Cuento corto de Mónica Bardi
Acrílico sobre lienzo (fragmento)Hacía mucho que ella no lograba caer desmayada en esas siestas reparadoras que se tienen de joven. No era joven y, ya se sabe, los viejos duermen poco. Pero esa fresca tarde, luego de la ola de calor, lo logró. Se durmió como un bebé. Entonces un sueño mágico empezó a tejer un cuento sublime con absoluta irresponsabilidad.
Soñó y soñó que charlaba con un hombre agradable y sonriente al que, aparentemente, acababa de conocer aunque se percibía de forma subliminal una fuerte sintonía. Una atracción.
Había, de fondo, un mar rumoroso y médanos hospitalarios que enmarcaban una apropiada atmósfera de romance en ciernes. La lenta conversación no importaba en absoluto pero sí esa sensación indescifrable de amor naciente, de amalgama afectiva. El flechazo, que le dicen, pero no exactamente.
Las miradas hablaban por si solas. En unos momentos, se largaban a nadar en cielos nublados acompañando a las gaviotas; en otros momentos caminaban relajadamente sobre aguas frías y serenas; apenas rozándose, mientras esa sugestión sobrenatural aumentaba y multiplicaba una narrativa llena de sobreentendidos: una loca libertad que sólo existe en un territorio soñado. Nunca se le hubiera ocurrido que una ensoñación por si sola sería capaz de verter en su torrente sanguíneo esas endorfinas que reedituaran con enorme nitidez emociones que creía olvidadas.
Luego de un rato, él comentó que le había entrado agua en un oído y entonces ambos decidieron ir a una farmacia a buscar remedios para la otitis. Pero nada de eso importaba: lo decían como quien dice que va a la verdulería a comprar lechuga. Lo que realmente tenía sentido era ese deleite de seguir haciendo algo juntos.
Salieron de la farmacia y ella, espontáneamente, se aferró a su brazo. Caminaron y pasearon dichosos en una fascinante travesía sin futuro. Como el flâneur de Baudelaire, el paseante que está siendo parte de algo pero que también está aparte de todo porque nada importa: solo el presente. No había desconfianza ni zonas oscuras: sin conocerse, ya compartían algo glorioso, una comunicación irrepetible. Y eso, en el sueño, se podía casi tocar con la mano.
Entonces ella se fue despertando, sintiendo un bienestar absoluto, segura de haber vivido un amor que alguna vez conoció despierta. Se quedó un largo rato relajada, con los ojos cerrados, saboreando la efímera excursión onírica. Todavía circulaban en su sangre esos mediadores químicos de la felicidad, porque los sentía, y quiso prolongarlos lo más posible: era como una abundancia venturosa que se vivía con el cuerpo entero. Recordó con extrañeza que no había en el sueño carga erótica ninguna, pero sí mucho más: una gran comunión espiritual con un ser que no se parecía a nadie que ella conociera.
Mientras tanto, la imagen del tipo divino se iba desdibujando lentamente sin abandonar la sonrisa, alejándose y dejándola otra vez sola. Si el nocturno de Chopin es lo más parecido que se ha escrito en piano a una despedida sin palabras, esa música acompañaba el despertar de una experiencia inédita.
Con gran agradecimiento a la vida por tan inesperado regalo y todavía medio conmocionada, se sentó y se aferró al borde de la cama, sonriendo; luego a sus muletas y, como siempre, ignorando años, dolores y molestias, se fue a hacer la comida para la cena. Pronto llegaría su familia.
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Dice JORGE ALEMÁN (ensayista argentino): El psicoanálisis no es una ciencia: "se ocupa de todo aquéllo que la ciencia deshecha: los sueños, los lapsus, las pasiones insensatas, el amor en estado de confusión. Pero eso le abre a otra verdad. Permite conocernos a nosotros mismos. Y saber dónde uno está situado con respecto a los lazos sociales".
Muy bueno. Y el cuadro. Y la cita y la cita de J. Alemán.
ResponderEliminarSalud!
Ah! Soy Juan el vecino.
ResponderEliminarGracias, Juan.
ResponderEliminarBuenisimo maina.besote
ResponderEliminarUn amor soñado 💞,muy bonito!
ResponderEliminarHermoso sueño rejuvenecedor!!!
ResponderEliminarMe sucede con rara frecuencia. No solo de amores con tensión sexual, también de aquellos que uno quisiera haber torcido el rumbo y encontrar una paz a futuro; el HOY.
ResponderEliminarA veces la vida te regala momentos . Tu relato es uno de esos momentos. Gracias
ResponderEliminar.....Pintura y relato q nos permiten entrar en esa siesta inolvidable....A por más siestas !!!
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