lunes, 12 de agosto de 2019

INFALIBILIDAD.

Por Mónica Bardi

Estaba mi joven tío Laertes muy enfermo de tuberculosis, que por aquéllos años, sin antibióticos, podía ser fácilmente una enfermedad mortal. Calculo que sería 1930 o 1935. La familia vivía en gran estado de agitación y duelo porque ya había muerto mi abuelo prematuramente, por una intoxicación.

Entonces, mi padre, Mario Pedro Bardi, encontró trabajo como empleado administrativo en el ferrocarril para mantener a su madre y sus hermanos, mientras proseguía sus estudios de odontología, con un esfuerzo loable, del cual no se quejaba.
En algunas épocas se podían hacer cosas que hoy suenan del todo imposibles: mantener una familia y estudiar en la universidad.
En la casa de mi abuela siempre había habido música y arte. Tenían un piano, se cantaba y se montaban pequeñas obras de teatro. Las flores y algunas pinturas originales mostraban un buen gusto dentro de la pobreza. Eran jóvenes, alegres; las chicas al final consiguieron casarse con buenos partidos, porque mientras ellas iban al club de tenis, mi papá trabajaba y estudiaba. La vida de aquéllos tiempos era así y todos lo aceptaban: las chicas "bien" no trabajaban.
La muerte del abuelo los pilló desprevenidos. Él era sastre y había mantenido dignamente a su familia, hasta que se fué para siempre y entonces, las desgracias vinieron todas juntas.
No obstante, se repusieron, porque en aquélla época, aceptaban la muerte como parte de la vida.
Pero a lo que iba. Llamaron al tío Emilio, que era médico para que diera su opinión sobre la dolencia de Laertes. No tengo ni idea de con quién emparentaba directamente este Emilio, pero era, según mi abuela, Victoria Molfino de Bardi, la viva encarnación de la mejor medicina y digno de gran respeto.
Llegó a la casa con su porte patriarcal,  revisó a mi tío Laertes minuciosamente y no dijo nada, pero se notaba que veía la gravedad del cuadro clínico. 
Mi padre, con mucha prudencia y en voz baja le dijo: "tío, yo a lo que le temo es a una hemóptisis". Una hemóptsis es la aspiración de un vómito de sangre, algo de lo cual no se salía vivo y que ocurre en las enfermedades pulmonares.
Entonces, el tío Emilio miró a mi jovencísimo padre por encima del hombro con aire de superioridad y en tono paternalista y académico afirmó rotundamente:  "futuro doctorcito, te diré algo: yo en mis veinte años de profesión nunca he visto una, olvídalo". Punto final.
Mi papá pensó: "¿y si ésta fuera la primera?", pero no se animó a decir nada.
Pocos días más tarde mi tío Laertes moría, en medio de espantosos espasmos e interminables intentos de hacer entrar aire en sus pulmones hasta, que por fin, luego de infinitos e inenarrables minutos, el corazón, piadosamente, dejó de latir; todo eso en presencia de la desesperación y los gritos de su madre y sus hermanos. Una tragedia. Una hemóptisis. Desde ese momento, el piano enmudeció para siempre, las risas huyeron en frías oleadas de dolor y un manto oscuro cubrió ese hogar antes luminoso.
Cuando mi papá me contó este luctuoso hecho del pasado, sus ojos grises se agrisaban más y un extra de lágrimas pugnaban por caer, a pesar de sus esfuerzos para evitarlo. Habían pasado muchos años pero el dolor estaba ahí.

2 comentarios:

  1. Acabo de cumplir 60 años. Entré en grupo de riesgo como regalo. Siempre estuve en riesgo, cruzando la calle o un ataque de ladrones. Quiero saber de vos, si estás bien de salud y si es necesario mayor comunicación entre ambos parlantes. Flavio te quiere. Una época dura la que nos toca vivir.

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  2. Mónica te quiere. Ya estamos en contacto.

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