jueves, 7 de enero de 2021

EL TESTIGO MUDO QUE LO OYE TODO.

 


"Hace años tuve unas fuertes discusiones con unos amigos por defender a un muchacho gay" afirmó rotunda y categóricamente el señor gordo y rubio que se llamaba Juan Manuel pero que era por todos apodado "Manolete", porque en una conversación le gustaban los choques frontales. Como si fuera un torero. 

"Ah, qué bien, qué noble" pensaron el resto de los comensales reunidos alrededor de la mesa del porche, que apenas lo conocían. Era un día precioso de invierno, frío pero soleado. La gente estaba contenta y la comida era riquísima. Ya se habían acostumbrado a vivir en pandemia. Poco duró el momento positivo porque los lapidarios comentarios de Manolete introdujeron una áspera incomodidad, leve pero molesta, que sorprendió al resto. 

"Así como se los cuento", continuó el hombre, agarrando más impulso: "este joven descubrió sus preferencias sexuales cuando cayó en la cárcel. Allí lo violaron, parece que le gustó y, a partir de allí, se hizo gay. Luego él mismo se encargó de contar a quien quisiera oírlo esa fuerte experiencia como si fuera una epifanía" y continuó el gordo rubio con su narración, dándose mucha importancia: "Parece que pocos le creyeron pero yo sí le creí y defendí su actitud discutiendo con mis amigos, que pensaron que tal historia no era posible; que una persona no cambia su orientación sexual así como así y mucho menos por una violación, aunque a mí me seguía pareciendo creíble, realmente me lo parecía". Los presentes en la reunión se quedaron medio perplejos porque aquéllo les pareció bastante esperpéntico e inadmisible; aunque lo que sonaba verdaderamente absurdo era que Manolete se peleara con media humanidad por mantenerse tercamente en ese argumento trasnochado y dudoso. ¿Por qué tanta pasión? Los pocos que conocían a Manolete sabían que era muy aficionado a la espectacularidad mal llevada ya que sus exageradas descripciones solo intentaban impresionar a la audiencia... y se notaba. No convencían a nadie que tuviera dos dedos de frente ni tampoco tenían aristas cómicas que movieran a risa ya que eso podría llevar la conversación por otros canales, pero no. Tenía una risa estentórea que sonaba medio histérica y excesiva. No lograba caer bien. 

A propósito de esto, un periodista le preguntó a una víctima de una persona con rasgos psicopáticos si podía definir qué sensación tenían los demás ante la presencia de un psicópata. Después de pensar un rato, contestó que había notado que se generaba una fuerte incomodidad entre los presentes, una rara atmósfera, algo indefinible, que, como una cortina espesa, caía sobre los presentes al entrar esa persona en una reunión. Eso mismo, pero en menor grado, les ocurría a los que compartían mesa y mantel con el gordo rubio. Se sentía incomodidad. 

"¿Qué significa eso, qué quiere usted sugerir?", preguntó una señora muy elegante entrada en años  con expresión de incomodidad. "¿Que a una persona le gusta que la violen, que la violencia reemplazó al placer sexual, a la seducción y a las caricias? ¿Que la atracción siempre debe ser fatal? ¿El viejo tema de que a una mujer o a un hombre les gusta que los obliguen, por ejemplo? Precisamente lo que se critica del porno... que no es humano ni real.  Me parece que no...no...definitivamente ése es un cuento chino...o vietnamita, como quiera usted, pero de mal gusto y, además, falso. Por ese camino sólo puede haber dolor, sufrimiento y trauma, no descubrimiento de preferencia sexual o excitación". Los demás asintieron porque ese retruco parecía atinado e incontrovertible. Otra vez el denso Manolete se había pasado de rosca. 

Se hizo un silencio incómodo y nadie quiso replicar, hasta que el dueño de casa muy diplomático, hábilmente cambió la conversación. Algunos volvieron a concentrarse en la partida de ajedrez y trajeron más té y café para despejar la espesura de la atmósfera social. El espléndido día de sol también ayudaba. Hacía tanto que no se reunían por la pandemia que con lo más pequeño se regocijaban. Pero lo que más los divertía era recordar sus aventuras de inmigrantes y los laberintos burocráticos recorridos para alcanzar la documentación europea. Muchos años y vivencias unían a esas personas, donde se había forjado una duradera amistad, y les encantaba rememorarlas. Las batallitas del inmigrante: cada uno corregía o agregaba recuerdos traspapelados por el camino, que desataba las carcajadas. Manolete era un recién llegado a ese grupo y lo toleraban como mejor podían porque en el fondo era como una criatura, una criatura caprichosa y egocéntrica. Pero manipuladora. 

Bueno, éste es el momento de presentarme como mudo testigo presencial: soy el espantapájaros que pusieron en el cultivo próximo a la casa. Un par de trozos de madera con ropa vieja que antes estuvo encerrada en un armario y ahora es feliz al aire libre. Pero lo mejor de todo es mi cabeza, ya que no es cualquier cabeza: es una base de cráneo de HOMO ANTECESSOR, el antepasado del hombre que fue descubierto en la sierra de Atapuerca. Pertenezco a una especie extinta del género HOMO y del orden PRIMATES. Soy, hasta que se demuestre lo contrario, la especie de homínidos más antigua de Europa. Viví hace 900000 años (novecientos mil). Éramos individuos altos, fuertes con rasgos arcaicos y cerebro más pequeño que el de Manolete, por ejemplo, aunque eso no podría asegurarlo. 

No tengo ni idea quién me puso acá ya que cualquier museo antropológico del mundo pagaría fortunas por tenerme en una de sus vitrinas, aunque yo, igual que la ropa vieja, soy feliz al aire libre como cuando era un cuerpo entero y me dedicaba a la caza y recolección. Naturalmente no puedo hablar porque mi aparato fonador era de tejidos blandos así que se ha perdido a lo largo de los milenios, pero puedo oír porque los huesecillos del oído fosilizan y pueden perdurar. Sería algo así como un PANÓPTICO (de ojo) que todo lo ve, un gran hermano, pero rebautizado como PANÓTICO (de oído) porque soy el que todo lo oye. De esta manera me entero de lo que hablan mis tataratataratataranietos. Siempre tengo la esperanza de que maduren pero cada vez que oigo sus conversaciones me entran serias dudas...en fin...sigamos escuchando mientras los pájaros que revolotean hacen como que me tienen miedo. Después de todo estoy agradecido de que me hayan desenterrado: estaba aburridísimo allá abajo, a tanta profundidad. Prefiero este trabajo con un cielo diáfano de día y con la diosa luna por las noches. 

El señor Manolete, con su gordura y su pelo rubio seguía derrochando guindas para el pastel. No referiré lo que charlaban los demás porque no son cosas extravagantes y no es el tema de este capítulo, pero algo dijeron que enganchó el siguiente comentario. "Muchas veces no entiendo por qué la gente usa tantas palabras para decir algo que con mucho menos alcanza y sobra" afirmaba pisando fuerte el buen hombre, muy convencido. (Los demás se prepararon para la próxima salida de tono, como quién está en la línea de salida de una carrera) Y ésta llegó, claro que llegó...no defraudó a nadie. "Hace un tiempo llamé por teléfono a una antigua amiga para preguntarle por un muchacho que ambas conocíamos y con el cual yo había desarrollado tareas solidarias. Hacía mucho que no sabía nada de él. Mi amiga titubeó...y yo volví a preguntar...ella siguió dándole vueltas al asunto con más palabrerío...yo insistí una y otra vez (la prudencia no es lo mío, lo reconozco), hasta que por fin mi verborrea se paró y ella me soltó lo que costaba tanto decir: ¡el joven se suicidó! Y yo le dije, riéndome, "Ah, ¿tanto lío para decir eso?". 

El auditorio se quedó mudo, la torre y el peón del ajedrez que justo iban a hacer un jaque mate, se detuvieron en seco y alguien murmuró: "hombre... es que un suicidio... un suicidio... puede dejar muchas preguntas en los que quedan". "Quizás no sea tan fácil expresar semejante tragedia a la primera" dijo otra. "A lo mejor ni quería decirlo pero la presionaste mucho y por eso lo soltó" comentó un tercero. "Mucho no lo querrías porque bien poco te importó" remató una joven. Nuevamente fue necesario un rápido y hábil cambio de tema para disimular lo fuerte, aparte de chocante, del tema pero sobre todo, la forma de contarlo, pletórica de empuje; desbordando tensión y exageración...y hasta risa. Risa de un suicidio... eso no hay quien lo entienda. 

"Qué tipo tan...tan... excesivo este gordo. No sólo los kilos le sobran, mejor dicho, los kilos que le sobran le faltan en ubicuidad social, en sensibilidad, porque otras virtudes me consta que tiene" pensé a lo lejos, yo, el espantapájaros, en mi tierra bien arada y sembrada. "Calladito estaría más bonito, espero que no sea un fiel representante de su especie" reflexionó. "Porque todo el mundo sabe que éstos hasta llegaron a la luna, algo inimaginable para mí, pero en otros aspectos viven y opinan como en el neolítico. Se siguen matando, ahora con armas muy elaboradas aunque el objetivo es el mismo: saber quién manda. Eso sí, creo que dejaron el canibalismo que nosotros y otras especies practicábamos. (Pero nunca nos comíamos a alguien de la misma familia...dejo constancia)". 


"Yo estoy aquí para espantar a los pájaros pero también existen los ESPANTAPERSONAS. Hay personas que espantan personas (y animales), con su sola presencia y hasta llegan a alejar familia y amigos. Así es Manolete, y, desde luego, no es el único. Conozco varios AHUYENTAGENTES. No son necesariamente malas personas, pero tienen un punto de explosión emocional muy desagradable que no pueden moderar. Por lo general, terminan solos. Poca gente los aguanta mucho tiempo y son incapaces de mantener relaciones perdurables. 

Ampliando la visión, el caso extremo de aislamiento personal parece ser el individualismo, lo de YO NO NECESITO A NADIE, ME BASTO SOLO, fomentado por un sistema en el cual prima el dinero por sobre todo lo demás. Creo que en ese aspecto, nosotros, los primitivos, los HOMO ANTECESSOR, como estábamos en plena lucha con la naturaleza y la supervivencia, nos apoyábamos, nos ayudábamos y nos acercábamos. (El camello, según Nietszche, que carga todo el peso en la espalda) No nos quedaba otra. Y aunque terminamos extinguiéndonos, pertenecíamos ya al enorme árbol genealógico, origen del hombre actual, que, por narices, tuvo que haber sido solidario y amoroso con los suyos, si no, hubiera sido difícil para él llegar a reproducirse hasta el punto de invadir todo el planeta. (El león, según Nietszche, dominante y rey de la selva). Pero en cuanto domesticó a la Naturaleza, se dió vuelta la tortilla. Ahora es al revés: hay demasiada gente, demasiada desigualdad y entre todos están esquilmando al medio ambiente y esquilmándose entre sí". (Acá Nietszche habla del niño, que puede olvidar, juega, deconstruye, es LIBRE...porque crecer es recuperar la seriedad y los valores con los que jugábamos de niños). Ojalá no tratemos al medio ambiente como si fuera nuestro juguete, en el peor de los sentidos. 


Dice Erasmo de Rotterdam (1466-1536), en palabras del escritor Stefan Zweig, lo siguiente: "todos los grandes conflictos violentos de la humanidad se deben menos al afán genético de violencia que a la existencia de alguna ideología que la desata contra otra parte de la humanidad" (aunque tal ideología, EN TEORÍA, tenga los mejores y más generosos propósitos, agrego yo, el espantapájaros) Y sigue el gran Erasmo, inmenso humanista y primer europeísta: "es el fanatismo, ese bastardo, el que quiere imponer al universo entero la dictadura de una manera -la propia- de pensar como la única fe y la única forma de vida permitidas, con lo que divide la comunidad humana en enemigos y amigos, partidarios o adversarios, héroes y criminales, creyentes o herejes". (Y hablaba del siglo XV-XVI. ¿Habremos mejorado? Si la respuesta es si, ¿en qué aspectos?) De todos modos, el humanismo quedó en un bello boceto, aplastado por la reforma luterana. 

Y ahora opino yo, el homo antecessor-espantapájaros: "¿Qué va a pasar con tantos, tantos, tantos humanos? ¿Qué va a pasar con los que tienen el poder (y sus estúpidos seguidores, los idiotas útiles), para los cuales los demás somos como ganado? ¿Qué va a pasar con los fanáticos que sólo saben enfrentarse entre sí, llevando la intolerancia por bandera y arrastrando multitudes, muchas veces al abismo como en el flautista de Hammelin? ¿Cuántas pandemias necesitan para llegar a entender algo? Supongo que deberían extinguirse, igual que nosotros, los HOMO ANTECESSOR,  con lo cual le harían un favor al resto de los seres vivos e intentar empezar de nuevo desde otro lugar...o no empezar nunca. Pero eso ¿quién lo sabe? Estos seres tan inteligentes y tan poco piadosos a lo mejor pueblan otros mundos, otros planetas, una vez que éste se canse y los extermine. Porque de lo que no parecen darse cuenta es de que ellos no van a terminar con el planeta, sino que el planeta va a terminar con ellos".

"Miren a dónde me llevó escuchar una linda conversación entre amigos con la incómoda excepción de Manolete. Esto sí que es irse por las ramas. Pero así empiezan las grandes ideas: con el germen del mal o del bien en un granito de arroz. Y si no me creen, vean lo que hoy, 7/1/21, está pasando en el Capitolio de EEUU, invadido por locos pro Trump. 

Decía Aristóteles: el saber educativo va junto con el saber ético. Que venga y nos lo explique de nuevo, porque todavía no lo entendimos. No podemos tapar el sol con las manos: todo está a la vista. ¿Cómo llegamos hasta aquí, queridos tataratataratataranietos, venerados homo sapiens?"



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