sábado, 20 de septiembre de 2025

CUMBRE

UN FUNERAL EN PEKÍN, Máriam Martínez-Bascuñán.

Funeral solemne de 500 años de pensamiento occidental.

LA PRIMERA CUMBRE INTERNACIONAL POSUNIVERSAL DE LA HISTORIA

[...] "Por primera vez desde el Renacimiento, una potencia global reúne bajo su palio a líderes extranjeros con la premisa de que no existen valores universalmente válidos, sino civilizaciones distintas y sistemas diferentes". La periodista MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN nos ha dado un buen revolcón de realidad en este extracto de su artículo que aquí resumo. Se refiere a un desfile militar en China, al que asistieron Putin, Kim Yong-un y Pezeshkian. 



Y sigue:

"Sin jerarquías morales impuestas. Sin modelos autodeclarados superiores. Sin universales exportados por la fuerza. Xi ni siquiera propone un mundo mejor; solo uno sin la obligación occidental de ser mejores. Su ventaja ha sido la paciencia estratégica, construir alianzas alternativas mientras Occidente se autoflagelaba en Irak, Libia y Afganistán". [...]

"Un funeral de 500 años de pensamiento occidental. Nadie juzga a nadie, todos comercian". [...]

"Durante siglos, Occidente construyó su legitimidad sobre la premisa de haber descubierto verdades morales universales [...] Los valores que llamamos "universales" son sólo herramientas de dominación cultural disfrazadas de descubrimientos racionales. Y el efecto es curioso: renunciar al discurso de la superioridad moral da más credibilidad que afirmarlo mientras se viola la propia ética. China no necesita demostrar que es mejor porque le basta con mostrar que Occidente no lo es. Es ahí donde se encuentra su autoridad: mientras nosotros predicamos y fallamos, China ofrece su fría coherencia pragmática. El reciente acuerdo de la UE con Mercosur es otra confesión involuntaria de la derrota: aceptamos importar productos que violan nuestras normas ambientales y laborales para ser relevantes comercialmente".  

"Pero ¿qué pasa si desaparecen los mínimos estándares compartidos? ¿Si la tortura, la opresión o el genocidio son sólo asuntos internos que nadie debe juzgar? ¿Cómo distinguir entre diferencia cultural y barbarie? A su manera, China libera a ese Sur Global que se reúne cada vez más en Pekín. Frente a las altas exigencias occidentales de alineación ideológica total, ofrece algo más pragmático y menos humillante: "Vengan como son, y rechacemos juntos lo que no nos gusta". No juzguemos, no impongamos. Comerciemos. Pero tras siglos de hipocresía occidental, de colonialismo civilizador y guerras "humanitarias" que destruyeron países enteros, quizás sea hora, en este desolador ocaso, cuando descubramos la importancia, esta sí inconmensurable, de la universalidad de los valores y derechos imaginados por nuestros antepasados". DIARIO EL PAÍS. 7/9/2025

PARA PENSAR... PARA DISCUTIR... se aceptan opiniones, pero con respeto. COMERCIEMOS CON IDEAS. 


jueves, 18 de septiembre de 2025

ROBERT REDFORD

 


Artículo de la red

Hay actores que conquistan por su rudeza. Otros, por su belleza. Pero Robert Redford lo hizo por algo más difícil de definir: una elegancia emocional que convirtió cada escena en un susurro de verdad. En un Hollywood que a menudo gritaba pasión, él susurraba amor.

Redford impuso una firma única en el cine romántico. No necesitaba cuerpos entrelazados ni música exaltada. Bastaba una mirada, una pausa, un gesto. En Memorias de África, junto a Meryl Streep, lavándole el cabello mientras recitaba: “Reza bien quien bien ama, al hombre, a la bestia y al pájaro”. Esa escena no fue solo cine; fue poesía vivida. Con Jane Fonda compartió química en Descalzos en el parque y volvió a besarla décadas después en Nuestra alma en la noche, como si el tiempo no hubiera pasado. Con Mia Farrow en El gran Gatsby, encarnó la melancolía del amor imposible. Y con Barbra Streisand en Tal como éramos, mostró que el amor también puede doler.

Desde Butch Cassidy and the Sundance Kid hasta Todos los hombres del presidente, Redford eligió papeles que hablaban de ética, de lucha, de humanidad. Como director, debutó con Gente corriente, una historia sobre el duelo y la fragilidad familiar, que le valió el Oscar. Fundó el Instituto Sundance para dar voz a quienes no la tenían en la industria. No buscaba brillar solo; quería iluminar a otros.

Detrás del rostro perfecto, hubo heridas profundas. Perdió a su hijo Scott en la infancia, y en 2020, a James, su tercer hijo. Esas pérdidas lo marcaron, pero nunca lo quebraron. 

Redford fue un defensor del medio ambiente antes de que fuera tendencia. Luchó contra la contaminación en Utah, denunció injusticias raciales, y produjo documentales como Watershed junto a su hijo Jamie. Su cine fue también trinchera política: El candidato, Pacto de silencio, Incidente en Oglala… obras que cuestionaban el poder y defendían la verdad.

En sus últimos años, se alejó del ruido. Se instaló en su rancho en Utah, rodeado de naturaleza, arte y silencio. Compartía su vida con Sibylle Szaggars, pintora y compañera espiritual. Allí, entre montañas y ríos, encontró la paz que tanto había buscado. No se sintió olvidado, ni relegado. Sabía que su momento había pasado, pero también que su legado era eterno.

Robert Redford murió como vivió: con discreción, con dignidad, con belleza. Mientras dormía, en su casa, a los 89 años. El cine no lo llora; lo celebra. Porque su forma de amar, de actuar, de vivir, sigue latiendo en cada historia que ayudó a contar.

La mejor forma de rendirle tributo a Robert Redford es volver a mirar sus películas, dejarse tocar por su arte y compartirlo con las nuevas generaciones. Porque mientras sus historias sigan emocionando, esta leyenda del cine nunca morirá.

Descansa en paz Robert Redford.

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martes, 16 de septiembre de 2025

ÁTOMOS

 

Mis amigos y conocidos saben de mi amor incondicional a la ciencia y mi afán por comprender lo que los divulgadores científicos serios explican. Y cuando se trata de lo más enorme e inimaginable  como el universo, me embarga el vértigo... y la curiosidad. 

O cuando se trata de lo más pequeño, el núcleo del átomo, por ejemplo, entro en severo trance. Porque es tocar, o mejor dicho, rozar con la punta de los dedos (licencia literaria) lo remoto y misterioso que quién sabe si alguna vez llegaremos a comprender. Lo insondable, aquéllo que su tamaño tiene infinidad de ceros detrás de un cero coma, guarda sus intimidades al ojo humano, al panóptico que todo ambiciona ver.  

Escuchar al físico José Ignacio Latorre siempre me deja en estado comatoso. Comatoso en el mejor de los sentidos, es decir, en estado de sorpresa y nuevos conocimientos, dejando a un lado la circunstancia secreta de que yo estoy enamorada de él. ¡Qué fácil y qué lindo es sostener ese amor sin la mediocre convivencia, con YouTube de por medio!

Su amigo, Juan Inzua, otro divino, le hizo la siguiente pregunta, en unas conversaciones periódicas interesantísimas que tienen en YouTube: ¿qué comparación podría hacer para comprender mejor los tamaños relativos del núcleo del átomo con la parte externa de dicho átomo con nuestro mundo cotidiano?¿Sería como una yema y la clara de un huevo abierto en un plato?

Me explico: el átomo tiene unos electrones girando en su superficie como si fueran órbitas (parecido a los planetas) y luego un núcleo (parecido al sol) donde hay micropartículas de un tamaño muy, muy pequeño y de las cuales se ha sabido mucho gracias a las matemáticas, a la física y al gran colisionador de Hadrones, el LHC, un anillo de 27 kilómetros ubicado entre Francia y Suiza a 100 metros bajo tierra, construido entre 1989 y 2001. Aclaro que mis descripciones son licencias literarias con poco asidero a la realidad, pero ésta de abajo es una foto real de un átomo de hidrógeno y arréglense: acudan a su imaginación. 

Acudiendo a su imaginación, Latorre dijo que si un átomo fuera del tamaño de la Tierra, su núcleo sería como una nuez. El espacio entre esa "nube" de electrones y esa "nuez" está vacío. VACÍO. 

Explicó que algunas micropartículas del núcleo (la nuez) del átomo están unidas a pesar de que sus cargas son todas positivas: los protones. Me explico de nuevo: si las cargas eléctricas del mismo signo se repelen y las de signo contrario se atraen, ¿cómo es posible que esos protones con cargas positivas e iguales no anden a los trompazos si están tan cerca y dentro de un círculo "cerrado"? ¿Qué las une? ¿Cómo hacen para que su idéntica carga eléctrica no las repela y se alejen?

Y a continuación la guinda del pastel: esos protones pueden "convivir" porque una energía absolutamente desconocida y de una enorme e inimaginable potencia las mantiene en ese estado de vecindad. José Ignacio Latorre nos asegura que los científicos no tienen la más remota idea cuál puede ser esa fuerza descomunal que permite esa "convivencia". Pero lo que sí saben es que tiene que ser eso: descomunal. 

Y claro, me dejó pensando: si con la fisión del átomo pudieron fabricar bombas atómicas que destruyeron ciudades enteras y que mataron a incontables víctimas, prefiero no imaginar que harían mis queridos congéneres si pudieran acceder y manipular esa misteriosa fuerza que mantiene intacta la estructura del núcleo del átomo, o sea, de la nuez de marras. 

¿Por qué no la podríamos usar en nuestro favor? Que dicho sea de paso, creo desde mi insignificante comprensión, que lo mejor sería dejarla tranquila para que siga el universo en equilibrio. Porque si es tan descomunal y logran liberarla, supongo que no quedaría ni la Vía Láctea. A veces mis queridos científicos deberían andar con más cuidado antes de meterse, con esa curiosidad insaciable, donde se meten. Pueden teorizar todo lo que quieran pero paren ya de tantos acelerones de partículas. ¿Podrían darnos tiempo para que nuestra patética humanidad se adapte mejor a estos cambios vertiginosos? ¡Un poco más de prudencia, hermanos! ¡Un poco de paciencia!

Ojalá los sapiens sapiens pudiéramos unir nuestras vidas fraternalmente como lo hacen los protones y convivir para construir, porque los protones así ubicados (junto con los neutrones que no tienen carga, son neutros) contribuyen a "fabricar" átomos que dan forma a la materia de la cual está hecho todo lo que conocemos, palpamos, saboreamos,  vemos y oímos, incluídos nosotros mismos. (Y las sabrosas nueces, ya que vienen a cuento). En nuestro caso, sería deseable, a imitación del átomo, unirnos para crear sociedades armónicas, pacíficas y amables, donde se pudiera discutir sin pelear y llegar a consensos. Crecer en humildad y autocrítica. Ser mejores personas intelectual y emocionalmente. ¿Podrá el hombre gestionar sus emociones violentas o le seguimos vendiendo armas mortíferas? El mismo Latorre opina que todo debería ir más lento. Y yo pienso: ¿Dónde podríamos encontrar entre nosotros esa descomunal fuerza que nos una? Digo proporcionalmente a la que esconden los protones, la misma. 


jueves, 11 de septiembre de 2025

LA TELA Y LA VELA

 Cuento corto ilustrado de Mónica Bardi. 

Esas manos sarmentosas, llenas de falanges deformadas, conservaban, sin embargo, gran habilidad y creatividad a la hora de confeccionar ropa. Toda su vida había tejido primorosos escarpines y mantas multicolores. Le encantaba hacerlo mientras veía crecer a sus hijos. Ahora que ya era añeja, como le gustaba autodenominarse, seguía tejiendo. Pero desde que uno de sus hijos había muerto en trágicas circunstancias, esas manos sarmentosas usaban solo agujas. 

La esposa del difunto, Andrea, no era una buena persona. Lo había hecho sufrir y la viejita lo sabía pero callaba. Solo tejía y tejía, pero no lana o hilo, sino pensamientos enhebrados en una trama premeditada. Reflexionaba sobre lo que decía Hegel con respecto al perdón y a la reconciliación pero su tejido incorpóreo no iba por ahí. 

 "Quedó alterada por el sufrimiento”, murmuraban sus familiares y amigos. 

Ella seguía tejiendo sin titubeos, en silencio, y la tela crecía y crecía entre aires y rumores cautelosos formando una ingrávida y recóndita red. Lenta y transparente se extendía cada vez más lejos como si de ondas gravitacionales se tratara, transmitiendo todas las perturbaciones que en ella ocurrían, mientras el filósofo Foucault le susurraba a la anciana que el “ojo por ojo" no era un castigo justo. Pero otra vez, la imperceptible y endiablada  textura no iba por ahí. 

Andrea estaba cocinando y pensando en vaya a saber qué cosas en su cauterizada conciencia. De pronto le pareció que se enredaba en algo y aunque se  sacudió enérgicamente, ya era tarde y se quedó con una sensación de profunda incomodidad. Ella ignoraba que cada movimiento suyo hacía vibrar la tela transparente que enviaba su mensaje etéreo con fidelidad milimétrica a la lejana tejedora. Tampoco sabía Andrea que aquel vínculo era ya indestructible. 

Cuando la policía identificó su cadáver calcinado fue difícil explicar el origen del fuego. La hipótesis más plausible era que una vela encendida se cayó, con algún impulso desconocido, e inició el incendio. Y más difícil fue explicar por qué Andrea, llamativamente, no había podido escapar de las llamas… como si hubiera estado amarrada. 

Solo la tejedora de manos sarmentosas torció el gesto en algo parecido a una amarga sonrisa: el castigo se había cumplido. Al final, Nicolás Maquiavelo le había dado la clave: “cuando se le hace daño a alguien, se debe hacer de tal manera que le sea imposible vengarse”.