes flores, plantas y animales mitológicos de aspecto satánico ocupando todo o casi todo el cuerpo en algunos casos. Como sabemos que la vida se desarrolla alrededor de extremos, hay situaciones limítrofes con lo patológico y/o directamente temerarias, como tatuarse los ojos, que ya han avisado los oftalmólogos que es peligroso. Volviendo a lo anterior, me parece sorprendente ver cómo han ido cambiando nuestros diseños con el paso del tiempo porque reflejan una cosmogonía y un giro estético radical que rebelan que habitamos mundos extraños. Somos un reflejo de lo que nuestros jóvenes no nos cuentan: lo que navega por sus mares interiores, un verdadero misterio para nosotros... y quizás para ellos. 

                            MÓNICA BARDI

Dice Irene Vallejo en su maravilloso libro EL INFINITO EN UN JUNCO: "Creo que el tatuaje es una supervivencia del pensamiento mágico, el rastro de una fe ancestral en el aura de las palabras".

4 comentarios:

  1. Lo leí y lo comparto. También diría que los tatoos son sinónimo de rebeldía y notoriedad. Quizás por eso no son populares en la gente mayor, porque su época de rebeldía ya pasó y tampoco les interesa llamar la atención.

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  2. Mis tatuajes son las cicatrices que me ha dejado la medicina moderna.

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  3. Me gustó tu reflexión

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  4. No tatuaje : Rebeldía
    Tatuaje: mandato, sumisión

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