Mi pareja y yo tenemos algunos cortocircuitos en nuestra comunicación, como el resto del mundo. Antes de seguir con la narración me parece oportuno aclarar que mi pareja es mi gato Tito y, a pesar de nuestra enorme diferencia (de especie) de edad, hay que tener en cuenta que los gatos viven mucho menos que los sapiens, así que, año más, año menos, nos vamos a morir alrededor de la misma época, si antes no sobrevienen accidentes o enfermedades inesperadas.
Yo antes creía que mi gato Tito me traía ofrendas como habitualmente se le llevan a una diosa. Mirlos o lagartijas, muertos o casi, para complacerme, tipo sacrificio humano azteca, para así tenerme contenta y seguir recibiendo sus delicatessen y su agua fresca, pero últimamente me está entrando la duda.
Ahora más que ofrendas, obsequios o regalos, parecen como castigos o reproches porque siempre ocurre cuando me ausento más de lo habitual. Esta hipótesis está abonada por la base científica de CAUSA-EFECTO.
Voy a dar un ejemplo: me voy a un congreso y duermo 2 noches fuera de mi casa. Al volver, Tito no está. Pero tiene suficiente comida y agua que le ha dado mi hija. Lo llamo, pero nada. Sacudo su cuenco de pienso porque con ese ruidito vuelve siempre. Pero nada.
Por fin, llego a la misma conclusión que con todas mis anteriores parejas: "que vuelva cuando quiera y sino, que no vuelva".
Al rato largo entra maullando repetidamente. Yo lo recibo con grandes manifestaciones de alegría y arrumacos y el me agarra una pierna con sus dos patitas y me da mordisquitos que, a veces, pasan de castaño oscuro. ¡Qué bien!, pienso. Ya pasó la bronca. Y nos vamos a dormir muy juntitos.
Pero sistemáticamente, al día siguiente hay un cadáver en las inmediaciones de mi dormitorio y plumas por todo el pasillo. ¡Eso no puede ser un indicio de alegría por mi vuelta, como quien lleva un ramo de flores! Es inútil, no hablamos el mismo idioma, igualito, igualito que con los Sapiens.
Además, Tito es enteramente negro. Y ya se sabe: son todos iguales. Eso de que en la noche todos los gatos son pardos es mentira: de noche y de día todos los gatos negros son negros. Así que si veo otro negro flaco por el barrio, no se si es Tito o no.
Visto y comprobado: si no falto de casa, no hay sacrificios, pero si me da por hacerme la independiente, alguien tiene que pagar el pato.
Y hablando de patos, Cuaco, mi ganso ampurdanés, fue abandonado miserablemente por su pareja, la Cuaca, que salió volando y no volvió más. Menos mal que no tuvieron cuaquitos. A mi me parece que tenían una pareja complicada: siempre juntos pero muchas veces peleando salvajemente. No sé bien de que lado ponerme, pero ahora que lo pienso, mi cariño incondicional es para el Cuaco.
En esta casa las emociones se desbordan con facilidad.
¿Qué pasaría si los árboles pudieran caminar, como en el cuento de Chesterton? ¿Se quedarían, se irían? Qué se yo. La vida es un continuo peregrinar...
Ohhh! Moni, tu blog es lo más doméstico y entretenido del mundo.
ResponderEliminarSiento como si me hablaras a mi.
Gracias.
Qué actitud de caballero.
ResponderEliminarSIR. ROGER. MOORE.