jueves, 23 de marzo de 2023

UN POCO DE HISTORIA

 


Por ROBERTO VALERO

La muerte de Carlos Pedro Blaquier es un recordatorio de dos cosas: uno, de su tremenda impunidad, propia del señor feudal que fue; dos, que la mayor tragedia de la historia argentina no hubiera sido posible sin el alto empresariado, que se vistió de democrático después de 1983 y esconde su responsabilidad al reducir la masacre al mote de "dictadura militar". Sin el componente civil, sin los señores de saco y corbata que se aliaron a una Fuerzas Armadas a las que les pidieron más y más sangre, no se conseguía el sostenimiento de un régimen como el del 76. Allí están las solicitadas y los discursos del establishment, de la Sociedad Rural (como el texto por el primer aniversario del golpe, del que nadie nunca se hizo cargo), de la Bolsa de Comercio, de la Cámara de Comercio, de la Unión Industrial, de la Cámara de la Construcción, de la Asociación de Bancos, entre otros. Y del Centro Azucarero, el ente a través del cual Blaquier hizo lobby (ahí lo acomodó al futuro suegro de un rey de Holanda, después de pasar por la secretaría de Agricultura de Videla). No está de más recordar que Blaquier monopolizó en Jujuy la producción de la caña de azúcar después del fin del régimen de promoción industrial que Onganía dispuso en Tucumán, lo cual elevó los índices de pobreza de esa provincia, el caldo de cultivo para el alto nivel de combatividad de la Fotia, el sindicato del sector, primero; y de la irrupción del ERP, después. Es decir: el hilo que lleva a la barbarie del Operativo Independencia arranca en el lobby que arrasó con la industria azucarera tucumana. El empobecimiento brutal de los tucumanos no tuvo correlato con mejores condiciones de vida para los jujeños. No solamente no mejoraron sus ingresos, sino que acentuaron el drama de la bagazosis, la enfermedad a la se ven expuestos los trabajadores sin cuidados en Ledesma. Pero sí se fueron para arriba los ingresos del ingenio, y en 1973 hubo un intendente que osó querer cobrarle impuestos. El atrevido se llamaba Luis Aredez. Lo desaparecieron en 1977, después de la Noche del Apagón, símbolo de la alianza entre la burguesía argentina y el terrorismo estatal. El Ejército se llevó a 400 personas en camiones de la empresa. Nunca está de más recordar que el principal grupo, entre los desaparecidos, de acuerdo a los datos de la Conadep, no lo integran militantes montoneros ni del ERP, sino delegados de fábrica. Ese dato desmonta la idea de la "lucha antisubversiva" para ver hacia dónde se enfocaba la represión en pleno proceso de reconversión del capitalismo argentino. La impunidad de Blaquier fue total y creo que la primera vez que escuché de él en relación a la dictadura fue en un escrache de HIJOS a fines de los 90 en la puerta del Museo de Bellas Artes, donde Nely Arrieta, la esposa de Blaquier, tenía un cargo filantrópico.

Un expresidente de la Nación despidió emocionado a Blaquier por las redes. Es socio de un partido político, el más antiguo del país, que tiene desaparecido al intendente que cuestionó la rentabilidad de un multimillonario. En una provincia que hoy gobierna el radicalismo. No hay perdón para las agachadas de ese partido. Será repulsivo el festival de avisos fúnebres en La Nación, diario que en su semblanza de Blaquier omitió por completo que estuvo procesado por delitos de lesa humanidad. Murió sin juicio, inocente e impune. Moralmente nadie puede dudar del lugar que le corresponde en la historia de este país.

2 comentarios:

  1. Ni olvido ni perdón. Justicia

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  2. artemargagrigera.blogspot.com24 de septiembre de 2023, 6:55

    Así estamos, en medio de falta de memoria, ignorancia y confusión. Todavía no somos una nación. Somos un rejunte de personas que hemos perdido todos los signos de interrogación. Argentina siempre sigue en el horno y creo que el horno está apagado, nunca cocinamos nada, solo escondemos en medio de odio y mitos, nuestras vidas. La verdadera torta se la están comiendo los de siempre, la compraron hecha.

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