martes, 6 de julio de 2021

KENNEDY Y EL PEZ

Estaba cómodamente instalada en un extremo de la parecita que separaba  la amplia cocina del comedor diario, justo al lado de la caldera. Eso viene bien para los días húmedos y fríos. Pero, perdón, no me he  presentado: yo era la radio de la familia Bardi Buclan y primera persona en este cuento. Estaba siempre encendida con el volumen bajo aunque esa circunstancia de perennidad no me engañaba a mí misma: mucha bola no me daban, funcionaba como música de fondo y gracias; salvo en las radionovelas de Oscar Casco, que escuchaba la madre y a veces venían algunas vecinas. Al hermanito menor le daban igual las vecinas, la novela y la radio porque estaba superconcentrado en un puzzle gigante que se estaba armando en la solemne mesa del living, como era ya marca de la casa. El padre hacía la comida (varón domado pluriempleado) y la madre correteaba por toda la casa haciendo como que hacía algo y repetía la consabida frase: "debo haber hecho kilómetros dentro de esta casa" mientras se le escapaba un pedo. "¡Rosaaaaaa!"- censuraba por lo bajo el padre, -"esos gases". 

Unos gopecitos suaves en la puerta de la cocina que daba al jardín anunciaban la visita de la tortuga Titina que reclamaba su ración diaria de lechuga. -"Ya voooooyyyy"- le contestaba el padre, llamando de inmediato la atención de las orejas de Riquet, el foxterrier pelo corto (como el de la novela de Anatole France), que dormitaba en su cucha, debajo de "la Biblia y el calefón". 

Al lado mío (yo soy la radio, no se olviden) estaba la pecera con unos bonitos anaranjados nadando sin ver el agua, bajo la atención hipnótica de la niña. El ambiente era amarillo y con olor a salsa de tomate y hasta los más leves y distantes murmullos de la gente de esta casa llegaban a mí: después de todo soy receptor-emisor. Flotaba una rutina armoniosa en ese día de noviembre en una familia "tipo" de clase media en un suburbano de la provincia de Buenos Aires, allí ¡donde "el sur también existe"! y un locutor político parloteaba sin cesar desde la interioridad de mis válvulas radiales. (Todavía no existían los transistores). ¡Uffff, la política! Decían algo del doctor Illia, nuestro buen presidente... por ahora, hasta que venga otra marcha militar, como cuando lo sacaron a Frondizi y se lo llevaron a la isla Martín García. Elecciones y marchas militares se alternan en este país, según sopla el viento de la historia. ¡Las cosas que dicen!¡Y lo que callan! ¡Qué silencios oscuros y pesados!

En una encerrona dialéctica se vió el padre cuando la niña le preguntó que significaba el voto en blanco. El pobre hombre respiró hondo porque ya sabía lo que se le venía. ¡El voto en blanco! No es fácil explicar un tabú, ese silencio artificial que una sociedad construye y/o padece y que hace tanto "ruido". Al mejor estilo Mafalda, la niña no cesaba con los "porqués", superando por amplio margen a cualquier filósofo. 

-Es que es algo complicado, hija, estos temas son para mayores. Pero bueno, lo intentaré:  los votos en blanco son de la gente que apoya a Perón, pero Perón está viviendo en otro país. 

 -¿En otro país? ¿Por qué? Mucha gente votó en blanco, ¿no?¿Por qué no vuelve?

-Porque tiene prohibida la entrada.

-¿Y por qué?

-Porque los que están ahora en el poder no quieren que vuelva. Ni siquiera quieren que se nombre. Como si no existiera.

-Pero existe. Y lo votaron. Entonces los votos no cuentan ¿no? ¿Qué hizo Perón? ¿Es un delincuente?

-No, no, son enemigos políticos. Es otra cosa.

-Ahh, ¿Y lo van a matar?

-¡No, claro que no! Hija, te explico: no se mata a los adversarios políticos. Se gana en las urnas. Eso de matar era en la antigüedad, con las monarquías y todos esos sistemas ya superados. ¡Ay, querida, qué suerte que vivimos en democracias, que, por más imperfectas que sean, son el "menos peor" de los sistemas políticos! Creo que Churchill dijo eso... -¡Apártate que te vas a ensuciar con la salsa!- El padre empezaba a cansarse de tener que hacer dos cosas a la vez. Después de todo, el pobre hombre era sólo un hombre, un monoaural. Cuando estaba por llegar el siguiente "por qué" de la curiosa e insistente niña, algo imponderable ocurrió. 

Un pez anaranjado precioso saltó raudamente de la pecera buscando mundos mejores y cayó al suelo. La niña lo siguió con una mirada estupefacta mientras el animalito describía una parábola perfecta y justo cuando ella iba a salir corriendo para salvarlo, yo, la radio, subí de golpe el volumen para anunciar que John Fitzgerald Kennedy había sido asesinado mientras desfilaba en un coche descapotable. 

El padre dió un salto, abandonó la cocina y pegando la oreja a mí, la radio, subió aún más el volumen mientras murmuraba: "Pero qué barbaridad". 

La niña miró a su padre cargada de preguntas mientras el hombre me miraba a mí, la radio, con incredulidad, también cargado de preguntas. En ese momento, ella recordó al pez y lo vió retorciéndose en el suelo. Instantáneamente lo agarró evitando sus deslizamientos babosos y lo arrojó a la pecera, donde orondo y agradecido continuó con su líquida vida. Era el 22 de noviembre de 1963. 

La niña, según crecía, recordaba aquél día las palabras de su padre "se mataba en la antigüedad" y pensaba: "La democracia no pudo preservar la vida de un hombre de estado pero yo, al menos, salvé a un pez".

                            FIN 






10 comentarios:

  1. Mamarrachito mío decía el Oscar Casco. Mientrss una Mafalda de Temperlei plantaba la semilla de su inagotable sed de saber.

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  2. Es cierto lo de mamarrachito mío!!!!!Jajajajajajaja

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  3. El pez sabía todo lo que estaba pasando, estaba al lado de la información. Hermosa escena, sentí el olor a salsa, y la locura geopolítica en la que yo, recién salido del repollo, tenía tres años y luego vendría Vietnam. Nada cambió, solo la geografía de las invasiones norteamericanas. No tener una madre patria, carajo... los ingleses son para ellos, sus socios. Excelente descripción.

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  4. Maravilloso visual auditivas olfativas

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