viernes, 25 de marzo de 2016

CHISTES VERDES

                                                                    EL FRENAZO
Había una vez un veterinario buenazo, de campo, que atendía y curaba, cuando podía (y si no, igual lo intentaba), a todo bicho que caminaba...o volaba...o nadaba. Cierta vez le tocó curar a un loro enfermo de una vecina muy amiga. El pobre lorito fue atendido por el pobre veterinario que se las vio y se las deseó con esa especie exótica.
Algunos días más tarde iba el veterinario muy campante en su vetusto coche cargado de chiquillos: hijos, amigos de los hijos y algún vecino que se había colado porque ir con el doctor siempre era una aventura. Unos diez pasajeros donde deberían ir cinco...las cosas de los pueblos.
Bueno, a lo que iba: circulaba ese variopinto grupo de andaluces ruidosos por una calle tranquila a 0,10 km. por hora cuando bruscamente el doctor frenó al grito de : "¡EL LORO!".
Los chiquillos se desparramaron a diestra y siniestra dentro del coche, muy obedientes con la teoría física del movimiento inercial porque a pesar de la baja velocidad el frenazo fué brutal.
Saltó el buen médico de animales de su asiento y en dos trancos subió por la escalera de una casa a todo tren, gritando: "¡María, María, el loro se curó, lo estoy viendo en el balcón!".
La aludida se dió vuelta, lo miró fijamente, se secó las manos en el delantal con florcitas que le había regalado su nuera y sólo dijo en tono neutral: "Está embalsamado".

                                                             COTORRITA EN APUROS

Érase una vez una cotorrita huérfana, rescatada por una niña amante de los animales, que la cuidó con esmero. Sin embargo, como el avecilla tenía una patita rota hubo que ir a la consulta del veterinario. A tal efecto preparó la niña una canastita con un pañuelo para trasladar a la paciente.
Ël doctor le improvisó una botita de yeso ayudándose con un mondadientes con gran habilidad y paciencia. Una vez terminada la faena, dijo ceremoniosamente: "Ahora hay que esperar a que calcifique"y acarició la cabeza de la niña, que se fué esperanzada de vuelta a su casa.
Pasado el tiempo estipulado, niña y mascota volvieron a la consulta y el amable médico de bichos se preparó para retirar el yeso. La expectación se podía palpar en el aire. Con sumo cuidado fue retirando y se trajo...¡¡¡la patita con yeso y todo!!!
Así fue como la niña se volvió a casa con una cotorrita coja.
LAS DOS SON HISTORIAS REALES.

No hay comentarios:

Publicar un comentario