domingo, 29 de julio de 2018

BORGES Y ELLA, capítulo 4

Llegó el momento de la fusión. ¿Cómo se relacionan un político que cambió para siempre la historia de un país, un escritor que cambió para siempre la literatura universal y una humilde odontologuita que no cambió nada? Bueno, sí, algo cambió. Cambió de domicilio varias veces, cambió de pareja varias veces, cambió de país una vez, cambió la ubicación de unos cuantos dientes en unos cientos de personas.
Hablando de cambios, hablemos de Borges. Vivió en España desde 1919 hasta 1021. Regresó a Argentina y fundó la revista PRISMA Y PROSA con Macedonio Fernandez. En 1935 escribe Historia universal de la infamia y luego, con su amigo Bioy Casares pública Antología de la literatura fantástica. A los 68 años (1967) Borges se casa con Elsa Astete Millán, viuda de 57 años. Al principio vivieron con la madre de él, Leonor Acevedo. Según los amigos de Borges, los celos de doña Leonor eran terribles. Al tiempo, la pareja se mudó a un departamento, donde hicieron la experiencia de vivir solos. La cosa no fué muy bien, porque llegó un momento en que Borges tenía que visitar a su madre a escondidas de su mujer. (hasta los genios tienen estas cosas que padecemos los ciudadanos de a pie. Vergonzantes.Vaya consuelo: sólo eso compartimos). Esa experiencia acarreó la separación en 1970. En 1979 gana el premio Miguel de Cervantes.  En una entrevista publicada en 1993, Elsa admitió que no fue feliz junto a Borges: "Era introvertido, callado y poco cariñoso. Era etéreo, impredecible. No vivía en un mundo real". Y sí, estaba en los mundos paralelos de los caminos que se bifurcan. Estaba viviendo con ella pero, simultáneamente, estaba en otros lugares, en otros tiempos, donde seguramente habría una enorme biblioteca, a lo mejor en Babilonia.  Por ejemplo, en el LABERINTO

"No habrá nunca una puerta. Estás adentro 
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. Es de hierro tu destino
como tu juez. No aguardes la embestida 
del toro que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
en el negro crepúsculo la fiera". 

El laberinto de Creta y el Minotauro. El viaje de Ulises y su odisea. Ella también seguía su viaje existencial, que nunca deja de ser un laberinto...nunca, para nadie. 

 Se mudó del sur paradisíaco a Buenos Aires, porque hay paraísos que cansan y con el paisaje no alcanza. "Pueblo chico, infierno grande". Ella no estaba acostumbrada a los pueblos chicos porque su padre, por esas cosas raras que tienen los padres, no la dejaba relacionarse con los vecinos siendo niña. Y se  crió sin vecinos, en su propio jardín en una familia nuclear. Creció sin lo bueno y  lo malo que tiene el trato del de al lado. No le hicieron falta, hasta que comprobó lo bien que le hubiera venido ese aprendizaje emocional... bueno, pero eso es otra historia.
En ese momento de su vida necesitaba smog, amontonamientos a la entrada del subte, humo de los autos, insultos de los colectiveros, cines, riesgo de atropellamiento en la 9 de julio, cátedras de la especialidad, anonimato...eso necesitaba.
También pensó que, en el fondo, no quería que sus hijos crecieran allí, en San Martín de los Andes. Era todo demasiado provinciano, estrecho. Los chicos del lugar que salían del secundario e intentaban entrar a la universidad, no obtenían la nota necesaria. Aquél lugar era, como muchos, un precioso sitio de vacaciones, pero no para vivir, por lo menos, no para elly su insaciable sed de avances. Ya se había separado del marido. Su actualización profesional se vería mermada al encontrarse tan lejos de los centros donde se impartían los cursos de postgrado.
Y volvieron a la casa de los abuelos, como un primer escalón. Los comienzos fueron difíciles y lo que vino después...peor. Los abuelos ayudaron muchísimo, cada uno a su manera. Papón, el abuelo, cocinaba y ayudaba mucho con los chicos y Mamata, la abuela, le conseguía pacientes hablando con los vecinos, que atendía en el consultorio de su papá. 
Alfonsín, democracia, Universidad de Buenos Aires: cátedra de fisiología (titular: Dr. Bozzini),

Consultorio privado: marasmo adaptativo en una convivencia complicada.
Y aparece un hombre en su vida. 20 años mayor, muy culto, muy bueno, muy inteligente...quizás con un carácter difícil y, cómo no, con su propia mochila también cargada de problemas. Se enamoraron...eso no se decide, TE CAE.
De a poco, se va independizando de la casa y el consultorio paternos. Se va afianzando su relación con ese hombre mayor, conoce a sus hijos, 4 varones. Pero con uno solo de ellos conectará de manera profunda: el mayor. Tanta cercanía prolonga una  preciosa amistad que se mantendrá intermitentemente en los cuarenta años venideros.
Aparece su sobrina Selva María, la hija de Mario Aníbal y Claudia, con 6 años: una criatura preciosa. La encuentran las abuelas de Plaza de Mayo. Fracasa el Plan Austral de Alfonsín.
Menem gana la interna del peronismo, lo cual lo coloca como futuro presidente de Argentina. ¿Otra vez?, pensó ella.Y se acordó de Borges, que era antiperonista. Ella no era ni peronista ni antiperonista, sólo tenía los mismos dilemas que el resto del mundo: cómo sobrevivir con la inseguridad de un país impredecible, con vaivenes que dependían de la clase dirigente, que lo que menos pensaba era en el país y sí en sus propios intereses. Era profundamente deprimente no poder imaginar un futuro más estable, más tranquilo, con tres hijos y sin un padre con el cual ella pudiera contar para nada. Su pareja, con buenas intenciones, pero entrando ya casi en lo que sería cronológicamente la edad de la jubilación y sin un duro. En definitiva SOLA. ¿Y si volvía la represión? No existía ninguna garantía de que las cosas terribles que habían pasado, no volvieran a pasar. Después de todo, luego de la primera guerra mundial hubo una segunda, ¿o no? ¿Dónde podría encontrar un lugar más seguro?

Las dudas sobre el futuro le carcomían el bocho, porque llegando a los cuarenta años no tenía NADA, salvo inseguridades. Bueno, mentira, algo tenía. Tenía un arma: su TÍTULO UNIVERSITARIO (el de siempre, el único).
Afortunadamente, se había casado con un TÍTULO UNIVERSITARIO: él no le iba a fallar, seguro que no.
Eso sí que se lo tenía que agradecer a su ex-marido, el padre de sus hijos. Cuando estuvo a punto de tirar la toalla con los estudios,  antes de quedarse embarazada de su primer hijo, su marido le dió el empujón argumental necesario para que terminara la carrera; como 5 años antes lo había hecho su madre para que la empezara. La gente que nos rodea es muy importante en momentos clave de nuestras vidas, su inflencia gravitatoria es innegable. Para bien o para mal.
Y entonces, cuando ya el entusiasmo, el impulso congénito que la habían acompañado estos cuarenta años se iban apagando y el desánimo le iba gananado el partido, un giro del DESTINO le puso delante de su jeta, a pocos milímetros, una nueva oportunidad. 
Resonaban en sus oídos las palabras de Borges: "...no esperes que el rigor de tu camino que tercamente se bifurca en otro, tendrá fin. (...)

Continuará. 

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