miércoles, 7 de agosto de 2019

EMERGENCIA CLIMÁTICA.

Por Mónica Bardi.

Los vuelos han demostrado ser altamente contaminantes. Pero, entonces, ¿cómo se lograría que la gente dejara de subirse a un avión para ir de vacaciones, por ejemplo, cuándo hoy en día las epidemias de turistas no hacen más que aumentar?
La que despertó la alarma fué la ya archiconocida activista medioambiental sueca GRETA THUNBERG, que analiza su presupuesto para viajar en CO2. Nosotros calculamos nuestros presupuestos para viajar en euros, dólares, etc, pero ella los calcula en emisiones de CO2 generadas.  Greta no se ha subido a un avión desde 2015 y afirma: "mi generación no podrá volar más que para emergencias si no nos tomamos en serio la advertencia sobre el límite de 1,5 grados de temperatura".
Ya no se habla de cambio climático sino de emergencia climática.
En Suecia se ha acuñado el término FLYGSKAM, que se podría traducir como "vergüenza de volar" y así deberíamos sentirnos si leyéramos un artículo de la revista SCIENCE en la cual se concreta una cifra: cada tonelada métrica de dióxido de carbono derrite tres metros cuadrados en el Ártico. Si antes los planes para compensar este desastre era la reforestación, hoy la líneas aéreas van a tener que compensar el daño financiando proyectos de energía sostenible. La industria de la aviación va buscando soluciones como combustibles sostenibles y aviones más eficientes.
Lo que yo pienso es que todo eso está muy bien pero que ya es tarde. No se va a cambiar así como así los hábitos de la gente que puede volar. Es exigirle demasiada responsabilidad y no será viable.
En fin, sigamos hasta que la gran catástrofe nos obligue a parar y/o a la desaparición de parte de la humanidad. No suena optimista, ¿no?

1 comentario: