Mis amigos y conocidos saben de mi amor incondicional a la ciencia y mi afán por comprender lo que los divulgadores científicos serios explican. Y cuando se trata de lo más enorme e inimaginable como el universo, me embarga el vértigo... y la curiosidad.
O cuando se trata de lo más pequeño, el núcleo del átomo, por ejemplo, entro en severo trance. Porque es tocar, o mejor dicho, rozar con la punta de los dedos (licencia literaria) lo remoto y misterioso que quién sabe si alguna vez llegaremos a comprender. Lo insondable, aquéllo que su tamaño tiene infinidad de ceros detrás de un cero coma, guarda sus intimidades al ojo humano, al panóptico que todo ambiciona ver.
Escuchar al físico José Ignacio Latorre siempre me deja en estado comatoso. Comatoso en el mejor de los sentidos, es decir, en estado de sorpresa y nuevos conocimientos, dejando a un lado la circunstancia secreta de que yo estoy enamorada de él. ¡Qué fácil y qué lindo es sostener ese amor sin la mediocre convivencia, con YouTube de por medio!
Su amigo, Juan Inzua, otro divino, le hizo la siguiente pregunta, en unas conversaciones periódicas interesantísimas que tienen en YouTube: ¿qué comparación podría hacer para comprender mejor los tamaños relativos del núcleo del átomo con la parte externa de dicho átomo con nuestro mundo cotidiano?¿Sería como una yema y la clara de un huevo abierto en un plato?
Me explico: el átomo tiene unos electrones girando en su superficie como si fueran órbitas (parecido a los planetas) y luego un núcleo (parecido al sol) donde hay micropartículas de un tamaño muy, muy pequeño y de las cuales se ha sabido mucho gracias a las matemáticas, a la física y al gran colisionador de Hadrones, el LHC, un anillo de 27 kilómetros ubicado entre Francia y Suiza a 100 metros bajo tierra, construido entre 1989 y 2001. Aclaro que mis descripciones son licencias literarias con poco asidero a la realidad, pero ésta de abajo es una foto real de un átomo de hidrógeno y arréglense: acudan a su imaginación.
Acudiendo a su imaginación, Latorre dijo que si un átomo fuera del tamaño de la Tierra, su núcleo sería como una nuez. El espacio entre esa "nube" de electrones y esa "nuez" está vacío. VACÍO.
Explicó que algunas micropartículas del núcleo (la nuez) del átomo están unidas a pesar de que sus cargas son todas positivas: los protones. Me explico de nuevo: si las cargas eléctricas del mismo signo se repelen y las de signo contrario se atraen, ¿cómo es posible que esos protones con cargas positivas e iguales no anden a los trompazos si están tan cerca y dentro de un círculo "cerrado"? ¿Qué las une? ¿Cómo hacen para que su idéntica carga eléctrica no las repela y se alejen?
Y a continuación la guinda del pastel: esos protones pueden "convivir" porque una energía absolutamente desconocida y de una enorme e inimaginable potencia las mantiene en ese estado de vecindad. José Ignacio Latorre nos asegura que los científicos no tienen la más remota idea cuál puede ser esa fuerza descomunal que permite esa "convivencia". Pero lo que sí saben es que tiene que ser eso: descomunal.
Y claro, me dejó pensando: si con la fisión del átomo pudieron fabricar bombas atómicas que destruyeron ciudades enteras y que mataron a incontables víctimas, prefiero no imaginar que harían mis queridos congéneres si pudieran acceder y manipular esa misteriosa fuerza que mantiene intacta la estructura del núcleo del átomo, o sea, de la nuez de marras.
¿Por qué no la podríamos usar en nuestro favor? Que dicho sea de paso, creo desde mi insignificante comprensión, que lo mejor sería dejarla tranquila para que siga el universo en equilibrio. Porque si es tan descomunal y logran liberarla, supongo que no quedaría ni la Vía Láctea. A veces mis queridos científicos deberían andar con más cuidado antes de meterse, con esa curiosidad insaciable, donde se meten. Pueden teorizar todo lo que quieran pero paren ya de tantos acelerones de partículas. ¿Podrían darnos tiempo para que nuestra patética humanidad se adapte mejor a estos cambios vertiginosos? ¡Un poco más de prudencia, hermanos! ¡Un poco de paciencia!
Ojalá los sapiens sapiens pudiéramos unir nuestras vidas fraternalmente como lo hacen los protones y convivir para construir, porque los protones así ubicados (junto con los neutrones que no tienen carga, son neutros) contribuyen a "fabricar" átomos que dan forma a la materia de la cual está hecho todo lo que conocemos, palpamos, saboreamos, vemos y oímos, incluídos nosotros mismos. (Y las sabrosas nueces, ya que vienen a cuento). En nuestro caso, sería deseable, a imitación del átomo, unirnos para crear sociedades armónicas, pacíficas y amables, donde se pudiera discutir sin pelear y llegar a consensos. Crecer en humildad y autocrítica. Ser mejores personas intelectual y emocionalmente. ¿Podrá el hombre gestionar sus emociones violentas o le seguimos vendiendo armas mortíferas? El mismo Latorre opina que todo debería ir más lento. Y yo pienso: ¿Dónde podríamos encontrar entre nosotros esa descomunal fuerza que nos una? Digo proporcionalmente a la que esconden los protones, la misma.
Hice la primera lectura.Me faltan 2 o 3 para terminar de encontrar una respuesta.
ResponderEliminarMónica,sigues siendo una soñadora. La historia nos demuestra lo imposible de tu deseo. Pero lo intentaremos!!
ResponderEliminar