Pensamientos. Mónica Bardi
¿Qué ocurre cuando el alejamiento de una persona querida se prolonga demasiado? En esta época de las supercomunicaciones, en teoría, el vínculo se mantiene si ambas partes lo alimentan con una frecuencia y una reiteración de afecto. Pero repito, ¿qué ocurre cuando una persona se aleja y se aleja y se sigue alejando?, ¿ los vínculos se relajan, se oscurecen, se amortiguan y, al final, mueren y/o quedan como un recuerdo remoto?
Y ya que hablamos de muerte, rematemos la faena y lleguemos al punto álgido: si esa persona muere ¿ya no nos duele tanto? ¿Ese alejamiento fue como un prólogo, una pequeña muerte progresiva, constante e inevitable? ¿Es lo mismo? ¿O casi? Esa anestesia sentimental que nos adormece ¿sería como un pequeño duelo porque el alejamiento deja de nutrir esa relación?
Sin embargo, parecería que hay lazos afectivos que permanecen intactos como una escultura y que, por el contrario, a veces parecen agigantarse con el tiempo.
¿Será idealización? Quizás ese ser ausente no sufre las inclemencias del trato cotidiano, no se desgasta, no hay heridas en período de cicatrización. No hay palabras, cariñosas o dañinas ni hay perdones. No hay nada: ni bueno ni malo. Tampoco hay rutina.
¿La voluntad de mantener y nutrir ese vínculo, aunque sea unilateralmente, es capaz de preservarlo?
Desbordada por todas estas preguntas salgo a hacer un trámite y, en mi pequeña ciudad, la gente ríe, habla y se encuentra por la calle. Yo misma me encuentro, con gran sorpresa, con una exvecina a la que casi no reconozco. Y charlamos un ratito... Las peatonales son lugares ideales para interesarse un poco por la vida de los demás. Hay siempre algún músico callejero y pienso: esos vínculos tenues y casuales dan ganas de seguir viviendo y tienen su lugarcito en nuestras vidas.