domingo, 20 de abril de 2025

TENER FE ES DE VALIENTES

 


MILAGRO DE PASCUA por Marcos Aycierex 

Llegué a creer que la fe era algo con lo que uno nace o no nace.

Pero yo encontré hace poco un camino a la fe.  No vino por herencia, no fue una revelación ni por cumplir una promesa o una peregrinación, la fui descubriendo, fue como ir caminando por la playa juntando piedritas. Encontrarnos me ha llevado más de medio siglo de espantos y asombros, mi fe tiene más de naturaleza que de teología, más que ver con la experiencia que con la doctrina, más con la gente que con los santos, más con la creación y la libertad que con los dogmas y los templos, e incluye, debo decirlo,  más la duda que las certezas.

Tener fe no es confiar en que las cosas sucederán como queremos, el biribiri de pedir y agradecer, eso es hacer negocios.

No es sentarse a esperar el milagro, es sentirse parte de él.

Tengo fe en ese "algo" que danza, esa fuerza inexplicable que da forma la materia, mantiene erguido el esqueleto y nos habla en ciertos crepúsculos. Mi fe no mueve montañas, de hecho, es bastante frágil, a la medida de mi minúscula presencia en un universo que me excede, pero también me contiene. 

No me siento “espiritual”, soy materia y vacío, hago sombra, soy todo lo que se ve y tambien lo que está más allá de mi cuerpo, soy ese cascarudo bajo la luna y soy el niño de Ga2a que nos mira desde una foto. Si no me siento parte del mundo, ¿cómo voy a hacer algo por él?

No puedo decir mucho más, lo sagrado habla en silencio, la mirada de los caballos, el color granate, la risa de un hijo, no todo lo que existe entra en las palabras. En tiempos de producción y tecnologías, tener fe es de valientes. Darnos cuenta de que un misterio nos contiene nos ayuda a dejar de rumiar laberintos. Pensar en lo que trasciende es una cualidad de nuestra especie, reconozcámonos en ella, volvamos a lo humano.

En cuanto a este hombre que hoy ha sido crucificado y tal vez regrese el domingo de Pascua sepamos que su enseñanza muere en cada golpe que damos a otro y en cada acto de amor resucita, cada uno sabrá...pero es necesario decidir de qué lado queremos estar, después de todo, vos y yo, y  todos,  somos ese amor que damos. Seamos milagro, ahora, siempre.

Marcos Ayciriex

miércoles, 16 de abril de 2025

ORÍGENES DE LA MITOLOGÍA

 


Hoy toca mitología mesopotámica, región situada entre los ríos Tigris y Éufrates que desembocan en el Golfo Pérsico y son la cuna de la escritura en caracteres protocuneiformes sumeria y cretense. 

Unos 4500 años antes de Cristo la gente creía en dos divinidades: ENLIL, quien separó el cielo de la tierra y ENKI, dios de las aguas dulces. También había una fémina INANNA, diosa del amor y de la guerra, que representaba los aspectos pasionales. (Posteriormente, los griegos las separaron en Atenea, de la guerra y Afrodita, del amor). 

Pero en el 2° milenio a. C. Nabucodonosor I (no el de los jardines colgantes, ese fue después) decidió conscientemente promover a un dios local por razones políticas y propagandísticas e inventó un ENUMA ELIS (himno de los dioses) con una leyenda algo diferente a conveniencia de los intereses de la élite. Contó a la gente que primero fue el caos y los dioses vinieron a poner orden. El dios del agua dulce APSU se unió a la diosa del agua salada TIAMAT dando lugar a una segunda generación de dioses. Pero como eran muy ruidosos y, por lo visto, a los mesopotámicos eso les molestaba mucho, decidieron aniquilarlos para recuperar el silencio. Pero un dios se apiadó de ellos y engendró a una tercera generación que dió lugar al omnipotente, guapo, fuerte, valiente y generoso dios MARDUK. 

Mientras tanto, la viuda de ASPU, TIAMAT, furiosa por haber perdido a su progenie, adoptó la forma de una serpiente gigantesca que ocupaba todo el mundo conocido, que estaba dispuesta a devorar a sus hijos y a sus nietos. Frente a semejante monstruo todos los dioses huyeron cobardemente, menos MARDUK que logró matarla usando el viento y los relámpagos. Con sus restos creó la Tierra, recogió su sangre y, mezclándola con barro, creó a los seres humanos. Estos humanos tenían una chispa de divinidad por la sangre de la diosa pero habían sido creados exclusivamente para trabajar para los dioses. 

Nadie protestaba porque todos creían en la leyenda y llevaban ofrendas, cosechas y animales al zigurat, donde vivían los dioses y, sobretodo a MARDUK, el dios héroe. Se decía que en agradecimiento a su gran valor los dioses le construyeron un divino zigurat que se cree que podría ser la torre de Babel de los hebreos, que aparece en la Biblia. 

Los zigurats eran enormes y lujosos lugares donde también vivían los sacerdotes, los reyes y una legión inmensa de sirvientes que se ocupaban de alimentar, vestir y perfumar a una estatua de madera, donde se suponía que moraba el dios. 

Cuando la estatua se arruinaba con el tiempo, construían otra y mediante rituales muy complicados y estrictos, se aseguraban de que el dios hubiera entrado en ella. 

La gente del pueblo tenía totalmente prohibido entrar a los zigurats. Sólo veían a su dios una vez al año cuando todos los demás dioses acudían a visitarlo y entonces salían en procesión para el gran festival. Por lo visto, las personas corrientes, segurísimas que dentro de esa estatua de madera estaba el dios, caían en ataques místicos, cantaban y gritaban, mientras avanzaba la procesión. 

Todo fue bien durante un tiempo hasta que empezó a molestar que los humanos muy ruidosos se multiplicaran en exceso y, siempre según la leyenda, los dioses deciden mandar una gran inundación que sería nuestro conocido diluvio universal. Pero otra vez un dios se apiada de ellos y les avisa. Unos pocos se  ponen a salvo junto con las demás especies y empiezan de nuevo. Entonces aparece un nuevo obstáculo: los dioses, como todo el mundo sabe, son inmortales. Al ser los hombres también inmortales surgía un tema peliagudo e incompatible. Para solucionarlo la leyenda crea a la Muerte que aparece por primera vez y resuelve el tema para que los humanos no se multipliquen indefinidamente. Pero esa pequeña chispa de divinidad que tuvieron al ser creados les permitía salir del cuerpo que se pudría en el inframundo y seguir adelante de alguna manera: así se inventó el alma. Como seguramente habrán ya deducido, seguimos más o menos con la misma narración. 

Toda esta interesantísima información se ha podido recuperar de las tablillas de arcilla con escritura cuneiforme que continuamente se siguen encontrando en las excavaciones arqueológicas. Yo lo he resumido de la largas explicaciones que he visto en YouTube de la profesora de historia antigua de la Universidad de La Rioja (España), Eva Tobalina, una extraordinaria comunicadora que no me cansa. Espero que les guste.

jueves, 3 de abril de 2025

MALVINAS

 

Gustavo Caso Rosendi Poeta, ex combatiente de Malvinas. Gracias por siempre.

3 poemas de su Libro SOLDADOS.

TRINCHERA


Comenzamos cavando como si

fuera nuestra propia tumba

Pero cuando el cielo escupía fuego

nos dábamos cuenta

que era un buen hogar

después de todo


**


Cuando cayó el soldado Vojkovic

dejó de vivir el papá de Vojkovic

y la mamá de Vojkovic y la hermana

También la novia que tejía

y destejía desolaciones de lana

y los hijos que nunca

llegaron a tener

Los tíos los abuelos los primos

los primos segundos

y el cuñado y los sobrinos

a los que Vojkovic regalaba chocolates

y algunos vecinos y unos pocos

amigos de Vojkovic y Colita el perro

y un compañero de la primaria

que Vojkovic tenía medio olvidado

y hasta el almacenero

a quien Vojkovic

le compraba la yerba

cuando estaba de guardia


Cuando cayó el soldado Vojkovic

cayeron todas las hojas de la cuadra

todos los gorriones todas las persianas


**


GURKAS

Mercenarios de perfil bajo

(los únicos que los vieron

ya no están)


Cuchillos fantasmales

cortando los sueños


¿Pero acaso nosotros

no veníamos del país de

las picanas sobre panzas

embarazadas?


¿Quién le tenía que tener

miedo a quién?


© Gustavo Caso Rosendi

martes, 1 de abril de 2025

CASTRACIÓN

Narración basada en hechos reales. Mónica Bardi. 

Y no quedó más remedio. Todos nos resistimos pero no hubo caso: al gato Tito hubo que hacerle una testiculotomía, o sea, cortarle sus huevecitos, castrarlo. ¡Qué palabritas, mamita mía! La decisión se tomó porque volvía destrozado de sus aventuras nocturnas: gatos, gatas y gates, como se dice ahora, caían bajo su mágico influjo de tipo medio seductor y medio mafioso, como Al Pacino. Vivía entre el amor y el odio, los celos y la competencia; a juzgar por el estado en que retornaba al hogar.  

En la familia se intentó todo para encarrilar a ese felino adolescente pero  sin ningún resultado. El Cuaco, mi ganso ampurdanés, lo regañó severamente, graznando con su trompetilla a todo volumen, yo también pero no graznando sino hablándole dulcemente; mi hija se horrorizó al verlo en ese estado y le gritó, mi nieto le advirtió que sus aventuras siempre habían terminado mal, quizás basándose en su propia experiencia. Pero para Tito toda admonición era inútil porque su conducta era compulsiva. Se veía empujado por fuerzas irresistibles a conquistar el imperio persa, o sea, la casa del vecino: lo deberíamos haber bautizado ALEJANDRO. 

Cuando las heridas en su carita felina adquirieron tintes dramáticos se lo metió en un transportín con destino a un veterinario y adiós a sus posibilidades de dejar descendencia. O quizás ya la dejó y no supimos nada. Es que no cuenta nada el muy boludo: todo en su vida es un misterio, como un vulgar Vito Corleone.

Y ahora la secuencia: para que se le curara la profunda herida de la cara hubo que ponerle ese espantoso collar isabelino para que no se rasque y cortarle las uñas de las patas traseras, impedirle salir al jardín y que se acostumbre al cajón de arena en el baño.

Sufrió mucho pero fue todo lo buen  paciente que pudo: se dejaba desinfectar y poner la crema cicatrizante dos veces por día. Tomaba las pastillas mezcladas con delicatessen para gatos. Por la noche, sin embargo, era cuando venían los problemas. Maullaba agónicamente por los pasillos de la casa pidiendo guerra porque las hormonas restantes todavía tiraban de él, pero nadie le abría la puerta o la ventana hasta que se curara. El gato desesperado, pero hay que entender que Tito está a cargo de un extenso jardín y allí no puede entrar nadie que no sea humano: es mucha responsabilidad para un bicho de año y medio. 

El ganso Cuaco salta las alarmas con su trompetilla aguda al primer ruido raro, pero para más no da el pobre plumífero.

Así que un nuevo sonido salió de la garganta de Tito: un rugido. Sí, un rugido siempre nocturno. Sorpresa general: ¿y ese nuevo ruido teñido de salvajismo? Todo el mundo saltó de la cama, varias puertas de dormitorios se abrieron y otros tantos ojos legañosos miraron al pasillo: allí estaba el guardián nocturno emulando a un león y exigiendo más libertad. Sólo le faltaba una motosierra para destrozar obstáculos, cualesquiera que estos fueran. 

Los días pasaron lo mejor que pudieron, las heridas se fueron curando lentamente y por fin se le pudo sacar el agónico collar gótico, aunque se le volvieron a cortar las uñas de las patas traseras. Como verán, todo es a base de filos, tijeras y bisturíes. De a poco fue cicatrizando, ganando libertades y el jardín recuperó a su panóptico atento y vigilante. Afortunadamente, las hormonas descendieron y su agresividad quedó como de película cómica. Ahora tiene un severo retroceso: un ataque de gatitis, o sea, algo parecido a la mamitis que es el apego a su "madre". Que vengo a ser yo. ¡Tendré que poner una cama de matrimonio, mon Dieu!